Ciudadanos profetas

El edicto B del Ayuntamiento, un nido de… funcionarios.

15 de noviembre 2018

Lo mío es tremendo porque no estoy al día. La prueba es que sigo utilizando la misma capa de hace un siglo que brilla por las rozaduras tanto como la sotana de Dómine Cabra, de la que no se conocía la color. Y no estoy al día, porque me aburren mis circunstancias que son una parte de mi yo, los manejos cansinos de los que mandan y la reconocida incapacidad que tenemos para cambiarlos de una cartesiana vez. Fijaros si estoy arrumbado, que un amigo que se enteró de que había vuelto a coger el pincel de escribir, me envió esta semana unos papeles acompañados de unes fotocopias notariales sobre un sucedido de junio de este año, que yo, que entonces estaba inactivo de incordiador, no vislumbré.

Y el tema, que os voy a exponer, tiene enjundia. Y tiene más enjundia todavía, que la cuestión fuera a parar hace seis meses a la Oficina Antifraude de Cataluña y que esta Oficina no se haya pronunciado, sobre todo porque dos meses antes recibió otra denuncia contra los mismos, por la misma cuestión. Que no se haya pronunciado, o que se desconozca. Porque parece que sus dictámenes no llegan al denunciador sino al denunciado y de este modo se suprime el altavoz de la publicidad.

Vayamos al ajo. Parece que en abril del 2017 se convocaron seis plazas de altos cargos directivos en el Ayuntamiento de l’Hospitalet y también parece que, en algunos casos, sino en todos, esos cargos estaban ocupados por personal que lo estaba haciendo muy bien pero a los que les vencía el contrato de comisión de servicios en agosto de ese mismo año. La comisión de servicio es un nombramiento temporal de un funcionario que ejerce en otro destino y que es requerido por urgencia o necesidad, a juicio de la Administración, para desempeñar otro cargo, sin que legalmente existan muchas dificultades para el nombramiento porque es la propia Administración quien lo regula. Eso sí, el plazo es de un año y a su término, el citado funcionario se vuelve por donde ha venido o… gana una plaza en concurso. Una plaza que también es la propia Administración quien la convoca, la regula y la otorga.

Estas maniobras estaban pensadas para facilitar la urgencia de determinadas funciones, solo que si se deja al albur de la propia Administración pasa lo que pasa. Y lo que pasa es que los equipos municipales priman la confianza por encima de la competencia. Y a veces ni siquiera la confianza. A veces se trata de dar trabajo a quienes lo han perdido en otros puestos, también de confianza. A veces se trata de hacerse favores entre jerarcas. A veces se trata simplemente de poner a los tuyos… Solo que todo esto se hace con el presupuesto público y podría ser ahí donde se esconde el delito: dinero empleado de manera perversa y para objetivos espurios.

Este plumilla no sabe de delitos. Quien lo puede saber es la Oficina Antifraude que no se ha pronunciado, pero lo que parece claro es que, si no ha habido delito, lo que si ha habido ha sido mucha chiripa.

Los denunciantes, el grupo municipal de Ciudadanos, tuvo la pericia —y los cuartos— de irse al notario antes incluso de que se publicase la lista de aspirantes y señalar los nombres de los ganadores a los cargos respectivos. Acertó plenamente. Es decir, hizo un pleno de seis. De donde se deduce que todo el mundo sabía que el concurso era una filfa o que, por el contrario, los de Ciudadanos son unos pitonisos del copón. Unos profetas de altura que lo mismo pronostican el resultado de un concurso que el indulto de unos que no han sido todavía juzgados.

Como era previsible, el ayuntamiento dijo en su momento que el procedimiento era tan pulcro que, afirmo yo, el acierto pleno de Ciudadanos tenía que ser un milagro. Para avalar el prodigio afirmaron que en los tribunales que otorgaban había referentes de la gestión pública y catedráticos, como si eso no diera hoy un poco de risa y otro poco de lástima. Y que todo el procedimiento es tan transparente que si lo miras de cerca quedas obnubilado y te estalla la retina.

Es lo que tiene eso de ostentar el mismo poder durante décadas, que todo el mundo ve al rey desnudo pero resulta obligado afirmar que va con armiño, no sea caso que nos lluevan los delitos por todas las esquinas y nos ahogue el hedor. Porque este caso no es de ahora mismo: se repiten los mismos síntomas prácticamente desde el principio de la democracia y ya en otros tiempos la prensa denunció lo mismo que acaba de ocurrir ahora sin que se haya hecho nada por remediarlo. Más bien todo lo contrario. Siguen hablando de transparencia, de pulcritud y de honradez pero esta pantomima provoca la carcajada. La fúnebre carcajada del payaso.

Me tienta poner los nombres y los apellidos de los listillos de todos los niveles, aunque solo sea porque ha habido gente muy anónima que se sigue creyendo que los concursos son abiertos, pulcros, vigilados de cerca por catedráticos y referentes honestos, que se han preparado a conciencia y de los que se han reído los convocantes, los ganadores, los referentes, y ya veremos si también los antifraudes.

Ahí van pues, todos juntos y con diversas responsabilidades, pero todos implicados de un modo u otro en el artefacto: Núria Marín, Manuel Brinquis, María Rosa Alarcón, Laia Claverol, Blanca Atienza, Raül Blanco (que se lo llevó Pedro Sánchez), Antonio Rivera, Patricia Moreno, Ferran Daroca (que ya murió, el pobre), Maite Vilalta, Carles Ramió y seguramente que me dejo muchos.

Hay mucho más, claro, porque los mismos profetas Ciudadanos hablaron hace un cuanto, de un montón de empresas públicas y privadas que también se benefician de esos amores corrompidos, ante el insondable despecho al que se ven sometidas muchas otras.

No soy quien, pero un modo de higienizar, ventilar y renovar los vientos del poder pasa por cambiar los culos de las sillas. Un culo sentado en la silla de siempre, destroza el culo, que es de ellos, pero también la silla: que es nuestra.

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