Construir y destruir

El patrimonio histórico, el gran olvidado.

15 de febrero 2020

Forma parte de la historia hospitalense el que los alcaldes tengan más aspiraciones que las propias de representar a los vecinos de la segunda ciudad de Cataluña por su demografía. No me puede extrañar, porque esta ciudad tiene tan poco de lo que enorgullecerse y, en algunos casos de tan reciente factura, que los alcaldes buscan forzosamente una compensación política extra que les dé algo de relumbrón. Inauguró las ambiciones el ínclito Matías de España que fue Procurador en las Cortes franquistas y que quería que la ciudad alcanzara pronto los 300.000 habitantes para tener plaza perpétua en la Cámara. Se lo tomó tan a pecho que dejaba construir a quien se lo propusiera con la idea sobrecogedora —no hay constancia de que esa idea la mantuviera con esa única acepción o también con la de separar ambas palabras— de acercarse a Barcelona para competir más abiertamente con el notario —y notorio— Porcioles. Él era marqués e ingeniero, tenía tierras y acciones suficientes de la España Industrial como para considerar la carrera política como un valor más y no como una catapulta, así que quizás fuera algo fascistón pero no necesitaba la feria de las vanidades para brillar. Tras él ha habido cuatro alcaldes y una alcaldesa, los tres últimos llamados socialistas por llamarlos de alguna manera que, por no tener, no tenían ni siquiera otra profesión relevante que sus labores políticas. Así que a ellos sí que les tentaba la feria de las vanidades, en una progresión geométrica que va del caso Pujana, donde lo codiciado era el bienestar personal, hasta el caso Marín, donde lo destacable es codearse con los importantes, pasando por el caso Corbacho donde lo atractivo era demostrar sus capacidades.

Como la ciudad da para lo que da pero hay dinero bastante para tener gente que le de al magín de acuerdo con las ambiciones de cada quien, aquí se inventaron para la alcaldesa Marín, copiando las comparescencias anuales de los alcaldes de Barcelona que puso de moda Maragall, una charla de propuestas con veleidades estratégicas, que apenas tiene propuestas y que, desde luego, no suelen ser nada estratégicas. Un año es el biopol médico, otro la plaza Europa bis en Collblanc y este año, coincidiendo con el centenario de la ignominia que arrebató medio término municipal en beneficio del capitalismo rampante de la época, la reivindicación de la playa.

Es un absurdo, claro, más que una reivindicación simbólica. Que cien años después una alcaldesa de l’Hospitalet pida un trocito de playa junto a la Farola, en medio justo de las infraestructuras portuarias, resulta una ofensa para la inteligencia. Sobre todo porque no se lo cree nadie —no porque no fuera posible—, la principal doña Marín. Con esta ortopédica idea puede haber pretendido una de estas tres cosas, se nos ocurre. 1. Ponerse reivindicativa histórica por lo que fue una ruindad de las autoridades de la época. 2. Ponerse estupenda con las autoridades del Consorcio para mostrar una punta de ingenio, que siempre es bonito. 3. Jugar al despiste porque ya no tenemos idea alguna.

Lo lacerante es que, en cualquiera de los casos, no es creible. A la alcaldesa Marín, la historia de la ignominia le trae sin cuidado. Si hubiera sido ella a quien le hubiera tocado negociar la pérdida de la Marina de l’Hospitalet, viendo lo que ya hemos visto, lo máximo que habría pedido es que la Zona Franca de Barcelona se llamara de Barcelona y l’Hospitalet y que se la invitara como una más cada vez que la Zona Franca tuviera un evento. Eso, exactamente, ha hecho con la Fira de Barcelona, permitiendo que miles de metros cuadrados de territorio hospitalense —y los que se van a añadir—, se use en exclusiva para certamenes feriales, con la importante condición de que la lleven a ella a las inauguraciones. Si, claro, se nos dirá que la Fira supone millones de ingresos para el presupuesto municipal y millones de negocio para las empresas. Millones y millones, a cambio de suelo público imprescindible para el desarrollo de la ciudad más saturada de Europa que va camino de convertirse en la más saturada del mundo. ¿O quizás es que no necesitamos y necesitaremos más parques, más escuelas, más equipamientos diversos “públicos”? La Fira debe generar millones —también alguien nos tendría que explicar cuánto dinero público va a los eventos como el Mobile, por ejemplo— y la alcaldesa afirma que esos millones sirven para mejorar la vida de la gente. No tengo dudas. Esos millones mejoran la vida, sobre todo, de quienes manejan el presupuesto público, los cargos electos y las decenas de muy bien pagados asesores del partido que también son gente (tengo que escribir sobre todo eso). Pero de muy pocos más. De muy pocos hospitalenses más. De unas cuantas empresas de la ciudad, ciertamente. Pero esas empresas de la ciudad que son las que verdaderamente se lucran con los eventos de la Fira, ¿son de los hospitalenses, o son grandes empresas de grupos radicados fundamentalmente en Barcelona y en el resto del mundo?. Y, por otra parte, el dinero público debería servir, por lo menos, para evitar la desaparición del patrimonio, fuera público o privado. ¿Cuántos cines se han convertido en edificios de pisos y se han perdido para la ciudad, por ejemplo? ¿Por qué el ayuntamiento no ha impedido esos derribos comprando los inmuebles, por ejemplo?

Si, por el contrario, de lo que se trataba es de ponerse estupenda con la gente del Consorcio ¿Por qué no pedirles de una puñetera vez la incorporación del ayuntamiento de l’Hospitalet a ese organismo, con todos los atributos del resto de corporaciones que lo forman? ¿Qué pasa, que eso no sería demostrar ingenio, sino genio? ¿Por qué no pedir desde dentro una revisión global del territorio del Consorcio y del Puerto de Barcelona para racionalizar las funciones, los espacios y las compensaciones por las servidumbres que se derivan de una utilización de los recursos y de los beneficios a favor sólo del sector empresarial? ¿A quien da miedo que se conozcan las previsiones de futuro que manejan a medias el Consorcio y el Puerto a espaldas de todos los demás, especialmente municipios y entidades sociales?

Si no se trataba ni de defender la triste historia hospitalense, ni las reivindicaciones de peso y de futuro sobre lo que nos arrebataron —la ignominia, amigos—, entonces es que se trataba de echar mano de un socorrido chascarrillo para compensar la ausencia de ideas. Porque eso si parece real. Más allá de ese binomio incandescente: “construir y destruir” —construir edificios de viviendas y destruir todo lo que no se pueda convertir en edificios de viviendas— que forma parte del ADN del PSC de la ciudad, no parece que hayan nuevas ideas. Casi mejor…

Escoles als parcs

15 de febrer 2020

Unanimitat del ple municipal sobre una moció presentada per la FAPAC i CCOO, a més de El Casalet, per la saturació de les escoles i els instituts de secundària. Trenta cinc centres públics de la ciutat, de primària i secundària, estan plens a vessar i gairebé la meitat de les aules superen les ràtios establertes per garantir la qualitat de l’ensenyament. Els mestres i professors estan sobrecarregats i una part de la culpa recau en una cosa que es diu “matrícula viva” i que correspon a l’atenció dels infants i joves que canvien de ciutat i als quals se’ls ha de donar cabuda a l’escola pública. Més dos mil alumnes han arribat aquest curs per aquesta via i els representants del sobreesforç —els sindicats— i de la cura de la qualitat —El Casalet—, han mostrat la seva preocupació i han amenaçat amb el conflicte.

A mi, si voleu que us digui la veritat, el que més m’ha estranyat és la unanimitat del Consistori: tothom sembla d’acord que no hi caben més nens a les escoles i que cal cercar solucions. I les solucions passen necessàriament per fer el contrari del que fan a les zones rurals: allà tanquen escoles, aquí se n’han d’obrir. Per fer-ho, calen dues condicions: que la Generalitat planifiqui nous centres escolars públics i que l’Ajuntament cerqui nous espais per construir o encabir les escoles. No es pot dir que la Generalitat estigui en les millors condicions per planificar res. Abans, perquè no tenia recursos financers. Ara, perquè continua sense tenir recursos financers però no sembla que tampoc en tingui dels altres: els recursos polítics necessaris per fer una bona gestió. A sobre, d’aqui a res anem a eleccions i no es previsible que abans del setembre que ve, estigui la planificació feta.

Pero encara és més difícil la situació municipal i per això m’estranya la reacció de l’equip de govern. Fer més escoles… però a on? Els signants de la protesta ja s’hi fan el càrrec: demanen que si no es troben terrenys per fer noves escoles es readaptin altres equipaments municipals per allotjar centres educatius. Com si això fos tan senzill. No ens oblidem que a l’Hospitalet encara funcionen centres amb molts barracons que reivindiquen de fa anys instal·laciones adequades. I que una escola no s’improvitza, per molt que aquí portem anys d’improvització. I així ens va.

Hi ha pocs equipaments municipals capaços d’allotjar una escola, tot i fent les obres que calguin. Els estandars s’hauran de respectar o al menys fer-ho veure. Però si hi ha pocs equipaments, encara hi ha menys terrenys lliures per ubicar-los. Això ho sap molt bé el Consistori que haurà de mirar amb lupa on lliurar terreny per noves escoles. Sobretot davant la tendència centrífuga de Barcelona, que expulsa especialment gent jove cap a la primera corona a causa del preu impossible dels lloguers i ja no diguem dels habitatges en propietat.

Però el problema no sembla acabar aquí. A l’Hospitalet, hores d’ara, s’estan construint milers de nous habitatges. Milers de nous veins que, quan els ocupin, necessitaran serveis, equipaments i potser una mica de verd de jardí per no asfixiar-se davant la contundent realitat de l’urbanisme aclaparador d’una ciutat que només fa que ocupar terreny lliure per construir. És possible que les grans promocions ja en marxa s’hagin fet amb la previsió imprescindible d’espai pels equipaments. ¿O potser no? Si és que si, allà on abans hi havia espai útil per encabir les escoles que ja falten, les escoles que s’han de construir hauran de servir pel nou veinat. Si és que no, ens trobarem com ja va passar als anys 70: amb la gent al carrer exigint escoles pels seus fills i l’ajuntament lamentant-se de no haver posat límits a l’edificació. Aleshores es van fer plans sistemàtics de noves construccions, però és que aleshores encara hi havia alguns espais lliures… Ara no n’hi han.

Ha d’estar molt segur el Consistori que podrà satisfer la demanda de terrenys o d’equipaments útils per les escoles que ja ens calen; si no no hauria votat a favor de la moció dels ensenyants. Pero… ¿podia fer una altra cosa davant la crua realitat?

Com ja va passar als anys 70, hi va haver ajuntaments que saturaven l’espai públic i ajuntaments posteriors que van haver de trobar solucions i lamentar el que ja molts havien avisat. Ja fa una pila d’anys que hi ha consistoris que saturen. De fet, les entitats de la moció ja han avisat que hi ha 2.000 alumnes més que fa només quatre anys. Dintre de quatre anys poden haver a la ciutat més de 20.000 habitants nous i per tant més de 5.000 nous alumnes (i tots aquells que vindran de fora com ara). I ja s’han queixat que fa més de 10 anys havien advertit que la pressió demogràfica requeria d’una planificació adequada que no s’ha fet. I no hi havia la pressió demogràfica que se suposa que hi haurà després que s’acabin els milers de pisos nous.

Només es pot entendre que l’actual Consistori hagi votat que sí a la moció perquè té la seguretat que el caos l’hauran d’afrontar uns altres. Això, o és que tenen una vareta màgica… o que pensen tirar d’enginy i ocupar els poquíssims parcs per fer escoles (de fet ja ho van intentar amb el poliesportiu de Santa Eulàlia).