La ciudad sobre la mesa

Imagen del último pleno.

Estaba sucumbiendo a las cabezadas después de más de dos horas de letargo en la sala de plenos municipal cuando me sacaron del ensueño unas duras palabras de la portavoz del PP quejándose de la política barriobajera que acababa de practicar una de las dos concejalas de los podemitas o como les queráis llamar. No me quedó claro el percance porque la concejala de los comunes se refirió a unos pisitos que tiene la concejala del PP en la ciudad, a cuenta de las molestias que los vecinos vienen sufriendo en algunas zonas concurridas especialmente en verano.

Hay de todo como en todas partes, pero es cierto que hay vecinos de derechas de toda la vida y de izquierdas de cuando eso existía, que se quejan de las molestias ajenas, y no solo de las molestias ajenas sino también de las molestias propias que son las más lacerantes. Las molestias de un servicio que pagamos todos y que no se presta: el de la policía municipal, por ejemplo. Pues a cuenta de eso, se enzarzaron las concejalas y he de decir que cuando la popular habló de política barriobajera me vino a las mientes la madrileña ida —Isabel Díaz Ayuso—, para darme cuenta de que, en este caso, la popular tenía algo de razón: se habían metido con sus pisos con ánimo provocativo y todo el mundo, incluida la concejala popular, tiene derecho a tener pisos que, en este caso, además, por lo que he sabido después, son producto de la herencia paterna y materna.

En lugar de mirar los rostros de las peleantes, me dio por mirar las caras de los gobernantes y observé un cierto rictus sabrosón. En un ayuntamiento donde se gobierna en minoría, que la oposición se arree, resulta un alivio.

Llegué al pleno, justo cuando el portavoz republicano —que se cuida muy mucho, siempre, de arrastrar tras sus siglas las de EUiA— les dijo a los podemitas que votar con los socialistas el aumento del IBI no era nada de izquierdas, después de dar la noticia de una nueva tasa sobre residuos que deja muchísimo que desear y que resulta muy cara para las precarias economías de muchos hospitalenses (otro día hablaré de eso). Es decir, llegué con una trifulca en la oposición y casi me marché con otra. Se podría decir que el éxito del gobierno en este pleno hizo ídem, porque lo aprobó todo, porque prometió lo de siempre sin más compromisos y porque vio como los oponentes siempre votan a su aire, jamás todos juntos, y encima se pelean.

Cualquiera diría que es lo normal. Que es imposible que los podemitas coincidan en algo con los populares y que los espectros del pasado reflejados en Vox puedan tener alguna pequeña coincidencia con los independentistas republicanos. Dicho así, no ofrece dudas. Pero las dudas existen cuando pones el dron a volar bajo y en lugar de ver las grandes diferencias ideológicas desde la estratosfera, lo que ves son los actos irreversibles de quienes hace más de 45 años que gobiernan con mano autocrática llamándose reiterativamente de izquierdas, pero favoreciendo las grandes operaciones especulativas en todos los ámbitos.

Para los que vivimos por aquí, tiene muchísimo más valor la coincidencia sobre la moratoria urbanística que expresaron el miércoles 18 los portavoces de tres grupos de la oposición —y me gustaría saber qué opina Vox al respecto— que el sesgo que pueda tener en la cuestión de la seguridad ciudadana, poner el acento en más policía o en más prevención. Porque, en realidad, ambas cosas son necesarias en esta ciudad.

Para entendernos: no puedo entender por qué no se entiende, que hay seguramente en el ámbito local, muchas más cosas que podrían unir a los cuatro hospitalenses portavoces con idearios, no solo distintos sino distantes, que las que probablemente les podrían diferenciar. Viven en esta ciudad, sufren sus problemas y a lo mejor unos piensan que con Feijoó y Abascal España sería más feliz, pero en realidad en l’Hospitalet se vivirían los mismos conflictos de cada día. Los mismos que si en la Moncloa mandara más de lo que manda la señora Díaz Pérez y exactamente los mismos, porque aquí sí que no hay enmiendas, que si existe Illa en la plaza Sant Jaume o el listo Sánchez en su palacete.

A mí tampoco me ha parecido de recibo el enésimo cheque en blanco de los podemitas más comunes, pero la mejor manera para que reflexionen es ponerlos frente al espejo de su complicidad: ¿les parece una alternativa de izquierdas la intransigencia que se pone de manifiesto en la subida del IBI por la inflación? ¿Justo ahora que la inflación está camino de ser dominada y cuando una gran parte de los trabajadores de l’Hospitalet inmigrados y con salarios de risa van a tener muy complicado que se les incremente el próximo año ese mismo porcentaje en lo que cobran? ¿Puede parecer una alternativa de progreso aplicar ese aumento justo el mismo año en que se pone en marcha una nueva ordenanza —obligatoria y probablemente indiscutible en su esencia, pero no en su ejecución— que antes el propio gobierno socialista consideraba ya incluido en el recibo del IBI? ¿No hubiera sido más razonable, sensible y decentemente de izquierdas aplicar la nueva ordenanza obligatoria y bajar o quizás simplemente mantener estable un impuesto que siempre ha sido discutible por las diferencias entre el pago y los servicios recibidos? ¿Y todo ello en un Ayuntamiento con una deuda asumible, con superávits contables año tras año y con remanentes que se utilizan en parte para bajar deuda, es decir, para pagar a los bancos como muy bien puso de manifiesto el portavoz republicano?

No tengo demasiadas esperanzas en la reflexión interna, es cierto. Tengo más esperanzas en que el votante potencial de todas y de cada una de las fuerzas, los ponga a todos ellos frente al espejo. Poner el acento en lo que une y meter en el zurrón de las cuentas pendientes lo que separa. Poner la ciudad sobre la mesa y el ideario tópico donde está siempre: en las nubes.

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