Cuarenta y tres años con los mismos (1)

A 193 días de las elecciones municipales cuando esto se escribe, todo parecería indicar que las cosas van a cambiar muy poco en l’Hospitalet. La última encuesta que he podido consultar, publicada en la prensa en el pasado mes de agosto, explicaba que “el PSC se muestra imbatible” y que con el 39,6% de los votos, conseguiría los mismos concejales que tiene ahora. Es decir, una nueva mayoría absoluta, a sumar a las otras ocho, de doce elecciones que se han celebrado desde 1979 en las que siempre, siempre, ha ganado el PSC.

Se diría que el l’Hospitalet que hoy tenemos lo ha hecho el PSC, que lleva gobernando, muy cómodamente, a lo largo de toda la historia de la democracia municipal, en un caso insólito si lo comparamos con el resto del área metropolitana de Barcelona. Afirmo que muy cómodamente, porque en las únicas tres elecciones donde no obtuvo mayoría absoluta hasta ahora (1979, 2011 y 2015) consiguió una mayoría consolidada de concejales (11 en 2015, 12 en 1979 y 13 en 2011, de 27) y gobernó con facilidad con Guanyem (2015), con ICV-EUiA (2011) y con el PSUC (1979). Excepto en estas primeras elecciones de 1979, donde la cosa fue más complicada, siempre marcando el ritmo, la política y las decisiones.

En 1979, l’Hospitalet ya era una ciudad extraordinariamente densa. Muchos la comparaban con Calcuta, en la India —yo escribí hace unos años un libro que se titula Acollidora Calcuta y que solo habla de l’Hospitalet. En aquellos años, el PSUC hizo bandera del problema urbano en la ciudad e hizo famoso el slogan electoral de “Ni un bloque más” que era una de las cantilenas más coreadas en las manifestaciones de vecinos durante la Transición. De aquel l’Hospitalet deshilachado y caótico, pero todavía con bastante patrimonio inmobiliario histórico y con notables espacios libres aunque desordenados, se ha pasado a este l’Hospitalet, donde los gobernantes locales en una vorágine que empezó en 1983 y que se ha acentuado gravemente desde 2008, se han comido el territorio que quedaba libre y han despreciado literalmente el patrimonio histórico de la ciudad. Ahora, aquel l’Hospitalet difícil de arreglar, excepto para gobernantes que amaran la ciudad que no ha sido el caso, se ha convertido en la ciudad más densa de Europa, en declive absoluto por lo que respecta a la satisfacción de las necesidades de sus residentes.

Y aun así, las encuestas afirman que el PSC, que ya lleva gobernando la ciudad más que los alcaldes de la dictadura —exactamente 43 años—, “se muestra imbatible”. Se diría, por lo tanto, que los hospitalenses se sienten a gusto viviendo en la ciudad más densa de Europa, con menos metros cuadrados de zona verde por habitante de todo el área metropolitana, a la cola en servicios e infraestructuras, con barrios degradados donde se hacinan crecientes oleadas de emigrantes llegados de todo el mundo con un deseo firme a tenor de los últimos estudios sociológicos realizados en la ciudad: marcharse a otras zonas más habitables en cuanto se presente la primera oportunidad. L’Hospitalet es, para ellos, no un lugar de acogida sino un simple refugio provisional hasta estabilizar su vida y su economía, para encontrar un espacio donde echar verdaderamente raíces. L’Hospitalet no parece ser su ciudad, sino una estación de tránsito provisional. De ahí que, en algunos de esos barrios de urbanismo febril y hacinamiento familiar, se produzcan los índices más considerables de abstencionismo electoral en las elecciones municipales.

Más allá del enorme conglomerado de emigración que trabaja donde puede y solo va a l’Hospitalet a dormir para poder madrugar al día siguiente, tiene que haber en la ciudad muchos ciudadanos satisfechos de ser gobernados por este PSC, porque si no, no se entienden los datos. Es verdad que ya estamos lejos de aquellos porcentajes y votos de los años 80 donde votaron a los socialistas entre 75.000 y 86.000 vecinos. En 2015 solo les votaron 31.000 vecinos, aunque en las últimas, las de 2019, les votaron 12.000 electores más: 43.696, exactamente. Es decir, entre 31.000 y 86.000 votos, es lo que el PSC local se lleva en cada elección. De modo que esos votos son los que en cada elección marcan una mayoría considerable de concejales y, en varios casos, por encima de los 35.000 votos, la mayoría absoluta.

Claro que todo esto es muy relativo, porque lo que cuenta de verdad no son los votos directos sino los porcentajes, y estos se mueven en virtud de los votos válidos emitidos. De modo que en una ciudad como l’Hospitalet, nos gobiernan por mayorías absolutas porcentuales gracias a que la participación ha fluctuado siempre en las elecciones municipales entre el 64,1%, en las de 1987 y el 46,7%, en las de 2007. Es decir, cuando más han votado en la ciudad —en las municipales—, han votado solo 2 de cada 3 vecinos con derecho al voto y cuando menos, ha votado algo menos de 1 de cada 2. Con este dato se hace fehaciente el sentimiento de pertenencia. En general, si te sientes partícipe del futuro de tu ciudad, intentas poner al frente de tu ayuntamiento a gente que te represente lo mejor posible. Si no sientes la ciudad como algo tuyo, si la sientes como algo simplemente provisional, no te muestras concernido en la elección de tus concejales. Toda la política L’H (las siglas que se vendieron como un icono de pertenencia) ha servido para lo que ha servido: la imagen no resuelve los problemas. Los problemas los resuelve la gestión.

En democracia deciden los que votan, es cierto. Y como votar no es obligatorio, los que no votan —y los que votan también— deben someterse al criterio de la mayoría. Pero una democracia donde la gente no vota, no es una democracia fuerte, consolidada, eficaz, aunque nadie se moleste en denunciarlo. En una ciudad donde solo vota un porcentaje bajo de electores, la democracia es débil y el gobierno resultante poco representativo. Cuando eso ocurre durante 43 años seguidos es que algo funciona muy mal.

Un ejemplo concreto. En las últimas municipales de 2019 el PSC fue la fuerza más votada con 43.696 votos válidos. El censo electoral ascendía a casi 177.000 personas con derecho a voto, de un total de casi 265.000 habitantes totales. Con esos resultados, el PSC obtuvo 14 concejales y mayoría absoluta. De hecho, apenas el 25% de la población que podía votar le dio al PSC la mayoría absoluta para hacer lo que le diera la gana en la ciudad durante 4 años. (Sí aplican el programa electoral, nos dirán, no hacen lo que les da la gana. Bien, discrepo de esa posible afirmación: si aplicaran el programa electoral sería comprensible. Lo cierto es que hacen mucho de lo que no aparecía en el programa y dejan de hacer mucho de lo que si aparecía…)

En las elecciones del 2019 se presentaron en la ciudad 16 candidaturas, la vez que mas. Entre todas ellas consiguieron 56.700 votos, es decir un 32% de los votos válidos frente a casi el 25% del PSC. Pues bien, en virtud de la Ley Electoral, esos 56.700 votos se convirtieron de hecho en solo 13 concejales y de las 16 candidaturas solo 5 consiguieron representación. Es verdad que en las candidaturas había de todo desde la perspectiva del arco ideológico y por lo tanto, no son votos homologables. Pero no es menos cierto que todos ellos competían con el PSC para arrebatarle la hegemonía electoral, consiguieron en conjunto más votos pero, de facto, no han podido hacer más que protestar a lo largo de los últimos 4 años. 43.696 votos han dictado la política a seguir frente a 56.700 votantes que no querían que les gobernara el PSC y frente a otros 76.500 vecinos que no se sintieron concernidos en la contienda electoral. De hecho, 44.000 ciudadanos han dictado la política de l’Hospitalet de estos últimos 4 años, repercutiendo sobre la vida de los 265.000 habitantes que ha tenido de promedio la ciudad durante este período. Y esto, este año. Cuando el PSC sacó solo 31.000 votos, pasó exactamente lo mismo. Esta ha sido hasta ahora la cruda realidad.

Resulta del todo insólito que durante más de cuatro décadas, nadie de quienes intentan hacer política en la ciudad se haya preguntado seriamente qué nos está pasando. Malo, si nadie se lo ha preguntado, pero todavía mucho peor si alguien se lo ha preguntado y no ha tratado de profundizar en el relato. La historia es muy elocuente al respecto porque en once elecciones, salvo el PSUC en 1979, ninguna candidatura que no fuera el PSC ha conseguido superar la media docena de concejales. Y quien consiguió ese número de concejales fue el PPC en 2011, es decir la derecha de la ciudad que, con los 2 concejales de la ultraderecha en esas mismas elecciones, obtuvo unas cifras de representación inauditas y que no ha conseguido superar. Con esas cifras, tanto las fuerzas nacionalistas como la derecha o la izquierda transformadora tendrían que haberse interrogado a fondo para ver que estrategia de fondo se hubiera tenido que seguir, con la vista puesta quizás no en las siguientes elecciones sino en un horizonte algo más lejano. No se hizo, y el PP jamás superó los 6 concejales, CiU jamás superó los 5 de 1991, los mismos que ERC en el 2019, Ciudadanos los 4 de 2015 y de 2019, y las fuerzas que con distintas siglas han estado a la izquierda del PSC (desde ICV hasta En Comu Podem) con excepción del PSUC en 1979, jamás han pasado de 4 concejales (los que obtuvieron en 1995).

Teniendo en cuenta la estructura de la población, que ha ido cambiando pero que se mantiene probablemente en el espectro de la clase trabajadora e inmigrada con escasos recursos económicos y una formación elemental, tanto la derecha españolista como las fuerzas nacionalistas lo tienen a priori crudo para conseguir un apoyo suficiente para gobernar con holgura. No es imposible, en línea con las coyunturas cambiantes a nivel general, puesto que en fases de crisis ideológica la derecha españolista suele hacerse fuerte y en fases de radicalismo nacionalista, tanto ERC como CiU —o lo que representa—, pueden adquirir relieve. Pero no es lo más predecible. Lo que sonaría más lógico es que una izquierda alternativa, con solvencia de cuadros y una estrategia política destinada a mejorar las condiciones de vida de la ciudadanía y a revertir las políticas de clientelismo, propaganda y de depredación urbana que se ha impuesto con los años, pudiera plantearse seriamente tomar el relevo de la gobernación de la ciudad y dar esperanzas de futuro a la ciudadanía y perspectivas de reconstruir la ciudad.

Nada es gratuito. L’Hospitalet jamás fue una ciudad consolidada en la organización de la rebeldía civíca. Se llegó a la Transición un poco a remolque de la eficacia organizativa de los principales municipios del Baix Llobregat. Se trabajó intensamente entre 1976 y 1979 con mucho talento político colectivo y mucha práctica reivindicativa en la calle, pero todo declinó en 1980 con la ruptura del PSUC y la deriva institucionalista que adquirió la parte más lúcida del eurocomunismo hospitalense. Era normal que la debacle hundiera las perspectivas de los años inmediatos y que se pasara de 11 concejales a 2 entre 1979 y 1983. Lo que ya cuesta más de digerir es que en 1987 y 1991 se sacarán 3 concejales; en 1995, solo 4; en 1999, 1; en 2003, 3; en 2007 y 2011, 2; en 2015 y en 2019, otros 3 con siglas distintas…

Una parte importante del resultado es la poca afinidad demostrable del votante hospitalense, pero no me podrán negar que buena parte del problema radica en la alternativa. Y de la alternativa les quisiera hablar en el próximo artículo de esta serie. Hasta entonces.

La ciudad del pelotazo

Hace un par de días aparecía en la prensa la noticia de que el Ayuntamiento de l’Hospitalet estaba dispuesto a competir con unas cuantas capitales de provincia españolas para que la ciudad fuera la sede de la Agencia Espacial española, una delegación de la Nasa europea que el gobierno central quiere ubicar fuera de Madrid para descentralizar actividades de cierto calado. El último pleno municipal de octubre aprobó de urgencia presentar la candidatura con la única abstención de los concejales de ERC, poniendo de relieve que a casi nadie le disgusta que l’Hospitalet compita con Sevilla, con León, con Palencia, con Ciudad Real, con Huelva, con Teruel, que son capitales de provincia —todas ellas con menor población que l’Hospitalet excepto la  primera— además de con las principales islas canarias (Gran Canaria y Tenerife) y los municipios de Tres Cantos, San Javier, Cebreros, Yebes, Cabanillas, Robledo, Puertollano o Elche —que en su mayoría tienen mucha menos población que algunos de los barrios hospitalenses más poblados.

Las condiciones para ser sede de la agencia espacial tienen en cuenta la posición estratégica (cerca de un aeropuerto internacional y de una línea del AVE) y contar con un espacio superior a les 3.000 metros cuadrados disponibles para esa infraestructura. L’Hospitalet parece tenerlo todo, especialmente una vocación megalómana, de la mano de su principal instigadora, la alcaldesa Marín, que quiere codearse con todas las élites posibles. Tiene de todo excepto, por ejemplo, los mínimos metros cuadrados de espacio verde por habitante que recomienda la OMS (la OMS recomienda entre 10 y 15 m2/hab y l’Hospitalet apenas llega a 4). Es decir, para la Agencia Espacial el ayuntamiento va a buscar 3.000 metros cuadrados libres, pero para sus habitantes ha sido, es y será incapaz de conseguir las zonas verdes que necesitan para poder vivir con dignidad civil y calidad sanitaria. Pero eso no es todo.

El ayuntamiento no encuentra, porque no existe, espacio libre para construir polideportivos (planeaba cargarse un parque en Santa Eulalia para ubicar un polideportivo que reclama el barrio, un hecho insólito que no se recuerda en ningún otro municipio del país), ni espacio libre para ubicar una urgente nueva escuela en La Torrassa, ni un edificio público en condiciones para instalar una biblioteca que ha cerrado también en Santa Eulalia. Va a buscar 3.000 metros cuadrados para la Agencia Espacial pero ha sido, es y será incapaz de dotar a la ciudad de un teatro municipal en condiciones en una zona céntrica (hay uno en Collblanc en un lugar recóndito), de modo que las escuelas que quieren organizar un acto de fin de curso se ven obligadas a solicitar un teatro en Cornellá e incluso en Sant Joan Despí porque en su ciudad no existen esas infraestructuras. En cambio, para el Cirque de Soleil el Ayuntamiento ha tenido espacio, cediéndole casi 20.000 metros cuadrados para que pueda desarrollar sus espectáculos; para el grupo Planeta Formación, un edificio entero donde estaban los antiguos juzgados, con casi 11.000 metros cuadrados para la enseñanza privada, etc.

Pero como que, en definitiva, esta política de escaparate sin fin no le provoca desgastes y solo una epidemia de náuseas a los que lamentan esta destructiva hipoteca del suelo municipal y del escasísimo patrimonio público, ya se han ofrecido al Hermitage para que ubiquen el Museo que no quiso Barcelona en la antigua fábrica Godo y Trias (otros 15.000 metros cuadrados); hace cuatro días ofrecieron las instalaciones públicas de la antigua fábrica Albert Germans (casi 2.000 metros cuadrados) para un centro de formación de Renfe y ahora preparan la candidatura para la delegación española del espacio.

Estos son los últimos capítulos de esa deriva megalómana. Porque lo cierto es que se inició con la cesión de 240.000 metros cuadrados para la ampliación de la Fira de Barcelona en terrenos municipales hace ya unos cuantos años, que se verá ampliada con otros 60.000 metros cuadrados más en 2024, la participación municipal en la sociedad Fira 2000 que hasta ahora solo ha traído a las arcas municipales gastos permanentes y, ya más recientemente, un par de propuestas extemporáneas cuyo alcance todavía resulta incierto aunque cada vez más turbador: el proyecto de distrito cultural en las naves abandonadas del polígono industrial de la Carretera del Mig y allí donde se puede ofrecer suelo barato a galeristas, artistas de vanguardia y productores varios y el proyecto del biopol sanitario estrechísimamente vinculado al desarrollo del último espacio especulativo de gran alcance que le queda al municipio, entre el nus del Llobregat y el hospital de Bellvitge a ambos lados de la autovía.

La pregunta obvia es qué gana la ciudad con todos esos proyectos externos y toda esa cesión de metros cuadrados a negocios que no persiguen ningún beneficio objetivo para la ciudadanía hospitalense, como no sea un beneficio subsidiario (poder ir al estreno del Cirque de Soleil antes que nadie, tener unas cuantas becas en Planeta-Formación y los ingresos del canon que pueden garantizar los gastos crecientes del presupuesto municipal, entre ellos los sueldos astronómicos que cobra el equipo de gobierno y el resto del Consistorio).

La otra gran pregunta, no tan obvia, pero del todo imprescindible es qué gana el equipo de gobierno con todo este aparataje entre programático y propagandístico. Porque si esa política no va dirigida a beneficiar a la ciudadanía, ni a beneficiar a la ciudad infraestructuralmente y en cambio, apuesta decididamente por una hipoteca del desarrollo futuro de l’Hospitalet, ya que el patrimonio cedido estará en manos privadas durante décadas, solo puede tener una explicación: beneficia en exclusiva a quienes la promueven.

Hay un beneficio objetivo que tiene mucho que ver con la megalomanía: haciendo cosas grandes con las élites, acabas convirtiéndote en élite, codeándote con la élite, compartiendo honores con la élite y sintiéndote como si vieras el mundo desde arriba. Esto, para gente que lo único que ha hecho en la vida ha sido apuntarse oportunamente a un partido e ir escalando posiciones hasta la cúpula, tiene que dar una cierta sensación de vértigo y el equívoco de considerarte muy inteligente o muy hábil, o las dos cosas al tiempo. Pero el otro beneficio resulta mucho más viscoso, porque lo cierto es que en todas estas operaciones de proyectos inmobiliarios y cesiones de derechos y de espacios, suele moverse muchísimo dinero. Y este no es precisamente un país donde están proscritos los vicios económicos.

Me hizo pensar en esta parte del beneficio oculto, un ladillo destacado y un párrafo entrecomillado y con negritas, de una crónica que publicó el sábado día 5 un digital conservador: “Es el gran pelotazo que preparamos. Queremos hacer de Hospitalet la capital europea de la biomedicina del sur de Europa”. Ponían esta frase pronunciada desde el ayuntamiento de la ciudad, para explicar el bioclúster Innovación y Salud que impulsa el Ayuntamiento de la mano de la Generalitat y los profesionales sanitarios del Hospital de Bellvitge, el Duran y Reynals,  Sant Joan de Déu, además de unas cuantas universidades, algunos laboratorios, centros de excelencia y hospitales de media Europa. Una zona de 23.000 metros cuadrados más al servicio del negocio, en los que se invertirán 50 millones de euros, que se pondrá en marcha el año que viene y que producirá 700 puestos de trabajo. O eso dicen.

La crónica citada no tenía desperdicio porque apuntaba claramente en una dirección y lo decía expresamente: “El Ayuntamiento de la localidad, limítrofe con la capital catalana, desarrolla una estrategia que pasa por reivindicar todos los proyectos que rechaza Ada Colau”. Y ponía como ejemplo el distrito cultural, donde los productores huyen de los alquileres de Barcelona y del 22@ y l’Hospitalet les ofrece mucho suelo, muy barato y con ayudas fiscales; los hoteles de lujo que Barcelona postergaba y que l’Hospitalet acogió sin demora o los proyectos del Hermitage o del Cirque de Soleil. Todo ello para poner el dedo en el ojo de Colau, ahora que se acercan las elecciones, con los socialistas en Barcelona queriendo sacar tajada de la mojigatería de los Comuns. Una estrategia extraña, teniendo en cuenta que la señora Marín puede que saque mayoría absoluta en su ciudad pero puede que no y que, aunque gane, con quien mejor lo tendrá para gobernar será precisamente con los Comuns de su pueblo. Porque para gobernar con ERC, tendrá que comerse algunos sapos, entre ellos a su cabeza de lista Jaume Graells, el sapo mayor que la acompañaba en la lista socialista del 2019 y que tiene que conocer unas cuantas interioridades divertidas…

De modo que ese gesto contra la Colau (un favor a Collboni) es un poco feo para los Comuns hospitalenses, aunque ya se sabe que la política local hace buenos compañeros de cama siempre que se duerma con una pinza en la nariz.

El caso es que hablar de pelotazo desde el Ayuntamiento o una de dos: o resulta una indiscreción lamentable o demuestra una impunidad sorprendente. En cualquiera de los dos casos pone de manifiesto que la estrategia política de los socialistas hospitalenses piensa en cualquier cosa excepto en beneficiar a la ciudad y a sus ciudadanos. Esto que se ve desde estos modestos anteojos de quien escribe, lo tienen que ver los que se dedican a la política local en la ciudad, que tendrían que estar haciendo malabares para intentar—por lo menos intentar—, derrotar a la candidatura socialista que ha demostrado sobradamente que no tiene política ciudadana, que lo único que le interesa es el escaparate público aunque para ello tenga que hipotecar el patrimonio, comerse el suelo libre y vender el suelo infrautilizado a precio de saldo para que hagan negocio aquellos que podrían hacer negocio en Barcelona pero a los que la señora Colau les pone firmes.

No otra cosa es ese invento del distrito cultural: mucho suelo, suelo barato y prebendas bajo la excusa de la cultura, aunque ya es sabido que la cultura le importa una higa a este equipo de gobierno que es capaz de cerrar una biblioteca y que no proyecta las infraestructuras culturales que la ciudad necesita, ni el soporte técnico y administrativo que la debería impulsar. No otra cosa es el bioclúster: puro negocio inmobiliario con la excusa de la investigación científica en una ciudad que lo que necesita con urgencia es más verde y menos cemento. No otra cosa es el Hermitage (uno de sus impulsores en Barcelona, el socialista Xavier Marcé, es un hospitalense histórico), otro proyecto que en Barcelona tenía un trasfondo inmobiliario y que en l’Hospitalet es una incógnita por el espacio en el que se podría instalar. Iniciativas que tienen una apariencia de ingenio y atrevimiento pero que en el fondo solo muestran escaparate y beneficio.

No puede extrañar entonces que, en un reciente estudio diseñado por Foment de la Informació Crítica de l’Hospitalet y realizado con estudiantes del Institut Can Vilumara sobre el barrio de La Florida, se ponga de manifiesto que el 85% de los jóvenes que allí habitan proyecten marcharse en cuanto puedan. Ese es el rasgo característico del vecino de la ciudad: huir de l’Hospitalet si hay alguna oportunidad. Lo se porque docenas de amigos de mi generación ya no viven allí donde compartimos tantos momentos, en general, todos aquellos que buscaban mejor calidad de vida que la que la ciudad les ofrece. El amable sello de la acollidora que con la LH quería ser un rasgo distintivo de la segunda ciudad de Catalunya, debería complementarse con esa ciudad del pelotazo que ellos mismos confiesan y cuyo objetivo es hacinar a los que no puedan marcharse y expulsar a los que tengan mejores horizontes. Esta es la política auténtica del equipo de gobierno: hacer imposible otro futuro colectivo que no sea el de ellos y el de sus familias. Lejos de l’Hospitalet cuando toque, naturalmente.

Confiar amb la loteria, ara que el PDU pot ser ja història

Com semblava previsible, perquè no és fàcil que l’alt tribunal de l’Estat revoqui sentències ben articulades d’interpretació de la legislació autonòmica que apliquen els tribunals superiors de justícia de les autonomies, el Tribunal Suprem ha rebutjat el recurs que en el seu dia van presentar a mitges l’Ajuntament socialista i la Generalitat d’ERC i Junts, contra el Pla de Desenvolupament Urbanístic Gran Via-Llobregat. A tots aquells als quals el projecte Marín ens semblava una aberració —amb una pila de precedents, desgraciadament— la notícia ha suposat una mena de bàlsam perquè ara es fa més difícil —encara no impossible— perdre per sempre els únics espais lliures del municipi, no ho oblidem, més dens d’Europa. Caldrà que prosperi la sol·licitud de declaració de BCIN que algunes plataformes ciutadanes van posar en marxa no fa gaire, però especialment que s’imposi una altra sensibilitat en el poder municipal que consideri que els bens declarats de l’interès que sigui, local, comarcal o nacional, passin de la pura retòrica a la plasmació real, és a dir, que els bens es conservin —no que s’abandonin, que és el que acostuma a passar— i que, a més, s’utilitzin, es posin al servei de la ciutadania.

La notícia ha estat, doncs, un bàlsam, però convé no perdre de vista la doble lectura. També és l’evidència del fracàs de la política. Uns quants diran: hi ha gent que mai està contenta. Malament si es perd un recurs com aquest i malament si es guanya, com ara ha passat. Permeteu-me una mica més de profunditat per explicar-me. Sóc dels que se n’alegra francament de la resolució del Suprem, però també sóc dels que detesten que assumptes com aquest els hagi d’acabar dirimint la justícia, que penso que està per fer justícia —i ara n’ha fet— però no per substituir la consciència social organitzada. El que trobo a faltar és aquesta consciència social organitzada que és la que hauria d’haver posat en cintura la decisió municipal fins a obligar el govern ha reconèixer que la seva postura envers el patrimoni és una aberració i és imprescindible que la modifiqui.

I modificar-la passa, necessàriament, no només per eliminar el PDU-Gran Via, sinó per canviar radicalment la seva política urbanística, tancar d’una vegada l’Agència de Desenvolupament Urbà, que s’ha convertit de facto en una agència de promoció del sol urbà a favor dels grans inversors i no pas en favor de la qualitat de vida de la ciutadania de l’Hospitalet, i renunciar a seguir ocupant més sol lliure, a requalificar més terreny industrial per convertir-lo en edificable residencial i a seguir facilitant el negoci immobiliari de molts pocs hipotecant el futur de tota la ciutat. Hipotecar el futur equival a mantenir enganyats els nous compradors, perquè ningú els explica que estan comprant ara un pis caríssim —no pas un pis de luxe, perquè un pis de luxe no és possible imaginar-lo en la ciutat més densa d’Europa— i que l’Ajuntament que permet que s’enriqueixin els de sempre no té cap previsió, ni cap terreny de titularitat pública, imprescindibles per poder construir els equipaments que necessitaran els nous residents d’aquí a quatre dies.

És evident que no estem en l’època en que el creixement del polígon de Bellvitge es va aturar al carrer, protestant contra la policia i ocupant la plaça de l’Ajuntament tantes vegades com va caldre, tirant a terra les tanques de les obres tantes vegades com era necessari i ocupant els solars plantant arbres i plantes. Tot allò era possible per dues raons: perquè els veïns estaven organitzats i sobretot perquè eren forts i confiaven en la seva força. L’organització i la força no van caure del cel: responien a una voluntat manifesta, la d’imposar la raó d’allò que era just i que els hi era negada pel pes d’una legalitat que només tenia en compte el dret de les promotores en prejudici directe de les necessitats de la ciutadania. Exactament igual que ara. Només que aleshores, vivíem sota una dictadura i ara vivim sota un monopoli formal del poder, i en tots dos casos, ambdós mantenen una perspectiva semblant sobre la ciutat i els seus ciutadans: la ciutat és patrimoni del poder local —com aleshores— i els seus ciutadans són simples súbdits —també com aleshores— que en l’actualitat poden tenir el dret a la pataleta —faltaria més, estem en una democràcia— però no el dret al control de les pròpies necessitats.

El Suprem, i abans el TSJC, avui han fet justícia, però fent-la, han posat de manifest la debilitat intrínseca de la nostra societat que ha de confiar en els que interpreten la legalitat, perquè el poder és incapaç d’escoltar la raó dels governats i, el que encara resulta més lamentable, perquè els governats no tenen la força necessària per fer-se escoltar. No oblidem que el recurs el va interposar una força d’oposició a l’esquerra del partit que governa. Va fer molt bé interposant el recurs, però resulta dramàtic que s’hagi de recórrer a la justícia perquè no és possible recórrer a la força de la raó organitzada.

No ens enceguem, però: recórrer a la justícia és purament una loteria i tothom que recorre a la justícia, i més en aquest país, ho sap, i ho reconeix. Els jutges interpreten les lleis i no tenen per què coincidir amb les interpretacions, de manera que unes vegades donen la raó als poderosos i altres vegades als febles. Els poderosos ho saben, però ells ho tenen en general molt millor: poden interposar tants recursos com calguin i si són poderosos amb poder local, comarcal o autonòmic, a sobre sense arriscar un sol euro propi. Els febles hem d’esperar un cop de fortuna, en aquest cas en forma de toga. I si es perd, mala sort i a pagar. Per això confiar en que la justícia imparteixi justícia, segons en quina part de l’estructura social t’hagi tocat, sempre és un risc. El que no és un risc és obligar a que s’escoltin els arguments sòlids del dret de ciutadania: el dret a que es respecti la qualitat de vida, la cobertura de les necessitats més peremptòries i la garantia d’estabilitat respecte del futur. I obligar, aquí i ara, és sinònim de força, solidesa, coherència i organització, envers els que vulneren els drets, en aquest cas, els que s’estan venent la ciutat a canvi d’un pressupost que els permeti gastar tan com vulguin en allò que més rendiments els hi doni.

Ja sé que en aquest cas no valen recursos. L’Ajuntament ha perdut el seu PDU, però  nosaltres només haurem guanyat alguna cosa si aprenem la lliçó i la propera vegada no ho confiem tot a la loteria.

Debate en torno a la calidad democrática en l’Hospitalet

Una imagen del coloquio

Texto de la intervención de Jesús Vila en el debate durante el Día Internacional de la Democracia, por Meet el 15 de septiembre de 2021

De acuerdo a lo que proponía el enunciado del coloquio, quiero hacer dos puntualizaciones iniciales.

La primera sería explicar lo que se entiende por calidad democrática desde la perspectiva de los países avanzados, claro está. Y la segunda, de qué modo esos criterios pueden ser analizados, yendo al detalle, en el caso de cualquier municipio, en este caso l’Hospitalet.

Antes que nada hay que precisar que todos estos conceptos (calidad, democracia, medición de la calidad democrática) son realmente endebles. Primero, porque forman parte de la voluntad de análisis periodístico y en el mejor de los casos, sociológicos, de medios del primer mundo, de manera que toman como un ejemplo de democracia, el sistema más perfeccionado posible del sistema representativo de partidos que hoy conocemos en el mundo occidental.

No hace mucho, hemos vivido el caso de las protestas cubanas. Para el DIQ (índice de calidad de Occidente) no hay duda de que Cuba se situa en el apartado número cuatro de los regímenes políticos del mundo: el que habla de sistemas autoritarios. Si escuchamos a la dirigencia cubana y a una parte de la sociedad organizada de la isla, lo suyo es una democracia popular que se rige por los principios marxistas-leninistas, donde el proletariado organizado impide que la burguesía tenga alguna posibilidad de alcanzar el poder.

De modo que, teniendo en cuenta estas salvedades, con las que no todo el mundo puede estar de acuerdo, vamos a utilizar el punto de vista canónico de lo que se entiende por democracia: esto es, un régimen político que garantiza, permite y cultiva cinco conceptos básicos. A saber: el pluralismo político, es decir la libertad de concurrencia de opciones diversas de representación ideológica y política con los mismos derechos y libertades. La participación política, que garantiza la participación social en la elección de sus representantes con total libertad. La cultura política, que implanta el respeto al resultado electoral y garantiza la estabilidad del sistema de las mayorías y de las minorías. Los deberes, los derechos y las libertades, no solo en los procesos electorales sino también en el desarrollo de la acción de gobierno, de la estructura del Estado y de las normas legales fruto del consenso social representado por el legislativo. Y, por último, el funcionamiento del ejecutivo y su control desde las instituciones y desde las estructuras de las que se dota la sociedad para la participación y el juicio crítico de la acción de gobierno.

Podríamos decir que si se cumplen estos requisitos hablamos de democracia occidental representativa, de manera que el Índice de Calidad Democrática vendría calculado sobre la base de los niveles de satisfacción de todos estos conceptos. Es decir, a mayor perfección en los resultados de los conceptos, mejor calidad democrática y a mayor imperfección, menor calidad democrática. Hay que insistir en ello porque seguro que muchos de los países que, con estas reglas, se situan en los peores niveles de calidad democrática, no estarían en absoluto de acuerdo. Y ya no hablamos solo de sus gobiernos, que es evidente que se mostrarían contrarios. Habría que poner en el mismo paquete a parte de sus poblaciones, de su sociedad. Y ahí habría mucho que hablar sobre la tolerancia social a los regímenes con peor calidad democrática.

Pues bien, de acuerdo con estos índices de calidad democrática, los países del mundo se dividen en cuatro categorías. Los que “gozan” de una democracia plena; los que gozan de una democracia imperfecta, aquellos que tienen sistemas híbridos y los que “sufren” regímenes autoritarios. Permitirme la licencia de hablar de sufrimiento en este último concepto porque parecería evidente que los regímenes autoritarios “se sufren” y “no se gozan”. Pero tampoco puede haber certezas absolutas en este punto porque tampoco se puede decir que todo el mundo goza de las democracias perfectas o imperfectas ni probablemente todo el mundo sufre los regímenes híbridos o autoritarios.

Para evadir prejuicios acerca de estos datos de calidad democrática permitirme que os diga que en el año 2020, España formaba parte del grupo exclusivo de los 20 países de democracia plena, aunque en el número 19 de esos 20, mientras que, oh! sorpresa, nadie diría que Portugal, por ejemplo, forma parte de los países de democracia incompleta y todavía parece más inverosímil que Italia también esté en ese grupo e incluso Estados Unidos de América, que presenta un 7,96 de DI sobre 10, mientras que España tiene un 8,08 sobre 10.

El DI, por cierto, no da para mucho más. Solo hay que decir que, de acuerdo con estos datos, el 47,8% de los países del mundo (reconocidos por la ONU) viven en democracias plenas o imperfectas y el 52,2% en regímenes híbridos o autoritarios y, por lo tanto, ajenos a los esquemas de democracia representativa de tipo occidental. Y que todos estos índices, que contemplan 60 indicadores distintos, varían año tras año con subidas y bajadas de los países en el rànking. (pausa)

La segunda parte de mi intervención querría aproximarla a la realidad municipal concreta. Y permitirme que lo haga volviendo un momento a la esencia del régimen democrático occidental. Desde mi modesto punto de vista, los cinco conceptos básicos (pluralismo, participación, etc) que son importantes para ponernos de acuerdo sobre de qué estamos hablando, esconden otra característica esencial de lo que debe ser la democracia y esto si que valdría para todo tipo de democracias, incluidas esas democracias tan especiales que son las democracias populares o aquellas que reciben calificativos para significarlas, porque no pueden ser homologables en derechos y libertades, como lo fue en su día la democracia orgánica franquista.

Para que haya democracia si algo resulta imprescindible es el acceso, la elección y el control. Es decir el acceso al poder, la posibilidad real de acceder al poder. La capacidad de poder elegir y ser elegible, y la existencia o no de control sobre la gestión y el gobierno. Si se tiene vedado el acceso al poder, si no hay posibilidad real de ser elegido o de elegir, o si es imposible controlar a quien ostenta la capacidad de gobernar, no hay libertad y, en consecuencia, no existe eso que puede llegar a definirse como democracia.

Ya hemos visto que en 2020 España gozaba de un régimen democrático pleno, más pleno que Italia, más que Portugal o Estados Unidos, no digamos ya más que China o Rusia… pero, descendiendo al terreno más doméstico, si no hay posibilidad de acceder al poder, si no hay posibilidad de elegir y si no puedes controlar, hay un déficit en los valores de la democracia tal como debiéramos entenderla.

Analicemos un poco cada uno de los apartados. El acceso al poder; que es lo único que garantiza un cambio de poder. El acceso no depende solo de querer acceder al poder. Tienen que darse también las condiciones. De nada sirve querer cambiar el poder, poder acceder al poder mediante recambio, si no hay alternativa. Si no se fabrica la alternativa. En l’Hospitalet, desde hace 42 años, gobierna la misma fuerza política. Y eso no es solo que la ciudadanía elige siempre a los mismos. Es que no hay una alternativa sólida, fuerte, reconocible, que permita el recambio. La realidad es que, en las elecciones municipales en l’Hospitalet, del 64% de participación electoral registrada en los años 1983 y 1987 se ha pasado a entre el 42,5% y el 54,8% en las 6 elecciones de este siglo siendo la última, la de menor participación electoral de toda la serie. Es decir, el electorado se desentiende, pierde su capacidad de involucrarse en el desarrollo de su propia sociedad, si no ve posibilidades reales de cambio, y termina por no ir a votar.

No ir a votar irrumpe de lleno en la otra condición, la de poder elegir (la de poder ser elegido si no existe organización social que garantice esa posibilidad). Y finalmente, esa desmotivación, ese desentenderse, implica la pérdida paulatina de la otra condición: la capacidad para controlar al poder.

Y esa incapacidad del control social provoca en el poder un síntoma que incide de lleno en la calidad democrática: la patrimonialización del poder. El considerar la ciudad patrimonio del partido; y como el partido cada vez es más un núcleo de poder endogámico, poco numeroso y muy poco fluido, encorsetado por el amiguismo y las servidumbres, la ciudad acaba siendo patrimonio de muy pocos: los que tienen el poder ejecutivo y de gestión, que hacen y deshacen con la ciudad como si se tratara de su finca particular, consideran a los trabajadores, sus trabajadores, y el presupuesto, sus recursos propios para hacer lo que piensan que hay que hacer sin temor a obstáculos de ningún tipo.

Hete aquí como en un país de democracia plena, las realidades municipales de una parte muy substancial del territorio situan el contenido democrático, muy probablemente, a la altura de lo que debe suceder en los municipios de países considerados híbridos o directamente autoritarios.

Ya digo, unas cuantas notas para impulsar la reflexión y para pensar en el futuro…

Gracias a todos.

Els organismes sanitaris còmplices d’operacions immobiliàries?

Les operacions urbanísitiques de l’equip de govern són contestades. A la fotografia, un moment de protesta de diumenge per aturar més vivendes a Cosme Toda

La setmana passada, una nota de premsa municipal explicava la trobada a la ciutat del grup promotor del clúster biomèdic que l’alcaldessa Marín proposa fer a la ciutat cada vegada que necessita demostrar les immenses capacitats per inventar-se coses que la treguin de la patètica imatge de decrepitud que arrossega. M’estic referint a la ciutat, no a l’alcaldessa, tot i que a ningú li haurà estranyat la confusió si és que l’ha comès. I em refereixo a la ciutat, perquè malgrat la retòrica oficial, cada vegada està prenent més relleu la imatge certa que l’Hospitalet és la ciutat més densa d’Europa justament en uns moments en què la densitat demogràfica, la massificació urbanística i la saturació del territori són qüestions negatives a nivell metropolità, comarcal, autonòmic, nacional i internacional i ho seran més a mesura que la crisi ambiental, l’escassedat energètica, les dificultats de mobilitat, la manca d’equipaments de qualitat, la massificació dels serveis essencials, l’absència d’espais lliures, el perill pandèmic successiu i la previsible crisi econòmica, d’ocupació i de recursos que s’albira, prenguin carta de naturalesa.

La situació seria dramàtica per com estem a l’Hospitalet, si a la ciutat no s’aixequès hores d’ara ni una sola grua, si fes ja almenys un parell de mandats que s’hagués aplicat una moratòria constructiva. Continuaríem molt malament, extraordinàriament densificats i sense poder garantir un mínim de qualitat de vida a la ciutadania. Hem de pensar que si tots els hospitalencs i hospitalenques sortíssim al carrer a l’hora, ens trepitjaríem per les voreres i els vehicles no podrien circular perquè les voreres serien insuficients per assumir el cabal humà existent. Hi ha censades a la ciutat, 260.000 persones més o menys, però els més coneixedors de la realitat expliquen que als barris del nord hi ha no menys de 50.000 passavolants que viuen a l’Hospitalet d’estranquis, entre altres coses perquè les inscripcions al padró es gestionen lentament a propòsit. Ja dic que la situació seria dramàtica si s’haguessin congelat les edificacions en els darrers quatre anys, però seria disculpable pels que haguessin construït la moratòria i l’haguessin recolzat. La realitat és que no solament l’equip de govern ha treballat a favor de la moratòria sinó que en els darrers quatre anys ha omplert la ciutat de grues, està liquidant l’escassíssim espai lliure que queda, i està esforçant-se a recórrer tot allò que els tribunals rebutgen en matèria urbanística. La història dirà de l’alcaldessa Marín, el mateix que la història està dient de l’alcalde Matías de Espanya, que van ser un càstig dels déus per aquest territori, amb l’agreujant que España era un noble feudal que satisfeia les seves megalomanies però servia a la seva classe, mentre que la Marín va néixer modestament a Collblanc però està fent milionària a gent que no trepitjaria aquest barri ni per repartir almoina.

De fet, si som sincers, la Marín només deixa fer, embolicada per discursos més aviat equívocs, em temo. Els que parlen amb els promotors, dibuixen els plànols i fan estudis d’inversió viuen a Sarrià, a Pedralbes o a Sant Cugat. I a ells, el que passi a Gran Via 2, o a Sant Josep o a la Rambla Marina se’ls hi en fot. És possible que mai hagin trepitjat l’indret directament i que mai el trepitgin. Ells fan la feina tècnica i milionària que l’alcaldessa s’encarrega de publicitar, com pot.

Com pot. I és veritat que cada vegada pot menys, perquè cada vegada resulta més aclaparadora la realitat de una ciutat destruïda fins els fonaments. Per això resulta tan sorprenent que encara hi hagin organismes i professionals, que més enllà del resultat final d’aquestes coses que s’inicien —i a l’Hospitalet s’inicien moltes però les úniques que culminen són les immobiliàries— es prestin tan grollerament a l’espectacle sense mesurar fins a quin punt els perjudica.

Em refereixo directament a l’IDIBELL, a l’ICO, a l’Hospital Universitari de Bellvitge, a l’Àrea Metropolitana Sud de l’ICS, a la Universitat de Barcelona i a l’Hospital de Sant Joan de Déu que semblen haver-se cregut aquesta comèdia del pool biomèdic, darrere de la qual hi ha en exclusiva el projecte de menjar-se el darrer espai lliure de la ciutat, l´únic espai encara agrícola del terme per edificar, edificar i edificar… i beneficiar als propietaris del sòl i no pas a la ciutadania d’aquesta soferta ciutat.

La nota de premsa municipal ni tan sols s’amaga: “El clúster biomèdic vol contribuir a potenciar i consolidar un ecosistema de salut a Catalunya que afavoreixi una nova economia basada en la innovació i el coneixement al territori metropolità, així com la localització de noves empreses a partir de la transformació urbanística de l’àrea de Bellvitge.”

L’objectiu no te res a veure amb la ciutat i de la ciutat ni tan sols se’n parla. Fan veure que compta Catalunya i el territori metropolità, però sobretot el que compte és transformar urbanísticament l’àrea de Bellvitge. A ningú se li amaga que darrera aquesta floritura hi ha un projecte de 442.000 metres quadrats d’oficines, 126.000 de sostre comercial i 63.000 d’hotels i la resta són escorrialles per fer empassar l’autèntic negoci.

Que això ho faci l’ajuntament de la ciutat és una desgràcia pels hospitalencs i les hospitalenques, però són els hospitalencs i les hospitalenques (43.000 dels 180.000 electors cridats a les urnes el maig del 2019) els que així ho han volgut. Però el descrèdit dels organismes que participen del projecte sense preguntar-se què estan fent en aquesta operació, només els pot reportar desprestigi a nivell estatal i previsiblement a nivell internacional, quan es divulgui que alguns organismes encarregats de la salut pública —i que tant es vanen de l’enorme treball que fan en aquest sentit— estan deixant-se utilitzar com a còmplices d’operacions urbanístiques de la ciutat més densament poblada d’Europa, que vol dir la ciutat amb pitjors condicions objectives de qualitat de vida, amb serveis sanitaris pèssims i amb un pronòstic de futur que esgarrifa.

Caldria que s’ho fessin mirar. Qui es fica al llit amb nens petits, es lleva amb el cul mullat, diu un refrany català. Potser estarà bé recordar-los a aquests representants d’organismes que s’han guanyat el prestigi sobre la base de la seva coherència professional, que les operacions urbanístiques de l’equip de govern són contestades hores d’ara per la totalitat de l’oposició municipal, per una quantitat important d’entitats cíviques i per una ciutadania que malgrat la desestructuració social que l’ajuntament ha propiciat sobre la base del clientelisme, ja comença a mobilitzar-se davant l’escàndol.

Texto de Jesús A. Vila en la presentación del libro: “Jaume Valls, todo lo que pude”

Moltes gràcies a tots per acompanyar-nos en aquest acte de presentació del llibre que resumeix, la vida, els somnis, els treballs, els sacrificis, les esperances, els encerts, també els errors, les victòries i els fracassos del nostre estimat Jaume Valls, que tan es mereix estar avui rodejat de la gent que l’estima i de la gent que no oblida la seva entrega i la seva generositat. Gràcies a tots per estar aquí, perquè el llibre que avui presentem és una excusa legítima i honorable per tenir-lo a prop i per poder expressar-li el nostre reconeixement.

El libro “Jaume Valls, todo lo que pude, memoria de una vida de luchas y sueños por un mundo nuevo”, más allá del intenso trabajo de recopilación, documentación y recuerdos, que hicimos a cuatro manos el Jaume y yo durante unos cuantos años, intentamos que quedara explicado de forma muy expresiva en el título y en el subtítulo. Es la memoria de una vida dedicada a la defensa de su condición social, de su clase, y es por lo tanto una vida de sacrificios pero también de sueños, de resistencias pero también de progresos, de sinsabores pero también de alegrías, porque todo lo que se hace con dignidad y con una proyección colectiva de los resultados que se quieren obtener, tiene momentos complejos que son dolorosos pero tiene, sobre todo, el poso trascendente del combate por la justicia, por la igualdad y por la mejora del mundo, no solamente del coyuntural que nos ha tocado vivir, sino del que dejamos a los que nos perpetúan.

A un lado del combate social

El libro, del que no vamos a hablar en sus detalles porque es mejor que lo leáis —y me consta que muchos de los que estáis aquí ya lo habéis leído—, es la memoria de las acciones cotidianas al servicio y en defensa de los que se sitúan a un lado del combate social, enfrentados a los que mantienen sus privilegios, su poder económico, que termina siendo omnímodo, ocupando todas las esferas de la sociedad. Siempre han existido los poderosos y los parias y se han denominado de muy diversos modos en función de los períodos históricos, pero en torno a esa realidad, siempre ha habido un conflicto y, como derivada del mismo, una resistencia. Los de un lado, resistiéndose a perder sus privilegios, y los del lado contrario luchando para conseguir algo más de justicia. El conflicto ha existido desde que el hombre es hombre, desde que el hombre es un lobo para el hombre —“lupus est homo homine” ya decía Plauto 250 años antes de Cristo—, pero no quedó meridianamente articulado hasta que un filósofo social del siglo XIX lo reflejó en una teoría que se convirtió, hace ya 150 años —y aún tiene la solidez que le dio su elaboración científica— en un instrumento de comprensión de las desigualdades, de la emancipación de los pobres, de los subalternos, de los que solo han poseído su fuerza de trabajo y en torno a la cual se ha forjado mucha historia y se ha hecho avanzar el mundo.

Sin el marxismo como teoría y sin la organización obrera como instrumento, el mundo de hoy sería peor. El marxismo y el activismo obrerista no han conseguido cambiar el mundo, pero han señalado que sin el capitalismo el mundo sería mejor y ese sigue siendo un norte irrenunciable, ahora que nos amenazan, más allá de las crisis cíclicas del capitalismo a las que nos hemos ido acostumbrando, crisis de mayor calado como la crisis energética, el cambio climático, la difícil recuperación de los ecosistemas. Crisis, todas ellas, que tienen en el capitalismo como sistema económico y como constructo social, la lacra esencial de nuestros días y especialmente del futuro más inmediato. Crisis que puede acabar con el capitalismo, porque como tuvimos ocasión de reflexionar hace unos días en una mesa redonda virtual sobre la crisis energética y los objetivos de desarrollo sostenible, una sociedad basada en el crecimiento económico como único motor, está condenada a la ruina en un mundo físico finito y, por lo tanto, el colapso del sistema está, quieran o no, les guste o no —que no les gustará— a la vuelta de la esquina.

Antonio Ruiz, compañero

El marxismo, que nos ayudó a entender las reglas económicas de la miseria de la mayoría del género humano, tuvo la virtud desde el principio de instalarse no sólo en la teoría. Eso lo hizo revolucionario. Buscó la organización de la clase obrera, porque sin organización no puede haber aplicación de la teoría y ahí, como siempre que interviene la acción humana, surgieron las dificultades. El partido obrero, el sindicalismo de clase está compuesto de hombres y mujeres, con sus virtudes y sus defectos, con sus herencias culturales y sus cargas emocionales. Las organizaciones obreras han sido, pues, instrumentos imperfectos porque no podían ser otra cosa, pero instrumentos útiles porque dieron conciencia de realidad y capacidad para responder. Enseñaron a combatir, a resistir, a enfrentarse y a no resignarse, y en esas organizaciones, las personas más inquietas, más rebeldes, más entusiastas, se forjaron como hombres o mujeres de acción y fueron naturalmente reconocidas para representar a sus iguales.

Un carácter inquieto, rebelde, entusiasta, capaz de ser elegido por sus iguales para que les representara cada vez que la ocasión lo requería, ha definido la personalidad de Jaume Valls. Y ese contacto de hermandad con su clase le hizo asumir compromisos de riesgo, que afrontó con valentía, dignidad y coraje. Sus repetidos encarcelamientos, las torturas o los despidos que se explican en el libro con detalle, son un exponente de todo ello. Pero también ese instinto natural de los trabajadores, que les ha hecho desconfiar tantas veces del oportunismo que se instala en las organizaciones. Recuerdo cuando Jaume y Antonio, —el querido Antonio Ruiz— y tantos otros de Comisiones Obreras, de la construcción, del vidrio, de la madera, del metal, desconfiaban de los pico de oro y de los que se tildaban entonces de intelectualillos, a los que se miraba con algo de recelo porque resultaba más fácil perorar que enfrentarte al patrón, más fácil discutir que montar piquetes o forzar huelgas, mucho más fácil mitinear que convencer en el tajo.

Desgarros en la organización

La gente que montó Comisiones Obreras en l’Hospitalet, —bien que lo sabéis unos cuantos de los que hoy estáis aquí—, un sindicato que de la nada se convirtió en el principal instrumento de organización y defensa de los trabajadores en la ciudad y en el conjunto del país, estuvo en muy buena parte formado por este género de activistas, obreros de primera línea que se destacaron por su ejemplo y al que seguían incondicionalmente los compañeros. Jaume Valls fue sin duda uno de ellos, pero con él otros muchos de aquella época que se merecen el mismo reconocimiento, reconocimiento que hago extensivo y que estoy seguro de que Jaume también comparte, a través de este acto. Y quiero extenderlo hasta el presente, porque están entre nosotros dirigentes actuales de CCOO de l’Hospitalet y entre ellas su actual responsable (gracias, Liliana por venir). El libro de Jaume Valls, ese “todo lo que pude” responde exactamente a lo que hizo él a lo largo de su vida, pero también a lo que hicieron en momentos señalados muchos de quienes le acompañaron en la lucha. Hicieron todo lo que pudieron, y el que hace todo lo que puede no está obligado a más, como dice un popular refrán castellano. Y es igual el resultado final. Sin su contribución, seguro que todo hubiera sido peor.

Pero como nadie es perfecto, Jaume y muchos de sus compañeros y compañeras vivieron también en primera persona, los fracasos, los desencuentros, los desgarros en la organización. Algo tuvieron que ver los oportunismos en aquella historia, pero también las inercias propias de la progresiva institucionalización de la resistencia. Del activismo se pasó a la gestión y de la gestión al elitismo, en muy poco tiempo. Comisiones se preservó bastante del fratricidio, pero el partido comunista cayó de lleno en la lucha intestina, corroído por las verdades absolutas de ambos bandos, sazonadas por un lado por el estalinismo cultural mal digerido y por el otro por los espejismos del posibilismo socialdemócrata. Del embate surgió la ruina. Quien ganó en esa tormenta perfecta fue, al cabo, la socialdemocracia clásica, el partido socialista, donde se refugiaron muchos huérfanos, pasando del comunismo renovador que quería representar el PSUC de los buenos tiempos, a cierto anticomunismo visceral de buena parte del socialismo rampante de entonces y sus adláteres.

Fieles a las esencias

Jaume y los suyos, los más suyos, no se fueron a parte alguna. Ellos se mantuvieron fieles a las esencias hasta que descubrieron que las esencias no estaban exentas de artificio. Unos pocos, al final, incluso hicieron una travesía más exhausta cuando se vio que el instrumento residual de aquella batalla era inservible: del PCC al PSC, cambiando una consonante que llevaba una carga de dinamita conceptual indigerible y que algunos llevaron más mal que bien, pese a los esfuerzos.

Muchos de los antiguos luchadores se quedaron solos, huérfanos de organización y duramente criticados. Primero, por los ajenos, después, por los más inmediatos. Le pasó a Jaume Valls, le pasó a muchos otros, el libro lo cuenta. Si algo emocional hay que reprochar al PSUC, a sus dirigentes, a sus enterradores, es que dejaban solos, dejaban abandonados, a los discrepantes, a los derrotados. Añadida a la orfandad organizativa, el aislamiento personal; únicamente compensado por el calor de los más próximos, por los compañeros que valoraban mucho más la generosidad y el riesgo en los momentos duros, que los errores y los fracasos cuando tantos triunfaban. La izquierda es mucho mas cainita que la derecha. En este rincón ideológico cuesta mucho disculpar algunas decisiones humanas, las debilidades, los errores o simplemente aquello que viene dictado por la coherencia íntima, por una cierta vehemencia de las convicciones. Lo sé porque muchos compraron el libro de Jaume Valls cuando se puso a la venta, pero también otros pocos hicieron ver que aquella historia no iba con ellos, cuando habían formado parte de esa misma historia por activa o por pasiva. Lo cito a beneficio de inventario, sabiendo que no estamos aquí para hacer un acopio de agravios sino para todo lo contrario, porque han sido muchísimos más los que han respondido en positivo y buena prueba de ello es este acto transversal donde estamos gentes de todas las ideologías progresistas, de todos los idearios de avance social

Memoria histórica

No nos puede extrañar porque también Jaume Valls, salvadas aquellas vicisitudes históricas que combinaban dogmatismos y desconfianzas, se convirtió en un adalid de la unidad. Buena prueba de ello fue su voluntad de constituir una entidad sobre memoria histórica que ponía el acento en los que lucharon contra la dictadura más allá de orígenes y credos. L’Hospitalet Antifranquista, que él presidió y representaba como nadie, fue un ejemplo de solidaridad y una lección para el futuro, porque solo la unidad de los que están a favor de la justicia social y se reconocen en su propia fortaleza pueden ser capaces de avanzar.

No quiero hablar del contenido del libro porque la mejor forma de expresar lo que contiene es decir que en su interior late una vida entera de rebeldía. Y cuando hablo de vida hablo de todo lo que ella incluye y que tiene que ver con la familia, con los amigos, con los compañeros y con los correligionarios, con los que palpitan sobre los mismos intereses y los que le han hecho compañía directa en el sufrimiento, en los sacrificios y en las penalidades. Un dirigente obrero está tan expuesto a la dureza de las situaciones —y más en aquellos momentos terribles de represión y falta de libertades—, que le resulta imprescindible el apoyo tácito en el único lugar donde el cobijo es auténtico: en la familia. Sin una compañera capaz de comprender la lucha y aceptar las penalidades como lo que son, la consecuencia lógica de la rebeldía, no hay proyecto vital que resista. Sin el ánimo en los momentos duros, la comprensión en los fracasos y el apoyo en la derrota, no se puede soportar ninguna lucha. Cuando todo se hunde, queda el hogar, queda el refugio donde encontrar la paz. Por eso es imprescindible hablar un instante de la mujer, la compañera de Jaume Valls, Agustina Guallar, a la que quiero desde aquí rendir un tributo de admiración y que se merece tanto reconocimiento como su marido. Y en segundo lugar a sus hijas, Carmen y Teresa, que vivieron la rebeldía desde la infancia y se reconocen ahora en la integridad de sus padres y en la coherencia de sus ideales. Sus nietos son el testimonio de esa vida de sus abuelos, que nunca renunciaron a la conquista de la libertad, y de sus padres, que supieron instalarles en el progreso de las ideas. Pido un aplauso para todos ellos porque se lo han merecido siempre, y hoy es un buen momento para que se ponga de manifiesto.

Valls y Fariñas, un tándem indestructible

En el libro hay decenas de protagonistas porque la vida de Jaume Valls, desde su Bellvís natal hasta Bellvitge, ha pasado por muchos lugares y muchas circunstancias. Y su lucha se ha mantenido en activo hasta prácticamente la actualidad cuando está a punto de cumplir 91 magníficos años. Lo leeréis en el libro. Pero en el libro también hay dos testimonios que considero claves. El primero es el del prologuista, José Fariñas, al que yo conocí aquí en los primeros 70 y que durante mucho tiempo fue el comunista de principios insoslayables que se convirtió en mito. No me extraña que Valls i Fariñas fueron un tándem indestructible pasara lo que pasara. Están construidos con los mismos mimbres, los de la honestidad, la coherencia, la dignidad y la resistencia. Él escribió un prólogo que lo dice todo respecto a la amistad entre dos seres humanos. El segundo es el del autor del Epílogo, Manuel Domínguez. Presidente del Centre d’Estudis, editor del libro y organizador de este acto, pero esencial en esta parte de la historia porque, profesor de Instituto y la persona sin duda que más sabe de la historia de esta ciudad con diferencia, recordaba las meriendas que, con sus padres, obreros de La Florida y muy próximos a Jaume Valls, se solían hacer en la montaña de Sant Pere Mártir con toda la familia, incluidos los hijos naturalmente, para hacer asambleas, pasarse información, elaborar consignas y compartir ideales fraternalmente. En el epílogo del libro recuerda esos encuentros que representaban la solidaridad entre iguales, en momentos de resistencia y de riesgo, cuando el apoyo mutuo era esencial para mantener el pulso ante una patronal y un sistema autoritario que exprimía a la clase obrera, reprimía las libertades y dejaban a los trabajadores a los pies de los caballos. Fariñas y Domínguez no se hicieron de rogar cuando les pedimos su colaboración y sus textos han contribuido a redondear lo escrito.

En el libro se explica cómo nació la idea y cómo fue evolucionando. No quiero ser redundante. Me parecía que en la presentación se tenían que destacar más las cuestiones morales y humanas —sin obviar nuestras propias contradicciones—, que los vericuetos que llevaron a su edición final. Lo mejor del libro es que, aunque lo hicimos muy tarde, lo hicimos a tiempo y se puede convertir en una guía para los resistentes de hoy y de mañana porque la resistencia, la rebeldía, la coherencia y la dignidad siguen siendo imprescindibles en este mundo todavía injusto, desigual y discriminatorio. En este punto quiero hacer también una mención muy personal porque cuando los proyectos son complejos —y este lo fue—, el aliento resulta imprescindible. Cuando, en un momento determinado, mi casa se llenó de documentos y de materiales que mi buen amigo Jaume iba aportando para completar el libro y yo me vi invadido y casi resignado a naufragar en aquel mar de recuerdos y datos, fue mi mujer Ana, que está por aquí, la que puso orden a los papeles y pescozones a mi conciencia para no desfallecer. Sin su ayuda, sin su tesón, sin sus ánimos tampoco el libro estaría hoy en la calle. Ya he dicho hace un momento que el aliento más íntimo opera milagros. Yo lo he visto en Jaume Valls y lo he vivido en mi mismo.

Y nada más. Jaume y yo ya éramos amigos en la distancia antes de esta aventura, ya habíamos hecho cosas juntos, ya habíamos confiado el uno en el otro y esa confianza suya en mi jamás la pude olvidar, porque de la senda de los perdedores muchos huyen y mi historia tampoco es precisamente un paseo de triunfos. Pero profundizar en la memoria vital nos acercó todavía mucho más y yo quiero hoy, delante de todo el mundo, darle las gracias por pensar en mi para este trabajo. Ahora puedo decir que fue un honor la sugerencia y ha sido un placer conocerlo más a fondo y poner su historia a disposición de los lectores.

Muchas gracias, compañeros.

Moltes gràcies companys i companyes.

12.6.2021

El lobby hospitalenc

L’alcaldessa va anar aquest dimecres a l’eix d’un diàleg patint problemes tècnics però plantejat com un lobby hospitalenc

Sembla evident que hem entrat en un període d’oportunitats no exempt de contradiccions i de conflictes. I a tots els nivells, pel que fa a la governabilitat de l’Estat, de l’autonomia i dels municipis on es veu a venir una pluja de recursos inimaginable fa només un parell d’anys, però on sembla que s’exigirà rigor i horitzons clars. Almenys amb això amenacen des de l’UE, tot i que jo em compto entre els que tenen molts dubtes sobre la claredat d’idees dels impulsors europeus que han d’afrontar el nou present i l’incert futur. Tothom es mou, ni que sigui per mostrar vigor, però algunes inèrcies de molts anys fan pensar que uns quants dels que es mouen ho fan més de cara a la galeria que no pas amb estratègies elaborades i discutides.

A l’Hospitalet, l’alcaldessa Marín necessita evidenciar que continua pilotant la nau com si res no hagués passat. Però han passat algunes coses greus que posen en qüestió la garantia d’acabar amb èxit la legislatura i, en el seu cas concret, simplement d’acabar-la. Si el jutge que ha d’analitzar el sumari del cas Consell Esportiu li obre judici oral —qüestió gens descartable— el partit es veurà obligat a demanar-li la dimissió. Afortunadament, amb ella hauran d’anar-se cap a casa els altres possibles imputats en actiu, i això evitarà les previsibles ganivetades internes per veure qui la substitueix a l’alcaldia. L’ambiciós aspirant que avui dirigeix el partit a l’Hospitalet ho té magre en aquest sentit, però els seus oposaran resistències segons diverses fonts internes, per impedir que el sogre hereti el càrrec. El primer tinent d’alcalde passarà a ser, probablement durant uns pocs mesos, el president del Consistori però això no li garanteix cap continuïtat. Des de l’ombra del passadís de vestuaris, un ulls ben treballats a Madrid s’ho miren de lluny, prestos a fer els moviments oportuns només quan calgui.

Però mentre tot això arriba, a l’alcaldessa Marín li poden quedar unes quantes setmanes per marejar la perdiu, fer veure que res afecta la normalitat institucional i inflar-se de prestigi, rodejant els seus actes de personalitats i adeptes, com ara l’espai Diàlegs que es va posar en marxa el passat 2 de juny a primera hora de la tarda i que el gabinet de premsa va vendre un parell d’hores més tard com l’activació del lobby empresarial de l’Hospitalet per a la recuperació econòmica i social. Un lobby empresarial, on l’única empresa local present era l’Hospital de Bellvitge, embolicat de fa anys en un projecte que es farà vell als papers de tant parlar-ne, el pool biomèdic, però que no troba més impuls que el que ja té institucionalitzat de fa anys: l’hospital general i l’oncològic, la Universitat com a conseqüència natural i l’Idibell, que estan a l’Hospitalet com podrien estar a Matadepera.

L’aspecte fonamental és exactament aquest: el lobby de l’Hospitalet només està en les paraules de l’alcaldessa. Probablement ni en el seu imaginari estratègic. No existeix res de semblant, com no existeix un Districte Econòmic local, un  Districte Cultural local, ni cap possibilitat de fer realitat un enunciat que resulta patètic sinó fos per la incúria intel·lectual que mostra: l’atractiu turístic de la ciutat.

No hi ha lobby real, però la pregunta és aquesta: què és un lobby? I Per què l’Hospitalet en necessitaria un? Segons les definicions més exactes, un lobby és simplement un grup de pressió amb interessos comuns dirigit a pressionar les administracions públiques perquè prenguin mesures en benefici del que representen els pressionadors. Un lobby empresarial hospitalenc implica un grup d’empreses pressionant l’administració per afavorir els seus interessos. No té cap sentit que sigui la pròpia administració municipal la que formi un lobby empresarial amb empreses alienes a la ciutat… per pressionar a qui? Com no sigui que l’Ajuntament necessiti que algú tingui en compte una ciutat que no pinta res en el context supramunicipal. Crear un lobby és el reconeixement implícit de les fragilitats d’una ciutat sense eixos vertebradors reconeixibles i amb un desenvolupament urbà caòtic.

Al respecte, vaig seguir l’acte (Diàlegs) en streaming i resultava trist i dolorós comprovar la debilitat de recursos de la institució organitzadora. No només pel trist espectacle de les mancances tècniques que fregaven el ridícul. Especialment per l’aparença. Un acte de cartró-pedra amb l’alcaldessa al centre de l’escenari rodejada d’uns quants representants empresarials que si no estiguessin acostumats a aquestes servituds escadusseres s’haurien de preguntar de què serveixen aquests pocs minuts de discursos de palla. Els Diàlegs no van ser diàlegs, van ser respostes a preguntes del Cuní per cobrir tots els expedients possibles, el primer d’ells fer veure que a l’Hospitalet es reflexiona i es treballa, i que a la seva alcaldessa li rellisquen els conflictes —greus i inacabats— amb la justícia.

Mentre tant, les entitats més actives de la ciutat, aplegades en una mena de coordinadora possibilista i amb molt bones intencions però poca efectivitat real, fa temps que reclamen un seguiment del Pacte de Ciutat —l’altra part del lobby indispensable, aquest cop si, el lobby social— que s’ajusti a la feina feta i que respongui a les expectatives pel que fa a compliment, recursos i horitzons. No s’avança. La maquinària municipal és pesada, però encara pesa més quan en lloc d’idees hi ha propaganda, perquè la propaganda ni mobilitza ni entusiasma. La propaganda només compleix un paper subsidiari: omplir el buit estratègic, de paraules i de bones intencions.

A l’Hospitalet el que li cal és repensar-se. Repensar-se com a ciutat, després de la darrera destrucció immobiliària encara en plena activitat i per això hi calen algunes renúncies. La primera d’elles, que el poder s’adoni que està en crisi —en crisi interna i en crisi institucional—, que renuncïi a les filigranes de prestigi que tan li agraden a l’alcaldessa, sobretot ara que hauria de ser tan discreta per l’ombra judicial que l’amenaça i, de manera especial que es mostri (l’alcaldessa, el poder local en el seu conjunt) amb la humilitat suficient per acollir totes les visions, diverses i múltiples, que estan disposades a participar en la construcció del futur.

Són tan greus les perspectives de futur —per fer-se una idea de la gravetat convido el lector a l’acte que organitza FIC aquest dimarts dia 8— que calen totes les voluntats i la màxima generositat per debatre pluralment i aconseguir consensos que ens facin remar tots en la mateixa direcció i no uns contra els altres. Durant anys l’Ajuntament ha popularitzat insistentment la perspectiva acollidora de la ciutat —ben discutible d’altra banda— i ara està en la millor posició per garantir-la: està obligat a acollir la pluralitat, a permetre el debat i a posar-se al servei de les conclusions ciutadanes per fer-les viables.

El lobby hospitalenc —si es que a algú li agrada el concepte— l’ha de formar la gent de la ciutat que vol construir el futur de tothom. Un Ajuntament convençut del seu paper s’hauria de posar al capdavant.

Crear l’eina

24 de març, 2021

El debat —més que debat, taula rodona— que va preparar on line l’Espai de Ciutadania sobre la situació de la sanitat pública a l’Hospitalet —i que tindrà continuïtat en una segona sessió el proper mes d’abril— ha posat col·lateralment sobre la taula un dels problemes que pateix la ciutat i que no és, contra el que semblava evident, la catastròfica situació de l’atenció primària del sistema públic de salut que patim els hospitalencs, sinó l’evidència de l’absència absoluta de resposta cívica articulada contra aquest estat de coses que amenaça amb la desestabilització absoluta de la convivència a un termini encara inconcret però fàcilment previsible.

No va haver per part dels ponents cap sorpresa. Ni per part dels usuaris directes ni per part dels professionals, es van escatimar impressions i dades per descriure l’absoluta falta d’atenció assistencial en els sectors més desafavorits, el col·lapse progressiu que s’està vivint, la pressió no solament laboral sinó fins i tot psicològica que pateixen els professionals més empàtics que són la gran majoria, l’absència absoluta de gestió per manca de recursos però també per una calculada voluntat de destrucció del sistema públic en benefici del privat, la penúria acumulativa dels malalts crònics abandonats a la desídia del sistema que ni els garanteix l’atenció imprescindible de les seves dolències ni els facilita, ans al contrari, les visites recurrents als especialistes i, tot plegat, salpebrat amb la constatació dels endarreriments endèmics en la construcció i posada en servei dels nous centres assistencials que ja resultaven necessaris fa lustres, al costat dels sous vertiginosos dels gestors del sistema públic i tot plegat en el context d’una ciutat cada vegada més empobrida, cada vegada més envellida i cada vegada més saturada. I jo afegiria modestament, cada vegada més desarticulada, indefensa i maquinal.

Les aportacions dels ponents, previsibles per conegudes, obligaven com va fer la moderadora, a preguntar-se quina havia de ser la perspectiva raonable de cara al futur. El diagnòstic és exacte. No hi ha més que una densitat de matisacions al respecte, però on falten respostes és en com afrontar el problema i en quina direcció avançar per aconseguir solucions.

La qüestió és que el debat es va centrar en la sanitat pública però és ben possible que si en lloc de parlar de la sanitat pública parléssim de l’ensenyament, parléssim de l’habitatge, dels serveis socials, de la desocupació, de la indústria, de la mobilitat, de la contaminació, de l’espai ciutadà i, ampliant l’espectre, de les institucions, dels partits polítics, de la justícia, etc. hi hauria una certa coincidència en els diagnòstics i la mateixa inconcreta urgència en les solucions. De tot plegat, hi ha evidències que van en una mateixa direcció: les mancances, les insuficiències, les dificultats acaben beneficiant a uns quants i perjudicant a la resta i, per tant, les solucions no posen el focus sobre una única realitat territorial sinó sobre el país sencer i la resposta de la ciutadania. L’Hospitalet no és un exemple únic —els problemes són generals— però és un exemple paradigmàtic, perquè en ciutats com aquestes és fàcil dibuixar moltes deficiències acumulades i n’hauria de resultar possible reflexionar sobre les alternatives de solució. Que passen, indefectiblement en la meva opinió, ja no per reconèixer el problema que té una diagnosi transparent en cada àmbit, sinó per activar respostes col·lectives, articulades, raonables i pràctiques. O dit d’una altra manera: per actuar col·lectivament en una direcció consensuada que garanteixi resultats a curt, mitjà i llarg termini.

Actuar no vol dir pronunciar-se. Pronunciar-se és relativament fàcil i precisa pocs esforços. Actuar implica organització, moviment, coordinació, pressió  i horitzons. Actuar reclama temps i perspectives i mirar el futur positivament. I fer una lectura crítica de la realitat per molt que molesti.

En el cas analitzat de la sanitat pública, és evident que la decrepitud de l’assistència primària a la ciutat és responsabilitat supramunicipal, de la Generalitat i del seu govern. Té, per tant, responsables objectius que haurien de ser clarament penalitzats en allò que el ciutadà mitjà té més a l’abast: el seu suport electoral quan toca. Doncs bé, a l’Hospitalet, en les darreres eleccions autonòmiques del 14 de febrer més de 18.500 ciutadans van votar als partits directament responsables del desfici sanitari (i com a rebliment del clau de la incongruència social, gairebé 8.000 ciutadans van votar a l’ultradreta de Vox, que si pogués acabaria amb la sanitat pública tal com avui la coneixem). Em costa creure que aquests més de 25.000 ciutadans siguin aliens a la circumstància catastròfica de la sanitat pública al municipi. Segur que molts d’ells pateixen els dèficits d’una manera sagnant. Que això passi evidencia dos fenòmens: que ens consta identificar el suport electoral amb la gestió concreta de les nostres mancances o beneficis i que vivim en una societat desarticulada on es fomenta la feblesa i el desconcert. Hi ha probablement un cabreig soterrat que cerca alternatives en la demagògia de l’extremisme ultradretà. Per els que coneixen la conseqüència històrica d’aquestes alternatives resulta prou evident el símptoma de confusió que adorna la nostra societat desmobilitzada i infantil.

Qualsevol que conegui la nostra ciutat i observi el seu desenvolupament immediat podrà al·legar que aquest temps de pandèmia ha obert expectatives i que ha estat el mateix ajuntament de la ciutat el que s’ha entestat a posar-les en marxa comptant amb la col·laboració de la ciutadania organitzada a través de les entitats. Se’ns dirà que de fa temps ha actuat sensiblement envers la ciutadania incentivant la participació amb diferents recursos: “l’h on participa”, el consell de ciutat, les taules sectorials i, ara darrerament, el Pacte de Ciutat i els pactes sectorials per avançar en els principals reptes que té plantejats el municipi. Aquests iniciatives són un exponent de les necessitats però no sembla que representin la solució. Primer, perquè les dissenya el mateix ajuntament que no ha dubtat a fomentar l’aclaparadora especulació constructiva en la ciutat més densa d’Europa i segon, perquè són iniciatives que promou, executa, dirigeix i avalua des de la seva determinant autoritat administrativa, sense possibilitats d’esmenes a la totalitat per part de la ciutadania.

La sensació és que aquest ajuntament té l’autoritat real però ha perdut tota autoritat moral per actuar com a representació fidedigna del sentir ciutadà en el seu conjunt. Les urnes atorguen la legitimitat democràtica inqüestionable però no justifiquen la representativitat moral. No arriben a 44.000 els habitants que avalen el govern municipal d’un cens electoral de 176.000 persones, de les quals van votar més de 101.000 ciutadans. Dels que van votar, més de 57.500 van optar per opcions diferents a la que ens governa avui per majoria absoluta. Si tinguéssim una democràcia madura i avançada, el govern municipal actuaria d’acord amb la legitimitat legal que ningú li discuteix, però mirant de reüll la legitimitat moral dels més de 57.500 habitants que li van negar el vot, i no s’atreviria a decidir convertir la ciutat en quelcom inhabitable en l’horitzó del 2040.

Pensant amb aquests més de 100.000 votants actius de l’Hospitalet entre els quals hi ha protagonistes directes de les mancances en sanitat pública, en benestar social, en habitatge, en ensenyament, en desocupació, en mobilitat, en contaminació, en saturació urbana, etc. etc. convindria reflexionar sobre per què ens convé actuar i com fer-ho. Podríem imaginar una mena de convenció social que ens mobilitzi, una conferència ciutadana que ens organitzi, un congrés cívic que ens coordini, una assemblea municipal que ens obri perspectives o un simposi d’activistes que es posi en marxa i afronti totes les realitats que amenacen a malbaratar el nostre futur més immediat. És igual l’instrument. Però l’instrument s’està fent imprescindible i urgeix. I ha d’anar més enllà de proclamar les deficiències, reconèixer el diagnòstic, fugir del col·laboracionisme com a coartada: cal actuar, crear l’eina.

L’Hospitalet biomèdic: fantasia o engany?

19 de gener, 2021

Ja fa uns quants dies que les informacions sobre el controvertit PDU-Gran Vía i les operacions immobiliàries de present i de futur —no solament a l’Hospitalet, sinó a tota la comarca del Baix Llobregat—, viuen un moment confús: tothom s’adona que les agressions sobre el territori s’estan convertint en un passiu per aquells que les impulsen, però alhora ningú vol —o potser ningú pot—, renunciar a seguir-les impulsant.

És evident que la pandèmia està canviant moltes coses: molts costums, moltes actituds, però també la sensació que el ritme trepidant de destrucció sistemàtica de la natura no pot seguir-se defensant com si res no hagués passat. Ha passat, que la natura és més poderosa que l’espècia humana i que, o convivim amb la natura, o el món es convertirà en un infern per l’home. O sigui que, destruir el paisatge, per exemple, s’està convertint ja en una garantia de mala premsa pels poders públics. I ja ningú a l’Hospitalet pot empassar-se que una operació com el PDU-Gran Vía i tots els altres macroprojectes immobiliaris que estan en marxa, beneficiaran a la ciutat. 

Per molt que l’Ajuntament del PSC vulgui disfressar l’ocupació de més espai lliure per construir habitatges com una operació de prestigi ja no exclusivament municipal sinó de país, no hi ha qui s’ho pugui creure. No és fàcil fer combregar la ciutadania amb gratacels, per molt que anunciïs biopols mèdics que només són fum.

Deia que les informacions són confuses perquè l’Ajuntament de l’Hospitalet ha passat de l’astorament inicial per la sentència del TSJC, que resultava impensable, a la resignació de reprendre un nou projecte amb modificacions, passant pel cabreig monumental per l’afront que significava treure’ls la raó i donar-la als opositors. Ara han dit, fent costat a la majoria de Junts per Cat a la Generalitat —que són els mateixos que van rebre amb honors l’extint Addelson quan volia portar Eurovegas al Baix Llobregat menjant-se tot el parc agrari i milers d’hectàrees d’espai lliure entre el delta i el Garraf—, que el que volen fer és un nou projecte amb dos eixos definitoris: un, que tingui més zones verdes i dos, que tingui com a eix un pool biomèdic que serà l’orgull de Catalunya. 

No sé si no es donen compte que, com deia Tarradellas, fer el ridícul és el pitjor que pot fer un polític amb una mínima dignitat. Avui pretendre convertir el PDU-Gran Vía en un projecte que enlluerni és, senzillament, pensar que la ciutadania és imbècil. Es pot entendre que costi abandonar un projecte que deu tenir al darrera desenes de compromisos. Es pot entendre que costi anul·lar un projecte que fora de la justícia, no hi havia força humana que pogués aturar, perquè les administracions fan i desfan contra tot i contra tots, sense escoltar ningú i només les atura la resolució d’un Tribunal. Que ja és ben trist. 

Entre parèntesi, en això s’ha convertit la política. La única manera de tombar criteris absoluts a l’hora de governar és portar les decisions a la Justícia i esperar que hi hagi sort. Cosa difícil, però que alguna vegada passa. Les majories absolutes s’han convertit en poders absoluts que no pretenen convèncer: simplement atropellen. Tot es pot entendre quan un poder absolut és corregit. El que no es pot entendre es que ens prengui per idiotes.

Per això resulta tan lamentable el que ha transcendit acompanyant el nou projecte, fent veure que, ara sí, donant suport a la barbaritat prevista es troben institucions que mereixen un profund respecte social com l’Hospital de Bellvitge, el Duran y Reynals, l’IDIBELL i el Col·legi de Metges. Alguns companys de premsa han demanat la documentació de suport que avala aquesta notícia, però no ha estat lliurada, tot i que ha servit per explicar que “la societat civil” està darrera de la revisió del nou PDU. No sabem més del que ha explicat la premsa però em costa digerir el suport d’aquests institucions de salut pública i de recerca científica a un projecte que es menja el darrer espai lliure de la ciutat més densament poblada d’Europa, ara que l’espai lliure, la salut pública, la ciència i les zones naturals no urbanitzades comencen a ser considerats valors absoluts de qualitat de vida. Estaria bé que els dos hospitals, l’IDIBELL i el Col·legi de Metges desmentissin la manipulació soferta o bé assumissin que no tot s’hi val quan hi ha factors essencials per la qualitat de vida en joc. Si no s’hi pronuncien seran, de fet, còmplices de l’estultícia i estaran en risc de perdre el prestigi que han aconseguit a base de rigor i dedicació a la societat.

Un Ajuntament intel·ligent abandonaria el projecte i recompondria la seva actitud envers el territori. Un Ajuntament obcecat intentaria explicar, com està fent, que reprendre la barbaritat, amaga en el fons un enorme servei per la salut dels ciutadans. Ho està fent, però sap que és fals. Els arguments pobres ja no són respectables. I sobretot, fatiguen. En el darrer ple, el primer tinent d’alcalde que sempre mira de sorprendre amb el seu argumentari determinista va explicar que l’Ajuntament no pot més que permetre que es construeixi en parcel·les privades justament per això, perquè són privades i no públiques. Ho va explicar a l’hora de referir-se als blocs de pisos de Rambla Marina davant el Patufet i el Mercè Rodoreda. No podia fer servir el mateix argument pel Parc de la Remonta perquè allà s’ha edificat en terreny públic, tan exageradament com en els solars privats de la carretera del Mig.

Si resulta que és impossible impedir que en solars privats s’edifiqui el que es vulgui, no sé per què els ciutadans hem de mantenir les costoses estructures de l’Administració Pública. És justament l’Administració la que planifica el territori i atorga permisos i les ciutats sobresaturades no responen a la privacitat del sol on s’ha construït sinó a la desídia o als interessos inconfessables dels que ho han permès. Diguem-ho planerament: si a l’Hospitalet se segueix construint no és perquè el sol sigui de propietat privada, sinó perquè l’Ajuntament es sotmet voluntàriament als interessos dels promotors immobiliaris i no pas als interessos de la ciutadania. 

L’Ajuntament ha de canviar de criteri si vol sobreviure perquè la situació és explosiva a la ciutat més densa del continent. Ha de prendre consciència del territori i dels ciutadans sobre els que governa i sobretot ha de fer servir arguments sòlids. Ja no val això que el sol és privat o que el PDU servirà per fer un pool biomèdic. El sol seguirà sent privat si l’Ajuntament no té cap prioritat per les inversions públiques i el PDU seguirà sent una operació immobiliària encara que la vulguin disfressar de solució humanitària i científica. El pitjor no és que ells s’ho creguin. El pitjor és que s’ho pugui creure algú que no siguin ells. Atenció al sector biomèdic del país, no sigui que els enredin…

“Tras más de 40 años gobernando, el PSC de l’Hospitalet se ha convertido en una fuerza conservadora”

Entrevista con Miguel García, portavoz del Grupo Municipal de Ciudadanos en l’Hospitalet

15 de enero, 2021

1. Ustedes han sido muy precavidos a la hora de solicitar la dimisión de los concejales y de la alcaldesa Marín que están siendo investigados por presuntos delitos de corrupción en el caso del Consell Esportiu y no la pedirán hasta que sean realmente imputados por la juez que lleva el caso. Sin embargo, más allá de los cargos que en su momento pueda plantear la juez, lo que si parece claro es que el concejal Plaza dimitido cobró 47.000 euros por su despido como directivo del Consell para ser acto seguido contratado como asesor y enseguida situado en un puesto en las listas del PSC para las pasadas elecciones. Esta actuación, conocida en el seno del Consell, difícilmente pudo ser ignorada por la alcaldesa. ¿No es motivo suficiente este para que ustedes le pidan la dimisión y no únicamente que se aparte temporalmente del cargo?

El listón de la dimisión es muy subjetivo en política. Estamos muy acostumbrados a que sea muy alto cuando afecta a los propios y muy bajo cuando afecta a los otros. Lo vemos con ERC, que le ha faltado tiempo para pedir dimisiones por el caso Consell Esportiu mientras en cada pleno sueltan su letanía de considerar presos políticos a delincuentes condenados por malversación, entre otros graves delitos. O el partido socialista, que justificó la moción de censura que llevó a Pedro Sánchez a la presidencia por la corrupción del PP mientras miraba para otro lado con la corrupción socialista de los ERE. Esto facilita que los ciudadanos acaben viendo la corrupción como una mera arma arrojadiza partidista. En Cs queremos ser rigurosos y poner un listón objetivo para que no pueda caber ninguna duda. Si el despido fue fraudulento es algo que está en fase de investigación. Que hubo procedimiento de despido, lo hubo. Que el mismo fuera fraudulento es lo que está siendo objeto de investigación. Si la alcaldesa conocía ese acto fraudulento, en estos momentos nosotros no disponemos de esa información. Como les decimos, solo se trata de tener un poco de paciencia para no precipitarse. Si la juez encausa a la alcaldesa y le abre juicio oral, no le cabrá excusa para no dimitir.

2. Ustedes han llevado diversos expedientes a la Oficina Antifraude de Catalunya que están todavía pendientes de resolución. ¿Piensa Ciudadanos de l’Hospitalet que ha habido o viene habiendo desde hace tiempo operaciones sospechosas en la gestión municipal? Y si es así, ¿no resulta un tanto contradictorio que este caso, denunciado por un miembro del propio equipo de gobierno, no haya resultado suficiente para pedir que se asuman ya las responsabilidades políticas correspondientes?

En Cs l’Hospitalet consideramos que tras más de 40 años gobernando el mismo partido político en la ciudad, hay dejadez en la gestión municipal y confusión de la administración pública como si fuera patrimonio privado del partido socialista, lo que les lleva a primar en muchas ocasiones los intereses clientelares con fines electoralistas. A partir de aquí, que haya prácticas que sean constitutivas de delito no nos corresponde a nosotros evaluarlo. La responsabilidad política no se limita a pedir dimisiones, sino a acabar con estas prácticas y garantizar una administración pública lo más eficiente posible al servicio de los ciudadanos. Nuestra labor política es la de fiscalizar la actuación del Gobierno municipal, pero no somos ni pretendemos ser jueces. Nosotros detectamos una serie de irregularidades en algunos de los expedientes que examinamos; en su momento entendimos que algunas de estas conductas podrían ser constitutivas de algún ilícito penal. Lo que hicimos entonces fue ponerlo en conocimiento de quien pudiera determinar su justa calificación. En ningún caso se nos ocurrió que nuestra valoración de los hechos eran un juicio sobre mismos y de ello se debería exigir la responsabilidad de nadie.

3. Entre los casos que ustedes llevaron a la Oficina Antifraude se encuentra la adjudicación ilegal del servicio del 010 en la ciudad. Al margen de la legalidad o no del sistema de concesión administrativa, una buena parte de las entidades de l’Hospitalet hace ya tiempo que denuncian el mal funcionamiento del servicio, especialmente en los casos de mayor necesidad de auxilio a raíz de la pandemia. ¿Tienen prevista alguna acción concreta suplementaria que apoye su denuncia de la presunta ligereza con que se puso en marcha la adjudicación? 

Si encontramos nuevos indicios que puedan ser constitutivos de irregularidades, los pondremos en conocimiento de la autoridad que corresponda, naturalmente. Hay que distinguir la mera mala gestión, de la irregularidad y el delito. El gobierno municipal está abonado a la mala gestión por dejadez, falta de pericia e, incluso, interés político, y eso no suele implicar comportamiento delictivo. El objetivo no es encontrar una causa penal con la que acabar con un rival político, sino tratar, con las limitadas herramientas que disponemos desde la oposición, de tener una administración municipal lo más eficiente posible para que los limitados recursos públicos den lo máximo posible al servicio de los ciudadanos.

4. Se encuentran ustedes, como grupo municipal, ante un gobierno de mayoría absoluta socialista y con una oposición en la que les resulta especialmente complicado mantener una unidad de presión a causa de las considerables distancias ideológicas. ¿No creen ustedes que esta estrategia de permanente enfrentamiento con el gobierno y con la oposición desactiva en buena parte su capacidad de influir sobre la acción de gobierno?

En Cs creemos que, especialmente con la pandemia, no es momento de confrontación sino de buscar consensos porque todos tenemos el objetivo compartido de salir de la pandemia salvando el mayor número posible de vidas y empleos. No entendemos la política como un mero juego de tronos en el que todo se reduce a quién llega al poder, sino en un instrumento para hacer una sociedad más justa y próspera. Desde las legítimas y necesarias diferencias ideológicas de los diferentes partidos políticos, hemos de buscar consensos para avanzar como sociedad. Es lo que se está haciendo a nivel europeo, donde socialdemócratas, liberales y conservadores saben encontrar el consenso para avanzar en el proyecto común de la construcción europea. Lo que vale en Europa debería valer en España, pero, desgraciadamente, la mayoría de partidos están abonados a la confrontación porque es lo que consideran que a corto plazo les da rédito electoral en su particular juego de tronos y eso, a la larga, nos perjudica a todos los españoles.

5. Es conocida la actitud del grupo municipal de Ciudadanos sobre su oposición a la política de saturación urbanística que practica el gobierno. ¿Qué mecanismos consideran ustedes que se deberían poner en marcha para frenar el crecimiento demográfico de la ciudad?

Desde Cs l’Hospitalet entendemos que se tendría que hacer un plan ambicioso a largo plazo de renovación urbana que permitiera esponjar los barrios más densamente poblados con nuevos espacios de convivencia y zonas verdes. Ese plan debería elaborarse en colaboración con otras administraciones y con el sector privado y, en cualquier caso, vincular cualquier nueva promoción inmobiliaria en las viejas zonas industriales de la ciudad con la amortización del parque de viviendas más obsoleto y degradado de los barrios más densamente poblados de la ciudad. El partido socialista rechaza este planteamiento porque, efectivamente, implica una actuación compleja y trabajosa del gobierno municipal y prefiere disponer de las plusvalías de las operaciones inmobiliarias para destinarlas a sus políticas clientelares que le dan réditos electorales a corto plazo.

6. Se han pronunciado ustedes a favor de una moratoria en la construcción de nuevas viviendas en l’Hospitalet. ¿De qué manera piensan ustedes que la reciente sentencia del TSJC sobre el proyecto PDU-Gran Via puede abrir alternativas en este sentido?

El proyecto del PDU Granvia-Llobregat se basaba en una previsión de demanda de metros cuadrados de oficinas que en ningún momento se sostenía en ningún estudio económico. No creemos que afecte al propósito del gobierno municipal de facilitar cualquier promoción inmobiliaria de viviendas en la ciudad. La suspensión le brinda al gobierno la excusa para no tener que contrastar con la realidad un proyecto que se sostenía únicamente en el papel. Esta circunstancia puede representar dejar en torno al 10% del término municipal de l’Hospitalet paralizado por un proyecto fantasioso. Tenemos serias dudas de que el devenir de los tiempos empuje a una operación de expansión urbanística de este calado, tanto por las inciertas tendencias de inversión generada por la pandemia como por los actuales paradigmas de sostenibilidad medioambiental. Y, mientras tanto, el acceso al río que le da nombre a la ciudad sigue en una situación degradada que no responde a las expectativas de una ciudadanía cada vez más deseosa de tener una mayor integración con el medio ambiente. Ojalá la suspensión le sirviera al gobierno municipal para repensar estos proyectos faraónicos tan de otra era y plantease actuaciones más localizadas y realistas que puedan mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, pero mucho nos tememos que no lo harán porque lo considerarían el reconocimiento de un fracaso.

7. Es previsible que el anunciado soterramiento del trazado del ferrocarril en la ciudad deje libres muchos espacios necesarios para su desarrollo social. ¿Cuál es el uso que, en su opinión, se debería aplicar a esos espacios libres recuperados?

Ojalá podamos ver el soterramiento de las vías y se aproveche la ocasión para articular mejor la ciudad y crear nuevos espacios verdes, pero tenemos serias dudas de que vayamos a ver el proyecto, al menos, de forma inminente. El gobierno socialista lleva prometiendo el soterramiento como si fuera algo inminente desde hace décadas y así solo logra alimentar la frustración de la ciudadanía. Hay que ser prudentes y, hasta que no veamos empezar las obras no podemos vender la piel del oso. Ahora estamos inmersos en una situación de enorme incertidumbre económica y habrá que ver si este tipo de actuaciones podrán formar parte de las prioridades de inversión del gobierno de España a corto o medio plazo. Es probable que con la inmensa deuda y déficit que ya veníamos acumulando antes de la pandemia y que con el coronavirus no ha hecho más que agravarse, el gobierno de España no pueda llevar a cabo este tipo de proyectos. A partir de aquí, igual deberíamos reflexionar si no habría que explorar alternativas para pacificar los entornos ferroviarios de la ciudad que puedan resultar mucho más asequibles y mejoren las condiciones de vida de los hospitalenses.

8. Se ha visto claramente durante esta pandemia que los barrios del norte de la ciudad han sufrido, mucho más que el resto, la consecuencia de su saturación demográfica, la mayor de Europa con diferencia. ¿Estarían ustedes a favor de impulsar un plan de recuperación de los barrios del norte que esponjen el urbanismo e incrementen la calidad de vida?

Creemos que esta debería ser una de las prioridades de la política municipal y así lo planteamos en los pactos de ciudad. Se debería elaborar un plan ambicioso a largo plazo en el que se centren las inversiones municipales y se busque la colaboración de otras administraciones y el sector privado para esponjar los barrios más densamente poblados de la ciudad con nuevos espacios de convivencia y zonas verdes. Esta es una de las prioridades de Cs de l’Hospitalet y, desgraciadamente, no la comparte el gobierno municipal porque, tras más de 40 años gobernando la ciudad, el PSC de l’Hospitalet se ha convertido en una fuerza conservadora.

9. Una de las quejas reiteradas por parte de la ciudadanía en general se centra en la falta de un servicio adecuado de asistencia social que ponga coto a la precariedad de muchos ciudadanos, sobre todo en el momento actual. ¿Qué políticas defienden ustedes al respecto?

Los servicios sociales es una cuestión compleja porque es una competencia en gran medida autonómica y a estas alturas no debería ser una sorpresa que los gobiernos independentistas han relegado las políticas sociales en aras de su proyecto de división. Cataluña está a la cola en inversión en políticas sociales y desde el Parlament llevamos tiempo denunciándolo, no en balde Cs es el grupo parlamentario que más propuestas sociales ha presentado. Hay que actualizar la cartera de servicios sociales de la Generalitat que lleva una década caducada y cambiar las prioridades de inversión de la Generalitat, más preocupada en sus instrumentos de propaganda, de colocación de afines y de las llamadas “estructuras de Estado” para sus fines independentistas que en prestar los servicios que necesita la ciudadanía. 

En cualquier caso, desde el ámbito local creemos que también se puede hacer mucho más. En primer lugar, por la falta crónica de equipamientos sociales en la ciudad, y, en ese sentido, desde Cs l’Hospitalet hemos insistido en priorizar el escaso suelo municipal para equipamientos sociales, como es el caso de la antigua fábrica modernista Godó i Trias, recinto municipal en desuso y en peligro de degradación que el gobierno municipal cedió a una corporación del gobierno chino para instalar un centro de pseudoterapias que hoy en día está paralizado. En segundo lugar, desde Cs hemos propuesto nuevas políticas sociales como la realización de un censo de personas sin hogar en l’Hospitalet para facilitar su inclusión social o políticas para combatir la soledad no deseada, especialmente de personas mayores, que es una realidad creciente en una ciudad cada vez más envejecida y que son políticas que el gobierno municipal se ha mostrado hasta el momento bastante reacio a llevar a cabo. 

10. Desde hace lustros, una de las críticas más acusadas respecto de la hegemonía política de los socialistas en l’Hospitalet, se refiere a una supuesta red de clientelismo que mantendría satisfechas a unas cuantas entidades y a personas individuales cercanas al PSC, sobre la base del reparto de subvenciones o la contratación laboral en los servicios municipales. ¿Han detectado ustedes algo al respecto? ¿En caso positivo, qué medidas consideran que se deberían tomar para acotar el problema?

Por poner un ejemplo ilustrativo, una de las denuncias que elevamos a la Oficina Antifraude es que acertamos ante notario el nombre de las 7 personas que saldrían elegidas en un proceso de selección de personal del Ayuntamiento antes de que se supieran los nombres de los aspirantes. Hay que realizar medidas en varios sentidos. Procesos de selección independientes y con criterios objetivos. Evitar la concesión directa de subvenciones y hacerla siempre mediante concurso competitivo finalista en función de criterios objetivos orientados al interés general. Garantizar la separación entre administración pública, partido político y sociedad civil, para evitar casos como el caso Consell Esportiu, donde uno de los vicios que ha generado el escándalo es la confusión de una entidad privada con la administración pública y con el partido gobernante desde hace más de 40 años en la ciudad. 

Por Jesús A. Vila