Estar en Babia para que las críticas no nos rocen

Ahora sí que creo que L’Estaca sirve para algo en esta ciudad. Me lo confirmó el grado de ostentación de Triple Q el día del pleno, con el movimiento de las manitas mientras leía un papel uno de los miembros de la Junta de FIC. Estuvo mirando hacia los lados, hacia el centro y hacia adentro, mientras hacía un corazoncito con los deditos para evitar escuchar lo que se decía, que aún antes de sonar sabía que ni le iba a gustar nada, ni le iba a interesar un pimiento. Cuando ya estaba hartito de permitir el discurso, se puso a mirar su pantalla para ver cuándo tenía que interrumpir porque estaba seguro de que la diatriba iba a durar más de 5 minutos. Lo que no sabía es que le iba a ahorrar al hablante un ahogo, porque no se podía leer más deprisa. Se le entendió todo, pero casi hay que llamar a emergencias para ponerle oxígeno al chavalín de FIC que ya tiene una edad, como casi todos nosotros.

Aquel desprecio indisimulado de Triple Q era el principal reflejo de lo incómodos que están siendo estos chicos de FIC e inequívocamente, del grado de influencia que está logrando L’Estaca. Cosa de la que me alegro por esta ciudad. Porque tener un medio donde se escriben cosas que escuecen a unos y a otros —escuecen a bastantes, por los lamentos que se perciben en todas las orillas: algunos de los cuales llegan en formato voz o en formato papel—, y que siempre garantice la sorpresa, es muy importante. Más importante que tener otros medios donde se escriben cosas que no escuecen a casi nadie: un género periodístico bastante más abundante por estos pagos.

Dicho lo cual, no deja de ser sorprendente que el gobierno no tenga bastante con los medios afines, con los medios parafines y con los medios casi enteros, y que tenga que echar mano de un barómetro para dorarle la píldora, como el que ha salido esta semana: difícil de creer, por lo menos. O las 1.500 entrevistas que dicen que se han hecho corresponden a gente que vive en l’Hospitalet pero podría vivir en el Kilimanjaro, o las 1.500 entrevistas forman parte del limbo universal que es ese lugar que no se sabe si existe o es inventado, o sencillamente está formado por personas que responden a preguntas que no les suenan.

Por ejemplo. Dice el barómetro que el 60% de los entrevistados considera que la ciudad ha empeorado en los últimos dos años pero el 66% —dos de cada tres vecinos—, está muy o bastante satisfecho de vivir en su barrio. No es que sean respuestas contradictorias porque uno puede estar muy contento del barrio en el que vive y percibir que la ciudad empeora, pero no me negaran que es un tanto extraño, especialmente cuando el 53% de los entrevistados también coincide en que los barrios van peor y eso ocurre en 4 de los 6 distritos de la ciudad.

Las cosas, según se percibe, van mal, pero los ciudadanos son tan sensibles que le dan un 5,7 de nota media a la gestión municipal, pese a que el 40% de los entrevistados piensan que la gestión ha ido a peor. Si percibieran que todo progresa adecuadamente el 10 les sabría a poco… Otra curiosidad: al 30% de los entrevistados, el cambio de alcalde les parece positivo pero el 80% no tienen ni idea de quién es el alcalde. De donde se deduce que nadie sabe nada, que todo cambio está bien valorado o que simplemente lo que había antes del nuevo alcalde les escocía bastante. Con decir que casi el 90% de la población entrevistada no conoce a un solo concejal está todo dicho y que la concejala más conocida es Lola Ramos, que ni siquiera forma parte de la Junta de Gobierno, ilustra sobre cómo están las cosas y del interés que puede tener un barómetro como instrumento de valoración del estado de la ciudad, donde lo que está claro es que casi nadie sabe nada y que todo se contesta por puro azar.

Según el Ayuntamiento, el barómetro le ha costado a cada hospitalense 0,10 euros. Lástima de dinero empleado para conocer poca cosa o para conocer demasiada, vete a saber. No sabría decir qué es peor, si estar seguros de que se responde al azar o simplemente descubrir que ésta es la auténtica realidad de lo que tenemos. En cualquier caso, mucho dinero para tan poca utilidad que podría dedicarse a cosas más sensatas. Ahora he recordado, por ejemplo, que el CB l’Hospitalet no pudo ascender  este verano de categoría porque no consiguió algo así como 50.000 euros que hubieran permitido poner el nombre de la ciudad en un lugar de prestigio deportivo. Renunciar a dos barómetros: ese era todo el esfuerzo. Claro que ver en los papeles que el equipo de gobierno saca un aprobadillo en la gestión, da mucho morbo. El mismo que descubrir que todo el mundo se siente orgulloso de vivir en una ciudad en la que de 1.500 entrevistados solo han oído hablar del alcalde unos 260.

Pareciera como que la ciudad estuviera en Babia. Y ojalá fuera así, porque Babia es un lugar idóneo para estar en ídem, porque no puede ser más hermoso, sosegado y relajante, el hermoso valle entre Asturias y León. Por cierto, que en uno de sus bellísimos pueblos hay una calle dedicada al magistrado R. Quirós, quien sabe si tío abuelo de otro que suele estar en Babia cada vez que le dejan, para que las críticas apenas le rocen: el insigne Triple Q de las manitas…

De la literalidad a la teleología: la doble vara de medir y a ver si nos entendemos

Un moment d’un ple municipal.

Los chicos y chicas de FIC me han hecho llegar el acuerdo de denegación de palabra en el pleno de diciembre que el alcalde ha protagonizado mediante un decreto del 20 de enero que me ha dejado patitieso. Lo explico. Esa entidad torraculions para el poder —molesta, vaya— viene pidiendo desde hace meses la palabra en el pleno municipal, que luego cede a portavoces de colectivos distintos para que expliquen sus quejas. Lo hace por tres razones, según creo. La primera, porque está de acuerdo con que los vecinos se expliquen en el templo de la palabra a nivel local que es el plenario. La segunda, porque sus estatutos proclaman que la entidad defiende la libertad de los ciudadanos para que se expresen donde sea y la tercera, porque el Reglamento de Participación del Pleno y del resto de plataformas institucionales está expresamente diseñado para restringir el uso de la palabra de manera extensa, libre y plural.

A la entidad ya le llegó hace meses, que ese alcalde humanista de las nuevas maneras, el amigo triple Q, se anduvo quejando por los pasillos de que había vecinos que tomaban la palabra sin tener derecho y que los insensatos de ERC/EUiA que eran simplemente los tramitantes de los permisos, andaban detrás de esos excesos libertarios. Y que había que impedirlo. Los de FIC tienen en sus manos este instrumento sobre el que me leéis (lestaca.com), que lleva tanto tiempo diciendo verdades como puños que no solo están soliviantados los que consideran que nacieron a la política para ostentar el poder omnímodo en esta ciudad, sino los que acompañan a ratos a la camarilla del Jesusillos con el que se hacen fotos. Tendrán que aceptarlo, pero les cuesta y, como les cuesta, van a poner todas las pegas posibles para impedir que FIC se les suba a las barbas.

No deja de ser curioso —y yo no sé de leyes, pero hay cosas que chirrían— que el alcalde decrete el 20 de enero que se le impida la palabra a FIC en el pleno del 20 de diciembre anterior y que los argumentos utilizados para ello formen parte de un Informe del secretario de la Corporación de fecha 17 de enero de este año, no del pasado. Y que todavía no hayan encontrado el momento, pese a que el decreto obliga a ello, de transmitirles oficialmente la denegación de palabra a la entidad solicitante.

Pero eso no es lo peor. Lo peor son las razones alegadas que pone de manifiesto don FAS, el secretario, para darle la razón a su alcalde con el que necesita llevarse muy bien. Dice que FIC es una cosa exclusiva de periodistas y que solo le interesa la información y por eso la entidad tiene casi 60 socios entre los que solo hay un par o tres de profesionales del tema. Y, por cierto, ni un solo profesional de los medios oficiales del gobierno local, que no quieren ni acercarse a sus actos no sea que les condenen en su puesto de trabajo al ostracismo eterno. Todos los que se mueven en la ciudad —y aunque el equipo de gobierno se mueve poco controla el tránsito— saben de sobras que FIC es una entidad crítica que suele poner el dedo donde a todos les perturba y no solo en materia informativa, claro está. Unos, porque se juegan el salario, otros la subvención, otros el trato deferente y buena parte, todo ello a la vez. Los de FIC no necesitan jugarse nada, porque nada tienen, desde sus inicios: ni salarios, ni subvenciones ni tratos deferentes. Y ni los tienen, ni los necesitan y probablemente ni siquiera los desean. Se conforman con que les lean, les escuchen y puedan ayudar a otros a reflexionar, a ser menos autoritarios, más empáticos, mucho más condescendientes y a ser bastante más inteligentes de lo que son.

Pero lo dicho. El secretario dice que FIC es una cosa que no es, y niega que sea exactamente lo que es: una entidad al servicio de la ciudadanía para evitar las restricciones arbitrarias sobre sus derechos. Entre ellos, el de la libertad de expresión en el pleno municipal. Pero dice bastante más, tanto, que el alcalde le tendría que llamar al orden porque entre tanta interpretación subjetiva sobre las finalidades de una entidad, clarifica la literalidad, pero también el trasfondo real del reglamento aprobado. Dice el amigo FAS: “no hay duda de que la normativa de participación del Ayuntamiento por lo que hace a la participación en el Pleno, tiene una finalidad clara de reconocer el derecho a participar en el Pleno solo a un grupo reducido de sujetos”. Y dice verdad. Cuantos menos molesten en el pleno, mucho mejor para el gobierno. Si pudiera prohibir la presencia pública, sin duda la prohibiría. Todo lo que molesta, mejor que deje de existir, eh?, valientes de FIC…

FAS dice otras cosas divertidas, por ejemplo, que en las interpretaciones de las normas una cosa es el criterio interpretativo literal y otra cosa muy distinta el criterio interpretativo teleológico. Lo usa para el reglamento de participación, pero se lo guarda para la interpretación de los Estatutos de FIC. Pues bien, el criterio interpretativo teleológico que sirve para entender que no se quiere que participen los vecinos que van por libre por muchas razones que tengan, debería servir para entender que las finalidades de FIC van más allá del fomento de la información crítica: tienen que ver con la libertad de expresión, la adopción de acuerdos trascendentales escuchando a la ciudadanía y la ejecución de acuerdos de gobierno que mejoren la calidad de vida de los ciudadanos y no que la perjudiquen como llevan tantos años haciendo en l’Hospitalet.

FAS, está feo ser literal para unas cosas y teleológico para otras. Y de paso, explícaselo al que firma el decreto, que seguro que lo ha firmado sin saber de qué hablas…

El secretario en su laberinto

Me temo mucho que el laberinto es un recinto sinuoso donde el objetivo es liar al que se adentra y eso es lo que le está pasando al secretario del Ayuntamiento de l’Hospitalet, que lo lían y él se deja liar. No es que sea un inexperto porque el hombre ejerció de lo mismo en el Ayuntamiento de Sitges, pero allí las cosas debían de ir de otra manera porque en solo tres meses ya ha conseguido ser protagonista de un par de decisiones que se podría haber ahorrado. Recuerdo una de octubre, cuando el señor Aragonés Seijo, don Fernando (FAS), se ve que dijo, según me han dicho porque no estaba, que él emitiría el informe preceptivo de evaluación de la capacidad, el mérito y la idoneidad de los candidatos del Consell Executiu de los medios de comunicación públicos que se debatía en el Consell Consultiu de esos mismos medios, cuando él no tiene ninguna atribución al respecto porque ésta le compete, según el propio Reglamento de Organización y Funcionamiento de los medios de comunicación públicos, al plenario de ese organismo y no al secretario. Por decirlo llanamente: el señor secretario se metió donde no le tocaba y, naturalmente, no hubo informe (no lo hizo) y mejor que no lo hubiera, porque en el siguiente pleno la idoneidad de los propuestos saltó por los aires porque la oposición se opuso como debe ser y derrotó al gobierno. Y de paso, al susodicho Aragonés.

Y ahora una segunda, porque el secretario de marras acaba de hacer un informe donde parece argumentar que la entidad Foment de la Informació Crítica no tiene como objeto nada que haga referencia a favorecer que cualquiera pueda tomar la palabra en su nombre en cualquier instancia. Es curioso, porque entre las obligaciones de un secretario municipal —que para eso cobran algunos 100.000 euros brutos al año, y no quiero mirar a nadie— están las del asesoramiento legal preceptivo y para ello lo principal es leerse los textos normativos. Por ejemplo, leerse, antes de hablar, el Reglamento de Organización y Funcionamiento de los medios de comunicación públicos, o los Estatutos de una entidad que se acoge al Reglamento de Participación Ciudadana en virtud del artículo 10 del mismo, donde las entidades debidamente inscritas en el registro podrán pedir la palabra en relación a temas de interés general de la ciudad.

Es verdad que FIC ya hace unos cuantos plenos que permite —y no solo permite, sino que fomenta y avala— que hablen, en nombre de la entidad, personas que representan a parte de la ciudadanía que quiere expresar temas de interés general que les afectan, y al que pone trabas un Ayuntamiento tan deslumbrantemente democrático como el de l’Hospitalet. Es verdad también que hace meses que al alcalde humanista no le gustan según qué clase de humanismos y que ya ha intentado recabar por qué “esta entidad de la que usted me habla” da la palabra en su nombre a todo aquel que quiere sencillamente expresarse con libertad en el espacio más representativo de su municipio sobre temas que le incumben y que tienen relevancia comunitaria. Y es verdad que finalmente Triple Q, ha metido a su secretario en un berenjenal laberíntico usándolo para lo que más le satisface que es salirse con la suya.

Decidme lectores, en qué complica la existencia, que unos vecinos expliquen sus reivindicaciones o sus sugerencias en el pleno, con un tiempo tasado de 5 minutos máximo, como no sea que es un instante incómodo en el que se evidencia que hay mucha insatisfacción social respecto de quienes debieran estar ahí para responder a las demandas ciudadanas. Que para eso cobran. Y mucho.

Lo vi el otro día en el pleno, desde el mismo rincón de siempre. Los vecinos venían pitando desde la calle y a mí me recordaron otros tiempos de vecinos con pito y alcaldes con respeto porque les temblaba la silla.

Ahora echan mano de los secretarios corporativos no avezados a las operaciones de silencio. Y naturalmente se equivocan porqué, además, los estatutos de FIC lo dejan muy claro, según me han mostrado los que mandan ahí. Parece que el artículo 2 afirma que los fines de la asociación y a los cuales se comprometen sus socios y socias son, entre otros muchos, “defender la libertad de información, la libertad de expresión y el derecho a la información de los periodistas y de los ciudadanos y ciudadanas”. Y defender la libertad de expresión de los ciudadanos y las ciudadanas pasa por ceder la palabra siempre que se pongan obstáculos, aunque sean obstáculos reglamentados, a esa libertad de expresión. Cosa que el susodicho FAS no ha tenido en cuenta para satisfacer a su alcalde, cuando lo que debiera es satisfacer al conjunto de la ciudadanía que es quien le paga.

Es verdad que don FAS se quejó a la oposición, afirmando que había sido el alcalde el que insistió tanto, que tuvo que intervenir. Justo lo contrario que dijo Jesusillos el otro día en el Consell de Ciutat, que había sido cosa del secretario porque chirriaba bastante que una entidad que se denomina Foment de la Informació Crítica, pidiera la palabra en el pleno para explicar que la Escuela de Adultos de Can Serra tiene problemas con los lavabos y con los ascensores del centro.

O sea, que hay que decirle al secretario FAS, que deje de confiar en los políticos que le atosigan, que utilice la autonomía que le permite el cargo y que se ponga al servicio de la ciudadanía que es la que no le va a liar nunca. Y que se lea las cosas, sobre todo que se las lea y que se ajuste a la lectura sin interpretaciones, porque hasta ahora se le ha dado muy bien interpretarlas de manera que el alcalde y los suyos se pongan contentos.

El laberinto es un lugar inhóspito propicio a las críticas. Y ya le asegura el Candelas que, si no sale del laberinto, no se las vamos a ahorrar.

Conmemoremos reivindicando

Ahora resultará que el Ayuntamiento de esta ciudad va a celebrar una cosa insólita nada más comenzar el año. Parece que el 15 de diciembre del año del señor de 1925, el rey de España que quería mucho a l’Hospitalet, concedió a aquel pueblo de entonces algo más de 25.000 habitantes, el título de ciudad. Debía ser una cosa muy codiciada entonces porque no era lo mismo vivir en una aldea, en un lugar, en un poblado, en un pueblo o en una villa, que en una ciudad. Vivir en una ciudad debía dar más categoría y eso que según la Academia de la Lengua, una ciudad es solo un conjunto de edificios y calles, regidos por un ayuntamiento, cuya población densa y numerosa se dedica por lo común a actividades no agrícolas. Ahora se entiende bien por qué razón el antepenúltimo Borbón hasta el momento, concedió el título: porqué l’Hospitalet empezaba ya a tener unas cuantas docenas de calles, unos cuantos cientos de edificios, un ayuntamiento instalado en un inmueble un poco masónico, y ya no se podía dedicar en adelante a la cuestión agrícola, porque Barcelona se había llevado el campo, así, por las buenas, sin consultar a nadie como no fuera al rey que permitió tamaño robo y que luego, como compensación, quiso hacer creer a los perjudicados que les daba el título de ciudad porque eran importantes. Resulta curioso además que se diga que una ciudad tiene que tener una población densa y numerosa. Entonces l’Hospitalet no tenía una población densa y numerosa, pero se ve que el Borbón ya era un poco pitoniso porque supo adelantar lo que nos esperaba: más densos y numerosos, imposible.

Tiene guasa el invento porque, según otras definiciones de ciudad, más allá de su carácter urbano en contraposición con el carácter rural de casi todo lo demás, una ciudad es bastante más que una villa. Lo cual no deja de tener su chiste porque Madrid no tiene el título de ciudad, sino que se conforma con ser la Villa y Corte. Lo de Corte, porque allí se arropaban los que le bailaban el agua al Alfonso que firmaba las leyes y, desde Franco, porque allí los que mandan no se cortan nunca, hasta ahora mismo.

Pues bien, a esta cosa que le llaman conmemoración de ciudad y que parece tan rimbombante, le va a dedicar unos esfuerzos y los consiguientes dineros el ayuntamiento. Se va a celebrar el qué, pero deberían explicarnos el por qué y a lo mejor entonces ya no celebraríamos nada. E incluso si celebramos el qué, deberíamos enlazar el qué con el porqué, y ponerle contenido a la conmemoración. 

Si, ya sé que es un lío, pero me voy a explicar. El qué, es lo que vamos a celebrar: el centenario de un favor personal a un alcalde primoriverista y seguramente bastante obstinado, que se empeñó en que el sitio donde gobernaba tenía que tener un cierto rango porque a él, que le gustaban mucho los entorchados, no le satisfacía nada ser alcalde de un mísero pueblo. Y encima, si se lo argumentaron, tenía justificación: resultaba que a aquel pueblo le habían robado no hacía más que un lustro la mitad de su territorio para convertirlo en un negociete públicoprivado en el que el mismo monarca que ahora hacía el favor, había estampado oficialmente su firma. Con la ocurrencia mataba dos pajarillos de un tiro: ponía contento a don Giménez y hacía ver que compensaba a aquellos pobres miserables que se dejaron robar sin levantar siquiera la voz.

Y ahora sus sucesores lo quieren celebrar… Por cierto, es verdad que en el gobierno del dictador el vicepresidente y ministro de la Gobernación era un viejo conocido de los barceloneses y muy especialmente de los anarcosindicalistas de La Torrassa porque había hecho de las suyas con los llamados Sindicatos Libres y el Somatén, que organizaron la represión contra la CNT y el movimiento obrero en general. Era el viejo general Martínez Anido que fue gobernador civil de Barcelona en la época en que se inventó la Ley de Fugas para asesinar directamente a los detenidos y que después acabaría siendo el primer ministro de Orden Público con Franco, cuando ya sabemos lo que quería decir Orden Público con aquel sátrapa. Debajo de la concesión del título de ciudad estaba, pues, la firma de aquel miserable.

Para más inri, el decreto afirma que se le da el título de ciudad a la villa de Hospitalet de Llobregat “por el creciente desarrollo de su agricultura, industria y comercio, así como su constante adhesión a la Monarquía”. Hay que joderse: creciente desarrollo de su agricultura cuando la cercenaron por la mitad. En fin… El por què, pues, está claro. Alfonso firmó un decreto concediendo el título de ciudad, por guasa, y por todo lo anterior.

De manera que lo que habría que conmemorar es lo que va del por què al què. O sea, aprovechar para pedir que se restituya, aunque sea simbólicamente, lo enajenado. Simbólicamente claro, porque no vamos a pedir que se lleven el puerto hacia Badalona y las fábricas de la Zona Franca al Vallès, que no sé de qué vivirían los enchufadillos del Consorcio de la ZF y la Autoridad Portuaria. Pero sí que se podría pedir que desde la Feixa Llarga de Bellvitge, a través del carrer Quatre, se llegara al carrer de la Farola, después al carrer dels Faroners i la Ronda del Prat, hasta la pastilla de La Farola. Y que esta pastilla se despejara de quienes la ocupan (la empresa Lacisa y Servicios Flotantes Schwandt Marpol) y se convirtiera ese entorno en un espacio de dominio público junto al mar. Ya no me atrevo a pedir que se rehabilitara lo que hoy es una escollera para convertirlo en una playa, aunque sería bien posible. Habría suficiente con rescatar unos pocos metros públicos en nuestra costa perdida, para que los hospitalenses tuviéramos algo minúsculo que celebrar.

Si este pobre escribidor le ha puesto imaginación a la idea sobre el mapa, qué no podrían hacer los técnicos si existiera voluntad política. De modo que celebrar lo que sea es bonito, pero en lugar de celebrar un decreto ley, mejor poner todo el acento reivindicativo en el año cien para conseguir unos metritos de costa. Es más complicado que la tontería del titulito, pero puede mover muchísimas más voluntades. Triple Q, Jesusillos, a ver si somos valientes…

A ver si decimos la verdad, “hospitaletencs” todos!!!

Firma de un acuerdo entre PSC y Comuns.

Lo más nuevo del nuevo equipo Quirós es llamar hospitaletencs a los hospitalenses de toda la vida, hospitalencs en català correcte. Así se lo oí el otro día al gran Husillos en la entrevista que la tele local ha estado haciendo estas semanas a todos los portavoces de los grupos municipales. Nos quieren hacer creer a los hospitaletencs que las cosas están cambiando sobre todo porque hay mucho interés en que lo parezca, pese a que, en la más estricta realidad, todo sigue absolutamente igual que en la época Marín. Si, ya sé que saldrá alguien que lo niegue. Que diga, como dijo el portavoz de los Comunes en la última entrevista de la serie, que es evidente que hay cambios, que el señor Quirós piensa muy distinto que su antecesora y por eso se ha acordado congelar el IBI, se han paralizado las licencias de pisos turísticos, le han arrebatado a Renfe el proyecto de Albert Germans y se van a producir más novedades apasionantes que llevarán finalmente a la imprescindible aprobación de los presupuestos.

No hace mucho, un digital de confianza decía que el acuerdo de gobierno PSC-Comunes estaba a tocar. Ahora ya no se atreven a tanto. Por lo que dijo el portavoz Domínguez en la comentada entrevista, el acuerdo no está a tocar, pero no se descarta. Hay que ir xino xano, porque la puerta de entrada al gobierno está en el ático y los andares se pasean todavía por el semisótano. Ah! y el edificio no hace más que crecer y ya debe estar por los 200 pisos de altura. De modo que no hay nada descartable, pero primero tienen que venir los acuerdos, después que esos acuerdos sean de verdad y no la fantasmada de siempre y finalmente que los Comunes puedan participar de la governança de los presupuestos que debe ser una cosa muy nueva porque resulta incomprensible, es decir, de difícil comprensión para cualquier mortal.

¿Participar en la gobernanza de los presupuestos no es participar en su gestión? Y ¿participar en la gestión de los recursos no es gobernar? Entonces, ¿de qué estamos hablando? Quizás habría que empezar a ser claros y dejar de marear la perdiz. Porque una perdiz mareada no sabe a dónde va y además no para de vomitar bilis.

Para empezar a decir la verdad, habría que decir que la congelación del IBI no merecía ningún acuerdo porque era lo mínimo que se debía de esperar de un gobierno que se veía obligado a colar la tasa de residuos por ley. Lo feísimo fue todo lo que pasó y, que al final se pudiera reparar mínimamente, algo de lo que nadie debería vanagloriarse. O sea que, si esto ha sido un logro, un cambio de rumbo, un gesto distinto, vamos fatal… Ha sido la reparación de una barbaridad que cometieron a medias el gobierno y los Comunes y menos mal que estos últimos acabaron moviendo ficha. Y ya no digamos lo de Albert Germans. Si se leyera más L’Estaca se sabría que fue Renfe la que dijo que lo de Albert Germans no le interesaba. Me ha caído en las manos el documento emitido por la Dirección de Organización y Talento de la compañía donde comunican al Ayuntamiento la decisión de no presentar oferta para la concesión demanial de la Finca de Albert Germans, por lo carísima que le salían las obras de adecuación.

Lo que se publicitó al respecto no era que Renfe desestimaba el proyecto, sino que el gobierno Quirós “acababa” con la cesión de Albert Germans a Renfe. Un signo evidente de cambio, con respecto a las rutinas del gobierno Marín.

O todo eso lo ignoraban los Comunes o algo está fallando en ese ingenio. Y si lo que falle es simplemente la información, tiene fácil arreglo: que lo expliquen de una vez porque si no lo explican, pensaremos que nos están enredando en su propia madeja.

Para concretarlo de algún modo. Con lo que se ha visto hasta ahora, no hay cambio alguno en el equipo de gobierno. Ni en el fondo, ni en las formas. Es más, ni siquiera cambian en la forma de mentir. Mienten igual que antes, porque no se acercan a la oposición porque consideren que las opiniones distintas en momentos de crisis enriquecen, sino porque necesitan un voto más para hacer lo que han hecho siempre: lo que les da la gana, al margen de lo que piensen todos los que no sean ellos. Es más: ni siquiera entienden que están en crisis. Para ellos, la única crisis consiste en tener que dar explicaciones. Y todavía no han llegado a eso.

Pero llegarán. Llegarán si se pone orden en los asuntos de fondo y se dejan de lado las cuestiones de forma. Por lo que se ha visto hasta ahora y que L’Estaca destacó en su información del viernes, los presupuestos del 2025 no aguantan ni siquiera una mirada misericordiosa. Parecen un auténtico desastre, y dar pábulo al desastre es someterse a sus mismas consecuencias. El mismo Domínguez de los Comunes decía que los presupuestos debían enfocarse hacia los espacios libres, la vivienda, la seguridad, la cultura y la emergencia educacional, exactamente todo lo que los presupuestos del 2025 parecen despreciar. Participar en la gobernanza de unas cifras desastrosas que evidencian una gestión que no ve más allá de su ombligo, arrastra al descrédito. Los Comunes y los no comunes, o sea todos, deberían abandonar la filigrana y enfrentarse a la realidad. O se gobierna por consenso o no habrá manera de avanzar de verdad. Gobernar por consenso siempre es más lento. Pero teniendo en cuenta que la lentitud es endémica con este equipo, la ciudadanía no lo notará.

Me temo que no hay otra salida inteligente. Pero teniendo en cuenta que el panorama está lleno de inteligentes, cualquier cosa puede ser posible. Y nos va a costar a los hospitaletencs ser optimistas.

La queja y la protesta

Algunos vecinos de LaTorrassa se tuvieron que reunir en la iglesia porque a otro vecino de la zona le molestan el ruido de las campanas.

Nos estamos convirtiendo en una sociedad de malcriados. En mis tiempos, un malcriado era un individuo consentido, descortés y maleducado y un sinfín de cosas más que ahora me parecen exageradas o vanas, así que me conformo con las que he citado. Desde luego, consentidos, en grado sumo. Lo digo porque no hace mucho me comentaron que en la pista del Centre Catòlic junto a la Rambla, no se puede jugar a básquet porque un matrimonio que habita en las inmediaciones no soporta el ruido de los partidos. Ahora, hace un par de días, los vecinos de La Torrassa se tuvieron que reunir en la parroquia porque a otro vecino de la zona le molestan las campanas de la iglesia de los Desamparados. Auguro que, dentro de nada, los vecinos de los bloques junto al Tanatorio entre l’Hospitalet Centro y Cornellá, detrás de la barbaridad de la Remunta, van a pedir que soterren el tren porque es un incordio que pasen tantas veces al día en las vías que tienen a 20 metros. Todo nos molesta, para todo queremos soluciones inmediatas, siempre hay alguien o algo a quien echarle la culpa de la insatisfacción individual o colectiva.

No digo que no tenga que ser así en muchas ocasiones. Es más, creo que en demasiadas circunstancias somos tolerantes en exceso y que deberíamos protestar bastante más. Ahora hay incluso quien matiza sobre la protesta o la queja porque a lo que se tiende en esta sociedad de consentidos es cada vez más a la queja y cada vez menos a la protesta, de manera que te puedes quejar desde el sofá un montón de veces, pero resulta del todo imposible protestar cómodamente sentado.

La familia del Centre Catòlic y los vecinos de La Torrassa se han quejado al Ayuntamiento y el Ayuntamiento parece que ha tomado cartas en el asunto, seguramente porque entiende bastante mejor la queja que la protesta y porque parece entender muy bien que las pistas de básquet hacen ruido y las campanas suenan a deshora, pero le cuesta más entender que no se puedan construir viviendas en las que apenas entra el sol o empadronar a recién llegados que reclaman derechos innatos.

Lo substancial de los ejemplos puestos… y los que vendrán, tiene que ver con la aceptación de realidades que ya estaban allí cuando nosotros llegamos o, todo lo contrario, hacer de nuestra llegada el principal motivo para cambiar realidades pre-existentes. La pista del Catòlic ya estaba allí cuando aquellos vecinos quejicas descubrieron que hacían ruido, del mismo modo que la iglesia y sus campanas ya existían cuando el vecino molestoso se fue a vivir a la zona. Igual que los vecinos de los bloques pegados a la vía del tren ya sabían, cuando compraron aquellos disparates, que el tren no desaparecería de la noche a la mañana.

De manera que si no quieres molestias, no te vayas a vivir a un sitio donde las vas a tener, porque las molestias estaban allí antes de que tu llegaras. Para todo hay magnitudes y es verdad que si te compras un piso al lado del tren es de suponer que no te vas a quejar de que suenen los raíles al pasar por allí, igual que si te compras una vivienda en una zona inundable, puedes imaginarte que un día u otro pisarás charcos.

Tendrás que compartir, eso sí, la responsabilidad. Porque no es lo mismo comprarte un piso al lado de una pista de básquet que ya estaba allí cuando tu naciste, que comprarte una vivienda en un barranco que se va a anegar cada vez que la madre naturaleza se cabree. La culpa de que haya viviendas en los barrancos, es de la Administración. La culpa de que tú la compres, es exclusivamente tuya.

Decía que para todo queremos soluciones inmediatas. Queremos que la pista de básquet deje de admitir chavales porque hacen ruido y lo queremos ya y queremos que las campanas dejen de sonar cuando molestan y no queremos que eso se alargue. Y queremos que una Dana que causa centenares de muertos y destrozos extraordinarios, calamidades sin fin y desabastecimientos tremendos se resuelva en una semana. Y si no se resuelve, es que nos han abandonado y nos han dejado a nuestra suerte. Es cierto que pagamos impuestos para tener un Estado protector, pero no es menos cierto que las catástrofes no se pueden digerir en un día. Como que tenemos un Estado protector hay quien se encarga de avisar que la catástrofe se acerca. Pero para que la catástrofe pase de largo hay que hacer caso de los avisos. Y en todo caso, de lo que hay que quejarse es de que los avisos no llegaron a tiempo, no de que el desastre tarde en desaparecer.

Así las cosas, insisto. Somos una sociedad consentida y somnolienta, impaciente y maleducada, irresponsable y caprichosa, capaz de reivindicar desde el sofá todos los derechos, pero incapaz de asumir en la calle todos los deberes, que quiere decir moverse cuando hay abuso de poder y ocultación de la realidad, mala gestión o negligencia y contenerse cuando el mundo parece que no responde a nuestros deseos más íntimos.

Lo peor que se puede hacer es responder a los caprichos, porque responder a los caprichos es hacerlos inacabables. Hoy molesta una pista de básquet o una campana, mañana molestará el ruido de la lluvia sobre un toldo y pasado mañana el murmullo de las palomas en una cerca. Sería mucho más razonable, y justo, no dar permisos de edificación a bloques como los de Cosme Toda o en zonas inundables, pero para eso no hay Comisiones de Mediación ni zarandajas gestuales. Lo que cuenta es el negocio.

Dramáticamente inexistentes

El poder quiere siempre controlar a los medios de comunicación.

Está claro que la información le interesa a todo el mundo, pero cuando entramos en detalle no le interesa a casi nadie. Ni siquiera a los periodistas. Yo diría que, a una gran parte de los periodistas, lo que les interesa de la información es que les dé de comer. Y yo diría que al público en general, lo que le interesa de la información es que le distraiga o le provoque chismorreos. Ya no hablemos de los políticos. A los políticos, en general, y naturalmente siempre hay excepciones en todos los ámbitos porque no conozco ni a todo el mundo ni a todos los periodistas ni a todos los políticos, lo que les interesa de la información es que no les cause conflictos y especialmente que no les cause conflictos fortaleciendo el empoderamiento de los subalternos. Una prensa que da argumentos a los desfavorecidos es una prensa enemiga del poder y una prensa que se entromete más de la cuenta y que rasca donde se le antoja, es una prensa que disgusta a la clase política, por modesta que sea y del color que sea.

La clase política, en general, no acepta que le den lecciones y ni siquiera tolera a gusto que le den consejos. Cuando lo único que hace es informar de lo que pasa, reflexionar en voz alta y expresar opiniones, también es una prensa incómoda. La buena prensa, la prensa que le gusta a todo el mundo, es aquella prensa que pasa desapercibida, como si no existiera.

Hay muchos tipos de información, pero solo parece haber dos tipos de prensa: la privada y la pública. La pública, busca en exclusiva el beneficio de quien la dirige, no de quien la financia. La privada, todo lo contrario. Busca en exclusiva el beneficio de quien la financia y por eso no tiene inconveniente alguno en vender a quien la dirige. Esto es: pone a los periodistas y al periodismo, al servicio del que paga y, en demasiadas ocasiones el que paga es el poder público, la Administración. O sea, todos. O sea, todos, todos sin excepción, acabamos pagando cualquier prensa, la pública y la privada, por eso hay tan poca prensa incómoda, porque a una prensa la compra el poder y a la otra la vende su propietario. Y por eso es tan dramático el papel de la ciudadanía, que lo termina pagando todo y, desde luego, no controla nada. En medio, los profesionales, quieren vivir de su oficio. Y para vivir de su oficio, en la privada o en la pública, lo más aconsejable es no molestar. Por eso hay tan poco periodista incómodo.

Hay poca prensa incómoda y poco periodista incómodo y poca información que sea capaz de meter el dedo allí donde los dedos siempre molestan. Ahora, desde que a Pedro Sánchez lo sacrifican con mentiras contrastables, todo el esfuerzo está en descubrir y poner en la picota esa prensa que incomoda porque miente. Hasta ahora, esa otra prensa que incomodaba porque decía verdades, era duramente olvidada por todos, especialmente por el poder y sus adláteres, cuando no directamente proscrita. Es decir, condenada por el poder y la clase política en su conjunto.

Son mis opiniones, claro está. Producto de muchos años de moverme por este inframundo de la violencia silenciosa y la humillación constante que es el universo perruno de la prensa y de la información.

La percepción es general pero ahora viene a cuento por la noticia que leí ayer en L’Estaca sobre el engrasado reciente de los dos instrumentos colectivos de los medios de comunicación públicos de la ciudad y sobre la aparente resurrección de la radio muerta. Valga decir que, sobre la radio fiambre, la clase política local aprobó una moción para resucitarla en febrero de este año, con una intervención en el pleno del presidente de FIC, porque fue FIC quien llevaba tiempo enarbolando la bandera de ese medio local que el poder mató porque le salía poco rentable. Ni siquiera porque le resultaba molesto. En el mismo terreno, FIC hace tiempo que viene pidiendo un control exhaustivo de los medios de comunicación públicos, porque son medios financiados por todos y controlados solo por el poder. En su día pidió en solitario un Estatuto público elaborado desde la sociedad civil para que fuera refrendado por el poder local y desde los propios medios públicos se avisó de que ya existía un Reglamento orgánico que debía elaborar un Contrato-Programa, capaz de gestionar con garantías de neutralidad la línea editorial de los medios públicos. Unos días antes de caducar el mandato del anterior ayuntamiento, el pleno aprobó un Contrato-Programa que tiene vigencia hasta 2025, basándose en los instrumentos que el Reglamento orgánico aprobado ya hace diez años por el pleno, definía.

A los lectores, todo esto les sonará a guasa. Un reglamento, un contrato-programa, un director y dos consejos, uno ejecutivo y otro asesor, para garantizar neutralidad, pluralidad y eficacia. Los chicos de FIC ya hace tiempo que vienen diciendo que, para garantizar la neutralidad, la pluralidad y la eficacia quizás deberían ser imprescindibles un reglamento orgánico que no haga trampa, dos consejos que tengan poder de reflexión, debate y resolución, un Contrato-Programa que responda a los retos de la garantía pública de la información y un director que aplique, no que disponga, lo que la normativa indique. O nada de todo eso tan complicado. Un simple comité ciudadano rotativo, transversal, representativo y con capacidad ejecutiva.

Los chicos de FIC ya hace tiempo que vienen diciendo que el Reglamento que aprobó hace diez años el pleno es una filfa, que el Contrato-Programa del año 22 es un instrumento ad hoc que solo beneficia al status quo y que los consejos resultantes de su aplicación son puros decorados sin capacidad ejecutoria. Y que el director tiene que dirigir, basándose en lo que se decida, no decidir basándose en lo que ya dirige.

Y nadie, absolutamente nadie, los ha escuchado. Nadie ha escuchado a los únicos que se han molestado en desmenuzar los instrumentos que el poder utiliza para mediatizar la información que pagamos todos. Y eso solo puede tener una única explicación. Ya les va bien la información que se ofrece y les importa un pimiento que no la controle la sociedad civil: ya la controlan ellos. Todos ellos. Aunque la vean pocos ciudadanos, aunque la sigan los de siempre. Es útil para enviar notas de prensa y hacer declaraciones que justifican por lo menos la voluntad de quejarse o la voluntad de deslumbrar. Así, parece que todo el mundo hace algo. Aunque eso sirva para bien poco. Habrá que seguir insistiendo en una prensa que sirva para resolver los problemas y para potenciar la participación ciudadana y controlada por los que no se conforman con las apariencias.

Un ejemplo más de la distancia entre la clase política, de todos los colores, y la ciudadanía. Un acicate más para defender y afianzar este periodismo que no se deja subyugar, que sabe que trabaja en solitario, con todos los que se sientan en el Consistorio de espaldas, cuando no directamente en contra. Otra oportunidad para explicar a la gente de bien, que es imposible confiar hoy en las supuestas alternativas. Inexistentes. Dramáticamente inexistentes, aunque nos pese.

La ciudad sobre la mesa

Imagen del último pleno.

Estaba sucumbiendo a las cabezadas después de más de dos horas de letargo en la sala de plenos municipal cuando me sacaron del ensueño unas duras palabras de la portavoz del PP quejándose de la política barriobajera que acababa de practicar una de las dos concejalas de los podemitas o como les queráis llamar. No me quedó claro el percance porque la concejala de los comunes se refirió a unos pisitos que tiene la concejala del PP en la ciudad, a cuenta de las molestias que los vecinos vienen sufriendo en algunas zonas concurridas especialmente en verano.

Hay de todo como en todas partes, pero es cierto que hay vecinos de derechas de toda la vida y de izquierdas de cuando eso existía, que se quejan de las molestias ajenas, y no solo de las molestias ajenas sino también de las molestias propias que son las más lacerantes. Las molestias de un servicio que pagamos todos y que no se presta: el de la policía municipal, por ejemplo. Pues a cuenta de eso, se enzarzaron las concejalas y he de decir que cuando la popular habló de política barriobajera me vino a las mientes la madrileña ida —Isabel Díaz Ayuso—, para darme cuenta de que, en este caso, la popular tenía algo de razón: se habían metido con sus pisos con ánimo provocativo y todo el mundo, incluida la concejala popular, tiene derecho a tener pisos que, en este caso, además, por lo que he sabido después, son producto de la herencia paterna y materna.

En lugar de mirar los rostros de las peleantes, me dio por mirar las caras de los gobernantes y observé un cierto rictus sabrosón. En un ayuntamiento donde se gobierna en minoría, que la oposición se arree, resulta un alivio.

Llegué al pleno, justo cuando el portavoz republicano —que se cuida muy mucho, siempre, de arrastrar tras sus siglas las de EUiA— les dijo a los podemitas que votar con los socialistas el aumento del IBI no era nada de izquierdas, después de dar la noticia de una nueva tasa sobre residuos que deja muchísimo que desear y que resulta muy cara para las precarias economías de muchos hospitalenses (otro día hablaré de eso). Es decir, llegué con una trifulca en la oposición y casi me marché con otra. Se podría decir que el éxito del gobierno en este pleno hizo ídem, porque lo aprobó todo, porque prometió lo de siempre sin más compromisos y porque vio como los oponentes siempre votan a su aire, jamás todos juntos, y encima se pelean.

Cualquiera diría que es lo normal. Que es imposible que los podemitas coincidan en algo con los populares y que los espectros del pasado reflejados en Vox puedan tener alguna pequeña coincidencia con los independentistas republicanos. Dicho así, no ofrece dudas. Pero las dudas existen cuando pones el dron a volar bajo y en lugar de ver las grandes diferencias ideológicas desde la estratosfera, lo que ves son los actos irreversibles de quienes hace más de 45 años que gobiernan con mano autocrática llamándose reiterativamente de izquierdas, pero favoreciendo las grandes operaciones especulativas en todos los ámbitos.

Para los que vivimos por aquí, tiene muchísimo más valor la coincidencia sobre la moratoria urbanística que expresaron el miércoles 18 los portavoces de tres grupos de la oposición —y me gustaría saber qué opina Vox al respecto— que el sesgo que pueda tener en la cuestión de la seguridad ciudadana, poner el acento en más policía o en más prevención. Porque, en realidad, ambas cosas son necesarias en esta ciudad.

Para entendernos: no puedo entender por qué no se entiende, que hay seguramente en el ámbito local, muchas más cosas que podrían unir a los cuatro hospitalenses portavoces con idearios, no solo distintos sino distantes, que las que probablemente les podrían diferenciar. Viven en esta ciudad, sufren sus problemas y a lo mejor unos piensan que con Feijoó y Abascal España sería más feliz, pero en realidad en l’Hospitalet se vivirían los mismos conflictos de cada día. Los mismos que si en la Moncloa mandara más de lo que manda la señora Díaz Pérez y exactamente los mismos, porque aquí sí que no hay enmiendas, que si existe Illa en la plaza Sant Jaume o el listo Sánchez en su palacete.

A mí tampoco me ha parecido de recibo el enésimo cheque en blanco de los podemitas más comunes, pero la mejor manera para que reflexionen es ponerlos frente al espejo de su complicidad: ¿les parece una alternativa de izquierdas la intransigencia que se pone de manifiesto en la subida del IBI por la inflación? ¿Justo ahora que la inflación está camino de ser dominada y cuando una gran parte de los trabajadores de l’Hospitalet inmigrados y con salarios de risa van a tener muy complicado que se les incremente el próximo año ese mismo porcentaje en lo que cobran? ¿Puede parecer una alternativa de progreso aplicar ese aumento justo el mismo año en que se pone en marcha una nueva ordenanza —obligatoria y probablemente indiscutible en su esencia, pero no en su ejecución— que antes el propio gobierno socialista consideraba ya incluido en el recibo del IBI? ¿No hubiera sido más razonable, sensible y decentemente de izquierdas aplicar la nueva ordenanza obligatoria y bajar o quizás simplemente mantener estable un impuesto que siempre ha sido discutible por las diferencias entre el pago y los servicios recibidos? ¿Y todo ello en un Ayuntamiento con una deuda asumible, con superávits contables año tras año y con remanentes que se utilizan en parte para bajar deuda, es decir, para pagar a los bancos como muy bien puso de manifiesto el portavoz republicano?

No tengo demasiadas esperanzas en la reflexión interna, es cierto. Tengo más esperanzas en que el votante potencial de todas y de cada una de las fuerzas, los ponga a todos ellos frente al espejo. Poner el acento en lo que une y meter en el zurrón de las cuentas pendientes lo que separa. Poner la ciudad sobre la mesa y el ideario tópico donde está siempre: en las nubes.

De Marín a Rociíto, y un mundo que da muchas vueltas

Núria Marin y Rocío Ramírez, distintos destinos.

Nada más enterarme del nombramiento de la senadora Marín como delegada del Govern en Madrid, me acordé, como aquel rayo inesperado que ilumina una noche sórdida, del desmentido que hicieron llegar a L’Estaca sobre que alguien se había inventado lo del piso que la familia Hernández Marín se había comprado en Madrid. Y me lo ha vuelto a recordar ahora la noticia que leí ayer de la dimisión de la Rociíto, que también había sido pronosticada por estos periodistas estaqueños que empiezan a afinar las teclas con que tocan la actualidad. La noticia del piso de Madrid de la alcaldesa llegó entonces como llegan estas cosas, desde dentro, pero sin documentación, y explicando que las sesiones del Senado exigían mucha presencia activa en la capital, por lo que una buena manera de invertir justificadamente era comprar un piso en Madrid para no tener que tirar permanentemente de hotel o de alquileres a precios desorbitados.

Se desmintió la noticia también desde dentro y sin documentación, pero ahora resulta que la senadora Marín va a tener que vivir en Madrid, de manera estable y no a ratos, porque la delegación del gobierno no es el Senado, sino una cosa muchísimo más concreta. Ya veremos si también desmienten eso de que la Rociíto se ha ido escaldada y sin sueldo, o acaban de asumir que tienen un coladero en casa porque hay mucho cabreo escondido. A ver si aprenden de sus colegas de la dirección que jamás abandonan a los amortizados. Y si no, nada más hay que ver lo de la Marín y el Belver.

La senadora Marín fue ascendida el martes 3, hubo Comité Federal el 7 y ya se la vio chupando cámara pegadita a Illa y el miércoles 11 presidió en Madrid la Diada Nacional en Blanquerna. En estos casos todo se acelera, de modo que ser nombrada un martes, ir de delegada el jueves y presidir un acto oficial el miércoles siguiente, no supone gran esfuerzo si tienes infraestructura suficiente en la capital. Consultada su declaración patrimonial pública, no existe piso en Madrid, sino un piso y una vivienda heredada más una plaza de parking en l’Hospitalet, al 50%, y una casa en Altafulla también a medias, lo mismo que cuando tomó posesión de senadora.

Existe, eso sí, una nómina de la Administración pública, unas acciones, un plan de pensiones y un depósito bancario que dan, por lo menos, para poder arriesgar sin lágrimas una solicitud de hipoteca. Es igual, si Marín tiene o no piso en Madrid. Lo que tiene en Madrid es un premio por su intensa militancia en el socialismo patrio desde que tenía 18 años —la página oficial de su partido explica que era ya socialista, entre los 15 y los 17: a eso se le llama tener conciencia de clase y ella siempre ha tenido mucha clase— y ahora va a cumplir 61, el día de Sant Esteve. Y un premio añadido por su larguísima carrera en la Administración pública cuya primera nómina cobró cuando tenía 22 años con algo parecido a una diplomatura en ciencias empresariales, pero sin serlo. Se casó con el hijo de un viejo militante socialista de Collblanc, su barrio, y así consiguió, por méritos muy propios, ser muy prontito concejala, después alcaldesa, más tarde diputada provincial, luego presidenta de la Diputación, muy a tiempo vicepresidenta de su partido y de la AMB, cuando todo parecía terminar, senadora, y ahora, delegada del Govern.

Estuvo 16 años de alcaldesa en su ciudad natal y fue la primera alcaldesa mujer en toda la historia de su pueblo. Se la recordará por haber dejado que la ciudad se ganara a pulso el título de ciudad más densa de Europa, en plena competición con las ciudades universales más colapsadas, como Calcuta, a la que siempre se pone de ejemplo cuando se quiere hacer broma de un hormiguero humano infame y patético, y con la que debiera hermanarse, para por lo menos compartir desgracia.

La nueva delegada entró en política con 32 años y está decidida a mantenerse en el escalafón por lo menos 32 años más, que la política solo desgasta a quienes se la toman en serio. Como se ve, ha tenido paciencia, y se ha enfadado siempre poco con los que han ostentado poder… hasta que han dejado de tenerlo. Su predecesor en el cargo probablemente se sintió tan extraño y descolocado como le ocurrió a ella cuando en la sesión de investidura del nuevo alcalde, este se olvidó de darle un abrazo cuando saludaba a los más cercanos. La diferencia es que ella le dio la espalda a un exministro que ya no estaba para trotes, mientras que el nuevo alcalde no se podía permitir estos lujos con alguien que sigue trotando por las alturas. Pero todo se andará, porque los cargos no son eternos y los agradecimientos se mueren en el baúl de los recuerdos, cuando al benefactor solo le queda poder en su memoria.

Qué enormes diferencias entre la nuera del socialista Hernández de Collblanc i la concejala Rocío del Mar, la compañera del Peña. Dicen que la primera siempre se supo granjear amistades de relumbrón y en puestos clave y eso sirve más para hacer carrera que gastarse los codos en las salas de estudio. La segunda tampoco parece tener durezas en los codos y, hasta hace poco, ha vivido muy bien según los que la conocen, pero se hizo amiga de quien no debía: un socialista al que algunos le llaman Falete y que está señalado por la justicia, razón por la cual perdió poder en su misma agrupación norte. Los mismos méritos, pero destinos muy distintos y muy distantes. Es lo que tiene esta política nuestra tan destructora, que cualquiera puede ascender en una escalera de oportunismos cuyos escalones son tan transparentes que a veces dejan de existir y descubres que el suelo no es aquello que veías desde arriba, sino el lugar habitual de los humanos. Pero mientras tanto, cualquiera puede vivir en su piso de Madrid cerca de las estrellas o decir adiós desde el rincón de pensar que es un sitio lleno de humillación y desengaño. El mundo da muchas vueltas, tantas, que los hay que no salen nunca del mareo, y si no que se lo pregunten al exalcalde Pujana.

Felices sueños, director general

Francesc Belver, en un pleno municipal.

Vale, pasan de mis vacaciones y me dicen que me ponga las pilas, que el President de la Generalitat está cubriendo los centenares de vacantes de altos puestos muy bien remunerados y que hay noticias. No me lo puedo creer. Tal como me lo explican me da por pensar que el tal Illa se ha vuelto loco y que anda buscándome. Y lo peor, que no me va a encontrar, y que por eso les ha dicho a estos de L’Estaca que me den un toque. Y resulta que no. Que quiere bien al Candelas, y que no le va a llenar la cuenta corriente de ceros ni la cabeza de pájaros, y que al que ha llamado para agradecerle lo mucho que ha hecho por el partido es a un viejo conocido de la casa que hace poco más de dos meses dijo que abandonaba la política y que se iba a su antiguo trabajo de informático, donde parecía que todavía le echaban de menos.

Así, como os lo cuento. El Presidentillo Illa acaba de nombrar director general de Administración Local del Departamento de Presidencia, al insigne Francisco J. Belver Vallés, hasta hace 8 semanas primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de l’Hospitalet, de donde dimitió para acompañar a la hoy senadora y exalcaldesa Nuria Marín, en el descanso merecido.

El que pudo ser alcalde de la ciudad en lugar de Triple Q (Querido Quesito Quirós) y que parecía que estaba harto de la política, vuelve ahora con cargo, despacho, secretarias y sueldazo, para subir un escalón más en su carrerón. Que empezó como director de Recursos Humanos en Hospi de donde pasó al ejercicio de representación como concejal en las elecciones del 99 haciendo un poco lo mismo, hasta que en las siguientes consiguió ser teniente de alcalde añadiendo a la informática y los recursos humanos, la organización municipal y la seguridad ciudadana. A partir de 2011 fue primer teniente de alcalde y exactamente, según quienes lo conocían de cerca, el que tenía el Ayuntamiento en la cabeza. O Belver tiene una cabeza muy grande, o el Ayuntamiento cabe en un cenicero, pero lo que nadie puede obviar es que ha acumulado experiencia y que algunos dirán que ha sido precisamente eso lo que ha llevado al Presidentillo a proponerlo para el cargo.

Yo opino que estas cosas no se producen por esas causas. A Belver había que pagarle convenientemente su fidelidad a las siglas y lo bien que se ha llevado con quienes no le dieron su confianza cuando la estaba esperando y, de esta manera, se agencia 93.160 euros anuales que son cerca de 20.000 euros más al año por, probablemente, menos de la mitad de la mitad de la mitad del trabajo que tenía en Hospi, aunque solo fuera por mantener los equilibrios sin romper ninguna pieza.

Belver, por otra parte, es el paradigma del hombre espabilado, hecho a sí mismo. Empezó en Aguas de Barcelona —una empresa muy bien conectada históricamente al poder local— arreglando programas de gestión, se hizo fácilmente socialista porque el sello comprometía a poco pero habría enormes horizontes y, como que era hábil, enseguida fue escalando posiciones como han hecho todos: desde el gran Triple Q hasta el Presidentillo. No era imprescindible tener demasiados títulos, demasiados estudios o demasiadas lecturas. Uno empieza de la nada, hace una diplomatura gerencial en ESADE y termina convertido en pocos años en profesor del Máster de Gestión Pública del mismo sitio donde empezó. Y todo eso tiene muchísimo mérito, porque primero tienes que adquirir un poco de conciencia social aunque solo sea para disimular cuando hablas y, poco a poco, tienes que aprender qué es eso de la política al uso: una forma de ganarse la vida haciendo sobre todo gestión y procurando que los grandes poderes no salgan nunca perjudicados.

A mí siempre me ha caído bien ese hombre, la verdad. Tanto, que me ofrecí para mediar entre los redactores de L’Estaca y el dimitido teniente de alcalde para que les concediera una entrevista que le solicitaron por correo electrónico un poco antes de dejar los trastos. Me dijeron que no hacía falta la mediación, que la entrevista era segura pero que la haría cuando las ranas criaran pelo. Me ofrezco otra vez a lo mismo, a ver si ahora la evolución ha pegado un crujido y los renacuajos nacen como los pollitos.

Por lo demás, hay casi 400 altos cargos para cubrir, cada vez que cambia un gobierno, y muy pocos acumuladores de experiencia. Para ejercer las responsabilidades no solo hacen falta voluntad y compromiso. Hace falta especialmente paciencia para encajar tantas frustraciones y reveses. Y en esos partidos nuestros de larga trayectoria, las carreras políticas nunca acaban cuando uno lo decide sino cuando lo decide el que te tiene que nombrar.

Pues nada, felices sueños al director general que va a poder finalmente descansar, sin que se le resienta demasiado la cuenta corriente.