La ciudad saturada y sin historia

Can Trinxet: lo que pudo haber sido y se ha perdido.

15 de octubre 2019

En contra de lo que algunos han afirmado, la preocupación por la preservación del patrimonio histórico de l’Hospitalet no surgió a raíz de los desvelos por los últimos vestigios del Canal de la Infanta que quedaban y que se redescubrieron tras la cesión del cuartel de la Remonta a la ciudad. En realidad, las primeras inquietudes por recuperar y proteger el patrimonio histórico se produjeron muy tempranamente, justo cuando el primer ayuntamiento democrático, en torno a 1980, se planteó un catálago de edificios históricos que debían preservarse del desprecio en que había caído la historia de la ciudad. No existía entonces ni siquiera el Centre d’Estudis de l’Hospitalet que luego ha hecho una encomiable tarea de recuperación de la memoria a todos los niveles. Aquel primer toque de atención surgió del interés histórico de un conocido escritor de la ciudad, Joan Casas, ejerciente entonces de investigador documental, que supo sensibilizar a una parte del consistorio e involucrar en la reflexión a un conocido arquitecto entonces residente en la ciudad, Ferràn Navarro, y al periodista Jesús Vila, quienes se pusieron manos a la obra para redactar un compilatorio de alegaciones al pre-proyecto de Plan Especial de Protección y Conservación del Patrimonio Histórico de l’Hospitalet, que se estaba preparando, y del que más tarde surgiría, en 1983, un proyecto previo de Plan Especial de Protección del Patrimonio Arquitectónico, aprobado definitivamente por el Ayuntamiento pleno en 1987.

El Plan del 87, que no deja de ser un estudio voluntarioso de protección radical del patrimonio conservado en la ciudad hasta aquella fecha después de años de destrucción y de olvido, fue reelaborado en 1997 a través de un trabajo más técnico encabezado por un equipo de arquitectos y de historiadores que tenía la ventaja del rigor académico pero la desventaja evidente de su distancia con respecto a la ciudad.

Aquel PEPPA del 97 se aprobaba ya en el marco de un consistorio renovado, con un nuevo alcalde, Celestino Corbacho, que estaba predispuesto a innovar en el ámbito urbanístico, pero todavía algo alejado de sus ensoñaciones estratégicas de ciudad. Estaba todavía en puertas de pretender diseñar una nueva ciudad allí donde se podía —es decir, donde había espacio libre— olvidándose de la ciudad saturada y llena de conflictos y necesidades que heredaba. Estaba en el origen, la ciudad de dos velocidades que luego se ha consolidado con el desarrollo de la plaza Europa y adyacentes —pero no solo—, junto a la ciudad sobresaturada del norte, cada vez más vacía de los obreros de los 60 y más llena de los inmigrantes de los 90.

Aquel PEPPA del 97 que todavía conservaba una buena parte del espíritu reivindicativo del Plan de 1987, sería releído en el 2001 ya con los instrumentos del corbachismo urbano en plena vorágine. O sea, de las primeras cosas que diseñó Corbacho, la Agència de Desenvolupament Urbà (ADU), fue sin duda el motor del cambio, el surrealista instrumento de la revolución urbana, dispuesto a arramblar con todo aquello que estorbara para el diseño de la ciudad de relumbrón con la que Corbacho soñaba.

A la sazón, el PEPPA del 2001, lo dirige ya Antoni Nogués, el abogado urbanista que llenó l’Hospitalet de miles de nuevas viviendas, al frente del equipo técnico del ADU, que sigue ocupando y saturando todos los espacios libres que quedan en la ciudad. Ese mismo ADU que ha diseñado los miles de pisos que habrá en el antiguo solar de la Cosme Toda, en los miles de metros cuadrados que se han liberado para la edificación de edificios en la Avenida Carrilet, en los miles de metros cuadrados que se han proyectado para la construcción de bloques en la Rambla Marina, en los miles de metros cuadrados que ya se han ocupado en los antiguos terrenos libres del cuartel de la Remonta, el que ha dado permiso para construir a escasos metros de la vía del tren en la Avenida Josep Tarradellas, el que dio permisos para saturar la zona de Can Trinxet a lado y lado de la carretera de Santa Eulalia, es el mismo ADU que en el 2001 reelaboró el PEPPA y es el mismo ADU que está preparando el terreno para el nuevo PEPPA de la ciudad saturada y sin historia del siglo XXI.

Ya en el 2001, el PEPPA de Nogués, explicaba que había que ser realistas. Que los PEPPAS anteriores eran unos proyectos bienintencionados pero totalmente sobrepasados y caducos, porque de las 149 unidades de protección que fijaba —es decir de los 149 conjuntos catalogados a proteger— 100 se habían ido suspendiendo total o parcialmente desde 1987 y sólo quedaban vigentes 49. Es decir, si ya la historia hasta 1979 había sido bien triste en la ciudad porque sólo se habían previsto proteger 149 conjuntos de los miles de edificios levantados, desde que hay consistorios democráticos en la ciudad no solo no se ha avanzado en protección sino que se ha retrocedido considerablemente: hay muchos más edificios y mucho menos catálogo a preservar para el futuro.

Desde el 2001, aquellos 149 conjuntos se convirtieron en 111 que son los que existen ahora, de modo que desde 1987 se han perdido 38, casi tres objetos de protección por año. Si a ello se le añade la desidia —lo que queda de Can Trinxet, por ejemplo, da pena—, el desinterés por preservar —han sido los vecinos quienes más se han interesado por el Castell de Bellvís— y la falta de respeto por la historia —si el patrimonio molesta, simplemente se elimina— tenemos un panorama más bien desolador. Nada, sin embargo, que no conozcamos bien con esta ralea.

A la sazón, todavía duele recordar lo que costó negociar con los propietarios de Can Preciós para comprarles la masía cuyos antepasados tuvieron el pésimo olfato de construir justo donde décadas después los sabios urbanistas de la ciudad dibujaron la prolongación de la Rambla Marina para encontrar a la de Just Oliveres. Se compró la masía, una de las escasas que se mantenían todavía en pie y en buen estado en la zona de Marina —cuajada todavía a principios del siglo XX de múltiples ejemplos— y simplemente se arrasó para hacer un paseo. El desprecio de la historia sobre el diseño urbano. El desprecio de la historia para quienes jamás serán historia.

Y ojito al PEPPA siguiente…

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