El jueves, la Comissió de Territori de Catalunya dio luz verde a una cosa que se han empeñado en disfrazar con un nombre que no engaña a nadie, un biopol científico aprovechando que el área que piensan llenar de cemento son espacios sin urbanizar pegados a los dos hospitales que se hicieron en l’Hospitalet porque esta zona todavía eran campos en los años 70 y siguieron así hasta ahora mismo.
Era totalmente probable que el milagro del año 2020 que dejaba en el aire la operación inmobiliaria del PDU Gran Vía, acabara como está camino de acabar. El jueves, la Comissió de Territori de Catalunya dio luz verde a una cosa que se han empeñado en disfrazar con un nombre que no engaña a nadie, un biopol científico aprovechando que el área que piensan llenar de cemento son espacios sin urbanizar pegados a los dos hospitales que se hicieron en l’Hospitalet porque esta zona todavía eran campos en los años 70 y siguieron así hasta ahora mismo. Lo triste es que los que saben mucho de esto, especialmente los técnicos del Consorcio de la Gran Vía que son los mismos de la Agencia de Depredación Urbana de l’Hospitalet que llevan años orientando a los tristes políticos de la ciudad para que vivan del relumbrón de las grandes operaciones estratégicas, han acabado convenciendo a la Universidad de Barcelona, a los directores de los centros hospitalarios, a los que mandan en el IDIBELL, etc. para que avalaran una operación con nombre rimbombante de sonidos científicos, cuando en realidad se trata una vez más de un solemne, catedralicio y espasmódico pelotazo inmobiliario de los que hacen época.
Van a reordenar casi un millón de metros cuadrados de suelo, el 8% del término municipal más o menos, de los cuales 340.000 m2 estarán destinados a oficinas, hoteles y probablemente viviendas, con una quincena de bloques y torres, los más pequeños de 8 plantas y 48 metros de altura y los más grandes de 15 plantas y 74 metros de altura, aunque en los grafiados incluso aparecen distraídamente algunas torres de hasta 25 pisos. No importa los miles de folios encargados para hacer ver lo contrario, los miles de euros gastados para hacer ver que se incorporaba al debate a la ciudadanía, los miles de argumentos para explicar que lo que hacen es para mejorar la ciudad, convenciendo incluso a los que ya estaban convencidos de entrada, pero que se sumaron al carro haciendo ver que lo que les dolía era perder la zona agraria. No cuela, porque esta cosa de la Gran Vía es otro de los espectaculares pelotazos inmobiliarios a los que nos tienen acostumbrados los llamados socialistas de l’Hospitalet, acompañados de los otros socialistas de más allá y de más acá y los que se mueven a su sombra. Gente que está vendiendo la ciudad al mejor postor y que no tiene capacidad ni siquiera para usar —o dejar que usemos— el poco patrimonio que nos queda, y lo tiene que ir regalando a quien lo quiera para hacer negocio.
Por cierto, que la trola del biopol debe esconder doscientas sorpresas entre los miles de folios que se han redactado. Yo, que me estaba cansando de leer memorias, informes, resúmenes, relaciones, escritos, redactados y anales del proyecto de la Gran Vía y que solo llevaba dos horas en el empeño, acabé por descubrir que entre los compromisos municipales está la cesión durante 75 años —una más— de una finca en Bellvitge de 1805 m2 a la Universidad de Barcelona para una residencia de estudiantes de 100 plazas junto a las instalaciones hospitalarias. Lo único, parece, que se añade como cosa nueva al embuste del biopol, porque todo lo demás ya existe.
Explicado lo cual, ya se pueden imaginar ustedes los saltos que deben estar dando a estas horas la docena larga de propietarios de parcelas con nombres y apellidos o empresas privadas del conjunto de la zona que comprende el área proyectada, que han pasado de tener unos terrenos abandonados y baldíos, a descubrir oro entre la mugre que han ido acumulando durante tantos años de paciencia y sueños especulativos.
Lo que no está construido no es seguro que se acabe construyendo, pero con este personal que no tiene escrúpulos, cualquier cosa es posible y muchas son probables. Son tan insensibles y nosotros tan olvidadizos, que ellos aprueban barbaridades a pocos días de una campaña electoral y nosotros acudiremos como hacemos siempre, con las orejas gachas, a seguir eligiéndolos para que nos representen. Si la valentía y la dignidad sirvieran para algo, debería haber alguien que levantara la voz —alguien influyente, no este pobre escribidor remueveconciencias— para pedir un activísimo boicot a las urnas del 12 de mayo desde esta desgraciada ciudad. Si, ya me imagino que no todos los partidos políticos actúan igual de mal, pero es que lo que está pasando en l’Hospitalet clama al cielo: la ciudad se cae a pedazos y los que mandan solo piensan en enriquecer a los propietarios del suelo, poner todo el cemento posible sobre los campos yermos y dejar que el tiempo nos ahogue mientras un montón de ciudadanos no paran de lamentarse y otro montón de ciudadanos viven en el limbo.
Debería existir algún partido político, me importa un pimiento la etiqueta que lleve puesta, que tuviera la valentía, la dignidad y el atrevimiento de poner pie en pared y explicar que, si no hay nadie que en el AMB, la Diputación, la Generalitat o el Estado central sea capaz de reconducir a los bandoleros que van por libre, esta democracia nos sirve de muy poco. Lo sostenemos, algunos que vivimos tiempos muy malos para conseguirla, pensando que los que nos iban a representar no se parecerían en nada a los que nos la arrebataron.
Nos engañamos y nos escuece el alma por ello. Por eso estamos dispuestos a seguir levantando la voz hasta que alguien nos escuche o hasta el exilio final.