4 de enero, 2021
Terminó el 2020 pero no terminó el problema…
Hemos vivido un período intenso, novedoso, angustioso a nivel íntimo, familiar y a nivel general, como especie… acabamos una medida de nuestro tiempo, un año… pero no se acabó la pandemia.
En otras crisis de nuestra especie lo característico fue “el paso al acto” (liarnos a tiros y a cañonazos). En esta ocasión nos tuvimos que parar… quedarnos en nuestros refugios… las bombas no caían del cielo, las mortíferas balas no procedían de la trinchera enemiga… todo era fuego amigo… invisible, silencioso… te enterabas de su presencia cuando el virus ya llevaba varios días contigo… se había adueñado de partes de tu cuerpo para crecer…
En el cielo había pájaros, el resto de animales paseaban despreocupados y exploraban el territorio que ocupamos sin miramientos, las plantas florecieron como nunca, el aire estaba limpio para ellas y podían respirar mejor. Por el aire compartido con otros miembros de nuestra especie nos llegaba el mortífero enemigo… el covid-19.
Estamos viviendo una crisis importante, estamos en una gran encrucijada de la humanidad, pero ya que el covid nos ha parado… no nos paralicemos, no nos bloqueemos… pensemos… o vamos a seguir huyendo hacia adelante…
En mi opinión, merece la pena que pensemos…
El virus nos ataca con más violencia cuantos más años tenemos. Como sociedad admiramos la juventud y fantaseamos con ser eternamente jóvenes, y lo cierto es que envejecemos y como básicamente lo que hemos hecho con el progreso es poner años a la vida… nos recluimos, en el mejor de los casos. En la inmensa mayoría de ocasiones recluimos a la ancianidad en una especie de internados donde escondemos cómo se deterioran los cuerpos… también los nuestros.
Antes de llegar ahí ¿no deberíamos poder pensar si queremos vivir esa experiencia en esas condiciones…? Nos llenamos la boca de palabras huecas, proyectando nuestra responsabilidad individual en la sociedad, en los políticos, etc…
Como si no fuese responsabilidad de cada uno de nosotros lo que pasa en la sociedad de la que formamos parte… Pertenecer a un grupo no nos resta ni un ápice de responsabilidad individual. Los gobiernos locales, autonómicos, nacionales… están formados por personas que representan a distintos grupos sociales… Nos quejamos del guirigay que hay entre los parlamentarios, como si la realidad no fuese un fiel reflejo de mi, de nosotros, de ti, de vosotros, de él, de ellos. Dejemos de hacer ruido, y ahora que el covid nos ha parado, aprovechemos para pensar.
¿Qué vamos a hacer frente a los retos que tenemos como sociedad, como humanidad?
¿Qué hacemos con nuestras basuras?
¿Cómo nos vamos a enfrentar al cambio climático?
¿Cómo le haremos frente a esta pandemia y a las que están por venir?
¿Cómo nos enfrentamos a nuestra ancianidad?
Insisto y concluyo. Lo que quiero decir con mi insistencia de que PENSEMOS, es que por una vez no salgamos despavoridos corriendo hacia nuestros repetidos errores. Pensemos en primera persona del singular. Qué es lo que yo debo hacer. Y tomar decisiones desde mi espacio de responsabilidad individual para cambiar mi forma de relación con mi entorno natural. El planeta, los recursos naturales, son el espacio vital de mi especie y el de otras muchas. ¿Qué tengo que hacer para poder convivir respetando las necesidades de todos…?
Estoy obligada, estamos obligados a posicionarnos sobre qué hacemos y cómo utilizamos los recursos naturales.
Qué hago, qué hacemos para revertir el cambio climático.
Dónde sitúo, dónde situamos la declaración de derechos humanos en mis relaciones con el resto de seres humanos.
Cómo me organizo, cómo nos organizamos.
Quién me representa, quién nos representa.
Asumo la responsabilidad social de los actos sociales de quien me representa y en consecuencia asumo que están ahí, en el consistorio, en el Parlamento, en el gobierno porque yo, tó, él, nosotros, vosotros y ellos los pusimos. Y si nos abruman, nos avergüenzan… es responsabilidad mía, de mi grupo íntimo, de mi comunidad… mantenerlos o cambiarlos.
Pensemos, tomemos decisiones y hagámonos responsables de las consecuencias que derivan de ellas. No son solo los otros los que se equivocan y cometen errores. Yo también los cometo y además son los únicos que puedo y debo corregir. No puedo seguir dejando pasar mi vida viendo como los otros cometen fallos en las cosas que emprenden y yo tener mi vida, mi entorno hecho unos zorros… ocupémonos de aquello que está a nuestro alcance. Ocupémonos de que lo que hacemos, sea como nosotros queremos que lo hagan los otros…
Buenas noches y buena suerte.
Ana M. Rodríguez