Dividir a los vecinos, otra indignidad del gobierno

15 de noviembre 2019

Escribo esto cuando todavía no se sabe el resultado de la consulta popular a los vecinos del distrito tercero para que decidan donde se debe construir el nuevo polideportivo. Hay dos opciones. Una, donde estuvo previsto siempre: en el solar de la calle Gasómetro y la otra en el parque de la Alhambra. Si ahora se plantea una consulta inédita para ubicar un equipamiento, es porque el consistorio socialista, de forma unilateral, propuso abandonar el proyecto de Gasómetro y ocupar algo más de 2.200 metros cuadrados del parque de la Alhambra y un vial. El cambio era debido a que los 17.000 metros cuadrados del nuevo equipamiento suponen un prejuicio para los vecinos de la zona adyacente a Gasómetro que verían como el nuevo equipamiento roza en demasía sus pisos tanto en distancia como en altura y se temen, con razón, que  consideren que los han engañado porque en el momento de la venta nadie les avisó de lo que estaba proyectado.

Falta información, y de eso se han venido quejando en los últimos meses las fuerzas de oposición a la mayoría de gobierno que son a la vez las fuerzas políticas que se oponen al cambio de ubicación. Parece que el proyecto de polideportivo, que será el mismo se haga en Gasómetro o en el parque de la Alhambra, tiene una planta de 4.300 metros cuadrados y, para que sume los 17.000 metros cuadrados previstos, cuatro plantas, quizás una subterránea y tres en altura, aunque precisamente en Gasómetro parece que existen dificultades para construir una planta subterránea. Para ello, el solar de Gasómetro, de algo más de 5.400 metros cuadrados dejaría libres algo más de 1.100 metros, o lo que es lo mismo, una zona perimetral de alrededor de 15 metros de distancia con los edificios existentes. Quince metros, con tres o cuatro alturas enfrente, ya se ve que supone un notable inconveniente para quienes compraron en la zona.

Como que el consistorio socialista se teme un gran cabreo de ese vecindario y como que la saturación urbana en el barrio resulta descomunal, no se les ocurrió mejor alternativa que proponer comerse 2.200 metros cuadrados de una zona verde y un vial adyacente para hacer el polideportivo y, a cambio, contentar a los vecinos de Gasómetro, convirtiendo el solar proyectado en una zona verde consolidada. Consolidada, hasta que sean necesarios nuevos equipamientos, claro.

De paso, desviaban el enojo de los vecinos de Gasómetro a los vecinos del resto del distrito en un enfrentamiento insólito que el consistorio socialista, lejos de evitar, indignamente promueve.

La irresponsabilidad del gobierno es mayúscula, por tanto, y no solo por el enfrentamiento entre vecinos. Lo es también por otros dos motivos que serían suficientes, en una sociedad avanzada y democráticamente solvente, para pedir la dimisión de los responsables de la planificación urbana y de la alcaldía, de paso. La primera, y descomunal, porque a ningún ejecutivo en su sano juicio político, se le puede ocurrir comerse un solo metro de zona verde en una ciudad con tamaños déficits de parques urbanos, para ubicar un equipamiento. La obligación de un gobierno mínimamente digno es planificar su espacio urbano para cubrir las expectativas de futuro de su población, máxime cuando fomenta una desorbitada política de nueva construcción de edificios que suponen enormes necesidades potenciales de prestación de servicios mediante equipamientos imprescindibles para garantizar la calidad de vida. La segunda, absolutamente incomprensible por el tamaño de la desfachatez urbanística, porque en la planificación de las manzanas adyacentes a Gasómetro se excedió el perímetro aconsejable de las nuevas promociones, a saber a cambio de qué. Desde luego se favoreció a las constructoras que tuvieron muchos más metros cuadrados de edificación de los que les correspondían atendiendo a las necesidades futuras.

Todo eso pasa en una ciudad que, durante la dictadura, destrozó su territorio a base de especulación sin freno y sin previsiones de equipamientos e infraestructuras y cuyo remedio parcial llegó gracias a un compendio de luchas sin fin y enormes sacrificios del vecindario para equilibrar demografía y necesidades. Conquistar el ayuntamiento significaba en 1979 poner al frente de la gestión municipal a la gente más sensible con el presente y el futuro de la ciudad. Ahora ya se ve que, desde hace demasiados años, vuelven a mandar en el gobierno de la ciudad quienes solo piensan en los ingresos fáciles: pan para hoy y hambre estremecedor para mañana, porque si en Santa Eulalia se ha de ocupar una zona verde para poner un equipamiento, no os digo nada lo que puede ocurrir entre el Centro, Sant Josep y Bellvitge cuando miles de nuevas familias se instalen en esas zonas en las que se está construyendo desenfrenadamente y donde ya no queda un metro cuadrado libre.

Habrá proceso participativo porque es la mejor manera que tiene el consistorio socialista de lavarse las manos en Santa Eulalia. La ciudadanía no debería aceptar el enfrentamiento entre vecinos por lo que el proceso participativo debería servir para pedir la dimisión de quienes no son dignos de representarnos.

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