Me temo mucho que el laberinto es un recinto sinuoso donde el objetivo es liar al que se adentra y eso es lo que le está pasando al secretario del Ayuntamiento de l’Hospitalet, que lo lían y él se deja liar. No es que sea un inexperto porque el hombre ejerció de lo mismo en el Ayuntamiento de Sitges, pero allí las cosas debían de ir de otra manera porque en solo tres meses ya ha conseguido ser protagonista de un par de decisiones que se podría haber ahorrado. Recuerdo una de octubre, cuando el señor Aragonés Seijo, don Fernando (FAS), se ve que dijo, según me han dicho porque no estaba, que él emitiría el informe preceptivo de evaluación de la capacidad, el mérito y la idoneidad de los candidatos del Consell Executiu de los medios de comunicación públicos que se debatía en el Consell Consultiu de esos mismos medios, cuando él no tiene ninguna atribución al respecto porque ésta le compete, según el propio Reglamento de Organización y Funcionamiento de los medios de comunicación públicos, al plenario de ese organismo y no al secretario. Por decirlo llanamente: el señor secretario se metió donde no le tocaba y, naturalmente, no hubo informe (no lo hizo) y mejor que no lo hubiera, porque en el siguiente pleno la idoneidad de los propuestos saltó por los aires porque la oposición se opuso como debe ser y derrotó al gobierno. Y de paso, al susodicho Aragonés.
Y ahora una segunda, porque el secretario de marras acaba de hacer un informe donde parece argumentar que la entidad Foment de la Informació Crítica no tiene como objeto nada que haga referencia a favorecer que cualquiera pueda tomar la palabra en su nombre en cualquier instancia. Es curioso, porque entre las obligaciones de un secretario municipal —que para eso cobran algunos 100.000 euros brutos al año, y no quiero mirar a nadie— están las del asesoramiento legal preceptivo y para ello lo principal es leerse los textos normativos. Por ejemplo, leerse, antes de hablar, el Reglamento de Organización y Funcionamiento de los medios de comunicación públicos, o los Estatutos de una entidad que se acoge al Reglamento de Participación Ciudadana en virtud del artículo 10 del mismo, donde las entidades debidamente inscritas en el registro podrán pedir la palabra en relación a temas de interés general de la ciudad.
Es verdad que FIC ya hace unos cuantos plenos que permite —y no solo permite, sino que fomenta y avala— que hablen, en nombre de la entidad, personas que representan a parte de la ciudadanía que quiere expresar temas de interés general que les afectan, y al que pone trabas un Ayuntamiento tan deslumbrantemente democrático como el de l’Hospitalet. Es verdad también que hace meses que al alcalde humanista no le gustan según qué clase de humanismos y que ya ha intentado recabar por qué “esta entidad de la que usted me habla” da la palabra en su nombre a todo aquel que quiere sencillamente expresarse con libertad en el espacio más representativo de su municipio sobre temas que le incumben y que tienen relevancia comunitaria. Y es verdad que finalmente Triple Q, ha metido a su secretario en un berenjenal laberíntico usándolo para lo que más le satisface que es salirse con la suya.
Decidme lectores, en qué complica la existencia, que unos vecinos expliquen sus reivindicaciones o sus sugerencias en el pleno, con un tiempo tasado de 5 minutos máximo, como no sea que es un instante incómodo en el que se evidencia que hay mucha insatisfacción social respecto de quienes debieran estar ahí para responder a las demandas ciudadanas. Que para eso cobran. Y mucho.
Lo vi el otro día en el pleno, desde el mismo rincón de siempre. Los vecinos venían pitando desde la calle y a mí me recordaron otros tiempos de vecinos con pito y alcaldes con respeto porque les temblaba la silla.
Ahora echan mano de los secretarios corporativos no avezados a las operaciones de silencio. Y naturalmente se equivocan porqué, además, los estatutos de FIC lo dejan muy claro, según me han mostrado los que mandan ahí. Parece que el artículo 2 afirma que los fines de la asociación y a los cuales se comprometen sus socios y socias son, entre otros muchos, “defender la libertad de información, la libertad de expresión y el derecho a la información de los periodistas y de los ciudadanos y ciudadanas”. Y defender la libertad de expresión de los ciudadanos y las ciudadanas pasa por ceder la palabra siempre que se pongan obstáculos, aunque sean obstáculos reglamentados, a esa libertad de expresión. Cosa que el susodicho FAS no ha tenido en cuenta para satisfacer a su alcalde, cuando lo que debiera es satisfacer al conjunto de la ciudadanía que es quien le paga.
Es verdad que don FAS se quejó a la oposición, afirmando que había sido el alcalde el que insistió tanto, que tuvo que intervenir. Justo lo contrario que dijo Jesusillos el otro día en el Consell de Ciutat, que había sido cosa del secretario porque chirriaba bastante que una entidad que se denomina Foment de la Informació Crítica, pidiera la palabra en el pleno para explicar que la Escuela de Adultos de Can Serra tiene problemas con los lavabos y con los ascensores del centro.
O sea, que hay que decirle al secretario FAS, que deje de confiar en los políticos que le atosigan, que utilice la autonomía que le permite el cargo y que se ponga al servicio de la ciudadanía que es la que no le va a liar nunca. Y que se lea las cosas, sobre todo que se las lea y que se ajuste a la lectura sin interpretaciones, porque hasta ahora se le ha dado muy bien interpretarlas de manera que el alcalde y los suyos se pongan contentos.
El laberinto es un lugar inhóspito propicio a las críticas. Y ya le asegura el Candelas que, si no sale del laberinto, no se las vamos a ahorrar.