Todo gris

15 de enero 2020

Tiene su cosa que la primera ciudad europea por su densidad urbana sea la última ciudad de Catalunya, por encima de los 120.000 habitantes, a la hora de reciclar sus residuos. Estamos hablando de l’Hospitalet, claro.  De los 947 municipios que hay en Catalunya, tan sólo 34 reciclan por debajo del 25% de los residuos que generan. Entre esos 34 está l’Hospitalet y, de la corona metropolitana, solo le acompañan otros dos, Sant Adrià del Besós y Santa Coloma de Gramenet que todavía reciclan menos que nuestra ciudad, en torno al 21%, mientras que nosotros reciclamos algo menos del 25%. De esos 34 municipios, todos ellos menores demográficamente hablando, solo hay otros dos del Baix Llobregat, Abrera y Cervelló, que reciclan en torno al 23% de lo que generan, y únicamente 12, de esos 34 reciclan menos que l’Hospitalet en número de kilos por habitante y año. Menos, de los 98 kg/habitante y año que reciclamos aquí. La media de Catalunya está en el 41,7% y la media global de Kg por habitante y año en 218 Kg. L’Hospitalet roza la mitad de la media de Catalunya, que es tanto como decir que estamos en la cola de la cola. Barcelona, sin ir más lejos, recicla el 38% de lo que genera con un volumen de más de 185 Kg por habitante y año, el doble de lo que los hospitalenses introducen en los contenedores que corresponden.

Resultan descorazonadoras estas cifras si las comparamos con el 90% que recicla Matadepera o el 87% que reciclan Tavèrnoles, Breda o Argentona. Descorazonadoras porque si en Matadepera, Tavèrnoles, Breda o Argentona se llega a esos niveles, no es porque los ciudadanos de esos municipios sean más limpios o más conscientes —que seguramente también— sinó porque la responsabilidad cívica que es ese ingrediente que se da por supuesto pero que no es innato, y que tiene mucho que ver con el sentimiento de pertenencia y el apego al entorno, difiere muchísimo de unas realidades a otras.

No son comparables, claro, porque ni Matadepera, ni mucho menos Breda o Argentona y no digamos ya Tavèrnoles, tienen que ver nada con la realidad hospitalense. Especialmente porque no se encuentran pegadas a Barcelona, ni nadie se atrevió jamás a comerse casi la mitad de su término municipal sin apenas resistencia como ocurrió en l’Hospitalet justo hace ahora un siglo. Sobre todo, porque pese a que algunas de esas poblaciones tienen el doble del término municipal hospitalense (Matadepera o Argentona), su población apenas llega a los 400 habitantes por Km2, mientras que en l’Hospitalet superan los 21.000. Todo eso hace que la gente de Matadepera o de Argentona, por ejemplo, se sientan hijos de ese territorio, lo amen, lo cuiden y lo preserven, sentimientos de responsabilidad cívica que se extienden a sentir lo mismo por su comarca, por su país y, extendiéndonos a lo global, por su planeta. És evidente que los ayuntamientos de esas poblaciones han hecho campañas de reciclaje y han puesto los recursos y los medios. Han hecho seguimiento y alientan a un consumo responsable y a un uso adecuado de los residuos que se generan, pero trabajaban con muchas ventajas: las que se deducen del cuidado del entorno, de un urbanismo cabal con las necesidades y con los recursos.

La realidad hospitalense (y la de Sant Adrià y la de Santa Coloma) es muy distinta. Sobre las gravísimos perjuicios que ocasiona la consideración suburbial de un territorio, porque se encuentra aneja a una gran ciudad que tiende a expulsar sin orden ni concierto todo aquello que le molesta o le sobra, hay ciudades con más suerte que otras. Hay ciudades donde los naturales la sienten propia y donde los naturales se van yendo a medida que sus recursos se lo permiten. Ciudades donde ha habido resistencias y donde ha habido claudicación histórica. Ciudades donde los gobernantes han gobernado para mejorarlas y donde los gobernantes han gobernado para mejorarse, que son cosas bien distintas. Que eso ocurra en una legislatura, es grave. Que eso ocurra como tradición, es una condena.

Las consecuencias son que, en algunas ciudades, una ligera campaña de concienciación da resultados espectaculares. En esas otras ciudades, condenadas a la decrepitud histórica por sus condiciones y por sus gobernantes, las campañas suelen ser más lentas y menos contundentes, y los resultados menos elocuentes y satisfactorios. Hay muchos ejemplos de ello en el conjunto del país. Pero si encima no se hacen campañas, lo milagroso es que la ciudadanía consiga reciclar la cuarta parte de lo que genera. En ese sentido hay todavía vecinos de l’Hospitalet que sienten algo por su calle, que seguramente sienten algo por su barrio y que pueden llegar a sentir algo por su ciudad.

Pero no loolvidemos: la ciudad está llena de insensibles y despegados, gente que vive aquí pero que no se siente de ningún lugar, que le importa una mierda que la idem se coma el planeta, porque su realidad cotidiana, con solo asomarse a su propia calle, es gris. Gris como el talento de quienes debieran cambiarles la percepción. Gris como el futuro que les dibujan sus gobernantes.

La ciudad sin oxígeno

15 diciembre 2019

Menos los que no tienen reparos en mostrarse todo lo reaccionarios que son, como los de Vox o algunos líderes mundiales estilo Trump que no se apuran cuando la ciencia les explica el punto de no retorno climático en el que estamos próximos a entrar, los que anecdóticamente se presentan como progresistas han encontrado en la cumbre de Madrid recientemente acabada, una buena excusa para hacer propaganda de su sensibilidad ambiental.

El activismo es el único que se lamenta profundamente de la inacción de las Administraciones, mientras las Administraciones lanzan consignas inícuas que apenas revierten la situación. Así, el fracaso sin paliativos de la COP25 de Madrid, se enmascara en las nuevas dosis de actuaciones y mensajes en pro del clima que, por lo general, no son más que pura retórica para consumo propio.

Parece que se olvida que la historia desde el siglo XX hasta aquí, en el ámbito ambiental, es la historia de dos catástrofes simultáneas que ha practicado la humanidad con total impunidad hasta llegar a los extremos presentes: un incremento acentuado y persistente de la emisión de gases, que es el argumento más socorrido (y real) y un proceso imparable de saturación urbana y destrucción del medio físico en las ciudades, mediante la impermeabilización del suelo a base de cemento y la reducción al mínimo de los espacios verdes y de las zonas arboladas. Esa doble servidumbre del capitalismo: el incremento de la contaminación por la industria y por la movilidad, y la persistente liquidación de los entornos naturales —especialmente en las zonas más densamente urbanizadas—, nos ha llevado al punto actual. Se diría que expuesto el problema y aclarado el diagnóstico, las Administraciones (la política) más progresistas, deberían actuar con la misma consistencia en ambos terrenos. Pues no es así. Parece que luchar contra el cambio climático se expresa únicamente poniendo coto a la proliferación de gases de los motores de combustión olvidándose de que la naturaleza es capaz de mitigar en parte esa carga gracias a la capacidad de absorver CO2 que presentan las plantas. Es decir: es imprescindible poner coto a la industria contaminante y a la movilidad de combustión, pero debiera ser igualmente apremiante actuar con responsabilidad en el otro ámbito: el de la recuperación del suelo urbano, el del incremento de la forestación en las ciudades. En definitiva: del mismo modo que se debe poner coto al crecimiento de la combustión, es imprescindible poner coto al crecimiento de la edificación. Tan importante para la calidad de vida de los ciudadanos es restringir la circulación, como disponer de más zonas verdes.

Ah! bien, pues no es esa la percepción que parecen tener los gobiernos municipales que están dispuestísimos a guerrear contra el vehículo de combustión pero que se hacen los ciegos ante la lacra de la saturación urbana y la deforestación: van a restringir todo lo que puedan la circulación, pero van a seguir facilitando la impermeabilización del suelo y olvidándose de las zonas verdes.

Como ejemplo, l’Hospitalet. En pocos días, como si quisieran mostrarnos lo sensibilizados que están por la crisis climática, han constituido la Taula per l’Emergència Climàtica, han puesto en marcha diversas actividades contra la contaminación atmosférica, el Consell de Nois i Noies trabajará sobre objetivos de desarrollo sostenible, han puesto en marcha una campaña de reciclaje de vidrio y aparatos electrónicos… pero siguen empeñados en las grandes operaciones urbanísticas de sobresaturación de la ciudad: miles de nuevas viviendas en decenas de nuevos edificios en los barrios de Sant Josep i el Centre, ya en marcha, y un montón de nuevos rascacielos en perspectiva.

¿A quien quieren engañar? Lo que les interesa de la crisis climática es la pura retórica propagandística y apostar por la minucia, sin prestar atención a lo que nos espera en el futuro próximo. Ahora van a poner tantos obstáculos como puedan a la circulació intraciudadana pero ¿alguien se imagina lo que será la ciudad cuando las miles de nuevas familias —con coche, no lo olvidemos— se instalen en las promociones previstas?

Y ya que estamos puestos: aprovechen las fiestas para irse a respirar aire puro lejos de la colmena. Quizás sea lo peor que se pueda decir de una ciudad: váyanse una temporada, lejos de donde viven habitualmente, para oxigenarse. Pero así está la cosa… que sean felices.

Dividir a los vecinos, otra indignidad del gobierno

15 de noviembre 2019

Escribo esto cuando todavía no se sabe el resultado de la consulta popular a los vecinos del distrito tercero para que decidan donde se debe construir el nuevo polideportivo. Hay dos opciones. Una, donde estuvo previsto siempre: en el solar de la calle Gasómetro y la otra en el parque de la Alhambra. Si ahora se plantea una consulta inédita para ubicar un equipamiento, es porque el consistorio socialista, de forma unilateral, propuso abandonar el proyecto de Gasómetro y ocupar algo más de 2.200 metros cuadrados del parque de la Alhambra y un vial. El cambio era debido a que los 17.000 metros cuadrados del nuevo equipamiento suponen un prejuicio para los vecinos de la zona adyacente a Gasómetro que verían como el nuevo equipamiento roza en demasía sus pisos tanto en distancia como en altura y se temen, con razón, que  consideren que los han engañado porque en el momento de la venta nadie les avisó de lo que estaba proyectado.

Falta información, y de eso se han venido quejando en los últimos meses las fuerzas de oposición a la mayoría de gobierno que son a la vez las fuerzas políticas que se oponen al cambio de ubicación. Parece que el proyecto de polideportivo, que será el mismo se haga en Gasómetro o en el parque de la Alhambra, tiene una planta de 4.300 metros cuadrados y, para que sume los 17.000 metros cuadrados previstos, cuatro plantas, quizás una subterránea y tres en altura, aunque precisamente en Gasómetro parece que existen dificultades para construir una planta subterránea. Para ello, el solar de Gasómetro, de algo más de 5.400 metros cuadrados dejaría libres algo más de 1.100 metros, o lo que es lo mismo, una zona perimetral de alrededor de 15 metros de distancia con los edificios existentes. Quince metros, con tres o cuatro alturas enfrente, ya se ve que supone un notable inconveniente para quienes compraron en la zona.

Como que el consistorio socialista se teme un gran cabreo de ese vecindario y como que la saturación urbana en el barrio resulta descomunal, no se les ocurrió mejor alternativa que proponer comerse 2.200 metros cuadrados de una zona verde y un vial adyacente para hacer el polideportivo y, a cambio, contentar a los vecinos de Gasómetro, convirtiendo el solar proyectado en una zona verde consolidada. Consolidada, hasta que sean necesarios nuevos equipamientos, claro.

De paso, desviaban el enojo de los vecinos de Gasómetro a los vecinos del resto del distrito en un enfrentamiento insólito que el consistorio socialista, lejos de evitar, indignamente promueve.

La irresponsabilidad del gobierno es mayúscula, por tanto, y no solo por el enfrentamiento entre vecinos. Lo es también por otros dos motivos que serían suficientes, en una sociedad avanzada y democráticamente solvente, para pedir la dimisión de los responsables de la planificación urbana y de la alcaldía, de paso. La primera, y descomunal, porque a ningún ejecutivo en su sano juicio político, se le puede ocurrir comerse un solo metro de zona verde en una ciudad con tamaños déficits de parques urbanos, para ubicar un equipamiento. La obligación de un gobierno mínimamente digno es planificar su espacio urbano para cubrir las expectativas de futuro de su población, máxime cuando fomenta una desorbitada política de nueva construcción de edificios que suponen enormes necesidades potenciales de prestación de servicios mediante equipamientos imprescindibles para garantizar la calidad de vida. La segunda, absolutamente incomprensible por el tamaño de la desfachatez urbanística, porque en la planificación de las manzanas adyacentes a Gasómetro se excedió el perímetro aconsejable de las nuevas promociones, a saber a cambio de qué. Desde luego se favoreció a las constructoras que tuvieron muchos más metros cuadrados de edificación de los que les correspondían atendiendo a las necesidades futuras.

Todo eso pasa en una ciudad que, durante la dictadura, destrozó su territorio a base de especulación sin freno y sin previsiones de equipamientos e infraestructuras y cuyo remedio parcial llegó gracias a un compendio de luchas sin fin y enormes sacrificios del vecindario para equilibrar demografía y necesidades. Conquistar el ayuntamiento significaba en 1979 poner al frente de la gestión municipal a la gente más sensible con el presente y el futuro de la ciudad. Ahora ya se ve que, desde hace demasiados años, vuelven a mandar en el gobierno de la ciudad quienes solo piensan en los ingresos fáciles: pan para hoy y hambre estremecedor para mañana, porque si en Santa Eulalia se ha de ocupar una zona verde para poner un equipamiento, no os digo nada lo que puede ocurrir entre el Centro, Sant Josep y Bellvitge cuando miles de nuevas familias se instalen en esas zonas en las que se está construyendo desenfrenadamente y donde ya no queda un metro cuadrado libre.

Habrá proceso participativo porque es la mejor manera que tiene el consistorio socialista de lavarse las manos en Santa Eulalia. La ciudadanía no debería aceptar el enfrentamiento entre vecinos por lo que el proceso participativo debería servir para pedir la dimisión de quienes no son dignos de representarnos.

Internalitzar el negoci, externalitzar el servei

15 d’octubre 2019

Les majories absolutes no acostumen a ser bones ni tan sols per les aparences formals. Tinc la impressió —i potser és equivocada— que en el darrer mandat l’Ajuntament s’esforçava una mica més per convèncer la ciutadania que governava pel bé comú. Ara ja, em temo molt, que es conforma simplement a fer-ho veure d’una manera retòrica. M’explicaré.

En el darrer ple municipal es va aprovar una modificació puntual del PGM (pla urbanístic) del barri Centre per convertir el que havia estat el cine Òpera, després un plató de TVE a Catalunya i finalment un centre okupa molt actiu fins que va ser precintat i abandonat, en un equipament semi hospitalari i assistencial geriàtric, de caràcter privat, que tindrà més de 3.000 metres quadrats i que ocuparà un gran complex d’una alçada de planta baixa i tres pisos. El que queda de l’Òpera, en molt mal estat i amb teulada d’uralita que ja ha caigut a trossos, estava catalogat com equipament i era de propietat privada, excepte una petita pastilla que tenia tipologia residencial i que ara, gràcies a la boníssima disposició municipal, quedarà compensada per una finca del davant on els mateixos promotors podran construir un edifici d’uns quinze habitatges nous. O sigui, doble negoci. Pisos al davant, i tots els metres garantits, en un sol solar, per equipament privat. Si, és veritat que uns quants d’aquests pisos del davant hauran de ser de protecció oficial i que el promotor es compromet a donar accés a una zona verda de mançana interior d’uns 760 metres quadrats, però ja es veu que tot plegat a qui beneficiarà exponencialment és a la nova propietària dels terrenys que, tractant-se com es tracta d’una empresa dedicada a la construcció d’equipaments geriàtrics, va comprar pactant prèviament amb l’ajuntament quin seria l’ús d’aquest espai.

Es tracta, com és palès, d’un fantàstic solar en una de les millors zones del barri Centre que podria haver estat perfectament adquirit pel municipi per convertir-lo en qualsevol equipament ciutadà o en un parc públic, situat en un lloc especialment densificat, sobretot després de la depredació especulativa que ha patit l’antiga caserna de la Remunta, a tocar d’aquest solar, i que ha vist ocupada una part considerable del seu sol lliure per centenars de pisos nous. Podria haver estat adquirit… quina innocència…

El mateix que ha passat al Centre, va passar fa ben poc amb un altre solar, també previst per equipaments, del carrer Ferran i Clua de Collblanc, on es farà una residència universitària de la Universitat Internacional de Catalunya, privada i elitista, vinculada al FERT (Opus Dei). I això mateix, fins i tot més punyent encara, s’ha produït també amb la cessió de terrenys municipals per 75 anys per fer una altra residència d’estudiants a Bellvitge, a tocar de l’Hospital, o amb els solars entregats alegrement al Circ du Soleil també en aquest districte. I no parlem ja de l’adquisició municipal d’una nau industrial posada en mans dels promotors de la Salamandra en compensació d’haver-los fet fora de l’espai que ocupaven i que ara forma part de la promoció d’habitatges de la Rambla Marina que farà milionaris a uns quants constructors.

És a dir, allà on hi ha un metre d’espai lliure es construeixen habitatges i allà on hi ha solars d’equipaments o antics edificis patrimonials útils per convertir-los en equipaments públics, es promouen equipaments privats. Tot, com és ben evident, en benefici del poble de l’Hospitalet i de la seva gent, que són els que voten.

I això, per no parlar del disbarat del nou poliesportiu de Santa Eulàlia que s’havia de fer a l’antic solar del carrer Gasòmetre. Pel que sembla, el projecte municipal que incloïa dues piscines, no hi cap, i la raó caldria buscar-la en els permisos atorgats als blocs de pisos que limiten el solar, que es van fer sobredimensionats per un error —un error?— del planejament. L’Ajuntament, en una proposta que semblaria d’una altra galàxia, va trobar de seguida una solució: canviar el lloc de l’emplaçament del poliesportiu. Si no hi cap al solar de Gasòmetre… què tal en terrenys del Parc de l’Alhambra? No hi ha consens entre el veïnat, és clar, i a l’Ajuntament se li ha ocorregut que la millor alternativa és que els veïns es barallin. Una consulta dirimirà si es perd un tros de parc o es perd una de les dues piscines. En qualsevol cas el que perden són sempre els mateixos…

I no estem parlant només de solars de propietat privada on la llei no permet construir pisos i on, per tant, es fàcil donar permís per fer equipaments privats. Una cosa encara més impactant si cap, succeeix amb els edificis patrimonials: edificis antics, sovint d’interès cultural i de propietat pública que podrien servir per donar servei a la ciutadania. L’Hospitalet no és precisament una població sobrada d’edificis de propietat municipal, més aviat al contrari. Ni tampoc d’un excés d’equipaments. Doncs bé, ja fa bastant, que amb l’excusa dels serveis a la població, es posen en mans privades edificis patrimonials que, com és evident, se n’aprofiten del que és de tots per cobrar-nos-ho dues vegades. No hi ha un sol cas. N’hi ha diversos. El primer, la cessió que es va fer al grup Planeta (Planeta Formación y Universidades) per 25 anys de l’edifici dels antics jutjats, gairebé 11.000 metres quadrats en diverses plantes, amb capacitat per més de 3.000 alumnes, a canvi de poc menys de 300 beques per estudiants de la ciutat. El segon, la cessió de l’antiga fàbrica modernista Godó i Trias per hostatjar el nou Centre Europeu de Desenvolupament i Promoció de la Medicina Tradicional Xinesa, que serà probablement un centre de referència, però que resultarà un equipament del tot aliè a les necessitats municipals. El tercer, l’aprovació definitiva del pla parcial que modifica l´ús de l’equipament de l’antiga fàbrica Albert Germans a docent, com a pas previ a la cessió a una altra universitat previsiblement privada.

Com es veu, ja fa temps que l’ajuntament gestiona sense trencar-se gaire el cap:  el més actiu que es pugui en la gestió del sol i el més passiu que se l’hi permeti en la gestió de les necessitats. A això se li diu internalitzar el negoci (planificar el territori, buscar compradors…) i externalitzar el servei (donar les màximes facilitats, oferir beneficis…). De fet, resultaria incomprensible per un ajuntament si no fos perquè l’experiència ens ensenya que no hi ha causes gratuïtes. Tant d’interès per allò que dona recursos, ingressos, beneficis, diguem-ho com es vulgui i tanta delegació per allò que comporta gestió, objectius, responsabilitat, progrés, estratègia, ens hauria d’indignar fins l’exasperació. Si no fos perquè estic convençut que l’exasperació ha desaparegut de l’adn hospitalenc.

La caldera hospitalense

15 de septiembre 2019

En diciembre de hace dos años el Ayuntamiento aprobó un proyecto previo de plan director de arbolado que se convirtió en un informe de más de 130 folios con un objetivo múltiple: beneficiar al arbolado de la ciudad mediante una planificación racional; preservar, mejorar y aumentar el patrimonio arbóreo, incrementar la cobertura vegetal y todo ello fomentando la biodiversidad, proteger los árboles y mejorar sus condiciones mediante un prediseño que permitiera hacerlos compatibles con la trama urbana. Se partía de la convicción de que, en un contexto urbano,  la masa vegetal y los árboles en particular, contribuyen a reducir la contaminación ambiental y acústica, reducen las enfermedades físicas y emocionales de la población, y contribuyen a la calidad de vida en las aglomeraciones demográficas, además de otras ventajas sociales y económicas que el propio informe se encarga de destacar.

Por eso, la OMS recomienda un estándar mínimo de zonas verdes en las áreas urbanas, de entre 10 y 15 metros cuadrados por habitante. Un estándar que, en España, solo cumplen 9 capitales de provincia (Lleida la única catalana) y todas, excepto Madrid, León y Vitoria, por debajo de los 15 m2/hab. Si eso lo comparamos con los 5,57 m2/hab de zonas verdes de L’Hospitalet, y su peso demográfico, por encima de los 53.000 hab/Km2, veremos enseguida que esta urbe es cualquier cosa menos una ciudad saludable, de modo que vivir en l’Hospitalet se está convirtiendo en un riesgo cierto para la salud, especialmente en las condiciones de cambio climático en que nos encontramos.

Si esto ya es dramático por definición, la aplicación práctica del plan de arbolado está contribuyendo a sentar las bases para un descontento cada vez mayor en los barrios. Este verano, vecinos de La Florida soliviantados por la actuación de la brigada municipal con su Asociación y la entidad ecologista La Saboga al frente, se opusieron tajantamente a la aplicación de un proyecto que prevé la tala de 6.700 árboles en todos los distritos porque producen interferencias con los edificios y la trama urbana. En La Florida se estaban talando numerosos árboles, pero esta matanza de especies se ha producido desde hace meses en todos los barrios de la ciudad porque es evidente que hay árboles que molestan en aceras inferiores a tres metros y otros causan problemas con sus ramas y alturas, a muchas viviendas de la ciudad. O sea, los árboles molestan —eso es constatable—, en la ciudad donde probablemente harían más falta.

Lo que nos lleva a una conclusión lógica: quizás la trama urbana de l’Hospitalet ha perdido la batalla del verde y precisamente por eso, no se debería permitir bajo ningún concepto ocupar más suelo libre para cualquier cosa que no fuera esponjar el territorio, plantar árboles, hacer zonas verdes y oxigenarlo.

Pues bien, como según el Ayuntamiento ya hay en l’Hospitalet 38.200 árboles en las calles y plazas de la ciudad, debe asumirse la tala de árboles molestos para ser substituidos por otros nuevos, necesariamente más pequeños y mejor ordenados, que se irán plantando a medida que se talen los existentes.

El domingo 15 de septiembre FIC celebró el primer aniversario de este digital que estáis leyendo, en la Plaza de la Libertad de La Florida, rescatada durante la Transición por la lucha de los vecinos contra la especulación inmobiliaria y a la que ellos mismos pusieron nombre. Lo que hoy es la Plaza de la Libertad y los dos inmensos bloques que la circundan, de 180 viviendas cada uno, ocupan el solar de una antigua bóvila que se vendió para especular con el terreno. Debían edificarse tres bloques y los vecinos consiguieron paralizar el del centro y convertirlo en una plaza que urbanizó el primer ayuntamiento de la democracia. Hubiera podido ser una plaza verde, pero otro de los ayuntamientos de la democracia horadó el terreno para convertirla en un párking subterráneo. Hoy, los únicos árboles de la Plaza de la Libertad están en maceteros. Por supuesto, ni dan sombra ni sirven para oxigenar. Son el ejemplo de la derrota de un proyecto de ciudad —si es que alguna vez existió— que ya apenas reivindica zonas verdes, que tímidamente reclama que no se construya ni un solo edificio más en el escasísimo espacio libre que queda. Que se limita a pedir, humildemente, que no le talen los árboles.

No hace falta decir que en La Florida, donde viven casi  30.000 personas en unos escasos 0,38 Km2 (lo que vendría a representar casi 80.000 habitantes por Km2, que no se superan ni en Bangla Desh) volvieron a ganar, como lo han venido haciendo desde 1979, los mismos de siempre. Los que hoy siguen pensando en ordenar la ciudad construyendo unos cuantos miles de viviendas más y dejándonos de momento con unos cuantos centenares de árboles menos. A la espera de las pandemias respiratorias de los próximos años, quizás el último mecanismo perceptible para esponjar la ciudad.

La família que ens governa

La alcaldessa i el seu marit en un acte de FIC.

15 de juliol 2019

Digueu-me atrevit, però la meva sensació és que la majoria absoluta de l’Ajuntament de l’Hospitalet per part del PSC, malgrat les aparences de fomentar el diàleg amb l’oposició, de predicar flexibilitat i mà estesa, els està portant ja a una política de gestos que té més a veure amb l’ús resolutiu de la seva majoria que no pas amb l’enteniment i el pactisme.

Hi ha resolucions que només es prenen perquè es té una acusada sensació d’impunitat o una seguretat màxima en el poder de la majoria absoluta. I hi posaré un parell d’exemples.

Fa temps va aparèixer a la premsa l’estret lligam, familiar en molts casos, que existia al consistori hospitalenc —aleshores sense majoria absoluta—, entre regidors, funcionaris, alguns tinents d’alcalde, càrrecs assessors, etc. Semblava que allò no aniria a més i que a poc a poc aquesta realitat es dissoldria sense gaire soroll, però vet aquí que en la composició del nou consistori això s’ha incrementat qualitativament. I ho ha fet, justament en l’àmbit que s’espera més controvertit en el proper mandat: el de l’urbanisme i la construcció d’habitatges. Sembla que és molt evident que hi ha hagut en aquest darrer periple una concentració del poder en poques mans i en mans que no només tenen lligams formals i ideològics. Destaquen una vegada més els lligams personals i familiars. La cúpula pensant i executiva que ja ha explicat a tort i a dret que en aquests quatre anys propers es desenvoluparà la perllongació de la Gran Vía, la plaça Europa 2 a Collblanc , el Biopol i les promocions de la Rambla Marina i dels solars de l’antiga Cosme Toda, s’ha blindat i s’ha bunqueritzat. Els quatre personatges claus tenen tot el poder a les seves mans i compten amb la lleialtat absoluta dels altres 10 regidors, la majoria novells i amb escassíssim pes, i alguns altres desplaçats però agraïts.

L’alcaldessa i els dos primers tinents d’alcalde compten amb la calculada perícia del coordinador de Regesa Aparcaments que no és altra que José Luis Hernández, marit de Núria Marín. Els dos primers tinents d’alcalde són Francesc Belver responsable de Planificació i Projectes estratègics i el que fins ara era només regidor d’Esports i Joventut que ha ascendit sobtadament a responsable d’Espai Públic, Habitatge, Urbanisme i Sostenibilitat (ostres quina conya!), Cristian Alcázar. El cap de Belver és, naturalment, l’alcaldessa i el cap de José Luis Hernández a Regesa és precisament Francesc Belver que és el president d’aquesta societat que penjava del Consell Comarcal del Barcelonès on Belver actuava de president i que està encara pendent d’aclariment davant del Tribunal de Comptes per uns deutes certament opacs.

Alhora, Cristian Alcázar, ara regidor d’Urbanisme a l’Ajuntament de l’Hospitalet és el gendre de Belver, de manera que tots quatre, Marín, Hernández, Belver i Alcázar, fan un tàndem precís, gairebé impossible de fissures i molt especialitzat en el totxo.

Aquests quatre personatges són els que decidiran en breu el futur de la ciutat i res ens fa pensar que el resultat deixarà tranquil·la la majoria d’hospitalencs.

La constitució d’aquest nucli de poder a l’entorn de la matèria urbanística i de planificació estratègica, deixa molt poca esperança al consens. Amb els 14 vots del ple es farà el que el sanedrí familiar determini i que ja tenen coll avall.

L’altra prova de ma dura no s’ha fet esperar gaire: els plens es faran al matí que és quan la ciutadania està més ocupada. Es tracta —com ja ha fet també Barcelona i l’Hospitalet en altres ocasions— d’evitar molèsties de ciutadans emprenyats perquè l’important és anar al gra: decidir al marge de la gent —el vot representatiu ho suporta tot— i esperar cada quatre anys a que una ciutadania endormiscada renovi la confiança.

Només ens resta avisar que estarem atents. I que no es confïin.

Prenguin nota, representants electes…

Acte a la seu del Centre d’Estudis per parlar dels mitjans públics de comunicació.

15 de maig 2019

És veritat que han canviat moltes coses en els darrers anys i és previsible que encara en canviïn moltes més a jutjar per les dinàmiques que es van imposant a poc a poc. S’han acabat les majories absolutes gairebé a tot arreu i és molt possible que vagin equilibrant-se les forces en presència fins i tot allà on ha estat més difícil, com són els ajuntaments. A l’Hospitalet és previsible que els socialistes segueixin sent la força majoritària després del 26 de maig i mantinguin el poder en les seves mans com passa des de l’any 1979, però cada vegada els costarà més governar sense la ciutadania. Per això, l’actitud prepotent de l’alcaldessa renunciant al debat públic amb els altres candidats que s’ha viscut des del 8 de maig i fins el mateix dia de les eleccions, és un error que van calcular molt malament els estrategues de la candidatura.

Va resultar un menyspreu a la ciutadania i si aquesta fos una ciutat moderna, estructurada, avençada i conscient del seu pes, el PSC pagaria l’error amb uns quants vots de menys. El més previsible, però, és que la xarxa clientelar, una ciutadania que exigeix relativament poc sobre l’entorn on viu, l’efecte d’una militància consolidada i extensiva que fa d’altaveu de les millores i l’absència d’una alternativa de ciutat amb pes específic sobre la realitat dels barris, no faci trontollar una majoria consolidada que li garanteixi mantenir el poder sense fissures en els propers quatre anys. El que si sembla garantit, no obstant, és que haurà de governar amb unes altres maneres, tenint en compte molt més als representants polítics elegits per l’electorat, molt més a les entitats, i molt més a l´exigència de participació social que reclama la ciutadania. Tot això serà bo per la ciutat, de manera que si el PSC vol servir la ciutat i els seus ciutadans, haurà d’actuar en conseqüència.

No era esperable que l’error de la inassistència de l’alcaldessa el dia del debat i el menyspreu dels dies següents a repetir convocatòria, comportés el que es va veure dimecres al vespre a la seu del Centre d’Estudis. Per primer cop en temps, una representació d’una quinzena llarga d’entitats, partits, sindicats i membres de candidatures —en alguns moments es va arribar a calcular a prop de 50 persones entre els que van venir i van marxar abans—, es van aplegar per debatre sobre la importància dels mitjans de comunicació públics en la construcció de la ciutat i sobre la necessitat que la informació a la ciutadania mantingui la neutralitat política indispensable per no passar d’informació a propaganda. Els convocants pretenien, per sobre de tot, convertir el dret a la informació en un valor de ciutadania i fer que els partits polítics que hauran d’estar al govern i a l’oposició es prenguin aquest dret i la vocació de servei públic de l’aparell informatiu municipal com un element de construcció del futur de la ciutat. Els socialistes, previsiblement, no podran governar sols i la reunió del Centre d’Estudis pretenia també que aquells que hauran de sumar energies per compondre una majoria municipal estable, considerin la informació municipal com un servei públic que ha de ser plural, neutral i de qualitat. I la posin en un ordre prioritari de negociació i de realitat en el termini més breu possible.

Es va comentar que el dret a una informació contrastada i lliure sustenta la majoria dels altres drets. Només per la seva fragilitat entre la societat hospitalenca s’entén per què algunes qüestions que marquen el futur de la ciutat tan greument com la pèrdua de patrimoni o el col·lapse del sol dedicat a la construcció de nous habitatges, s’hagin pogut aplicar sense una intervenció dinàmica de la ciutadania. Tots plegats ens hauríem de preguntar —i d’una manera específica tots aquells que treballem en qüestions informatives a la ciutat— com és possible que uns temes d’aquesta importància no hagin estat més debatuts i finalment consensuats per la majoria de la població a través de les seves entitats i estructures de participació social. I per què una majoria de govern precària és capaç de dirigir la ciutat cap a la pèrdua progressiva dels bens materials del seu passat i a la saturació demogràfica més absoluta, precisament allà on és imprescindible preservar el nostre escassíssim patrimoni —i donar-li utilitat social—,  i esponjar al màxim el teixit urbà.

És evident que els mitjans de comunicació públics no han complert el paper per el qual havien d’haver estat dissenyats, de manera que si no compleixen el paper de suport informatiu per la ciutadania es converteixen acte seguit en instruments de la propaganda municipal. Cal revertir aquest procés, sobre la base de convertir la informació en un element prioritari de cara al proper mandat municipal, amb la participació de tothom interessat a preservar el dret i a convertir-lo en un servei municipal útil i de qualitat.

El partit socialista ha d’entendre que la única manera de governar sense conflicte és consensuar i que actuar com ha estat clàssicament, mitjançant un corró que lamina discrepàncies, ni enriqueix la democràcia, ni afavoreix la ciutat i la ciutadania, ni serveix per avançar. Serveix per conservar el poder, però no la dignitat.

S’hauran d’anar acostumant a la crítica i a la rendició de comptes permanent i no només els representants polítics. També tots aquells que treballen per a la funció pública. Hauran d’entendre que els recursos són de tots i que estarem tots vigilant que es gastin adequadament, amb objectivitat i criteri i exigint les responsabilitats precises en relació directe a la inversió i els resultats de la inversió. S’hauran d’acostumar també a exercitar la voluntat política que moltes vegades s’ha amagat sota l’excusa de la burocràcia, com es va assenyalar ahir. Si hi ha voluntat política de fer les coses i d’arribar a terme, els municipis tenen recursos sobrats per aconseguir-ho. Ja no valen les excuses. Sempre hi ha obstacles, però amb voluntat política els obstacles acaben desapareixent.

Caldrà determinar què es fa amb el Diari de l’Hospitalet i amb el digital. Com es reobre la ràdio i amb quina dimensió i com s’organitza la tele local i amb quina programació. Caldrà dotar aquests instruments dels recursos necessaris, dels controls indispensables i de la productivitat exigible. I s’hauran de tornar a posar sobre la taula les enormes operacions inacabades: les grans promocions immobiliàries, el projecte difús del districte cultural, la política de recuperació del patrimoni històric, natural i d’edificis públics. La política turística i de promoció de la ciutat, la fira de l’Hospitalet i els grans equipaments cívics. L’extensió dels altres serveis per equilibrar la ciutat i eliminar la pobresa endògena. I tot això caldrà fer-ho no com fins ara, amb la direcció executiva reservada al govern, sinó amb una participació efectiva i no retòrica dels instruments dissenyats per intervenir en els assumptes públics.

Es pot iniciar la dinàmica, o es pot pensar que el govern tornarà a ser molt fort i podrà fer el que feia… i com ho feia. Ja aventurem des d’aquí que la realitat és tossuda i es trobarà amb dificultats creixents. La ciutat ha canviat, la gent ha canviat i les entitats també. Caldrà que el govern municipal en prengui nota.

Per un Estatut de la Informació Local i un Comitè de Control

 La seu dels mitjans públics municipals sota control de l’Ajuntament.

15 d’abril 2019

Dintre de molt pocs dies està previst que l’Espai de Ciutadania, aquesta mena de coordinadora activa d’entitats de la ciutat, de la que forma part l’associació Foment de la Informació Crítica que impulsa aquest digital que esteu llegint, organitzi un debat amb les diferents candidatures de la ciutat amb representació municipal i també amb aquelles que encapçali o en formi part algun regidor que s’havia presentat amb una altra candidatura i que per raons internes ha canviat de sigles. No podran estar, doncs, totes les que es presenten, perquè resulta impossible un debat amb 17 representants i ja serà difícil un debat a vuit que tingui alguna possibilitat de presentar programes i pràcticament impossible, que es converteixi en un debat digne de tal nom.

Seran, segurament, vuit monòlegs per respondre a les preguntes que ha preparat l’entitat organitzadora juntament amb nosaltres, especialment interessats en fomentar una informació independent, contrastada i rigorosa, sense control de cap poder, per tal que els electes es vagin fent càrrec que el lloc que ocupen representa un compromís amb la ciutadania que els ha elegit i que els recursos que els cedim no són seus i han de respondre eficientment de l´ús que en fan i de les prioritats que convenen a la majoria de la població.

És evident que la democràcia representativa comporta elegir, però no és menys cert que obliga a controlar i a deixar-se controlar. Controlar amb molta més minuciositat i transparència que s’ha fet fins ara i per això, el control de qui informa, què informa i com informa, resulta extraordinàriament important.

L’Hospitalet té un aparell mediàtic important controlat en exclusiva pel poder municipal. Edita un mensual amb un títol hiperbòlic que resulta fals en la seva primera línia perquè apareix com a Diari de l’Hospitalet i un diari és un diari i no un mensual. Però això no és el més significatiu. El que resulta paradigmàtic és que deu ser, hores d’ara, la primera publicació catalana en edició, ja que imprimeix 105.000 exemplars que distribueix casa per casa amb un cost que és públic i que deu ser astronòmic. La producció ha de ser tan cara, que necessita el suport indispensable de la publicitat comercial. Els que s’anuncien no poden elegir un altre mitjà a l’abast en tot el municipi que pugui garantir una difusió de les mateixes característiques que el que aplica el govern municipal. Funciona, per tant, en un règim manifestament il·legal de monopoli, que ningú s’ha encarregat de portar als tribunals i no se jo si ni tan sols de criticar políticament amb eficàcia i persistència.

És caríssim en despesa financera i és il·legal per monopolístic, però resulta irrenunciable pel poder perquè compensa sobradament l’atropellament que representa la seva existència actual: és una via directíssima per explicar als veïns allò que l’Ajuntament fa bé i per ocultar sistemàticament allò que l’Ajuntament fa malament. Segur que l’Ajuntament fa coses bé i és lògic que surtin al Diari, però també segur que en fa algunes de malament i aquestes no apareixen mai.

I amb el Diari no n´hi ha prou, perquè la ciutat és diversa i no només té lectors. Té gent que s’informa a través d’internet i de les xarxes, hi ha veïns que veuen la TV i n’hi havia molts que escoltaven la ràdio a algunes hores quan aquesta funcionava. Ara funciona el Digital i la TV a estones, de manera que hi ha un complet pel que fa a emissió d’informació i missatges dirigits a la ciutadania des dels mitjans municipals.

Això no és dolent. Al contrari: és una obligació del poder informar del què fa. El que és dolent és que només ho controli el poder i no la ciutadania perquè ja se sap que el poder, per pura inèrcia de conservació del seu estatus, posa l’altaveu en les coses que el beneficien i la sordina en les que el perjudiquen.

En els mitjans rigorosos és la professió la que executa una part d’aquest control. Però no se li pot demanar aquesta funció als que viuen directament a sou dels que governen. Simplement perquè no disposen de l’aval dels lectors organitzats i amb poder de decisió sobre els mitjans públics.

Sense control popular, la premsa en general es mou per interessos i la premsa local en particular pels interessos dels que governen que, a sobre, paguen els missatgers i el missatge amb els nostres propis diners. No n’hi ha prou amb la transparència pel que fa a la premsa. Resulta indispensable el consens sobre un instrument de control al marge del govern local que cal articular i donar forma. (He preguntat i buscat si hi ha alguna cosa semblant i no ho he trobat: senyal de que si existeix, només existeix sobre el paper). Si no es crea un estatut de la informació local i un comitè de control de la informació que vetlli per l’objectivitat informativa, no hi haurà manera de modificar res del que s’ha fet fins ara.

Hi ha 17 candidatures a les que caldria preguntar moltes coses sobre el futur. Però hi ha una de cabdal: estan disposats a ser inflexibles durant la propera legislatura en la sol·licitud del control públic dels mitjans de comunicació local?

Podran comptar amb nosaltres…

Somnis llunyans

El Pla Gran Via Sud: destruir la ciutat.

15 de març de 2019

El dia 3 d’abril de 1979 es van celebrar a tot el país les primeres eleccions municipals democràtiques, que s’havien aturat abruptament després de la victòria de les tropes rebels del General Franco al febrer de 1939. Es va trigar 40 anys a fer noves eleccions democràtiques i ara, just el 3 d’abril d’aquest any, fa 40 anys que en tenim. A l’Hospitalet sempre s’ha presentat el ventall de les principals forces polítiques catalanes com a la gran majoria de les ciutats importants però, des de fa quatre dècades, en aquesta ciutat han guanyat els socialistes i han governat els socialistes, com a molts dels principals municipis de la comarca a la qual pertanyem i de la resta de l’Àrea Metropolitana i de les primeres corones. La majoria de regidors d’aquests deu mandats successius han estat membres del PSC malgrat que hi ha hagut gairebé sempre regidors que calia situar a la seva esquerra, regidors nacionalistes i darrerament independentistes, representants de la dreta liberal espanyola i fins i tot esporàdicament algun regidor ultradretà, difícilment comprensible en una societat com la nostra, plena de gent amb recursos econòmics ajustats i evidents necessitats d’emancipació social.

La societat ha anat canviant força en aquests 40 anys i molts dels que enteníem els ressorts d’aquell municipi dels anys 80, ens costa entendre per què suportem coses que aleshores ens semblaven inassolibles. I tal com hem canviat nosaltres han canviat els partits. I no només perquè el clàssic eix de les esquerres i de les dretes està en crisi permanent, sinó perquè ens ha esclatat als morros un eix encara més incontrovertible, que no entén de classes socials sinó de pertinences territorials. Aquelles diferències en l’escala social, allò que ens feia diferents en funció de si pertanyíem a les classes subordinades o les poderoses, corre perill de diluir-se en una altra diferència, la del lloc on hem nascut i la del sentiment que acompanya aquest accident del destí. Un accident del destí, que es diferencia de l’altra — la classe on has nascut—, perquè canviar de classe o eliminar les classes pot convertir-se en un objectiu vital, mentre que canviar el lloc on has nascut és, simplement una quimera.

Tinc la sensació, que de la mateixa manera que l’èxit vital es correspon amb la capacitat per amollar-te a les circumstàncies que se’t presenten sense avisar, l’èxit de la pervivència dels partits juga en la mateixa lliga. El partit socialista, que s’ha mostrat incombustible amb els anys, continua sent, en les formes, el mateix PSC dels inicis, mentre que tots els altres han anat desapareixen, han canviat de nomenclatura, de praxis política i fins i tot d’ideologia. La seva pervivència, al menys pel que fa a la realitat municipal d’aquestes ciutats grans que han sabut renunciar a la qualitat de vida a base de generar riquesa i fer veure que la  repartien, resulta molt il·lustrativa de la seva capacitat d’adaptació a les noves realitats. Abans la gent reclamava zones verdes i ara reclama notorietat internacional, que és una cosa etèria que només afavoreix realment als que viuen del llustre i de fer tractes amb les personalitats rellevants. Interessa el pool mèdic i la fira del mòbil, per sobre de la preservació dels darrers pams de territori verge per respirar com déu mana. Per això segueixen guanyant quatre dècades després.

Mentre tant, aquells que podrien pensar amb un autèntic disseny de la ciutat del futur, vinculada a les necessitats autèntiques de la gent que hi viu i que es desenvolupa, i que pensa en un futur per a ells i els seus fills al lloc on sempre han viscut i on volen continuar vivint, ni hi són, ni se’ls espera.

Quaranta anys després d’aquell 1979, els somnis estan més lluny que aleshores. O potser som nosaltres els que estem massa lluny de la realitat.

L’avorriment electoral (II)

15 de febrer 2019

Dèiem, en l’anterior article d’aquesta sèrie, que hi havia tres evidències que explicaven 40 anys de PSC al capdavant de l’Ajuntament de l’Hospitalet i també tres contraposicions que expliquen en bona part aquest èxit. La primera donava fe d’una ciutadania que es va despertar tard, de manera significativa però tampoc massiva, en les darreries del franquisme reclamant democràcia i millors condicions de vida als barris. Molts van donar el seu suport a la gent que coneixien a les entitats reivindicatives, als sindicats i als partits, especialment la gent del PSUC, però també molts vots van anar a parar al partit socialista que tenia una imatge més acceptable després que el règim franquista dediqués anys i anys a presentar els comunistes com gent autoritària, disposada, com a mínim, a implantar la dictadura del proletariat. També molts vots que podrien haver anat al PSUC van anar a parar a candidatures comunistes minoritàries però també molt actives en aquests anys i tot plegat va fer que l’alcaldia recaigués en el PSC i ja se sap que el poder consolida moltes coses i a l’oposició fa molt de fred.

En resum, la majoria dels votants de l’Hospitalet van votar, en el seu municipi, molt més en sintonia amb la imatge que es tenia del PSOE y del PCE a nivell general, que pel que coneixien de la ciutat. Des del 1979, aquesta tendència no ha fet més que créixer, fins el punt que el PSC de l’Hospitalet si ha d’entrar en crisi, serà per causa del desprestigi latent del socialisme a nivell de país, molt més que no pas pel que han fet o han deixat de fer els seus consistoris a la ciutat. De fet, el ciutadà mitjà de l’Hospitalet no dona símptomes d’estar amoïnat per viure en una ciutat sense espais lliures, sense zones verdes, sense un urbanisme aclaparador. Es queixa, potser, de la inseguretat, de l’atur, generalment dels efectes i no tant de les causes. Aquesta és la ciutat que tenim: una ciutat de rendes baixes i de gent acostumada a viure atapeïda, en el sentit figurat i en el sentit literal. Acostumada a ajustar-se el cinturó, i a la saturació demogràfica.

El tercer corol·lari que anunciava en l’article anterior, afirmava que les aspiracions socials d’una ciutat com l’Hospitalet no permeten determinades ambicions. Si d’alguna cosa serveix el baròmetre municipal és per fer una fotografia sociològica de la ciutat que tenim. Més enllà del fet, constatable, que molt del veïnat original dels anys 60 i 70 de les barriades de La Florida, Pubilla Cases o fins i tot Collblanc-La Torrassa ha canviat radicalment, l’evidència ens mostra que l’Hospitalet segueix sent una ciutat de gent que no planta arrels, que marxa tan aviat com li milloren les circumstàncies econòmiques. Aquest fet tan elemental el va il·lustrar d’una manera fantàstica el que va ser alcalde de la ciutat durant 14 anys i després ministre durant el govern de Zapatero: Celestino Corbacho.

En el sopar crític de febrer, celebrat al Celler del Museu de la Masia Serra i que va organitzar FIC, explicant per què el Centre d’Esports l’Hospitalet no pot aspirar realment a un espai més competitiu en la Lliga de futbol professional, va fer aquesta reflexió que va passar gairebé desapercebuda: “En el moment que surti un futbolista de primer nivell, el primer que farà serà marxar del club per buscar millors condicions, i el segon marxar de la ciutat”. Ho va dir amb naturalitat, entenent que tothom que hi era present entendria a la perfecció l’evidència. I tothom ho va entendre. Un bon futbolista, un futbolista amb futur ni es mantindrà al Centre d’Esports l’Hospitalet, ni voldrà viure a la ciutat. L’exemple de Jordi Alba. Va jugar al Cornellà, tan aviat el van cridar d’altres clubs va marxar sense pensar-s’ho, continuava vivint a la ciutat fins no fa gaire, però quan li va sortir l’oportunitat va optar per viure a la part alta de Barcelona. I això que a l’Hospitalet vivia en un edifici nou i en un espai relativament ampli i lluminós: l’avinguda del Carrilet molt a prop de la Rambla Marina. Però resulta evident que aquell que pot no es manté com a resident…

No és una regla exhaustiva, és clar. Hi ha molta gent amb molts recursos i amb molta capacitat per marxar de l’Hospitalet, que no ha marxat i que no marxarà mai. És la garantia que la regla sempre presenta excepcionalitats. Però la regla és la regla: qui pot marxa. I això no passa només als barris més precaritzats, passa arreu, si és que arreu no està ja, hores d’ara, prou precaritzat. Especialment a La Florida, a Pubilla Casas i a Collblanc, on els habitatges eren més rònecs, molts d’ells d’autoconstrucció, els carrers més estrets i la saturació desbordant, els que han tingut oportunitat de fugir ho han fet. Molts han marxat als seus llocs d’origen on, amb les pensions de la indústria, viuen en unes condicions molt millors de les que mantindrien aquí. I altres no marxen perquè tenen els fills, els nets, però són prou conscients que són els llaços familiars allò que veritablement els lliga, no pas la ciutat.

Per això no resulta eloqüent el que diuen els baròmetres ciutadans, que presenten, en molts aspectes i sobretot pel que fa a la percepció personal i familiar, una imatge idíl·lica de l’Hospitalet. En l’aspecte general, per als ciutadans que responen, el principal problema que segons ells pateix la ciutat és la inseguretat, lligada —dramàticament— a l’existència d’emigració estrangera. Que els hospitalencs detectin com a problemes que té la ciutat, en els dos primers llocs de la llista, la inseguretat i la immigració, només mostra dues coses reals i lamentables: que aquesta és una ciutat pobre i que, alhora, és una pobre ciutat.

Seria magnífic que les eleccions afavorissin els màxims canvis possibles, en el govern i en la percepció de la ciutat, però molt em temo que aquestes avorrides eleccions ens depararan “más de lo mismo.”