Que absolutamente nada es lo que parece, lo pone de manifiesto la cosa esa del tardeo que se han inventado para el 30 de octubre en el Joventut. Cuando todo es una pantomima, un fantasmeo, un abismo de estupidez, hay que inventarse algo que parezca importante y ponerle un apelativo british para hacerlo más interesante y sugerente.
Que eso de la celebración del título de ciudad en este avispero sin horizontes donde nos agitamos y que se llama l’Hospitalet, se podía convertir en un ridículo mayúsculo, ya era bien previsible. Pero que encima la efeméride coincidiera con la toma de posesión de un equipo que hasta erizaba los pelos de los suyos, no podía presagiar nada bueno. El anuncio del alcalde, hace ahora un año, de que la Cabalgata de Reyes tendría un carromato para celebrar el centenario ya lo removió todo y, desde entonces todo ha sido un quiero y no puedo. “Quiero celebrar, porque a mí las celebraciones me ponen, pero no puedo, porque no tengo ni idea de cómo celebrarlo, ni tengo a nadie de confianza que me organice una celebración majestuosa, ni siquiera sé muy bien qué tendríamos que celebrar”. Y hasta que no se lo explicaron, no se empezó a percatar de que en adelante tendría que ir con un poco de cuidadín, porque hay cosas que no debieran celebrarse nunca y anunciar celebraciones sin consenso suele acabar mal.
Así que se aparcó calladamente lo de celebración, mandando a los propagandistas que cambiaran el apelativo de jolgorio por el de recordatorio y, en adelante, los cien años del título de ciudad se han estado conmemorando a base de paneles de fotos donde se ve el crimen cometido —el antes y el después, como para estremecerse—, sin que para nada desde el ayuntamiento se haya hablado de los criminales que lo cometieron.
El caso es que, hasta ahora, lo más destacado de la conmemoración ha sido el dinero regalado. Y ya van unas cuantas decenas de miles de euros en una ciudad que acaba de subir el IBI y donde la gente es cada día más pobre. Sería un escándalo, si no fuera porque el escándalo es la salsa donde se cuece la gestión municipal de cada día.
Ahora, reciente, a alguien se le ocurrió lo del tardeo. Al ocurrente habría que despedirlo de inmediato no solo por fantasma, sino por extraviado. Porque a nadie en su sano juicio se le ocurriría, con la que está cayendo, regalarle 78.000 euros a El Periódico para hacer un pe-tardeo sin ningún interés.
Lo primero, el invento: afterwork. Que, literalmente, quiere decir después del trabajo y que no es más que la costumbre universal de ir a tomar una copa a la salida del currele (en british, work) para seguir hablando con los colegas de temas intrascendentes que hagan olvidar la presión de quienes te exprimen, incluso, con quienes te exprimen. Aquí siempre fue el tardeo, pero tardeo suena normal y se trata de estar muy por encima de lo normal, así que le llamamos afterwork en lugar de llamarlo encuentro de coleguis, mesa redonda de amiguetes, convocatoria para no decir nada, o directamente negoci.
Que esto es lo que es el afterwork que ha organizado Quirós y los suyos. Me dicen, quienes saben de qué va la cosa, que el invento le ha costado a las arcas municipales cerca de 78.000 euros, que sumados a los 17.000 del logo copiado, se acerca ya a los 100.000 euros de regalo reconocido. En el negocio este de El Periódico, lo importante no es el acto en sí. Lo emocionante es traer hasta l’Hospitalet al rector de la UB, a la consellera de Economia y a una educadora emocional, porque el resto lo rellenan los periodistas de la casa y la estrella fulgurante es el alcalde. ¿De qué van a hablar? Pues de todo y de nada y, en cualquier caso, de nada que tenga que ver demasiado con l’Hospitalet. Cuesta imaginar cómo se va a poner en el foco del debate entre la consellera Romero y el profe Guardia, a esta desnortada ciudad; de qué van a hablar que nos emocione a los hospitalenses, el conocido periodista patrio Sálmon y la señora Gutiérrez, y quizás sí que Quirós pueda explicarle al director Sáez que vamos a tener un eje de ciudad en el intercanviador de La Torrassa, con un paseo que nos va a llevar de la Diagonal a Bellvitge pasando por Nueva York, para que se vea claramente que l’Hospitalet es la ciudad emblema de la investigación médica en Europa y que, en poco, se va a convertir en un bosque ciudadano como para darle envidia al Central Park.
Lo cierto es que la fantasmada del tardeo de octubre, les va a costar a los ciudadanos de esta mi pobre, sucia, triste y desdichada ciudad, la friolera de 865 euros el minuto, a repartir probablemente entre los charlistas, los periodistas y el ego del parlanchín. Muy caro para no decir nada y a lo mejor incluso perseguible, porque no se me ocurre peor manera de tirar un dinero que es de todos.