Joan Saura: el alcalde que aquí hacía falta

Joan Saura.

Este jueves hace 75 años y el socialista Illa le ha querido regalar una cruz, seguramente para contrarrestar la más dolorosa de todas: la cruz de una salud precaria que pese a todo le mantiene lúcido y consecuentemente crítico. Dicen, quienes le siguen tratando de cerca, que no ha perdido el interés por su ciudad pese a que hace un siglo que no vive en ella, aunque cuando las raíces se hunden en un territorio no hay quien elimine el rastro. Y ese también tiene que ser su caso.

Estamos hablando, ya lo habréis descubierto, de Joan Saura Laporta, flamante Creu de Sant Jordi 2025, una Creu de Sant Jordi que nos toca de cerca porque Saura sigue siendo un hospitalense ilustre y no porque haya sido concejal, diputado provincial, diputado en el Parlament, presidente de una izquierda a la izquierda del PSOE y finalmente Conseller en un gobierno tripartito presidido por Maragall. Es un hospitalense ilustre porque descubrió que para avanzar hay que organizarse y contribuyó notablemente a que l’Hospitalet se organizara cuando más falta hacía. Empezó en La Florida, en la Asociación de Vecinos, pero muy pronto observó que no había suficiente con la reivindicación vecinal, que era imprescindible hacer política.

Se hizo comunista cuando ser comunista te enviaba a la cárcel, pero sobre todo se hizo un dirigente y para ello contaba con dos capacidades singulares: dominar la realidad, a base de estudiar lo que estaba pasando contrastando datos con detenimiento y pasión, y cuajar equipos humanos de forma muy coyuntural, es decir, en función de los momentos. No para siempre.

L’Hospitalet en aquellos años 70 necesitaba una organización efectiva y un cierto liderazgo trabajado. Se movió con finura y eficacia en los ambientes de los nuevos comunistas jóvenes sin dejar de lado el prestigio combativo de los veteranos obreros comunistas y fue capaz de tejer un comité local del PSUC capaz de aglutinar decenas de militantes, que llegaron a centenares a finales de los 70 y que alcanzaron casi los dos mil justo en el momento culminante de las primeras elecciones democráticas del Consistorio.

Quienes vivieron desde dentro aquellos años cuentan a quienes quieren escucharlo que Saura, que era el responsable político del PSUC local, el máximo dirigente del partido en l’Hospitalet, era indiscutiblemente la persona llamada a encabezar la candidatura. Fue el número 2 porque el entonces secretario general del partido en Catalunya consideró que, en una ciudad como l’Hospitalet, constituida mayoritariamente por emigrantes, un paladín de los emigrantes que se había hecho famoso por sus libros, sería un candidato más conocido y por lo tanto más votado. Estaba claro que Antonio Gutiérrez Díaz, el Guti, tenía algunas ideas de política, pero ignoraba el trabajo de Saura y de unos cuantos más como él, en la ciudad. Paco Candel era conocido en la ciudad, pero le faltaba mucho para ser tan reconocido como lo era Saura entonces.

Al final Candel no llegaría a ser alcalde de l’Hospitalet por muy poco. No vivía en la ciudad y la conocía de lejos y, sobre todo, nunca tuvo interés por la política. Saura vivía en la ciudad, la conocía de cerca y la política era el fluido que corría por sus venas. Mal hubiera ido que Candel fuera el primer alcalde democrático. Casi tan mal probablemente como lo fue que el primer alcalde democrático fuera Pujana. Pujana fue alcalde porque la ciudadanía de l’Hospitalet en 1979 era, en muy buena parte, aquella masa de proletarios domesticados por el franquismo que seguían pensando que el comunismo era un yugo, peor que el que acompañaba al escudo de la España del Movimiento.

El PSUC de Saura y de aquellos 2.000 militantes con carnet eran muchísimos, pero seguían siendo una minoría muy minoritaria en votos. Saura hubiera necesitado con aquel ritmo unos pocos años más, para convencer a los que se estaban convenciendo tan poco a poco, de que el comunismo que se defendía nada tenía que ver con Stalin y los suyos. Y hubiera necesitado unas cuantas opiniones menos que intentaban convencerle que lo mejor para l’Hospitalet era lo que decidían en Barcelona. Como ha ocurrido siempre.

El miedo, y no otra cosa, dictó la marca del gobierno municipal. Y la coyuntura, y no otra cosa, dictó el declive del comunismo local. Una coyuntura que apostó por la política institucional y por la desmovilización ciudadana, que fue de mal en peor hasta el desastre total. Saura fue una víctima de las circunstancias, pero también el máximo responsable de los errores cometidos. Y no por él, sino por el signo de los tiempos, que anunciaban otros métodos de hacer política que ya nada tenían que ver con la motivación civil y la capacidad reivindicativa. Cuatro años después del primer desastre, Saura encabezó una nueva campaña municipal con un eslogan que se hizo estruendosamente famoso: “Aquí lo que hace falta es un alcalde”. Y el alcalde para entonces ya tenía que ser él porque era evidente que en l’Hospitalet lo que hacía falta era realmente un alcalde después de aquel primer mandato, pero también una organización eficaz, comprometida y amplia, cuando lo que quedaba por entonces era poco menos que un partido diezmado, nepotista y menguante.

Y hasta aquí. Joan Saura i Laporta se hubiera merecido ser alcalde de esta ciudad. Todavía mejor: l’Hospitalet se hubiera merecido que Joan Saura fuera su alcalde. Probablemente esta ciudad no sería la misma. No fue su alcalde porque el franquismo instaló el temor en la conciencia desmovilizada de los pobres. Y movilizar a los pobres es una tarea lenta, compleja y llena de penalidades y contradicciones. Ahora le han entregado la Creu de Sant Jordi. Intenta premiar la labor cívica de los homenajeados. Si es por ello, merecida la tiene, y el Candelas lo felicita en la distancia. En todas las distancias.

Olé, las celebraciones

Este próximo miércoles, unos cuantos representantes de la sociedad civil que en enero pasado se reunieron para organizar una especie de plataforma ciudadana de protesta —algo no muy habitual en esta ciudad, a decir verdad— se verán con el alcalde de la ciudad no se sabe muy bien para qué. No lo sabe el alcalde y, por lo que parece, tampoco lo saben los que se van a reunir con él y tampoco ha quedado del todo clara de quien salió la iniciativa, para qué salió y con qué objetivo.

Habrá que explicarse. Los vecinos que se encontraron en enero en el Ateneu de Cultura Popular respondían a una convocatoria autoconvocada después de ver que el gobierno local había inaugurado el año con una Cabalgata de Reyes en la que se celebraba festivamente que hacía un siglo al bisabuelo del actual Borbón se le ocurrió adjudicar el título de ciudad a un municipio pegado a Barcelona. Un pueblo, todavía rural en trance de industrializarse, al que se le acababa de robar la mitad del territorio y que regentaba un alcalde de la Unión Patriótica, el partido del general Primo de Rivera que había dado un golpe de Estado un par de años antes con la total anuencia del rey Alfonso. Los historiadores locales todavía no han dado con la razón última de la ocurrencia puesto que nadie parece que había pedido tal título, aunque quizás respondiera por pura lógica a los sueños de grandeza del industrial Tomás Giménez —ese alcalde patriótico— que de ese modo pasaba de ser alcalde de un pueblito a alcalde de toda una ciudad y que pudo utilizar como argumento victimista para obtener la contraprestación, la pérdida, para fines comerciales de la burguesía barcelonesa, de las mejores tierras fértiles de la ribera del Llobregat pegadas a Barcelona.

El caso es que, como firmar un decreto no da excesivo trabajo, el rey anunció la dádiva al tal Giménez y el ministro del Interior firmó el decreto sin darse cuenta de que el firmante era uno de los personajes más odiados por los trabajadores industriales organizados, una parte importante de los cuales habitaba los barrios del norte de la que, a partir de ese momento, se llamaría la ciudad de Hospitalet, sin l i mucho menos sin la L mayúscula conquistada durante la Transición pasada. Así se dio la paradoja de que el general Martínez Anido que había perseguido con saña al anarquismo catalán en los años precedentes, convertía en ciudad al caótico y anárquico pueblo donde los nada caóticos y muy anarquistas vecinos de La Torrassa y Collblanc se habían hecho fuertes y bastante poderosos.

Celebrar cien años después aquel episodio, da un poco de grima a los herederos de aquel anarquismo combativo, por eso el gobierno Quirós se propuso celebrarlo por todo lo alto, porque ellos no son herederos de aquel anarquismo combativo ni tienen nada que ver con quienes rechazan los entorchados y las ceremonias reales. Es más, son los sucesores de aquellos primeros gobiernos de la Transición que cambiaron el nomenclátor de algunas calles que herían la memoria más reciente, pero no se entretuvieron en profundizar algo más en la memoria ciudadana porque, de lo contrario, hoy no existiría una avenida con el nombre del promotor del título de ciudad, ni con el nombre de un alcalde del franquismo, ni con una rambla con el alcalde que se dejó arrebatar sin protestas la mitad del término municipal.

No hace mucho, en el pleno donde se comentó la protesta de la plataforma ciudadana que rechaza la celebración del título de ciudad, el portavoz socialista afirmó que para unas cosas hay ciudadanos muy sensibles, pero otras se olvidan muy pronto. Explicó, como ejemplo, que las Fiestas de Primavera que en estos días van a llenar las calles de l’Hospitalet de fiesta, tienen su origen en el franquismo y que de eso nadie parece acordarse.

Pues bien, lo que nació en 1967, en pleno franquismo sí, de la mano del entonces teniente de alcalde de Cultura, Vicenç Capdevila, fue una cosa que se llamó Semana Cultural y Jornadas del Libro que se celebraban en abril porque estaban estrechamente relacionadas con Sant Jordi y el Dia del Libro, no con la primavera. Lo de la Primavera y lo de la fiesta vino después, con el primer gobierno socialista del año 79 y, naturalmente, se olvidó lo de la semana cultural y lo de las jornadas del libro, porque desde entonces, aquí, somos mucho de celebrar.

Y vuelvo a lo del principio. La Plataforma anti-centenario, que llamo así para simplificar porque es imposible olvidar que el protofascismo nos hizo ciudad con título hace cien años, irá a entrevistarse con el alcalde porque el alcalde saludó muy efusivamente al representante de la Plataforma que tomó la palabra en el pleno para recriminarle al gobierno que celebrara nada al respecto y, de esa sintonía, nació el contacto de pasado mañana. O sea que el clima es, de entrada, muy favorable, porque el alcalde considera que la mayoría —no todos, por Dios— de quienes la forman, son gente de bien que simplemente no quieren celebrar nada, pero sí en cambio consideran que esta es una buena oportunidad para recordar el pasado, discutir el presente y transformar el futuro. Y que eso debiera hacerse con la participación de todos, de quienes quieren prioritariamente reflexionar y de quienes quieren prioritariamente celebrar lo que sea, aprovechando cualquier excusa, como ha ocurrido con las Fiestas de Primavera.

No estaría de más que, ya que no se sabe muy bien para qué es la reunión, alguien le dijera al alcalde que, puestos a recuperar, quizás estaría bien también recuperar el sentido inicial de las Semanas Culturales y de las Jornadas del Libro, donde se descentralizaban por barrios las ferias del libro y se organizaban mesas redondas, presentaciones de libros y debates culturales allí donde había un espacio para poderse reunir.

Habrá quien le dirá al Candelas que no es nada coherente reivindicar cosas que se hicieron en época tan nefasta. Que preservar las esencias de la pureza ideológica nos obliga a sostener que todas las iniciativas fueron abominables y que quienes tuvieron ideas sorprendentes en aquel contexto tampoco merecen un reconocimiento porque actuaban bajo los designios de una dictadura y a las dictaduras, especialmente si son fascistas, ni agua. En cambio, los demócratas nos merecen todos los respetos, celebren lo que celebren, porque celebrar en general es muy bonito. Hasta las misas, se celebran…

De la sensación de impunidad y otras zarandajas

La justicia del país es lenta, pero hasta a veces parece que, en efecto, es justicia. Y cuando hay peticiones de chirona ni siquiera hacen falta los juicios para hacer justicia: suele haber suficiente con el pacto de conformidad o como se le llame. Esto es lo que suelen recomendar los defensores a sus defendidos: oiga, si la cosa está muy negra, déjese de filosofías y acepte lo que le den. A los Cris de Hospi les pedían chirona larga por un trapicheo de circunstancias. Tu eres el que manda y yo el que dirijo, pero como somos muy amigos, tú haces ver que me despides, cobro la indemnización, hago ver que me has dejado en el paro, cobro unos meses, y luego me das el carguillo prometido y si eso, cenamos unas ostras con Moët Chandon, o unas ostras con Moët Chandon en París, o unas ostras con Moët Chandon en el piso de tu amiga de Madrid que también es mi amiga y va a hacer ver que no tiene ni idea de nada. Que, por cierto, hacer ver que no tiene ni idea de nada, lo borda. Hasta a veces pienso que le sale de dentro.

Estas cosas pasan solo por una razón. ¿Porque no se valora la pasta entre amiguetes? Qué va, todo lo contrario. Se valora y mucho, especialmente la propia y la que cuesta ganar. La ajena y la que cae del cielo ya es otra cosa. La única y auténtica razón es la impunidad. Mejor dicho, la sensación de impunidad que hace que, en ocasiones, si te pillan, no seas impune. Yo mando y los demás obedecen y los que obedecen si se tienen que callar se callan, porque calladitos están más guapos e incluso pueden hacer carrera. Yo mando y acuerdo y trapicheo. Y como yo mando, tengo derecho a tener momios, chollos, canonjías, prebendas. Casi siempre importantes, a veces bastante idiotas.

Mira tú por donde, que el Candelas lleva Capa y a veces no se le distingue. Estaba yo en la sala de espera de la Comisaría de Policía—no voy a decir de donde— porque los asaltacaminos también llevamos carnet y se nos caduca, y en eso que vino un señor muy puesto a decirle al madero de la puerta unas cuantas cositas al oído. El madero de la puerta, vestidito de azul como se lleva ahora, dijo algo así como que no va a haber problema y al poco llegó una pareja y un chaval. No tenían tique ni falta que les hizo. Pasaron por delante de los que sí teníamos, y le sacaran al niño algo así como el pasaporte. Hubiera podido ser el tío del madero de la puerta, el primo del recepcionista, el tabernero de la esquina. Siempre se hace un favor a un amigo. Solo que en esta ocasión no era un amigo. Era, no os lo vais a creer… don David el jefe y señora.

Si, señor, con dos albúminas. Primero, el guardaespaldas para sondear, después la autoritas, que siempre tiene prisa y que se considera impune, obligado a los favores. A que se les hagan, evidentemente no a que ellos los hagan, que la ley debe ser igual para todos y la justicia ídem. Ya lo decía aquel, que la justicia es igual para todos. Y el tique para sacarse el carnet o el pasaporte y hacer cola, también debería serlo. Pero es igual para todos los iguales, para todos los acostumbrados a la impunidad, a la prebenda y al chollazo. Es un caso idiota, ciertamente. Pero los casos idiotas son los más sencillos para el ejemplo. Porque si esto pasa con las tonterías a la vista del público, qué no pasará con las cosas serias en los despachos.

Lo del Consell Esportiu es la espuerta que quedó abierta cuando nadie imaginaba que alguien la vería. No se trataba de nada pegado directamente al poder y hasta por eso es posible que se libren en el futuro. Allí no había función interventora directa, aunque hay cientos de acuerdos en el gobierno local que omiten la función interventora sin que pase nada, porque omitir la función interventora es incomprensiblemente legal. Porque ya se sabe que los interventores son unos plastas y la burocracia un jeroglífico, en ocasiones ideado para paralizar las soluciones y favorecer los conflictos. Pero los interventores tienen como obligación intervenir y eso siempre molesta a quienes deciden por encima de su bien y del mal colectivo.

Lo que quiero decir es que las mayorías absolutas son lo peor que pudo inventar el ciudadano en una democracia. Deberían estar absolutamente prohibidas porque garantizan las decisiones unilaterales, la conducta autoritaria y la sensación de impunidad. Cuando las mayorías absolutas se ejecutan durante décadas, son un cáncer destructivo para las comunidades que las sufren. E incluso, cuando estas se pierden, la inercia es tan abrumadora y sus consecuencias tan sombrías, que los que las han perdido se siguen considerando intocables y los que están a su vera los siguen observando como incuestionables. Esto es lo que está pasando en l’Hospitalet desde el último cuarto del siglo pasado y ya sería hora de decir basta. Los que mandan tienen todo el derecho a seguir mandando porque siguen ganando elecciones, pero esta vez tienen la obligación inevitable de escuchar. No de hacer ver que escuchan, sino de escuchar de verdad. Claro que para empezar a escuchar tienen que desprenderse de esa sensación de impunidad que lo marronea todo. Y el primer paso es pedir el tique en la comisaría para renovar el carnet o lo que sea. Si no, las cosas se complican, algunos alcaldes acaban expulsados por tráfico de influencias y algunos tenientes de alcalde se ven obligados a aceptar que se pasaron de la raya para no verse enchironados, como ha pasado en esta ciudad en los últimos tiempos

Estar en Babia para que las críticas no nos rocen

Ahora sí que creo que L’Estaca sirve para algo en esta ciudad. Me lo confirmó el grado de ostentación de Triple Q el día del pleno, con el movimiento de las manitas mientras leía un papel uno de los miembros de la Junta de FIC. Estuvo mirando hacia los lados, hacia el centro y hacia adentro, mientras hacía un corazoncito con los deditos para evitar escuchar lo que se decía, que aún antes de sonar sabía que ni le iba a gustar nada, ni le iba a interesar un pimiento. Cuando ya estaba hartito de permitir el discurso, se puso a mirar su pantalla para ver cuándo tenía que interrumpir porque estaba seguro de que la diatriba iba a durar más de 5 minutos. Lo que no sabía es que le iba a ahorrar al hablante un ahogo, porque no se podía leer más deprisa. Se le entendió todo, pero casi hay que llamar a emergencias para ponerle oxígeno al chavalín de FIC que ya tiene una edad, como casi todos nosotros.

Aquel desprecio indisimulado de Triple Q era el principal reflejo de lo incómodos que están siendo estos chicos de FIC e inequívocamente, del grado de influencia que está logrando L’Estaca. Cosa de la que me alegro por esta ciudad. Porque tener un medio donde se escriben cosas que escuecen a unos y a otros —escuecen a bastantes, por los lamentos que se perciben en todas las orillas: algunos de los cuales llegan en formato voz o en formato papel—, y que siempre garantice la sorpresa, es muy importante. Más importante que tener otros medios donde se escriben cosas que no escuecen a casi nadie: un género periodístico bastante más abundante por estos pagos.

Dicho lo cual, no deja de ser sorprendente que el gobierno no tenga bastante con los medios afines, con los medios parafines y con los medios casi enteros, y que tenga que echar mano de un barómetro para dorarle la píldora, como el que ha salido esta semana: difícil de creer, por lo menos. O las 1.500 entrevistas que dicen que se han hecho corresponden a gente que vive en l’Hospitalet pero podría vivir en el Kilimanjaro, o las 1.500 entrevistas forman parte del limbo universal que es ese lugar que no se sabe si existe o es inventado, o sencillamente está formado por personas que responden a preguntas que no les suenan.

Por ejemplo. Dice el barómetro que el 60% de los entrevistados considera que la ciudad ha empeorado en los últimos dos años pero el 66% —dos de cada tres vecinos—, está muy o bastante satisfecho de vivir en su barrio. No es que sean respuestas contradictorias porque uno puede estar muy contento del barrio en el que vive y percibir que la ciudad empeora, pero no me negaran que es un tanto extraño, especialmente cuando el 53% de los entrevistados también coincide en que los barrios van peor y eso ocurre en 4 de los 6 distritos de la ciudad.

Las cosas, según se percibe, van mal, pero los ciudadanos son tan sensibles que le dan un 5,7 de nota media a la gestión municipal, pese a que el 40% de los entrevistados piensan que la gestión ha ido a peor. Si percibieran que todo progresa adecuadamente el 10 les sabría a poco… Otra curiosidad: al 30% de los entrevistados, el cambio de alcalde les parece positivo pero el 80% no tienen ni idea de quién es el alcalde. De donde se deduce que nadie sabe nada, que todo cambio está bien valorado o que simplemente lo que había antes del nuevo alcalde les escocía bastante. Con decir que casi el 90% de la población entrevistada no conoce a un solo concejal está todo dicho y que la concejala más conocida es Lola Ramos, que ni siquiera forma parte de la Junta de Gobierno, ilustra sobre cómo están las cosas y del interés que puede tener un barómetro como instrumento de valoración del estado de la ciudad, donde lo que está claro es que casi nadie sabe nada y que todo se contesta por puro azar.

Según el Ayuntamiento, el barómetro le ha costado a cada hospitalense 0,10 euros. Lástima de dinero empleado para conocer poca cosa o para conocer demasiada, vete a saber. No sabría decir qué es peor, si estar seguros de que se responde al azar o simplemente descubrir que ésta es la auténtica realidad de lo que tenemos. En cualquier caso, mucho dinero para tan poca utilidad que podría dedicarse a cosas más sensatas. Ahora he recordado, por ejemplo, que el CB l’Hospitalet no pudo ascender  este verano de categoría porque no consiguió algo así como 50.000 euros que hubieran permitido poner el nombre de la ciudad en un lugar de prestigio deportivo. Renunciar a dos barómetros: ese era todo el esfuerzo. Claro que ver en los papeles que el equipo de gobierno saca un aprobadillo en la gestión, da mucho morbo. El mismo que descubrir que todo el mundo se siente orgulloso de vivir en una ciudad en la que de 1.500 entrevistados solo han oído hablar del alcalde unos 260.

Pareciera como que la ciudad estuviera en Babia. Y ojalá fuera así, porque Babia es un lugar idóneo para estar en ídem, porque no puede ser más hermoso, sosegado y relajante, el hermoso valle entre Asturias y León. Por cierto, que en uno de sus bellísimos pueblos hay una calle dedicada al magistrado R. Quirós, quien sabe si tío abuelo de otro que suele estar en Babia cada vez que le dejan, para que las críticas apenas le rocen: el insigne Triple Q de las manitas…

De la literalidad a la teleología: la doble vara de medir y a ver si nos entendemos

Un moment d’un ple municipal.

Los chicos y chicas de FIC me han hecho llegar el acuerdo de denegación de palabra en el pleno de diciembre que el alcalde ha protagonizado mediante un decreto del 20 de enero que me ha dejado patitieso. Lo explico. Esa entidad torraculions para el poder —molesta, vaya— viene pidiendo desde hace meses la palabra en el pleno municipal, que luego cede a portavoces de colectivos distintos para que expliquen sus quejas. Lo hace por tres razones, según creo. La primera, porque está de acuerdo con que los vecinos se expliquen en el templo de la palabra a nivel local que es el plenario. La segunda, porque sus estatutos proclaman que la entidad defiende la libertad de los ciudadanos para que se expresen donde sea y la tercera, porque el Reglamento de Participación del Pleno y del resto de plataformas institucionales está expresamente diseñado para restringir el uso de la palabra de manera extensa, libre y plural.

A la entidad ya le llegó hace meses, que ese alcalde humanista de las nuevas maneras, el amigo triple Q, se anduvo quejando por los pasillos de que había vecinos que tomaban la palabra sin tener derecho y que los insensatos de ERC/EUiA que eran simplemente los tramitantes de los permisos, andaban detrás de esos excesos libertarios. Y que había que impedirlo. Los de FIC tienen en sus manos este instrumento sobre el que me leéis (lestaca.com), que lleva tanto tiempo diciendo verdades como puños que no solo están soliviantados los que consideran que nacieron a la política para ostentar el poder omnímodo en esta ciudad, sino los que acompañan a ratos a la camarilla del Jesusillos con el que se hacen fotos. Tendrán que aceptarlo, pero les cuesta y, como les cuesta, van a poner todas las pegas posibles para impedir que FIC se les suba a las barbas.

No deja de ser curioso —y yo no sé de leyes, pero hay cosas que chirrían— que el alcalde decrete el 20 de enero que se le impida la palabra a FIC en el pleno del 20 de diciembre anterior y que los argumentos utilizados para ello formen parte de un Informe del secretario de la Corporación de fecha 17 de enero de este año, no del pasado. Y que todavía no hayan encontrado el momento, pese a que el decreto obliga a ello, de transmitirles oficialmente la denegación de palabra a la entidad solicitante.

Pero eso no es lo peor. Lo peor son las razones alegadas que pone de manifiesto don FAS, el secretario, para darle la razón a su alcalde con el que necesita llevarse muy bien. Dice que FIC es una cosa exclusiva de periodistas y que solo le interesa la información y por eso la entidad tiene casi 60 socios entre los que solo hay un par o tres de profesionales del tema. Y, por cierto, ni un solo profesional de los medios oficiales del gobierno local, que no quieren ni acercarse a sus actos no sea que les condenen en su puesto de trabajo al ostracismo eterno. Todos los que se mueven en la ciudad —y aunque el equipo de gobierno se mueve poco controla el tránsito— saben de sobras que FIC es una entidad crítica que suele poner el dedo donde a todos les perturba y no solo en materia informativa, claro está. Unos, porque se juegan el salario, otros la subvención, otros el trato deferente y buena parte, todo ello a la vez. Los de FIC no necesitan jugarse nada, porque nada tienen, desde sus inicios: ni salarios, ni subvenciones ni tratos deferentes. Y ni los tienen, ni los necesitan y probablemente ni siquiera los desean. Se conforman con que les lean, les escuchen y puedan ayudar a otros a reflexionar, a ser menos autoritarios, más empáticos, mucho más condescendientes y a ser bastante más inteligentes de lo que son.

Pero lo dicho. El secretario dice que FIC es una cosa que no es, y niega que sea exactamente lo que es: una entidad al servicio de la ciudadanía para evitar las restricciones arbitrarias sobre sus derechos. Entre ellos, el de la libertad de expresión en el pleno municipal. Pero dice bastante más, tanto, que el alcalde le tendría que llamar al orden porque entre tanta interpretación subjetiva sobre las finalidades de una entidad, clarifica la literalidad, pero también el trasfondo real del reglamento aprobado. Dice el amigo FAS: “no hay duda de que la normativa de participación del Ayuntamiento por lo que hace a la participación en el Pleno, tiene una finalidad clara de reconocer el derecho a participar en el Pleno solo a un grupo reducido de sujetos”. Y dice verdad. Cuantos menos molesten en el pleno, mucho mejor para el gobierno. Si pudiera prohibir la presencia pública, sin duda la prohibiría. Todo lo que molesta, mejor que deje de existir, eh?, valientes de FIC…

FAS dice otras cosas divertidas, por ejemplo, que en las interpretaciones de las normas una cosa es el criterio interpretativo literal y otra cosa muy distinta el criterio interpretativo teleológico. Lo usa para el reglamento de participación, pero se lo guarda para la interpretación de los Estatutos de FIC. Pues bien, el criterio interpretativo teleológico que sirve para entender que no se quiere que participen los vecinos que van por libre por muchas razones que tengan, debería servir para entender que las finalidades de FIC van más allá del fomento de la información crítica: tienen que ver con la libertad de expresión, la adopción de acuerdos trascendentales escuchando a la ciudadanía y la ejecución de acuerdos de gobierno que mejoren la calidad de vida de los ciudadanos y no que la perjudiquen como llevan tantos años haciendo en l’Hospitalet.

FAS, está feo ser literal para unas cosas y teleológico para otras. Y de paso, explícaselo al que firma el decreto, que seguro que lo ha firmado sin saber de qué hablas…

El secretario en su laberinto

Me temo mucho que el laberinto es un recinto sinuoso donde el objetivo es liar al que se adentra y eso es lo que le está pasando al secretario del Ayuntamiento de l’Hospitalet, que lo lían y él se deja liar. No es que sea un inexperto porque el hombre ejerció de lo mismo en el Ayuntamiento de Sitges, pero allí las cosas debían de ir de otra manera porque en solo tres meses ya ha conseguido ser protagonista de un par de decisiones que se podría haber ahorrado. Recuerdo una de octubre, cuando el señor Aragonés Seijo, don Fernando (FAS), se ve que dijo, según me han dicho porque no estaba, que él emitiría el informe preceptivo de evaluación de la capacidad, el mérito y la idoneidad de los candidatos del Consell Executiu de los medios de comunicación públicos que se debatía en el Consell Consultiu de esos mismos medios, cuando él no tiene ninguna atribución al respecto porque ésta le compete, según el propio Reglamento de Organización y Funcionamiento de los medios de comunicación públicos, al plenario de ese organismo y no al secretario. Por decirlo llanamente: el señor secretario se metió donde no le tocaba y, naturalmente, no hubo informe (no lo hizo) y mejor que no lo hubiera, porque en el siguiente pleno la idoneidad de los propuestos saltó por los aires porque la oposición se opuso como debe ser y derrotó al gobierno. Y de paso, al susodicho Aragonés.

Y ahora una segunda, porque el secretario de marras acaba de hacer un informe donde parece argumentar que la entidad Foment de la Informació Crítica no tiene como objeto nada que haga referencia a favorecer que cualquiera pueda tomar la palabra en su nombre en cualquier instancia. Es curioso, porque entre las obligaciones de un secretario municipal —que para eso cobran algunos 100.000 euros brutos al año, y no quiero mirar a nadie— están las del asesoramiento legal preceptivo y para ello lo principal es leerse los textos normativos. Por ejemplo, leerse, antes de hablar, el Reglamento de Organización y Funcionamiento de los medios de comunicación públicos, o los Estatutos de una entidad que se acoge al Reglamento de Participación Ciudadana en virtud del artículo 10 del mismo, donde las entidades debidamente inscritas en el registro podrán pedir la palabra en relación a temas de interés general de la ciudad.

Es verdad que FIC ya hace unos cuantos plenos que permite —y no solo permite, sino que fomenta y avala— que hablen, en nombre de la entidad, personas que representan a parte de la ciudadanía que quiere expresar temas de interés general que les afectan, y al que pone trabas un Ayuntamiento tan deslumbrantemente democrático como el de l’Hospitalet. Es verdad también que hace meses que al alcalde humanista no le gustan según qué clase de humanismos y que ya ha intentado recabar por qué “esta entidad de la que usted me habla” da la palabra en su nombre a todo aquel que quiere sencillamente expresarse con libertad en el espacio más representativo de su municipio sobre temas que le incumben y que tienen relevancia comunitaria. Y es verdad que finalmente Triple Q, ha metido a su secretario en un berenjenal laberíntico usándolo para lo que más le satisface que es salirse con la suya.

Decidme lectores, en qué complica la existencia, que unos vecinos expliquen sus reivindicaciones o sus sugerencias en el pleno, con un tiempo tasado de 5 minutos máximo, como no sea que es un instante incómodo en el que se evidencia que hay mucha insatisfacción social respecto de quienes debieran estar ahí para responder a las demandas ciudadanas. Que para eso cobran. Y mucho.

Lo vi el otro día en el pleno, desde el mismo rincón de siempre. Los vecinos venían pitando desde la calle y a mí me recordaron otros tiempos de vecinos con pito y alcaldes con respeto porque les temblaba la silla.

Ahora echan mano de los secretarios corporativos no avezados a las operaciones de silencio. Y naturalmente se equivocan porqué, además, los estatutos de FIC lo dejan muy claro, según me han mostrado los que mandan ahí. Parece que el artículo 2 afirma que los fines de la asociación y a los cuales se comprometen sus socios y socias son, entre otros muchos, “defender la libertad de información, la libertad de expresión y el derecho a la información de los periodistas y de los ciudadanos y ciudadanas”. Y defender la libertad de expresión de los ciudadanos y las ciudadanas pasa por ceder la palabra siempre que se pongan obstáculos, aunque sean obstáculos reglamentados, a esa libertad de expresión. Cosa que el susodicho FAS no ha tenido en cuenta para satisfacer a su alcalde, cuando lo que debiera es satisfacer al conjunto de la ciudadanía que es quien le paga.

Es verdad que don FAS se quejó a la oposición, afirmando que había sido el alcalde el que insistió tanto, que tuvo que intervenir. Justo lo contrario que dijo Jesusillos el otro día en el Consell de Ciutat, que había sido cosa del secretario porque chirriaba bastante que una entidad que se denomina Foment de la Informació Crítica, pidiera la palabra en el pleno para explicar que la Escuela de Adultos de Can Serra tiene problemas con los lavabos y con los ascensores del centro.

O sea, que hay que decirle al secretario FAS, que deje de confiar en los políticos que le atosigan, que utilice la autonomía que le permite el cargo y que se ponga al servicio de la ciudadanía que es la que no le va a liar nunca. Y que se lea las cosas, sobre todo que se las lea y que se ajuste a la lectura sin interpretaciones, porque hasta ahora se le ha dado muy bien interpretarlas de manera que el alcalde y los suyos se pongan contentos.

El laberinto es un lugar inhóspito propicio a las críticas. Y ya le asegura el Candelas que, si no sale del laberinto, no se las vamos a ahorrar.

Conmemoremos reivindicando

Ahora resultará que el Ayuntamiento de esta ciudad va a celebrar una cosa insólita nada más comenzar el año. Parece que el 15 de diciembre del año del señor de 1925, el rey de España que quería mucho a l’Hospitalet, concedió a aquel pueblo de entonces algo más de 25.000 habitantes, el título de ciudad. Debía ser una cosa muy codiciada entonces porque no era lo mismo vivir en una aldea, en un lugar, en un poblado, en un pueblo o en una villa, que en una ciudad. Vivir en una ciudad debía dar más categoría y eso que según la Academia de la Lengua, una ciudad es solo un conjunto de edificios y calles, regidos por un ayuntamiento, cuya población densa y numerosa se dedica por lo común a actividades no agrícolas. Ahora se entiende bien por qué razón el antepenúltimo Borbón hasta el momento, concedió el título: porqué l’Hospitalet empezaba ya a tener unas cuantas docenas de calles, unos cuantos cientos de edificios, un ayuntamiento instalado en un inmueble un poco masónico, y ya no se podía dedicar en adelante a la cuestión agrícola, porque Barcelona se había llevado el campo, así, por las buenas, sin consultar a nadie como no fuera al rey que permitió tamaño robo y que luego, como compensación, quiso hacer creer a los perjudicados que les daba el título de ciudad porque eran importantes. Resulta curioso además que se diga que una ciudad tiene que tener una población densa y numerosa. Entonces l’Hospitalet no tenía una población densa y numerosa, pero se ve que el Borbón ya era un poco pitoniso porque supo adelantar lo que nos esperaba: más densos y numerosos, imposible.

Tiene guasa el invento porque, según otras definiciones de ciudad, más allá de su carácter urbano en contraposición con el carácter rural de casi todo lo demás, una ciudad es bastante más que una villa. Lo cual no deja de tener su chiste porque Madrid no tiene el título de ciudad, sino que se conforma con ser la Villa y Corte. Lo de Corte, porque allí se arropaban los que le bailaban el agua al Alfonso que firmaba las leyes y, desde Franco, porque allí los que mandan no se cortan nunca, hasta ahora mismo.

Pues bien, a esta cosa que le llaman conmemoración de ciudad y que parece tan rimbombante, le va a dedicar unos esfuerzos y los consiguientes dineros el ayuntamiento. Se va a celebrar el qué, pero deberían explicarnos el por qué y a lo mejor entonces ya no celebraríamos nada. E incluso si celebramos el qué, deberíamos enlazar el qué con el porqué, y ponerle contenido a la conmemoración. 

Si, ya sé que es un lío, pero me voy a explicar. El qué, es lo que vamos a celebrar: el centenario de un favor personal a un alcalde primoriverista y seguramente bastante obstinado, que se empeñó en que el sitio donde gobernaba tenía que tener un cierto rango porque a él, que le gustaban mucho los entorchados, no le satisfacía nada ser alcalde de un mísero pueblo. Y encima, si se lo argumentaron, tenía justificación: resultaba que a aquel pueblo le habían robado no hacía más que un lustro la mitad de su territorio para convertirlo en un negociete públicoprivado en el que el mismo monarca que ahora hacía el favor, había estampado oficialmente su firma. Con la ocurrencia mataba dos pajarillos de un tiro: ponía contento a don Giménez y hacía ver que compensaba a aquellos pobres miserables que se dejaron robar sin levantar siquiera la voz.

Y ahora sus sucesores lo quieren celebrar… Por cierto, es verdad que en el gobierno del dictador el vicepresidente y ministro de la Gobernación era un viejo conocido de los barceloneses y muy especialmente de los anarcosindicalistas de La Torrassa porque había hecho de las suyas con los llamados Sindicatos Libres y el Somatén, que organizaron la represión contra la CNT y el movimiento obrero en general. Era el viejo general Martínez Anido que fue gobernador civil de Barcelona en la época en que se inventó la Ley de Fugas para asesinar directamente a los detenidos y que después acabaría siendo el primer ministro de Orden Público con Franco, cuando ya sabemos lo que quería decir Orden Público con aquel sátrapa. Debajo de la concesión del título de ciudad estaba, pues, la firma de aquel miserable.

Para más inri, el decreto afirma que se le da el título de ciudad a la villa de Hospitalet de Llobregat “por el creciente desarrollo de su agricultura, industria y comercio, así como su constante adhesión a la Monarquía”. Hay que joderse: creciente desarrollo de su agricultura cuando la cercenaron por la mitad. En fin… El por què, pues, está claro. Alfonso firmó un decreto concediendo el título de ciudad, por guasa, y por todo lo anterior.

De manera que lo que habría que conmemorar es lo que va del por què al què. O sea, aprovechar para pedir que se restituya, aunque sea simbólicamente, lo enajenado. Simbólicamente claro, porque no vamos a pedir que se lleven el puerto hacia Badalona y las fábricas de la Zona Franca al Vallès, que no sé de qué vivirían los enchufadillos del Consorcio de la ZF y la Autoridad Portuaria. Pero sí que se podría pedir que desde la Feixa Llarga de Bellvitge, a través del carrer Quatre, se llegara al carrer de la Farola, después al carrer dels Faroners i la Ronda del Prat, hasta la pastilla de La Farola. Y que esta pastilla se despejara de quienes la ocupan (la empresa Lacisa y Servicios Flotantes Schwandt Marpol) y se convirtiera ese entorno en un espacio de dominio público junto al mar. Ya no me atrevo a pedir que se rehabilitara lo que hoy es una escollera para convertirlo en una playa, aunque sería bien posible. Habría suficiente con rescatar unos pocos metros públicos en nuestra costa perdida, para que los hospitalenses tuviéramos algo minúsculo que celebrar.

Si este pobre escribidor le ha puesto imaginación a la idea sobre el mapa, qué no podrían hacer los técnicos si existiera voluntad política. De modo que celebrar lo que sea es bonito, pero en lugar de celebrar un decreto ley, mejor poner todo el acento reivindicativo en el año cien para conseguir unos metritos de costa. Es más complicado que la tontería del titulito, pero puede mover muchísimas más voluntades. Triple Q, Jesusillos, a ver si somos valientes…

A ver si decimos la verdad, “hospitaletencs” todos!!!

Firma de un acuerdo entre PSC y Comuns.

Lo más nuevo del nuevo equipo Quirós es llamar hospitaletencs a los hospitalenses de toda la vida, hospitalencs en català correcte. Así se lo oí el otro día al gran Husillos en la entrevista que la tele local ha estado haciendo estas semanas a todos los portavoces de los grupos municipales. Nos quieren hacer creer a los hospitaletencs que las cosas están cambiando sobre todo porque hay mucho interés en que lo parezca, pese a que, en la más estricta realidad, todo sigue absolutamente igual que en la época Marín. Si, ya sé que saldrá alguien que lo niegue. Que diga, como dijo el portavoz de los Comunes en la última entrevista de la serie, que es evidente que hay cambios, que el señor Quirós piensa muy distinto que su antecesora y por eso se ha acordado congelar el IBI, se han paralizado las licencias de pisos turísticos, le han arrebatado a Renfe el proyecto de Albert Germans y se van a producir más novedades apasionantes que llevarán finalmente a la imprescindible aprobación de los presupuestos.

No hace mucho, un digital de confianza decía que el acuerdo de gobierno PSC-Comunes estaba a tocar. Ahora ya no se atreven a tanto. Por lo que dijo el portavoz Domínguez en la comentada entrevista, el acuerdo no está a tocar, pero no se descarta. Hay que ir xino xano, porque la puerta de entrada al gobierno está en el ático y los andares se pasean todavía por el semisótano. Ah! y el edificio no hace más que crecer y ya debe estar por los 200 pisos de altura. De modo que no hay nada descartable, pero primero tienen que venir los acuerdos, después que esos acuerdos sean de verdad y no la fantasmada de siempre y finalmente que los Comunes puedan participar de la governança de los presupuestos que debe ser una cosa muy nueva porque resulta incomprensible, es decir, de difícil comprensión para cualquier mortal.

¿Participar en la gobernanza de los presupuestos no es participar en su gestión? Y ¿participar en la gestión de los recursos no es gobernar? Entonces, ¿de qué estamos hablando? Quizás habría que empezar a ser claros y dejar de marear la perdiz. Porque una perdiz mareada no sabe a dónde va y además no para de vomitar bilis.

Para empezar a decir la verdad, habría que decir que la congelación del IBI no merecía ningún acuerdo porque era lo mínimo que se debía de esperar de un gobierno que se veía obligado a colar la tasa de residuos por ley. Lo feísimo fue todo lo que pasó y, que al final se pudiera reparar mínimamente, algo de lo que nadie debería vanagloriarse. O sea que, si esto ha sido un logro, un cambio de rumbo, un gesto distinto, vamos fatal… Ha sido la reparación de una barbaridad que cometieron a medias el gobierno y los Comunes y menos mal que estos últimos acabaron moviendo ficha. Y ya no digamos lo de Albert Germans. Si se leyera más L’Estaca se sabría que fue Renfe la que dijo que lo de Albert Germans no le interesaba. Me ha caído en las manos el documento emitido por la Dirección de Organización y Talento de la compañía donde comunican al Ayuntamiento la decisión de no presentar oferta para la concesión demanial de la Finca de Albert Germans, por lo carísima que le salían las obras de adecuación.

Lo que se publicitó al respecto no era que Renfe desestimaba el proyecto, sino que el gobierno Quirós “acababa” con la cesión de Albert Germans a Renfe. Un signo evidente de cambio, con respecto a las rutinas del gobierno Marín.

O todo eso lo ignoraban los Comunes o algo está fallando en ese ingenio. Y si lo que falle es simplemente la información, tiene fácil arreglo: que lo expliquen de una vez porque si no lo explican, pensaremos que nos están enredando en su propia madeja.

Para concretarlo de algún modo. Con lo que se ha visto hasta ahora, no hay cambio alguno en el equipo de gobierno. Ni en el fondo, ni en las formas. Es más, ni siquiera cambian en la forma de mentir. Mienten igual que antes, porque no se acercan a la oposición porque consideren que las opiniones distintas en momentos de crisis enriquecen, sino porque necesitan un voto más para hacer lo que han hecho siempre: lo que les da la gana, al margen de lo que piensen todos los que no sean ellos. Es más: ni siquiera entienden que están en crisis. Para ellos, la única crisis consiste en tener que dar explicaciones. Y todavía no han llegado a eso.

Pero llegarán. Llegarán si se pone orden en los asuntos de fondo y se dejan de lado las cuestiones de forma. Por lo que se ha visto hasta ahora y que L’Estaca destacó en su información del viernes, los presupuestos del 2025 no aguantan ni siquiera una mirada misericordiosa. Parecen un auténtico desastre, y dar pábulo al desastre es someterse a sus mismas consecuencias. El mismo Domínguez de los Comunes decía que los presupuestos debían enfocarse hacia los espacios libres, la vivienda, la seguridad, la cultura y la emergencia educacional, exactamente todo lo que los presupuestos del 2025 parecen despreciar. Participar en la gobernanza de unas cifras desastrosas que evidencian una gestión que no ve más allá de su ombligo, arrastra al descrédito. Los Comunes y los no comunes, o sea todos, deberían abandonar la filigrana y enfrentarse a la realidad. O se gobierna por consenso o no habrá manera de avanzar de verdad. Gobernar por consenso siempre es más lento. Pero teniendo en cuenta que la lentitud es endémica con este equipo, la ciudadanía no lo notará.

Me temo que no hay otra salida inteligente. Pero teniendo en cuenta que el panorama está lleno de inteligentes, cualquier cosa puede ser posible. Y nos va a costar a los hospitaletencs ser optimistas.

La queja y la protesta

Algunos vecinos de LaTorrassa se tuvieron que reunir en la iglesia porque a otro vecino de la zona le molestan el ruido de las campanas.

Nos estamos convirtiendo en una sociedad de malcriados. En mis tiempos, un malcriado era un individuo consentido, descortés y maleducado y un sinfín de cosas más que ahora me parecen exageradas o vanas, así que me conformo con las que he citado. Desde luego, consentidos, en grado sumo. Lo digo porque no hace mucho me comentaron que en la pista del Centre Catòlic junto a la Rambla, no se puede jugar a básquet porque un matrimonio que habita en las inmediaciones no soporta el ruido de los partidos. Ahora, hace un par de días, los vecinos de La Torrassa se tuvieron que reunir en la parroquia porque a otro vecino de la zona le molestan las campanas de la iglesia de los Desamparados. Auguro que, dentro de nada, los vecinos de los bloques junto al Tanatorio entre l’Hospitalet Centro y Cornellá, detrás de la barbaridad de la Remunta, van a pedir que soterren el tren porque es un incordio que pasen tantas veces al día en las vías que tienen a 20 metros. Todo nos molesta, para todo queremos soluciones inmediatas, siempre hay alguien o algo a quien echarle la culpa de la insatisfacción individual o colectiva.

No digo que no tenga que ser así en muchas ocasiones. Es más, creo que en demasiadas circunstancias somos tolerantes en exceso y que deberíamos protestar bastante más. Ahora hay incluso quien matiza sobre la protesta o la queja porque a lo que se tiende en esta sociedad de consentidos es cada vez más a la queja y cada vez menos a la protesta, de manera que te puedes quejar desde el sofá un montón de veces, pero resulta del todo imposible protestar cómodamente sentado.

La familia del Centre Catòlic y los vecinos de La Torrassa se han quejado al Ayuntamiento y el Ayuntamiento parece que ha tomado cartas en el asunto, seguramente porque entiende bastante mejor la queja que la protesta y porque parece entender muy bien que las pistas de básquet hacen ruido y las campanas suenan a deshora, pero le cuesta más entender que no se puedan construir viviendas en las que apenas entra el sol o empadronar a recién llegados que reclaman derechos innatos.

Lo substancial de los ejemplos puestos… y los que vendrán, tiene que ver con la aceptación de realidades que ya estaban allí cuando nosotros llegamos o, todo lo contrario, hacer de nuestra llegada el principal motivo para cambiar realidades pre-existentes. La pista del Catòlic ya estaba allí cuando aquellos vecinos quejicas descubrieron que hacían ruido, del mismo modo que la iglesia y sus campanas ya existían cuando el vecino molestoso se fue a vivir a la zona. Igual que los vecinos de los bloques pegados a la vía del tren ya sabían, cuando compraron aquellos disparates, que el tren no desaparecería de la noche a la mañana.

De manera que si no quieres molestias, no te vayas a vivir a un sitio donde las vas a tener, porque las molestias estaban allí antes de que tu llegaras. Para todo hay magnitudes y es verdad que si te compras un piso al lado del tren es de suponer que no te vas a quejar de que suenen los raíles al pasar por allí, igual que si te compras una vivienda en una zona inundable, puedes imaginarte que un día u otro pisarás charcos.

Tendrás que compartir, eso sí, la responsabilidad. Porque no es lo mismo comprarte un piso al lado de una pista de básquet que ya estaba allí cuando tu naciste, que comprarte una vivienda en un barranco que se va a anegar cada vez que la madre naturaleza se cabree. La culpa de que haya viviendas en los barrancos, es de la Administración. La culpa de que tú la compres, es exclusivamente tuya.

Decía que para todo queremos soluciones inmediatas. Queremos que la pista de básquet deje de admitir chavales porque hacen ruido y lo queremos ya y queremos que las campanas dejen de sonar cuando molestan y no queremos que eso se alargue. Y queremos que una Dana que causa centenares de muertos y destrozos extraordinarios, calamidades sin fin y desabastecimientos tremendos se resuelva en una semana. Y si no se resuelve, es que nos han abandonado y nos han dejado a nuestra suerte. Es cierto que pagamos impuestos para tener un Estado protector, pero no es menos cierto que las catástrofes no se pueden digerir en un día. Como que tenemos un Estado protector hay quien se encarga de avisar que la catástrofe se acerca. Pero para que la catástrofe pase de largo hay que hacer caso de los avisos. Y en todo caso, de lo que hay que quejarse es de que los avisos no llegaron a tiempo, no de que el desastre tarde en desaparecer.

Así las cosas, insisto. Somos una sociedad consentida y somnolienta, impaciente y maleducada, irresponsable y caprichosa, capaz de reivindicar desde el sofá todos los derechos, pero incapaz de asumir en la calle todos los deberes, que quiere decir moverse cuando hay abuso de poder y ocultación de la realidad, mala gestión o negligencia y contenerse cuando el mundo parece que no responde a nuestros deseos más íntimos.

Lo peor que se puede hacer es responder a los caprichos, porque responder a los caprichos es hacerlos inacabables. Hoy molesta una pista de básquet o una campana, mañana molestará el ruido de la lluvia sobre un toldo y pasado mañana el murmullo de las palomas en una cerca. Sería mucho más razonable, y justo, no dar permisos de edificación a bloques como los de Cosme Toda o en zonas inundables, pero para eso no hay Comisiones de Mediación ni zarandajas gestuales. Lo que cuenta es el negocio.

Dramáticamente inexistentes

El poder quiere siempre controlar a los medios de comunicación.

Está claro que la información le interesa a todo el mundo, pero cuando entramos en detalle no le interesa a casi nadie. Ni siquiera a los periodistas. Yo diría que, a una gran parte de los periodistas, lo que les interesa de la información es que les dé de comer. Y yo diría que al público en general, lo que le interesa de la información es que le distraiga o le provoque chismorreos. Ya no hablemos de los políticos. A los políticos, en general, y naturalmente siempre hay excepciones en todos los ámbitos porque no conozco ni a todo el mundo ni a todos los periodistas ni a todos los políticos, lo que les interesa de la información es que no les cause conflictos y especialmente que no les cause conflictos fortaleciendo el empoderamiento de los subalternos. Una prensa que da argumentos a los desfavorecidos es una prensa enemiga del poder y una prensa que se entromete más de la cuenta y que rasca donde se le antoja, es una prensa que disgusta a la clase política, por modesta que sea y del color que sea.

La clase política, en general, no acepta que le den lecciones y ni siquiera tolera a gusto que le den consejos. Cuando lo único que hace es informar de lo que pasa, reflexionar en voz alta y expresar opiniones, también es una prensa incómoda. La buena prensa, la prensa que le gusta a todo el mundo, es aquella prensa que pasa desapercibida, como si no existiera.

Hay muchos tipos de información, pero solo parece haber dos tipos de prensa: la privada y la pública. La pública, busca en exclusiva el beneficio de quien la dirige, no de quien la financia. La privada, todo lo contrario. Busca en exclusiva el beneficio de quien la financia y por eso no tiene inconveniente alguno en vender a quien la dirige. Esto es: pone a los periodistas y al periodismo, al servicio del que paga y, en demasiadas ocasiones el que paga es el poder público, la Administración. O sea, todos. O sea, todos, todos sin excepción, acabamos pagando cualquier prensa, la pública y la privada, por eso hay tan poca prensa incómoda, porque a una prensa la compra el poder y a la otra la vende su propietario. Y por eso es tan dramático el papel de la ciudadanía, que lo termina pagando todo y, desde luego, no controla nada. En medio, los profesionales, quieren vivir de su oficio. Y para vivir de su oficio, en la privada o en la pública, lo más aconsejable es no molestar. Por eso hay tan poco periodista incómodo.

Hay poca prensa incómoda y poco periodista incómodo y poca información que sea capaz de meter el dedo allí donde los dedos siempre molestan. Ahora, desde que a Pedro Sánchez lo sacrifican con mentiras contrastables, todo el esfuerzo está en descubrir y poner en la picota esa prensa que incomoda porque miente. Hasta ahora, esa otra prensa que incomodaba porque decía verdades, era duramente olvidada por todos, especialmente por el poder y sus adláteres, cuando no directamente proscrita. Es decir, condenada por el poder y la clase política en su conjunto.

Son mis opiniones, claro está. Producto de muchos años de moverme por este inframundo de la violencia silenciosa y la humillación constante que es el universo perruno de la prensa y de la información.

La percepción es general pero ahora viene a cuento por la noticia que leí ayer en L’Estaca sobre el engrasado reciente de los dos instrumentos colectivos de los medios de comunicación públicos de la ciudad y sobre la aparente resurrección de la radio muerta. Valga decir que, sobre la radio fiambre, la clase política local aprobó una moción para resucitarla en febrero de este año, con una intervención en el pleno del presidente de FIC, porque fue FIC quien llevaba tiempo enarbolando la bandera de ese medio local que el poder mató porque le salía poco rentable. Ni siquiera porque le resultaba molesto. En el mismo terreno, FIC hace tiempo que viene pidiendo un control exhaustivo de los medios de comunicación públicos, porque son medios financiados por todos y controlados solo por el poder. En su día pidió en solitario un Estatuto público elaborado desde la sociedad civil para que fuera refrendado por el poder local y desde los propios medios públicos se avisó de que ya existía un Reglamento orgánico que debía elaborar un Contrato-Programa, capaz de gestionar con garantías de neutralidad la línea editorial de los medios públicos. Unos días antes de caducar el mandato del anterior ayuntamiento, el pleno aprobó un Contrato-Programa que tiene vigencia hasta 2025, basándose en los instrumentos que el Reglamento orgánico aprobado ya hace diez años por el pleno, definía.

A los lectores, todo esto les sonará a guasa. Un reglamento, un contrato-programa, un director y dos consejos, uno ejecutivo y otro asesor, para garantizar neutralidad, pluralidad y eficacia. Los chicos de FIC ya hace tiempo que vienen diciendo que, para garantizar la neutralidad, la pluralidad y la eficacia quizás deberían ser imprescindibles un reglamento orgánico que no haga trampa, dos consejos que tengan poder de reflexión, debate y resolución, un Contrato-Programa que responda a los retos de la garantía pública de la información y un director que aplique, no que disponga, lo que la normativa indique. O nada de todo eso tan complicado. Un simple comité ciudadano rotativo, transversal, representativo y con capacidad ejecutiva.

Los chicos de FIC ya hace tiempo que vienen diciendo que el Reglamento que aprobó hace diez años el pleno es una filfa, que el Contrato-Programa del año 22 es un instrumento ad hoc que solo beneficia al status quo y que los consejos resultantes de su aplicación son puros decorados sin capacidad ejecutoria. Y que el director tiene que dirigir, basándose en lo que se decida, no decidir basándose en lo que ya dirige.

Y nadie, absolutamente nadie, los ha escuchado. Nadie ha escuchado a los únicos que se han molestado en desmenuzar los instrumentos que el poder utiliza para mediatizar la información que pagamos todos. Y eso solo puede tener una única explicación. Ya les va bien la información que se ofrece y les importa un pimiento que no la controle la sociedad civil: ya la controlan ellos. Todos ellos. Aunque la vean pocos ciudadanos, aunque la sigan los de siempre. Es útil para enviar notas de prensa y hacer declaraciones que justifican por lo menos la voluntad de quejarse o la voluntad de deslumbrar. Así, parece que todo el mundo hace algo. Aunque eso sirva para bien poco. Habrá que seguir insistiendo en una prensa que sirva para resolver los problemas y para potenciar la participación ciudadana y controlada por los que no se conforman con las apariencias.

Un ejemplo más de la distancia entre la clase política, de todos los colores, y la ciudadanía. Un acicate más para defender y afianzar este periodismo que no se deja subyugar, que sabe que trabaja en solitario, con todos los que se sientan en el Consistorio de espaldas, cuando no directamente en contra. Otra oportunidad para explicar a la gente de bien, que es imposible confiar hoy en las supuestas alternativas. Inexistentes. Dramáticamente inexistentes, aunque nos pese.