Perdido en el plenario

Andaba yo comiéndome una flauta en el Porto Rico, cuando un viejo periodista al que no veía desde el siglo XX me invitó a pasearme por el salón de plenos municipal que, justamente hoy, celebraba sesión. El muy truhan estuvo cinco minutos pegado a mí, y me dejó solo con el ruego de que escribiera un artículo para un sitio que no lee nadie con excepción hecha de cuatro nostálgicos que hacen de la papiroflexia el norte de sus días. Cuando entré en la sala, todo el mundo estaba de pie, en silencio y cabizbajo, y luego supe que se había guardado un minuto de silencio por el ejército de mujeres víctimas de la depravación de los supremacistas con pito, que mantienen el privilegio de conservarlo tras sus crímenes abyectos que parecen no tener fin. Y dio comienzo la salmodia. Los plenos municipales, a los que yo acudía cuando todavía presidía la sala un busto de la culona y se juraba sobre la Biblia, suelen ser el teatrillo angular de lo que se cuece en los interiores de la Casa de los que mandan.

En aquella época, las plumillas tomaban nota y al término de la sesión el alcalde de turno convocaba una rueda de prensa para que los que tenían que informar se enteraran del fondo de las cuestiones, que todo el mundo sabía excepto ellos. Me temo que hoy pasa exactamente lo mismo. O sabes de qué va la cosa o te aburres soberanamente. Entonces los plenos se hacían de tarde y noche. Estábamos en plena dictadura, pero a alguien se le ocurrió que el teatro había que representarlo con público y el público por la mañana trabaja. Ahora es igual. Quiero decir, ahora el pleno se hace cuando le conviene al mandador, porque en realidad da lo mismo si acude la ciudadanía. Se hace por la mañana en general, parece que algún día por la tarde, siempre que la senadora no tenga Senado, y siempre hay el mismo público: una señora que aplaude a rabiar todo lo que dice un tal González de Vox, algún sindicalista de despacho amigo del aparato, y gente como yo que se deja enredar mientras se hace la digestión de la flauta y el carajillo.

De todo lo que se ha hablado, durante las tres horas que he resistido porque cuando me he ido quedaban un montón de mociones de los partidos, me han llamado notablemente la atención cuatro cosas.

La primera, que pese a que el gobierno tiene 13 votos —naturalmente el de calidad en caso de empate— y la oposición 14, en la sesión de hoy faltaba una concejala de los Comunes. Debió ser justificadísima la ausencia porque algunas mociones se perdieron por el empate y el voto contrario de la senadora, que tiene mucha calidad. Teniendo en cuenta lo ajustadito de la asamblea, no sé si la oposición se ha planteado que, excepto casos extraordinarios de justificada ausencia y con conocimiento previo, cuando un opositor falla, no hace falta presentar mociones si el gobierno está en contra. A no ser que este juego de las mociones sea eso: un jueguecito de entretenimiento al que está condenada media Corporación. Bueno, un poquito más de media, porque debemos recordar que la segunda ciudad de Cataluña se gobierna con 13 concejales de 27.

Dejadme un inciso. En las últimas elecciones podían votar en l’Hospitalet 176.000 personas de un censo de más de 265.000; pero en realidad solo votaron 83.700, más o menos. La senadora sacó unos 31.700 y se llevó 13 concejales. Los otros cuatro partidos en la oposición sacaron unos 40.000 en conjunto y 14 concejales. O sea, con algo menos de 32.000 votos de hospitalenses, de un total de 265.000 habitantes, se gobierna hoy esta ciudad sin un pestañeo (como ha ocurrido en los últimos 42), con solo que un concejal no asista al pleno. Que es lo que ha pasado hoy.

La segunda cuestión curiosa. A los portavoces de los partidos, de todos, incluidos los del gobierno, en cada defensa de los puntos del Orden del Día se les suele acabar el tiempo tasado y por lo que dijeron, se quedan en silencio y no se graba lo que dicen. Es una aberración, naturalmente, a la que todos parecen acostumbrados, resignados y obedientes. Debe ser cosa del Reglamento de plenos, hecho probablemente para no escuchar latazos y terminar pronto la función. Como que se trata de una función en la que ya se sabe cómo terminan las cosas, cuanto menos prolija mejor. Mi experiencia me dice que los plenos municipales son como el Parlamento, el lugar público donde se contrastan los pareceres, se reflexiona, se parlamenta… y se vota después de eso, de defender las posturas, de intentar convencer de las propuestas. Eso pasaba en aquellos plenos de los últimos años de la Dictadura, donde los concejales se peleaban, a veces a gritos, y solo se les cerraba la boca cuando el ruido no permitía el entendimiento. Ahora se acaba el tiempo antes de que cada uno exprese su opinión y no hay aquel perímetro de cortesía que hasta la presidenta del Congreso utiliza con amplitud. La senadora dice que se acabó y se acabó. Y la oposición, genuflexa y reverente, asume y calla. ¿Quizás no tendrían que replantearse sus señorías (o lo que sean) que los plenos están para debatir con tiempo suficiente y con los únicos límites que impone la prudencia y el sentido común? ¿No tienen sus señorías, cuando están todos, la mayoría suficiente para cambiar los reglamentos y los estereotipos de cuando se gobernaba con 14 o más?

La tercera. Se tenía que aprobar el presupuesto y la plantilla de personal, pero ha quedado sobre la mesa. Quedó sobre la mesa en el pleno pasado, según me han dicho, el punto donde se precisaba algo así como el calendario de sesiones. En el caso del presupuesto han dicho que se estaba negociando y que no hubo tiempo de cerrar el acuerdo con la oposición. En el pleno pasado se retiró porque no se había negociado. A ver, ¿se ha negociado ya el calendario? Porque esto nos interesa mucho a los hospitalenses, no vaya a ser que la alcaldesa se pierda imprescindibles sesiones del Senado donde los socialistas resultan imprescindibles, como se sabe, porque el PP tiene mayoría absoluta.

Y la cuarta. Entre las pocas cosas que se han debatido mientras yo estaba presente me ha quedado claro que hay un enorme problema con las devoluciones de subvenciones por ayudas de ocupación juvenil que no se resuelven. Da para muchísimo saber dónde está el problema porque, no recuerdo bien la cifra, pero podríamos haber perdido más de medio millón de euros para formación ocupacional, una cosa que ya se ve que no necesitamos demasiado… Y también que hay un enorme problema con la cuestión escolar, las ratios, las infraestructuras, los espacios, y que hay una propuesta de ILP que ha presentado una sindicalista de CCOO, que ha sido rechazada, creo recordar… Y con la seguridad en el edificio del carrer Migdia donde está la policía local y sus cosas… Por último, algo parecido con el área de deportes de la Feixa Llarga y todo aquello que está en el culo del municipio, pegado a un río al que desprecian nuestras autoridades porque son mucho más de piscina y campo de golf. Un lugar dejado, inhóspito y sin control ni vigilancia, que era campo antes y que se asfaltó en su momento para que el Cirque de Soleil tenga donde poner sus cachivaches cerquita de la ciudad. Porque a ellos les falta un sitio y a nosotros nos sobra espacio libre, como también es evidente.

No sé si volver a ir a un pleno. No sé si ellos se lo pasan bien, pero a mí me hacen sufrir…

Una segunda residencia en Madrid

En el momento en que redacto estas notas, domingo por la tarde después del café (hace falta ser borrico para perder el tiempo de esta manera), todavía no se sabe casi nada de los ministrables del icónico Pedro Sánchez Pérez-C, excepto que en el PSC peligran Miquel y Raquel (no porque peligren sino porque les van a proporcionar otros lugares más bonitos y divertidos) y en su lugar, suenan tres señoras por lo menos (dos Nurias y una Eva). Aseguraron, los que están cercanos al presidente, que no se sabe casi nada del más que inmediato futuro de su Ejecutivo, excepto tres cosas: que repetirá la Calviño (porque así lo dio por sabido en el último Consejo de Ministros del martes pasado), que el gobierno tendrá menos sillones, y que quiere constituir un Consejo de Ministros con más relieve político a juzgar de las tensiones que ya se prevén en la legislatura.

Y entonces es cuando algo no me cuadra, porque está claro que, si quiere un gobierno más político, con más altura y capacidad, alguien se ha vuelto loco deslizando el nombre de las dos Nurias. Al menos de una de ellas. La que tenemos más pegada en el tiempo y en el territorio: la ínclita Marín. No porque ella no se vea capaz de sentarse en el Consejo de Ministros, todo lo contrario. Se considera perfectamente habilitada y con todos los méritos. Por algo se sienta a la izquierda del secretario Illa y a la derecha del ministro Iceta, y por algo aplaude como una posesa a todos los que la pueden nombrar alguna cosa. No voy a discutir yo los méritos, teniendo en cuenta que fue ministro Jorge Fernández, Máximo Huerta o Pepito Montilla. Para ser ministro en según qué gobiernos, lo que cuenta es la fidelidad y hacer lo que uno le manden, y no tiene ninguna importancia la capacidad intelectual, dialéctica o de gestión, como es bien sabido.

Los pacientes ciudadanos de l’Hospitalet sabemos, en cambio, que los principales méritos de la alcaldesa consistieron en su momento en decir amén a todo lo que decidía su antecesor, dejarse aconsejar por su equipo de fieles que son pocos pero muy pegaditos, y acomodarse en lo alto de la ola para moverse en la dirección del viento hasta el horizonte, si hace falta. Capacidad de elaboración, reflexión y perspectiva más bien poca; capacidad para explicarse y para argumentar más bien ninguna y capacidad de gestión, solo hay que ver la ciudad. Así que me extrañaría que la llamaran para ser ministra, pero con los “socialistos” cualquier cosa es posible y estas cosas del prestigio y del comer, los mueven por unos vericuetos extrañísimos que para los mortales que todavía sienten respeto por la política resultan indescifrables.

Lo que está claro es que doña Marín querría hacer carrera política. Y en su casa quieren que haga carrera política porque han descubierto que cuando uno se mete en el tobogán solo hay que saber deslizarse y sonreír. ¿No fue ministro el alcalde que le dejó el puesto? Pues si él llegó… ¿a santo de qué no puede llegar ella? O será que ella no ha sabido quitarse la sombra de encima e incluso hacer ver que ya no le conoce…

Que suene para ministrable no debería tener lógica si se tiene en cuenta que Marín hubiera estado en la presidencia de la Diputación hasta que se jubilara y en cambio le dieron puerta, la pusieron de senadora y la metieron en el Federal del PSOE porque a los que saben cosas, mejor mantenerlos en el pesebre que demostrar que se les ningunea. Y seguirá de senadora y de alcaldesa hasta que le den un cargo más alto o hasta que se jubile por edad. Ir al Senado no le ha creado ninguna mala conciencia, todo lo contrario, pese a que substituyó a la alcaldesa de Balaguer que consideraba que no podía compatibilizar ser alcaldesa de un municipio de 17.500 habitantes (como para compararlo con Hospi) y ser, a la vez, senadora. Ella sí que puede hacer compatibles ambos cargos porque esta ciudad nuestra funciona como un tiro y no necesita riendas.

Y como que va a estar en Madrid cada vez que haya sesión de la Cámara Alta o cada vez que haya Comité Federal (y como que alguien le debió decir que para ministra vale cualquiera), dicen que se ha comprado un piso en la capital, en un buen sitio y a precio de mercado, porque en l’Hospitalet cada vez se va a poder vivir menos y aquello siempre es una inversión. Teniendo en cuenta que eso le va a crear problemas de horarios con su cargo de alcaldesa, lleva tiempo intentando cuadrar los días de plenario en la ciudad para poder asistir. En el último pleno, de improviso y sin explicarse, decidió sacar del Orden del Día el punto que hacía referencia a ese cambio en los días y horarios del pleno, cosa que la oposición criticó en la sesión y en una posterior nota de prensa conjunta, por dos razones: porque ni se dignó negociarlo con la oposición pese a que ya no tiene mayoría absoluta, y porque no se entiende, como no sea por pura ambición personal, que no haya renunciado al Senado con lo que tiene en la ciudad.

Ahora imaginaros si la nombran ministra. Un escandalazo. Pero no por la ciudad, que está acostumbrada a funcionar por inercia y a base de sustos urbanísticos, sino para que pueda amortizar rapidito la inversión del piso madrileño. Si es ministra, solo vendrá a Hospi para vender el piso de Collblanc y olvidarse de una ciudad invivible. Y desde luego, ya desde el primer día, no va a necesitar hotel.

Ya llegó el primer escándalo: sueldos de ingenieros en la ciudad de los pobres

Eh, Candelas, que no te enteras una m de lo que pasa en tu ciudad. Me llamó un colega al que había avisado de que me informara para cuando estaba previsto el primer pleno del nuevo consistorio, porque me interesaba sobremanera lo que allí se iba a aprobar. En ese pleno, para el que no lo sepa, se aprueba siempre cómo se estructura el poder, quien tiene una concejalía y su despacho y el montón de secretarias y asesores y funcionarios anexos; qué áreas va a tener cada quisque, cuándo se van a hacer los plenos, qué despachos se reparten los de siempre, etc. Es un pleno que le interesa mucho a quien ha ganado las elecciones, pero que les suele interesar por igual a todos los que las pierden. Y es un pleno, además, que suele pasar muy desapercibido. Todos pasan desapercibidos, pero este todavía más porque se celebra en medio del veranito cuando la gente tiene la cabeza metida en las vacaciones y no está para detalles.

Pero el Candelas, como es un bicho raro, quería saber cuándo se iba a celebrar ese pleno para seguirlo todo lo en directo que pudiera. Pues nada, me lo he perdido y la verdad es que me he ahorrado el sofocón. A mí, cómo se reparten la rapiña los que siempre ganan me la trae al fresco, pero cómo husmean las migajas los que siempre pierden, me sirve para refrendar mi impresión de que vivimos en un lodazal que a cada mandato se llena más de detritus y fetidez. Para que se me entienda todo: en ese pleno, el poder decide cómo se pega la vida padre en los cuatro años que ahora empiezan y cómo compra a precio de saldo a los comparsas que le van a acompañar en ese repugnante tránsito. Es decir, en ese pleno deciden cuánto van a cobrar los concejales del equipo de gobierno y los concejales de la oposición, cuánto van a pagar por pleno y a que horarios cómodos se van a programar las sesiones mensuales obligatorias.

Cuando el Candelas era joven, antifranquista y libertario —y ya no le quedan fuerzas para ser nada de eso— los plenos de los consistorios franquistas se hacían por la tarde y así los curreles podían ir a protestar en las narices del alcalde, en aquellos tiempos  puesto a dedo por un poder autoritario y sin control. Cuando el alcalde ha sido puesto a dedo por un poder clientelar y también descontrolado, los plenos se hacen por la mañana para que nadie los vea y nadie se entere de lo que se cuece entre 27 apóstoles y sus familias. Y aquí paz y después gloria. Es un escandalazo que los plenos se hagan cuando les interese a los representantes y no cuando les vaya bien a los representados. Pero esto sería una menudez si en ese mismo pleno no se aprobaran los sueldos. Qué digo sueldos. Lo que se aprueba en ese pleno no son sueldos, son premios de la lotería que le tocan a unos cuántos por ir en una lista, que confeccionan unos pocos para alimentar a los más fieles, en un rango que va de la alcaldía al último concejalito, pasando por tenencias de alcaldía, por áreas y por portavocías, donde lo que importa no es a lo que te vas a dedicar, sino en que mes te vas a poder cambiar de coche, vas a poder ir de vacaciones a las Bahamas o vas a despilfarrar lo que jamás imaginaste. Y eso afecta a los del poder y a los de la oposición.

Una auténtica desgracia, porque a los del poder ya nos lo podíamos imaginar. Han sido así desde 1979. Aprovechados, en beneficio particular. Y así nos ha ido desde entonces. Pero siempre nos imaginamos que la oposición tendría que ser otra cosa. Y de eso nada. Es lo mismo pero en la bancada de enfrente, para desgracia de muchos. Especialmente de los que les votaron.

Y ahora vayamos a lo que pasó en el pleno. Se aprobaron los sueldos: más de 80.000 euros brutos para la alcaldesa que lleva con sueldo parecido desde que era una niña, más de 76.500 euros brutos para los tenientes de alcaldía, y más de 71.000 euros brutos para concejales y adjuntos del equipo de gobierno y portavoces de la oposición con dedicación exclusiva. Para los concejales con dedicación parcial, es decir con una dedicación semanal de unas 20 horas, más de 35.000 euros brutos, rozando los 2.000 euros al mes, sin tener que fichar, sin dar cuentas a nadie, con funcionarios a su servicio, etc. Y para los que no tengan ni siquiera dedicación parcial, 1.657 euros por sesión plenaria, unos 300 euros a la hora solo por sentarse en el escaño para escuchar, silbar o lo que cuadre. La lotería, vaya. Porque para cobrar todo eso tan sólo ha habido que votar en ese pleno del otro día, haberse mantenido con fidelidad en las listas y ser obedientes hasta ahora y en adelante. No hace falta ostentar ningún título, haberse dedicado a nada en especial, haberse sacrificado en algún sentido…

Es decir, en este país, hay gente que gana un dineral con la política sin demostrar nada más que descaro, mientras que los salarios medios de especialidades y de carreras que han exigido sacrificios personales, estudios y capacidad intelectual están años luz por debajo. Esta realidad sólo alimenta el descrédito de la política y otra cosa todavía peor pero que acumula más descrédito: el acercamiento a las tareas públicas de toda clase de advenedizos, trepas, aprovechados y oportunistas. Gentes sin escrúpulos, sin ideales y sin más horizontes que el vivir bien a costa de la gente normal.

Unos pocos datos. El salario medio de un administrativo es de 21.000 euros brutos anuales (y muchos concejales conocidos tendrían auténticos problemas para desarrollar con eficacia estas labores, sobre todo después de años de mínima gestión). El salario medio de un jubilado son 16.700 euros; el de un investigador del CSIC casi 28.000 euros; el de un médico, casi 33.000 euros, el de un ingeniero entre 30.000 y 41.500 (en el caso de los salarios promedios de los ingenieros aeroespaciales) y el de un notario, que pasa por ser de los profesionales con mejores emolumentos, 80.000 euros brutos/año.

Estamos hablando de salarios promedios, de manera que seguro que hay ingenieros que cobran mucho más a costa de que otros muchos cobren menos, y así en todas las profesiones, excepto en la de concejal del ayuntamiento de l’Hospitalet, que son precios aprobados hace una semana y donde no hace falta ninguna acreditación, experiencia u objetivo.

El equipo de gobierno actual tiene 13 concejales, de modo que si esa propuesta hubiera sido rechazada por la oposición, no hubiera podido prosperar. Pero se aprobó. Con el voto en contra de los comunes y de VOX, lo que quiere decir que los republicanos del señor Graells y los populares de la señora Esplugas están de acuerdo en que esa barbaridad salarial salga de los bolsillos de los que los han votado, de los que han votado a otras fuerzas y de los que se han quedado en sus casas, para que lleguen a sus bolsillos o a los bolsillos del partido o a donde sea que nos deberían explicar.

Porque eso, nos lo deberían explicar. Nos deberían explicar por qué pudiendo evitar que se aprobara ese escándalo retributivo no lo han hecho. Dónde van a ir esos emolumentos, si a sus bolsillos o a los fondos partidarios, y si creen que esa frivolidad salarial es de recibo y la podrían justificar sin que les salieran los colores frente a quienes les han dado su voto. Eso lo deberían explicar republicanos y populares, pero los comunales de los Comuns y los fascistas de VOX nos deberían explicar si pese al ejercicio de pudor demostrado con su voto contrario (que yo alabo públicamente en ambos casos) van a renunciar a cobrar o, ya que se ha aprobado, pues qué le vamos a hacer…

Ha sido el primer pleno y ya os digo, amigos lectores del desconcertado Candelas, que vamos muy mal. Que todo apunta a que vamos a ir peor, porque quienes se doblan ante el parné, no son enderezables ni con esqueletos de acero. Vamos mal porque aunque el poder ha perdido la mayoría absoluta, sigue sin perder la vergüenza y eso se pega a los prójimos…

Vamos bien: a dos minutos del colapso social

De todo el mejunje de ayer en la casa consistorial de la ciudad que pude observar desde una esquina para tener una buena panorámica, hubo solo dos cosas que me llamaron sobremanera la atención. Una, que la alcaldesa afirmó que entre sus planes está activar un millón de metros cuadrados de la ciudad para hacerla más cosmopolita y dos, la sonrisa masticada para que no fuera evidente, del segundo de a bordo de Vox cuando el portavoz de los Comunes hablaba del fascismo renovado en la ciudad.

Hubo un montón de otras muchas cosas curiosas, los besos que se repartieron la concejala de más edad, Olaya Lourdes con la mayoría de concejales cuando les ponía la credencial en forma de collar, que algunos se ahorraron con sonrisas, excepto en el caso de Vox donde hubo caras muy serias o, por ejemplo, con Nuria Lozano donde hubo incluso un amago de distanciamiento rápido. También los abrazos en el final de fiesta de la renovada alcaldesa con algunos miembros muy activos del Espai de Ciutadania, un tal Baltasar, un tal Jesús, un tal Nicolás, con Felipe Campos que de ser impulsor de Itaca se ha convertido en propulsor de las aguas, al lado del ínclito ministro Iceta y la consellera Simó, recién estrenada… la también Síndica de Greuges y el doble beso en los morros con un señor que vive como ella (y con ella) del presupuesto público desde que era pequeñín. Y los discursos, cada uno en su propia línea, los Comuns recordando al PSUC y los socialistas recordando a los del PSUC que pactaron con ellos… Los de Vox recordando que son la voz de los sin voz, de los que sufren atracos, violaciones, okupaciones diversas y a los que los partidos han abandonado desde que existe la democracia, porque cuando mandaban los militares, los empresarios, los grises y los padres de los jueces actuales, no había atracos, ni violaciones ni okupaciones diversas, y la emigración se contaba por millones de andaluces, extremeños, murcianos, gallegos, aragoneses, valencianos, castellanos, canarios y algunos cántabros y navarros, en lugar de nordsaharianos y subsaharianos y los hijos de los conquistados en las tierras americanas. Graells recordando la corrupción y haciendo un discurso presidencialista… La representante del PP poniendo el acento en la seguridad y en los impuestos excesivos pero también, sorprendentemente, en la falta de zonas verdes…

Todos los discursos, todos, se orientaron a lo que harían si pudieran, incluso los de los socialistas (hubo dos, el del palmero mayor y el de la susodicha) porque a diferencia de lo que ha ocurrido en los últimos 40 años, se abre la primera incógnita del reinado marinista: si ahora conseguirán pactar para seguir haciendo lo que quieran o si tendrán que ir negociando pieza a pieza, para lo mismo. Porque me temo que, de golpe, o despacito, seguirán haciendo más o menos lo que quieran, vendiendo como mejoras para la ciudad y la ciudadanía lo que únicamente son mejoras para la familia y la familia de la familia socialista (porque son un montón de las familias de los socialistas los que viven del erario público, en el Ayuntamiento, en la Diputación, en las empresas públicas, en las empresas participadas o con influencias varias, etc, etc).

Lo dicho, que la alcaldesa diga que dispondrá de un millón de metros cuadrados en la ciudad para lo que sea, a mi me puso los cuatro pelos de la barba de punta porque disponer de terreno quiere decir venderlo al mejor postor para hacer lo que saben hacer muy bien: construir y construir para no dejar un palmo de espacio libre en una ciudad que está en puro trance de colapso social.

Los fascistas de Vox que se sonríen forzadamente porque parece que les insulten cuando para ellos ser fascistas es una pura condición ideológica y personal, del mismo modo que el Candelas es un irreverente ácrata por lo mismo, tienen en ese pueblo que malvive en las peores condiciones de las sociedades avanzadas de este Occidente supercapitalista, a su público más fiel porque es gente desorientada que se queja de lo que le hacen sin encontrar soluciones, las soluciones que Vox vende para que les voten pero, naturalmente, no para mejorarles la vida. Para los fascistas, la mejor vida para esos miserables sociales es la que les reserva el dios de las alturas: desaparecer porque somos muchos, demasiados, y aquí solo deben poder vivir bien los españoles con recursos o los extranjeros con millones. Los pobres no merecen vivir, así de simple. Molestan, exigen recursos y el esfuerzo solidario del Estado cuando pobres ha habido siempre y para eso se inventó la Iglesia, no el Estado (de ahí lo de menos impuestos…). Y los pobres de aquí, los españoles de La Florida, de La Torrassa, de Pubilla, que sufren violaciones, okupaciones, asaltos y demasiadas fiestas en horas intempestivas, vivirían mejor si los pobres no españoles se hubieran quedado en sus selvas, y como que han venido sin que les llamara nadie, hay que hacerles la vida todavía más imposible para que se vayan de una vez, que encima no les dejamos votar… y ni siquiera ese recurso puede aprovechar Vox.

L’Hospitalet está a dos minutos del estallido social. Esa ciudad cosmopolita que vende la alcaldesa es la peor ciudad de Europa, para nuestra desgracia. Es una ciudad que exige como primera medida intervenir socialmente en el norte de la ciudad para dejar de suburbializar lo que sigue siendo un suburbio desde hace más de un siglo, pero ahora en un contexto de más exigencias sociales tras los años de Estado del bienestar de Occidente y más avances tecnológicos y por lo tanto, con más y más graves contradicciones. Hasta que no se entienda que todas las prioridades hay que enfocarlas en esos barrios degradados, auténticos guetos sociales y culturales que estallarán más pronto que tarde, no habrá un mínimo futuro. La política de alta alcurnia de hoteles, bioclusters y fantasías cosmopolitas solo beneficia a los de siempre: a los propietarios del suelo, a los promotores y a los constructores. Vender los puestos de trabajo que se van a crear como un beneficio para la ciudad es una terrible mentira y ya no engaña a nadie. Y mientras tanto, Vox gana enteros en los barrios degradados y eso va a ir a más, porque la desesperación social históricamente tiene un nombre, y cuando a esa desesperación le añades la droga nacionalista su nombre es compuesto: nacional-socialismo.

Me estoy poniendo tétrico pero no exagero. Con la política Marín solo se alimentan miserias futuras. Y hay 14 concejales para impedirlo: once para impedirlo en positivo. La política suele hacer extraños compañeros de cama (quien hubiera dicho hace unos pocos años que la amiga Olaya Lourdes se sentaría con los republicanos…) pero los Comunes deberían reflexionar porque las tentaciones serán muchas, de alta gama y vendrán en todas direcciones, también del exterior… La única alternativa posible para esta ciudad es que la política de diseño del equipo Marín fracase estrepitosamente: del biopol (¿eh!, republicanos?) a ese teórico millón de metros cuadrados con el que empezarán a tener sueños muy húmedos los promotores de todo el mundo.

Si bien nos quieres Marín, da menos leña y más langostín

Nuria Marín, presidiendo el Consell de Ciutat.

Hoy tengo que confesar que me lo he pasado teta en el Consell de Ciutat, una cosa que se ha inventado el gobierno para hacer ver que rinde cuentas a la ciudadanía de lo que se va haciendo, en presencia de un montón de entidades que van allí a escuchar y a decir, en general, amén. Ha habido algún conato de crítica, y alguna crítica sin conato, por parte de FIC el Fomento de la Información Crítica, que para eso llevan ese nombre rimbombante y un poco pretencioso y que son los que me dejan escribir en esta cosa que se llama L’Estaca. Algún conato, porque las subvenciones no llegan, o llegan tarde o llegan recortadas a las entidades, y a las entidades les cuesta funcionar, programar, hacer ciudad, integrar a la ciudadanía sin el soporte, la ayuda, de algún profesional que se encargue de ejecutar aquello que los voluntarios voluntaristas piensan, promueven y articulan. Algún profesional que se aviene a cobrar muy poquito para que las entidades no se mueran de inanición. Vivimos en un mundo complejo, donde además de trabajar hay que hacer muchas otras cosas y entre esas cosas, activar actividades, producir convergencia de voluntades para promover el bien colectivo, exige un esfuerzo, una dedicación, un perder horas en beneficio del común.

Todas las entidades se quejan de la falta de ayudas porque todas las entidades querrían hacer más de lo que hacen. La mayoría no llega, porque los esfuerzos voluntaristas no alcanzan para organizar las cosas en condiciones o para organizar más cosas y llegar a más vecinos. El gobierno municipal, que vive de los recursos de todos y que administra en nuestro nombre —o debería—, es el encargado por costumbre y por norma, de facilitar el funcionamiento de los colectivos ciudadanos que le ayudan a convertir la ciudad en un organismo vivo. Eso es la teoría. En la práctica, el presupuesto municipal no es el dinero de todos. Es el suyo, el del gobierno, y con su dinero hace lo que quiere. Siembra, allí donde está seguro de recoger. Y si está convencido de que no va a recoger, no siembra, o siembra menos, o siembra con desgana y tarde. O se hace de rogar para negar el auxilio en el último momento. Para que los díscolos dejen de serlo.

Esto ya lo sabíamos… pero desde hoy es un secreto a voces. A voces, porque la alcaldesa de la ciudad le ha dicho a esta entidad díscola que es FIC, que no se la subvencionará —los pobres no han recibido un euro de subvención desde el 2018 hasta ahora y la última vez que se atrevieron a pedir una subvención en Cultura les dijeron que no se la daban porque no eran una entidad cultural— hasta que no cambie. Y lo ha dicho en voz alta como reprimenda al pesado del presidente de FIC que se empeña en explicar que ellos no son el enemigo, y que ni siquiera son el adversario, porque ellos no compiten por ningún poder. Compiten por poner ideas sobre la mesa para mejorar la ciudad y para decir a quienes consideran que el poder es un patrimonio, su patrimonio, que se equivocan. Que el poder es efímero, mientras que la ciudad es eterna. Solo que el poder efímero puede destrozar la ciudad, que es lo que está pasando.

Y les ha dicho en voz alta, con el subconsciente en ebullición y traicionando las buenas maneras, que hasta que la entidad no cambie de actitud, hasta que dejen de ser díscolos para ser colaboradores, lo tienen crudo si quieren un poco de ayuda. Este tipo de traiciones del subconsciente no suelen ser habituales más que cuando los nervios agarrotan las tripas porque algo está pasando. Y lo que está pasando es que se acercan las elecciones y que las mayorías absolutas se van a poner caras y sobre todo caras en una ciudad que es la más densa de Europa y que parece tener la vocación de ser la más densa del planeta a juzgar por las barbaridades que se están cometiendo en su territorio. Si se piensan que los vecinos son ciegos y no ven el negocio que se está produciendo a costa de su salud ambiental, por ejemplo, van a descubrir que ven muy bien a donde les lleva esta gente. Con no votarles está casi todo solucionado, solo que esta gente ha estado sembrando durante mucho tiempo y sigue recogiendo lo que puede, cada vez menos, pero suficiente para seguir demasiado arriba. Pero ya decimos que las mayorías son caras y las mayorías absolutas absolutamente carísimas.

¿Con quién pactará la señora Marín si no alcanza 14 concejales? No es difícil que la segunda fuerza vuelva a ser Esquerra —aunque con la lumbrera que han puesto al frente, ya veremos— y si es así, ¿se atreverá el señor Graells a dar apoyo a su verdugo? ¿Y se atreverá el verdugo del señor Graells a pedirle un gobierno conjunto? Ya veremos. Todo podría ser, de modo que mejor olvidarnos de esas parejas de baile si queremos un cambio auténtico. Pero ya digo, los nervios andan a flor de piel. Solo así se explica el exabrupto de la señora alcaldesa que suele ser más recatada cuando se sabe sólida.

O séase: si bien nos quieres Marín, da menos leña y más langostín.

Que paren la propaganda majadera

Bronca de los chicos de L’Estaca porque ni escribo ni apenas hablo. Y porque no me ven. Les digo que me estoy haciendo viejo, pero no porque cumpla años —que eso ha sido siempre un pasatiempo inmisericorde aunque divertido—, sino porque se me diluyen algunas esperanzas y eso te arruina el espíritu. No escribo porque tengo la sensación de que en lugar de animar, desanimo, y ya no estoy para estos trotes. A mi edad tengo que generar amores y no cochambres, pero en fin. Les he preguntado sobre qué escribo y me han enviado una docena de folios, sugerencias, notas de prensa y alguna foto donde se ve a la gente de ahora haciendo lo que hacía la gente de hace 40 años, gritar cabreos y enseñar pancartas. No se si hacerse viejo es también esto: ver que la indignación no tiene cura.

Entre lo recibido hay una nota de prensa municipal que llama la atención porque para celebrar el Día Mundial del Medio Ambiente, en esta ciudad que nos parte el alma, avisan de que han plantado 1.261 árboles, de los cuales no todos son árboles nuevos porque han estado haciendo una escabechina de especies durante meses, que se han llevado por delante a 738 ejemplares por el único delito de ser añosos y corpulentos, substituidos por otros nuevos pero necesariamente enclenques e inseguros. De verdad de verdad, pues, solo dicen haber plantado 523 árboles nuevos en el último medio año, lo que parece una enormidad pero, sobre todo, un milagro. No porque no tengan potencial para eso y para mucho más —expertos en liquidar, expertos en reponer— sino porque se comprende mal dónde hay esos mil metros cuadrados libres, imprescindibles para que echen raíces. Si apenas hay zonas libres a las que se pueda llamar parques, si las aceras urbanas son minúsculas y apiñadas, si las rotondas ya se han usado cien veces para llenar las estadísticas de zonas verdes, dónde, me pregunto, caben esos 500 árboles nuevos que dicen haber plantado…

La ciudad más densa de Europa, que no puede resolverse aunque trabajen al unísono doscientos lobbys empresariales que se formen, sabe, porque lo dice la nota de prensa, que esos 1.200 árboles nuevos se comen 85 toneladas de Co2 al año, retienen 6 millones de litros de agua de lluvia, reducen 90 kilos de ozono y hacen maravillas contra el dióxido de nitrógeno y el dióxido de azufre. Es decir, para que la ciudad aumente su calidad ambiental, el verde público no sólo es necesario. Resulta imprescindible para cualquier ciudad media. Imaginaros lo relevante que puede llegar a ser para la ciudad más densa de Europa.

Como en esta ciudad otra cosa no, pero tiene tantos planes como edificios, existe un Plan director del verde urbano en el que se inscribe esta plantada reciente cuya finalidad es tener “un verde accesible con una distribución equitativa y justa” en el tránsito del viejo verde al nuevo verde “biodiverso, saludable, sostenible, resiliente y adaptado al ecosistema urbano”.

O sea, demasiadas palabras para explicar que una ciudad vivible es una ciudad donde hay espacios libres, zonas verdes amplias en forma de parque y paseos arbolados, integrados en el urbanismo con la misma intensidad con que se integran las redes de servicios, las infraestructuras y los equipamientos. Espacios libres quiere decir eso: espacios desocupados, no aceras con arbolitos. Parques son extensiones de zonas verdes, arbolado y vegetación que se ubican en las zonas urbanas para garantizar el aire puro, el ejercicio físico y el disfrute de la naturaleza, no retales de solares o rotondas. Esto que aquí es inexistente, porque el espacio libre solo se usa para hacer negocio y no para garantizar la calidad de vida de los ciudadanos, no se arregla con palabras por más que se usen conceptos como biodiversidad, salud, sostenibilidad o resiliencia —coño con la palabra—. Un auténtico Plan director del verde urbano, en una ciudad normal, debería exigir de una vez la adquisición de terreno público para liberarlo y la prohibición de construcciones sobre suelo privado libre, no poner arbolitos junto a los monumentales bloques de edificios que se están construyendo en lugares donde sólo había naves industriales, antiguas fábricas o edificios ruinosos que cualquier ayuntamiento consciente de su deber debería adquirir para dignificar su ciudad con hechos, y no con verborrea.

La nota de prensa indica que se han puesto árboles en nuevos emplazamientos, 335 en las vías urbanas y el resto en zonas verdes. Y se señalan el jardín de Can Sumarru, las medianas del distrito económico, el talud de la calle San Rafael, el entorno de la escuela de idiomas en Can Serra y dos parques, por llamarles de algún modo: el de la Cabana en la calle Canigó y el de la Remunta. El de la Remunta, donde mucho más de la mitad del espacio libre cuando el ejército se marchó se ha convertido, como no podía ser de otra manera en esta ciudad, en enormes bloques de edificios que albergan cientos de nuevas residencias. El plan de nuevo verde, nos quiere compensar poniendo arbolitos en esa zona. Lo mismo que en los aledaños de las enormes nuevas promociones de la avenida del Carrilet, el interior de la macro-manzana de la Rambla Marina o en lo que fueron las instalaciones de Cosme Toda. Qué vergüenza señores…

Es esa sensación extraña que te queda cuando, en una frase que los catalanes han convertido en admirable, “voler vendre bou per béstia grossa” o como afirman los manchegos, quisieran “hacerte comulgar con ruedas de molino”, tienes la seguridad de que te tratan como a un débil mental. La misma sensación que cuando tratan de hacerte creer que van a vender los atractivos turísticos de la ciudad y afirman que esta ya es una ciudad turística por el número de pernoctaciones, escondiéndonos adrede que los turistas modestos encuentran hotel más barato aquí que en el centro de Barcelona. Paren la propaganda majadera y hagan un concurso para conseguir creativos que se esfuercen un poco más a la hora de vendernos estulticias.

La luna y el dedo que la señala (a cuenta de Graells y cia)

No deja de resultar inquietante que el coro de incondicionales de la excelsa alcaldesa de la ciudad estén casi contentos de que Graells reconociera en el juzgado el otro día —por segunda vez, porque parece que ya lo había reconocido el verano pasado— que se llevó el ordenador de las trampas para tener pruebas fehacientes de lo que había averiguado desde las mismas tripas del tinglado. Los abogados, que saben mucho de formulismos, le han dicho a la alcaldesa que no se preocupe, que las pruebas están contaminadas y que lo que cuenta ante la justicia no es la verdad sino que la verdad, después de comprobarse, se pruebe, y que se pruebe pulidamente. La paradoja es una maravilla: se hace una trampa, pero el que quiere probar que se ha hecho una trampa lo tiene que hacer sin trampas porque si se hacen trampas para probar las trampas, las trampas que se han hecho y que han perjudicado a la colectividad, salen gratis.

Seguramente todo tiene mucho sentido y es moralmente irreprochable: esta feo hacer trampas y para demostrar que una cosa está fea no hay que imitarla, sino huir del mal ejemplo. Ahora bien, no se me ocurre de qué otra manera se podían conseguir los datos de la trampa como no fuera hacerse con los documentos que estaban en un ordenador. Bueno, se me ocurren otras maneras que no fueran llevarse el ordenador pero en el fondo venían a ser lo mismo: robar documentación es más lento que robar todo el ordenador donde está la documentación y, sobre todo, te puedes dejar en el alero cosas importantes. Eso lo sabe bien la policía, que no pregunta cómo le llega un objeto que demuestra un delito: suele mirar la luna y no el dedo que la señala.

Acusan a Graells de robar un ordenador, cuestión que es falsa desde cualquier punto desde donde se mire: nadie roba un ordenador para llevárselo a la policía. Graells no robó un ordenador: trasladó el objeto que contenía las pruebas de un posible delito, del despacho de los presuntos delincuentes al despacho de los necesarios investigadores del posible delito. Así que Graells puede ser cualquier otra cosa pero no se le puede tratar, en puridad, de presunto ladrón. Me cuentan los chicos de esta casa (lestaca.com) que intentaron conectar hace meses con Graells para solicitarle una entrevista y que no lo consiguieron: en prensa del ayuntamiento les dijeron que Graells no aparecía nunca por aquellos contornos, que no tenían autorización para dar datos sobre cómo localizarlo ni su teléfono o su correo electrónico y tampoco nadie de la oposición supo como conectarle para hacer de puente. Como tampoco se puede decir que Graells sienta muchas simpatías por esta casa, al final los chicos decidieron que si quería algo ya se pondría en contacto y si no, con decir como estaban las cosas, se estaba cumpliendo de sobras. Ahora Graells, en la misma semana de los interrogatorios, ha explicado su postura. Hay que felicitar a los colegas que han obtenido declaraciones porque hasta ahora el concejal repudiado ha sido prácticamente un fantasma: no acierto a saber si es que no quería piular, o es que le habían aconsejado hermetismo absoluto. De todos modos, lo que ha explicado a la prensa es lo que ya se sabía y que ya había declarado otras veces, ante la policía, ante el juzgado y ante algunos medios afines: que la corruptela le provoca sarpullidos, que su única finalidad ha sido denunciar las malas prácticas. Graells es, según sus propias palabras, un alma pura que, como máximo, se equivocó por no ser más exigente en sus obligaciones como concejal encargado del área en cuestión.

Tamaño acervo de dignidad debiera, no solo asombrarnos, sino ofrecernos suficientes argumentos para ponerlo en un pedestal: los políticos no suelen dar esa imagen inmaculada de ejemplaridad. Conmigo, Graells no ha conseguido ese encandilamiento: yo soy libre de no creérmelo, claro, y a él que se la repanfinfla…

Y explicaré por qué. Porque uno no se convierte en pureta de la noche a la mañana. Porque no hay puretas en política y porque para ser pureta hacen falta, al menos, dos ingredientes que el señor Graells no posee: ingenuidad y coherencia. No es ningún ingenuo, porque lleva mucho tiempo en el pesebre —y los ingenuos no soportan ver durante años los conflictos y las injusticias sin poder contribuir con su esfuerzo a atajarlas— y, no es coherente, porque sigue en el ajo como si nada.

O sea: denuncia a la alcaldesa por corrupción y se mantiene como concejal en su mismo grupo corrupto (presuntamente, claro). Graells debiera irse a su casa si fuera coherente. Pero como que además de no ser coherente está muy cabreado con los que fueron suyos, no se va por dos razones: la primera, porque hay que comer —y mientras su amigo Ernest Maragall no le encuentre otra cosilla, habrá que resistir— y la segunda, porque tiene en su mano la mayoría absoluta de Marín. Dimitir de concejal es hacerle un favor a la alcaldesa —porque le substituiría el siguiente de la lista— pero irse del grupo socialista, manteniéndose como concejal, supone renunciar al estipendio. Así que, pese a que está repudiado por los suyos, pese a que es un apestado, pese a que seguro que no le saludan —como él solía hacer cuando alguno osaba incomodarle— y solo aspiran a que desaparezca del ayuntamiento, Graells se ha convertido en un resistente, incómodo, cabreado, como el junco de la canción, al que van a doblar todo lo que puedan pero al que no conseguirán partir…

Los abogados de la alcaldesa quieren darle ánimos a su clienta porque van a pedir el archivo de la causa ya que Graells contaminó la prueba principal. Es decir: la cosa apunta a aquellas soluciones a la que esta justicia nuestra nos tiene tan acostumbrados. Se archivan muchas causas no porque no haya delito, sino porque el delito ha prescrito o porque hay un defecto de forma. La justicia solo aplica leyes, no dicta proclamas morales y esta sociedad en la que vivimos soporta la inmoralidad bastante mejor que la vulneración de la norma. Así que los abogados de la alcaldesa podrían llegar a conseguir que el delito quede sin condena pero no podrán eliminar la sospecha de que Marín amparó la corrupción. Una corrupción en apariencia, exhaustivamente investigada, donde sobran las evidencias de falta de transparencia y trasiego oculto de recursos.

Ya veremos. No creo que nadie sepa qué va a ocurrir. De modo que la espada de Damocles sigue sobre sus cabezas. Sobre las nuestras sigue la luna y el dedo que la señala…

Annus horribilis, señora Marín

12 de diciembre, 2020

La imputación policial a Nuria Marín este pasado jueves, después de ser citada para declarar como testigo, resultó tan sorprendente como previsible y amenaza con provocar la hecatombe anunciada. Me explicaré. Fue toda una sorpresa especialmente para ella, su ayuntamiento y su partido, pero sobre todo por dos razones. La primera, que no conocen muy a fondo a la UDEF —la unidad de la policial judicial que investiga los delitos de corrupción—, aunque deberían, y la segunda, porque les resultaba impensable que una simple irregularidad administrativa —como señaló en su día Miquel Iceta— alcanzase de pleno a la niña mimada del socialismo catalán y en consecuencia a su débil corazón —el del PSC, obviamente—, cargado de inseguridades. Desde ese mismo momento, sin embargo, se han desatado, esta vez sí, todas las alarmas. Y no porque ERC haya pedido ya dos mociones de censura, una en el pleno de la Diputación y otra en el municipal, ni porque los comunes hospitalenses y los de Ciudadanos le hayan pedido la dimisión, cuestiones que se podían dar por oficiosas en la medida en que la oposición siempre aprovecha cualquier resquicio allí donde es frágil —y en l’Hospitalet toda la oposición lo es— sino porque una imputación de la juez pone el cargo de la Marín en una auténtica cuarentena.

Tiene que haber gente en l’Hospitalet frotándose las manos, al mismo ritmo que le crecen las dudas a la alcaldesa intocable. La principal de ellas es si va a poder resistir a los cargos judiciales cuando lleguen —que llegarán—, y de ahí que haya optado por demostrar que ella no tiene nada que ver con el asunto clave —la corrupción en el seno del Consell Esportiu—, y se muestre predispuesta a declarar lo más pronto posible y de la manera más transparente ante la juez, como ya lo hizo, sin ocultar nada ,ante la UDEF. Tendría que haber sabido que cuando la UDEF muerde sobre un proceso de corrupción, solo lo suelta cuando ha puesto al sospechoso ante el juez con todas las vergüenzas al aire. Y eso es, probablemente, lo que va a pasar. 

La verdad es que el tema era muy complicado desde su inicio y viene muy de lejos, de los problemas por contentar a demasiada gente con aspiraciones: la paz en partidos donde hay mucho por repartir, pasa justamente por repartir equilibradamente, pero ya se sabe que los equilibrios suelen ser arbitrarios y siempre hay gente descontenta que alberga rencores por la falta de reconocimiento o por los agravios comparativos. Y encima, cuando este caso se envenena, se envenena con un par de protagonistas de esos que complican las cosas. Uno, el teniente de alcalde Cristian Alcázar, que es quien manda en la organización local del PSC. Y el otro Cris Plaza que hasta hace cuatro días era el máximo responsable del Consell Esportiu para pasar luego a ser asesor y más tarde concejal, previa una liquidación de 47.000 euros, a todas luces incorrecta además de inmoral, cuyo desconocimiento es imposible que pueda alegar la alcaldesa. 

Escribo esto, un par de horas después de que el gabinete de prensa municipal, en sábado, haya dado conocimiento de la dimisión de Plaza para facilitar la investigación judicial sobre el Consell. Hasta ahora todo el mundo hablaba de la consabida presunción de inocencia. Cuando uno dimite, después de resistirse, claro, está reconociendo que algo no se hizo bien. Plaza se resistió y le resistió la alcaldesa. Ahora, la alcaldesa necesita que alguien caiga para que no caiga todo. Me temo que vano intento. Y si no cae Alcázar es porque Alcázar es bastante más que el segundo hombre de la lista municipal: es el primer secretario local y tiene al partido, que lo eligió hace un año, detrás.

Si cae un imputado, sin embargo, nadie va a entender que no caiga el segundo y que después del segundo no caiga el tercero, o sea que aquel incidente administrativo que Graells llevó al juzgado, está amenazando con implosionar el invento socialista local. Decía antes, que debe haber gente en l’Hospitalet frotándose las manos. Si yo fuera Marín se las miraría de reojo a Belver, el primer teniente de alcalde, porque las debe tener bastante rojas…

Y a todo esto Graells sigue en el equipo de gobierno votando todo lo que debe, para garantizar la mayoría absoluta a un grupo municipal en cuyo seno hay gente a la que denunció en el juzgado. Graells no era un cualquiera en el Ayuntamiento. Era el tercer hombre de la lista municipal (el sexto por ser una lista cremallera), de modo que su peso era notable, pero encima es el concejal que hace 14 en un ayuntamiento de 27 regidores. Es decir, él fuera del grupo municipal socialista, se convierte en árbitro de la situación, de modo que nadie puede atreverse demasiado a pedirle la dimisión no sea que se encabrite y en lugar de dimitir ahueque el ala del grupo.

Añádasele a esta sanfaina la reciente sentencia del TSJC sobre el PDU-Gran Vía y habrá motivos para que la Marín pueda hablar de annus horribilis más allá de la pandemia que se ha cargado ya a 659 conciudadanos.

Los que mandan lo han comprado todo

11 de noviembre, 2020

He seguido con interés los tres debates que ha hecho FIC sobre la demografía abusiva y el riesgo de infección y he de decir que hasta ahora el que me ha parecido más interesante con diferencia ha sido el último, que tuvo lugar el 10 de noviembre. Curiosamente, por lo que pude comprobar, el que tuvo menos audiencia y, según me han dicho, el que interesó a menos gente de los activistas de la ciudad, lo que me lleva a pensar que esta es una ciudad con mucho activismo de subvención pero con muy poco activismo de combate. O quizás es que se trabajan mucho los efectos pero se le presta escasa atención a las causas. O sea, por lo que se va leyendo en medios y en redes, hay bastante cabreo porque no se atienden las necesidades pero hay poca repulsa hacia quien da muestras sobradas de abandono a quienes debiera proteger por ley y por responsabilidad. Es decir, la mejor manera de echar la culpa a una adversidad sin nombre y apellidos es quejarse de lo mal que está todo pero cuidando de no poner demasiado el dedo en la llaga del poder, no sea que nos corten los subsidios. Por decirlo clarito: se le tiene miedo al Ayuntamiento porque es quien reparte oxígeno y las entidades se han olvidado de vivir sin aire, a diferencia de cuando éramos jóvenes y el aire se ganaba a base de solidaridad y confianza.

No sé si esta gente de FIC me va a dejar publicar este articulito dolido, porque hasta ellos, que son críticos, están un poco cansados de repartir por todos lados con el miedo en el cuerpo, porque la soledad da demasiado frío y estos chicos están más solos que un portero delante de un penalti y deben sufrir el mismo vértigo.

En fin, lo dicho, que no hay solidaridad ni para ser espectadores de los debates que se organizan para reflexionar, para tomar nota de los datos y para exigir responsabilidades y rectificaciones, como esta serie que está organizando FIC sacándose los esfuerzos de tiempos que debieran dedicar a cosas más personales y menos colectivas. El debate del día 10 de noviembre fue interesante porque había tres ponentes que, desde el ámbito económico, defendían una cosa y la contraria, por decirlo de alguna manera. Los tres trataban el tema clave de la demografía abusiva pero solo el director general del ITEC diseccionó el problema allí donde se encuentra: en el diseño del urbanismo municipal, en las causas, y no en la cirugía menor, en los efectos. Es verdad que el problema endémico de una ciudad donde solo se contempla el negocio, donde solo el negocio es el motor de los que mandan y de los que hacen negocio, es la debilidad de la respuesta, pero también es evidente que, en el punto en el que estamos, cualquier acción paliativa representa un avance. Así que es verdad, como dijo Diéguez, que es imprescindible la cirugía mayor, o sea planificar la ciudad aprovechando las posibilidades de nuevos espacios cuando desaparezca el trazado del tren en superficie, aunque puede ser muy bienvenida la cirugía menor que es la que defendía el representante de los empresarios de la reforma y de la rehabilitación. El jefe de la patronal, el ínclito Ballester, es el que se lamenta de que podamos llegar a ser 300.000 a la vuelta de la esquina, pero aboga para que los espacios que queden libres se concedan a los grandes promotores para hacer más pisos de alquiler a precio tasado, que es lo que quiere la gente, como acabo de leer en un barómetro municipal.

Y puede que sea cierto. Puede que la gente quiera vivir en casas decentes, desahogadamente y a precio asequible y no le importe el amontonamiento y la saturación, pero alguien tendría que decirle a la gente que está bien que las viviendas sean asequibles y cómodas pero que tan imprescindible como esas viviendas es una ciudad con servicios y con espacios verdes porque la gente no solo vive en sus casas: vive de manera exponencial en la ciudad.

Decía Diéguez el otro día que la construcción se come el 40% de las materias primas existentes y genera el 36% de los residuos de los que solo son reciclables el 20%, y produce el 4% del CO2. Hay en el país más de 25 millones de viviendas para 47 millones de habitantes, a menos de una persona por vivienda, de las cuales el 25% no están adaptadas energéticamente por lo que suponen un derroche de energía que no nos podremos permitir en muy poco tiempo. En l’Hospitalet, rozando esa misma media, hay 110.000 viviendas construidas y otras 10.000 en construcción para unos 300.000 habitantes antes del 2025. De esas 120.000 viviendas, alrededor del 45% se construyeron entre 1950 y 1970 y por lo tanto son viviendas viejas, sin condiciones y de pésima calidad. Vino a decir que una Administración responsable y con la visión a futuro se plantearía un esponjamiento del urbanismo de los barrios más densos, con planes de regeneración urbana aprovechando el caudal de recursos que vienen y la liberación de espacios previsibles, y vino a explicar que la necesidad es abrumadora y urgente, que no se puede dilatar más y que la Administración y el sector empresarial saldrían ganando de esa visión renovadora del urbanismo del futuro, puesto que de cada 100 euros dedicados a la rehabilitación integral, la Administración recupera 60 y por cada millón de euros invertidos se crean 19 empleos estables. Según Diéguez, en Europa, con ciudades más ordenadas y menos densas se gastan 1.500 euros por habitante y año, de media, en rehabilitación integral urbanística mientras que aquí, con ciudades desordenadas, sobresaturadas y con viviendas minúsculas y de mala calidad, el promedio es de 750 euros/habitante/año. Haría falta invertir 3.000 euros/habitante/año/ durante bastantes años, para situarnos al nivel europeo, pero aquí, en lugar de rehabilitar, reordenar y planificar, los empresarios se dedican a especular, los poderes públicos a facilitar la especulación, los activistas a quejarse sin arriesgar y los ciudadanos a pedir que se construya todavía más, alimentando una cadena de locura sistemática hacia el caos.

Y es que el poder lo ha comprado todo. Ha comprado a sus servidores, ha creado redes clientelares que todo lo impregnan y ha sucumbido incluso la oposición, que vive integrada en el sistema, alimentándose de las migajas del presupuesto público, unas migajas que sirven para vivir bastante bien siempre que se acomoden a su papel de protestones pero sin hacer demasiada sangre y sin cuestionar el motor de la gestión ni la estrategia impuesta.

Quienes luchamos contra la dictadura estábamos desamparados ante el poder pero sentíamos que existía una alternativa, un futuro, una esperanza. Lo de ahora es muchísimo peor. Han castrado a la alternativa, se están comiendo el futuro y han asesinado a la esperanza. No hay más alternativa que sus mismos gobiernos que se suceden mandato a mandato, no hay más futuro que el que ellos dibujan sin pestañear y no existe esperanza porque no hay recambio, ni fuerza, ni espíritu, porque lo han comprado a base de subvenciones, de dietas y de prebendas que, para mayor inri, salen, como siempre, del bolsillo de todos.

Lo que yo afirmo lo han sentido antes que yo muchos que han abandonado. A mi no me da la gana abandonar, de modo que mientras me dejen escribir estos chicos de FIC, que son los únicos que resisten de verdad, me tendrán a su lado, resistiendo en este rincón, como Astérix y los suyos frente al imperio.

No hay futuro para los monstruos

27 de octubre, 2020

Asistido por mi gloriosa capa, pude contemplar el lunes desde la pantalla de mi viejo pc el debate sobre urbanismo y cochambre que los chicos de FIC —y para mi, que soy viejo, el masculino genérico los incluye a ellas, claro— prepararon para que supiéramos lo que los políticos locales piensan sobre unas cuantas cosas que les expusieron previamente: si estaban a favor o en contra de una moratoria de la construcción; si pensaban que hay que esponjar algunos barrios para disminuir el hacinamiento, dicho con palabras más dulces; si consideraban que el espacio libre de las vías del tren cuando lo soterren servirá para algo más que para hacer más pisos, y no se qué acerca del urbanismo táctico que no llegué a entender porque yo solo considero que el urbanismo, o es estratégico, o solo son arreglitos.

He de decir que me lo pasé bien porque a muchos de los que hablaron no los conocía de nada y me sirvió para conocerlos, y a otros los conocía bastante y también me entretuvieron. De lo mucho que se habló destacaría cuatro o cinco momentos. Dos de fuera del concilio y otros tres de dentro, pero hubo un montón de cosas señalables que los periodistas de esta casa seguro que sabrán resaltar adecuadamente. Empezando por el final, o casi, me gustaría hablar de dos intervenciones. Una del reñidor de FIC —no sé porque ese tipo pone cara de cabreo cada vez que asoma, con lo inocente que es en la distancia corta— que hizo tres o cuatro preguntas, unas cuantas al representante del PSC y otras a los de la oposición y que solo obtuvieron muy someras respuestas de los republicanos, del portavoz gubernamental y del PP. Vino a preguntar por el empeño del gobierno local en hacer millonarios a unos cuantos en detrimento de la ciudadanía propia, con otras palabras más rebuscadas, y por qué ni los correligionarios de los Comunes ni de los republicanos han movido un dedo en las instituciones superiores que acaban permitiendo los desastres constructivos en la ciudad más densa de Europa. Y me parece que también señaló a Ciudadanos y al PP por no llevar los asuntos macrourbanísticos de la ciudad al Parlament. Ya digo, los republicanos, que mandan en la Generalitat, dijeron que eso no iba con ellos que era cosa de los sociovergentes… y tan panchos. El PP, que eran pocos parlamentarios y que ya serán más en las próximas, y Ciudadanos y Comunes ni siquiera se dignaron en responder, probablemente porque no hay respuestas dignas a la pregunta insolente.

La otra intervención fue de Corbacho, el alcalde exiliado en el ayuntamiento vecino, que tomó la palabra por derecho propio porque fue el protagonista del diseño de la ciudad sur, pero se olvidó de la ciudad norte, o quizás no tuvo tiempo, o quizás fue a lo fácil. Lo peor de Corbacho no fue su protagonismo en “la ciudad con ínfulas” que proyectó sino, sobre todo, que cuando se marcho dejó a los diseñadores que actuaran por su cuenta sabiendo, porque lo tenía que saber, que los estrategas no tenían más estrategia que dejar hacer al mercado. Hizo una intervención fina, dando lecciones y repartiendo consejos, pero diciendo a la vez que no es nadie para dar consejos y que no tiene ninguna intención de aleccionar, lo que en lenguaje llano quiere decir que los que dejó en su lugar son un desastre para la ciudad y que está cabreado porque se impone que l’Hospitalet es la ciudad más densamente poblada de Europa, y él en parte es responsable de ello por acción o por omisión. Metió el dedo en el ojo convenientemente, como cuando afirmó que l’Hospitalet ha perdido habitantes desde los años 80 porque ahora en las hacinadas viviendas de La Florida y de Pubilla Casas vive menos gente que antes o cuando aseguró que pensar en convertir toda la zona industrial desindustrializada en nuevos bloques de pisos es una barbaridad…

De todos modos, la perla de la sesión, en mi opinión, fue el tratado de antipolítica que puso de manifiesto el segundo teniente de alcalde responsable del urbanismo patrio. Dijo muchas cosas y algunas de ellas respondiendo a simplificaciones diversas con su punto de razón, pero en otras fue tan transparente que se le veían las neuronas incómodas como cuando explicó que le parecía imposible que el PP estuviera a favor de la moratoria en la construcción. Solo le faltó decir que la moratoria en la construcción es una cosa de izquierdas y que por eso su gobierno está en contra.

Pero la defensa de la antipolítica no estaba ahí. Estaba en el argumento que utilizó en sus dos intervenciones aduciendo a las leyes y a sus reglamentos que permiten que un constructor con suelo, pueda construir en él lo que quiera. Básicamente, porque eso es falso. Primero, porque para construir en un pedazo de suelo es imprescindible que el Ayuntamiento haya hecho un plan que lo permita. Segundo, porque el Ayuntamiento primero y después el AMB y la Generalitat deben dar su autorización, y tercero, porque si nada de eso existe, un propietario de tierras sin expectativas de negocio se tiene que tragar su propiedad o vendérsela a quien se la compre por un justiprecio asequible. Los Ayuntamientos de progreso, que velan por su ciudadanía y que les tiembla la mano ante el futuro, han mejorado mucho sus ciudades a costa de redibujar los planos y comprar suelo en mejores condiciones, para dedicarlo a los servicios que la ciudadanía necesita: infraestructuras, equipamientos y zonas verdes. Eso, que suelen hacer los Ayuntamientos de progreso, se llama hacer política. Lo otro, que suelen hacer los Ayuntamientos sometidos al mercado, se llama defender la antipolítica. Es lo que está haciendo desde hace muchos años el Ayuntamiento de l’Hospitalet y quizás hubiera estado bien que alguien se lo dijera, así, llanamente, al señor Alcázar.

Por otra parte, el sambenito de la ciudad más densa de Europa ya no hay quien se lo quite a esta ciudad. Lo dice el Euroestat y no es posible desmentirlo con interpretaciones, y esto atenta contra la imagen de superciudad que se esfuerza por vendernos doña Marín. Es la ciudad más densa del Europa y lleva camino de convertirse en la ciudad más densa del mundo cuando se llenen, si se llenan, los más de 12.000 pisos que está construyendo el PSC local. Por eso, hablar de Pacto de Ciudad sin moratoria constructiva es impracticable, pero hablar de futuro sin esa moratoria imprescindible también lo es. Si el sueño de la razón produce monstruos y ahí estuvo Goya para certificarlo, no os digo nada lo que producen las ensoñaciones irracionales…