15 de enero 2019
No estuve, claro, porque yo a estos eventos no voy aunque me inviten, pero siempre tengo alguna garganta muy profunda que me da detalles apasionantes de los pesebres a los que soy resueltamente contrario. Los chicos y la chica del FIC le montaron una cena a Pujana para que se explicara, como antes se la montaron al viejo Capdevila para lo mismo, y lo único que consiguieron fue que, en la última, los del PP de toda la vida se lo pasaran en grande, y que los que esperaban alguna locuacidad del ugetista, se lo pasaran en pequeño. Parecía que Pujana estaba presto a hablar y a explicar las puñaladas recibidas cuando literalmente le echaron a patadas del Ayuntamiento, pero sigue siendo el cagarín de toda la vida, que se raja en los momentos cumbre. Acepta lo de las puñaladas pero sigue sin atreverse a explicar quien andaba engolado tras el antifaz y eso que lo conoce bien, de cerca y de antiguo. No nos hace ninguna falta a los mortales que nos diga quien ideó la trama, quien la desmadejó hasta dejarle sin hilo y quien fue con el cuento a las autoridades sociatas que le podían forzar a decir adiós, porque todos lo sabemos. Él, el primero. Pero sigue sin querer hacer un feo público, lo que no sé si interpretar como cortesía o como prevención, de modo que el día de la cena dijo que sí, que le habían hecho la cama, pero no quiso identificar al jefe de los camareros. Muy previsible, conociendo al personaje.
Lo patético no fue eso, sin embargo. Lo patético fue que sigue proclamándose socialista sin partido pero dispuesto a socializarse con sus antiguos correligionarios para lo que se tercie, después de que ninguno de sus correligionarios rompiera el carnet del PSC cuando lo pusieron al pie de los caballos. ¿Se lo tenía merecido? Yo no tengo dudas al respecto. Nunca se pudo probar que se llevara 40 millones en un maletín, como él mismo se encargo de recordar en la citada cena, pero tampoco hacía falta la prueba. A muchos no nos queda un ápice de duda de que aquel ayuntamiento y los de después, fueron un festín de prebendas, abusos y libertinajes, porque no hubo control y porque hubo, como mínimo, disimulo por parte de todos los participantes, el alcalde el primero. El dinero público y todo lo público que no era dinero, tenía un solo dueño que hacía y deshacía en virtud de los caprichos, de las servidumbres o de las corrupciones, que de todo hubo. Y no es un invento mío. No hay más que asomarse a la hemeroteca de todos esos años para ver cómo se multiplicaron las denuncias en prensa que se acabaron cuando acabaron con los periodistas críticos, esos que pierden siempre. Muerta la prensa libre, se acabó la rabia coyuntural.
Lo que había que hacer después era inventarse la propaganda. Ya lo habían hecho antes, pero mientras hubo algo de prensa sin control, los instrumentos de propaganda resultaron caros e ineficaces. Caros, lo han sido siempre en l’Hospitalet, porque para dirigirlos han traído gente de fuera, próxima ideológicamente, o simplemente comprable. Ineficaces, porque la prensa municipal sin control público no es prensa creíble. No lo ha sido nunca. Ni siquiera cuando ejerce el monopolio, como pasa ahora. Lo que no quiere decir que no sea útil. Sería eficaz si realmente informara. Es útil, sin embargo, precisamente por todo lo contrario, porque no informa pero atonta. Y ese es el objetivo.
Para informar sobre la realidad es imprescindible sumergirse en ella. Vivirla profesionalmente. Y ello implica dos cuestiones: apasionarse por la misión social y poder vivir del trabajo que uno desarrolla. En l’Hospitalet, los que diseñaron desde el poder la prensa que querían, tenían claro exactamente cuál debía ser el objetivo: que los periodistas pudieran vivir más o menos de su trabajo pero, sobre todo, que no se apasionaran con su misión social. Un poco lo que se les exige a los funcionarios: que practiquen el servicio a la ciudadanía pero sin implicarse demasiado, no sea que terminen poniéndose en el lugar de los ciudadanos y se alarmen por tanta incompetencia.
Y eso es lo que tenemos: periodistas funcionarios. Sin pasión, pero con un sueldo para ir tirando. Viene a cuento porque los asistentes a las dos cenas que ya ha organizado FIC y a los actos previos que la entidad organizó el año pasado, me refirieron, un poco conformados por la circunstancia, que no vieron a ningún periodista municipal cubriendo la información. ¿Alguien se imagina una cena pública con Narcís Serra, con Pasqüal Maragall o con Joan Clos para hablar de su período como alcaldes en Barcelona, sin que BTV se hubiera siquiera presentado para informar? No, claro. Porque todavía hay estilos y dignidades. Los periodistas funcionarios de l’Hospitalet ni tienen estilo, ni tienen dignidad. Así de dramático, pero así de evidente. Lo siento por los chicos y la chica de FIC porque, a partir de ahora, aún cubrirán menos sus actos. Y el Consistorio extasiado, porque esos mismos periodistas funcionarios son los que consiguen que la gente de l’Hospitalet esté encantada de la ciudad en la que viven, ya que de ellos es de quien reciben la información sobre la ciudad, de la que se dotan prioritariamente según el barómetro demoscópico hecho público hace cuatro días.
Deben pensar que teniendo a tanta gente aturdida, narcotizada por la propaganda, nos engañan a todos. Quizás consigan los votos para no salir rebotados en la próximas elecciones, pero ocuparan el mismo lugar en la historia de la ciudad que el desdichado Pujana.