Estar en Babia para que las críticas no nos rocen

Ahora sí que creo que L’Estaca sirve para algo en esta ciudad. Me lo confirmó el grado de ostentación de Triple Q el día del pleno, con el movimiento de las manitas mientras leía un papel uno de los miembros de la Junta de FIC. Estuvo mirando hacia los lados, hacia el centro y hacia adentro, mientras hacía un corazoncito con los deditos para evitar escuchar lo que se decía, que aún antes de sonar sabía que ni le iba a gustar nada, ni le iba a interesar un pimiento. Cuando ya estaba hartito de permitir el discurso, se puso a mirar su pantalla para ver cuándo tenía que interrumpir porque estaba seguro de que la diatriba iba a durar más de 5 minutos. Lo que no sabía es que le iba a ahorrar al hablante un ahogo, porque no se podía leer más deprisa. Se le entendió todo, pero casi hay que llamar a emergencias para ponerle oxígeno al chavalín de FIC que ya tiene una edad, como casi todos nosotros.

Aquel desprecio indisimulado de Triple Q era el principal reflejo de lo incómodos que están siendo estos chicos de FIC e inequívocamente, del grado de influencia que está logrando L’Estaca. Cosa de la que me alegro por esta ciudad. Porque tener un medio donde se escriben cosas que escuecen a unos y a otros —escuecen a bastantes, por los lamentos que se perciben en todas las orillas: algunos de los cuales llegan en formato voz o en formato papel—, y que siempre garantice la sorpresa, es muy importante. Más importante que tener otros medios donde se escriben cosas que no escuecen a casi nadie: un género periodístico bastante más abundante por estos pagos.

Dicho lo cual, no deja de ser sorprendente que el gobierno no tenga bastante con los medios afines, con los medios parafines y con los medios casi enteros, y que tenga que echar mano de un barómetro para dorarle la píldora, como el que ha salido esta semana: difícil de creer, por lo menos. O las 1.500 entrevistas que dicen que se han hecho corresponden a gente que vive en l’Hospitalet pero podría vivir en el Kilimanjaro, o las 1.500 entrevistas forman parte del limbo universal que es ese lugar que no se sabe si existe o es inventado, o sencillamente está formado por personas que responden a preguntas que no les suenan.

Por ejemplo. Dice el barómetro que el 60% de los entrevistados considera que la ciudad ha empeorado en los últimos dos años pero el 66% —dos de cada tres vecinos—, está muy o bastante satisfecho de vivir en su barrio. No es que sean respuestas contradictorias porque uno puede estar muy contento del barrio en el que vive y percibir que la ciudad empeora, pero no me negaran que es un tanto extraño, especialmente cuando el 53% de los entrevistados también coincide en que los barrios van peor y eso ocurre en 4 de los 6 distritos de la ciudad.

Las cosas, según se percibe, van mal, pero los ciudadanos son tan sensibles que le dan un 5,7 de nota media a la gestión municipal, pese a que el 40% de los entrevistados piensan que la gestión ha ido a peor. Si percibieran que todo progresa adecuadamente el 10 les sabría a poco… Otra curiosidad: al 30% de los entrevistados, el cambio de alcalde les parece positivo pero el 80% no tienen ni idea de quién es el alcalde. De donde se deduce que nadie sabe nada, que todo cambio está bien valorado o que simplemente lo que había antes del nuevo alcalde les escocía bastante. Con decir que casi el 90% de la población entrevistada no conoce a un solo concejal está todo dicho y que la concejala más conocida es Lola Ramos, que ni siquiera forma parte de la Junta de Gobierno, ilustra sobre cómo están las cosas y del interés que puede tener un barómetro como instrumento de valoración del estado de la ciudad, donde lo que está claro es que casi nadie sabe nada y que todo se contesta por puro azar.

Según el Ayuntamiento, el barómetro le ha costado a cada hospitalense 0,10 euros. Lástima de dinero empleado para conocer poca cosa o para conocer demasiada, vete a saber. No sabría decir qué es peor, si estar seguros de que se responde al azar o simplemente descubrir que ésta es la auténtica realidad de lo que tenemos. En cualquier caso, mucho dinero para tan poca utilidad que podría dedicarse a cosas más sensatas. Ahora he recordado, por ejemplo, que el CB l’Hospitalet no pudo ascender  este verano de categoría porque no consiguió algo así como 50.000 euros que hubieran permitido poner el nombre de la ciudad en un lugar de prestigio deportivo. Renunciar a dos barómetros: ese era todo el esfuerzo. Claro que ver en los papeles que el equipo de gobierno saca un aprobadillo en la gestión, da mucho morbo. El mismo que descubrir que todo el mundo se siente orgulloso de vivir en una ciudad en la que de 1.500 entrevistados solo han oído hablar del alcalde unos 260.

Pareciera como que la ciudad estuviera en Babia. Y ojalá fuera así, porque Babia es un lugar idóneo para estar en ídem, porque no puede ser más hermoso, sosegado y relajante, el hermoso valle entre Asturias y León. Por cierto, que en uno de sus bellísimos pueblos hay una calle dedicada al magistrado R. Quirós, quien sabe si tío abuelo de otro que suele estar en Babia cada vez que le dejan, para que las críticas apenas le rocen: el insigne Triple Q de las manitas…