Formó parte de una larga lista de dirigentes que contribuyeron desde el movimiento sindical a la conquista de las libertades políticas
Conocí a Tomás Martínez durante el conflicto de la empresa Temsa en la que trabajaba, cuando yo era corresponsal de prensa y él uno de los dirigentes de aquella reivindicación, a medias entre la necesidad de negociar un buen convenio, incrementar salarios y la protesta por la discriminación que existía en el lugar de trabajo entre hombres y mujeres. Fue una época de paros, protestas, huelgas, concentraciones y manifestaciones en las fábricas y talleres de la Carretera del Mig, cuando la política de los sindicalistas más concienciados se centraba en conseguir una fuerte representación en las Uniones de Trabajadores y Técnicos del sindicato vertical, para ir articulando sobre la representatividad y la participación obrera un auténtico sindicato unitario bajo las siglas de Comisiones Obreras.
En aquellos años, primeros de los 70, el trabajo paciente, regular y activista de los trabajadores más concienciados, algunos llegados de fuera de l’Hospitalet y otros surgidos de la reivindicación interna de las medianas factorías que había en la ciudad, producía en cada conflicto un auténtico manantial de sindicalistas, de modo que los más comprometidos y los más constantes acabaron convirtiéndose en dirigentes reconocidos por todos los compañeros. Tomás Martínez fue uno de ellos por méritos propios. Estuvo desde el primer día al frente de las reivindicaciones, primero de su empresa, más tarde del sector del metal desde el sindicato vertical y, cuando las condiciones lo permitieron, desde el sindicato de CCOO, encabezando, por su valía y popularidad, el importante sector del metal de la ciudad y, acto seguido, incorporándose a la estructura del PSUC, el partido de los comunistas de Catalunya, en aquellos momentos el único partido de la ciudad con dirigentes, política elaborada y capacidad de movilización tanto en las fábricas como en los barrios.
Cuando surgieron las desavenencias internas que terminaron con la ruptura del partido en 1980 y que produjeron dramáticas consecuencias tanto en el propio PSUC como en CCOO, Tomás Martínez se situó en una órbita un tanto distante del sector que hegemonizó en aquellos momentos el aparato sindical pero, a diferencia de lo que ocurrió con muchos de los dirigentes de la organización, Tomás Martínez puso siempre por delante la conciencia de clase a la conveniencia ideológica o política, hecho que le hizo destacar especialmente en aquellos momentos convulsos. Esa actitud le permitió ser el segundo secretario local de CCOO y mantener la unidad del sindicato por encima de los conflictos y de las distorsiones.
Cuando con Jaume Valls, primer secretario general de CCOO de l’Hospitalet, estábamos haciendo el libro que recogía sus memorias, el papel que jugó en su momento Tomás Martínez siempre destacaba por su capacidad, demostrada entonces, de superar los malentendidos en aras de la unidad y de los intereses de los trabajadores. Así lo reconocía entonces Jaume Valls (coetáneo de Tomás y todavía entre nosotros), con el que solía compartir muchos encuentros y afinidades.
La última vez que compartí unos momentos con Tomás fue precisamente el día en que presentamos el libro de Valls en el Casino del Centro. Hicimos memoria entonces de tantos momentos convulsos, pero también del espíritu de fraternidad que lograba imponer entre los suyos y lo encontré con el mismo espíritu combativo de siempre, con la misma pasión reivindicativa que aplicó en los años 70 del siglo pasado cuando apenas superaba la treintena. Con Tomás Martínez se nos marcha hoy una parte de la historia reciente de la ciudad en la batalla sindical. L’Hospitalet no se caracterizó, como otras ciudades del Baix Llobregat, por el altísimo nivel de concienciación de su clase trabajadora, en buena parte por la desestructura de la economía productiva que había en la ciudad: empresas medianas y en decadencia, pequeños talleres y un amplio sector de logística que no permitía grandes concentraciones obreras ni favoreció demasiados conflictos; pero sin dirigentes como Tomás Martínez, Jaume Valls, Antonio Ruiz, Joan Cornet, Santi Díaz, Mariano Aragón, Pep Ribas, Vicent Ventura, Isabel Gallardo, Isabel López, Amalia Arquillo, Marcelino Sánchez, Javier Nuin y otros cuantos más que deberían tener su lugar en la historia, no se entendería la contribución del municipio, desde el movimiento sindical, en la conquista definitiva de las libertades democráticas.
Le recordaremos como lo que fue: una buena persona, un dirigente obrero íntegro, de fuerte personalidad, un demócrata y un activista de nivel.
La ceremonia mortuoria de despedida será hoy lunes, a las 12h., en el Tanatorio de Bellvitge.