Construir y destruir

El patrimonio histórico, el gran olvidado.

15 de febrero 2020

Forma parte de la historia hospitalense el que los alcaldes tengan más aspiraciones que las propias de representar a los vecinos de la segunda ciudad de Cataluña por su demografía. No me puede extrañar, porque esta ciudad tiene tan poco de lo que enorgullecerse y, en algunos casos de tan reciente factura, que los alcaldes buscan forzosamente una compensación política extra que les dé algo de relumbrón. Inauguró las ambiciones el ínclito Matías de España que fue Procurador en las Cortes franquistas y que quería que la ciudad alcanzara pronto los 300.000 habitantes para tener plaza perpétua en la Cámara. Se lo tomó tan a pecho que dejaba construir a quien se lo propusiera con la idea sobrecogedora —no hay constancia de que esa idea la mantuviera con esa única acepción o también con la de separar ambas palabras— de acercarse a Barcelona para competir más abiertamente con el notario —y notorio— Porcioles. Él era marqués e ingeniero, tenía tierras y acciones suficientes de la España Industrial como para considerar la carrera política como un valor más y no como una catapulta, así que quizás fuera algo fascistón pero no necesitaba la feria de las vanidades para brillar. Tras él ha habido cuatro alcaldes y una alcaldesa, los tres últimos llamados socialistas por llamarlos de alguna manera que, por no tener, no tenían ni siquiera otra profesión relevante que sus labores políticas. Así que a ellos sí que les tentaba la feria de las vanidades, en una progresión geométrica que va del caso Pujana, donde lo codiciado era el bienestar personal, hasta el caso Marín, donde lo destacable es codearse con los importantes, pasando por el caso Corbacho donde lo atractivo era demostrar sus capacidades.

Como la ciudad da para lo que da pero hay dinero bastante para tener gente que le de al magín de acuerdo con las ambiciones de cada quien, aquí se inventaron para la alcaldesa Marín, copiando las comparescencias anuales de los alcaldes de Barcelona que puso de moda Maragall, una charla de propuestas con veleidades estratégicas, que apenas tiene propuestas y que, desde luego, no suelen ser nada estratégicas. Un año es el biopol médico, otro la plaza Europa bis en Collblanc y este año, coincidiendo con el centenario de la ignominia que arrebató medio término municipal en beneficio del capitalismo rampante de la época, la reivindicación de la playa.

Es un absurdo, claro, más que una reivindicación simbólica. Que cien años después una alcaldesa de l’Hospitalet pida un trocito de playa junto a la Farola, en medio justo de las infraestructuras portuarias, resulta una ofensa para la inteligencia. Sobre todo porque no se lo cree nadie —no porque no fuera posible—, la principal doña Marín. Con esta ortopédica idea puede haber pretendido una de estas tres cosas, se nos ocurre. 1. Ponerse reivindicativa histórica por lo que fue una ruindad de las autoridades de la época. 2. Ponerse estupenda con las autoridades del Consorcio para mostrar una punta de ingenio, que siempre es bonito. 3. Jugar al despiste porque ya no tenemos idea alguna.

Lo lacerante es que, en cualquiera de los casos, no es creible. A la alcaldesa Marín, la historia de la ignominia le trae sin cuidado. Si hubiera sido ella a quien le hubiera tocado negociar la pérdida de la Marina de l’Hospitalet, viendo lo que ya hemos visto, lo máximo que habría pedido es que la Zona Franca de Barcelona se llamara de Barcelona y l’Hospitalet y que se la invitara como una más cada vez que la Zona Franca tuviera un evento. Eso, exactamente, ha hecho con la Fira de Barcelona, permitiendo que miles de metros cuadrados de territorio hospitalense —y los que se van a añadir—, se use en exclusiva para certamenes feriales, con la importante condición de que la lleven a ella a las inauguraciones. Si, claro, se nos dirá que la Fira supone millones de ingresos para el presupuesto municipal y millones de negocio para las empresas. Millones y millones, a cambio de suelo público imprescindible para el desarrollo de la ciudad más saturada de Europa que va camino de convertirse en la más saturada del mundo. ¿O quizás es que no necesitamos y necesitaremos más parques, más escuelas, más equipamientos diversos “públicos”? La Fira debe generar millones —también alguien nos tendría que explicar cuánto dinero público va a los eventos como el Mobile, por ejemplo— y la alcaldesa afirma que esos millones sirven para mejorar la vida de la gente. No tengo dudas. Esos millones mejoran la vida, sobre todo, de quienes manejan el presupuesto público, los cargos electos y las decenas de muy bien pagados asesores del partido que también son gente (tengo que escribir sobre todo eso). Pero de muy pocos más. De muy pocos hospitalenses más. De unas cuantas empresas de la ciudad, ciertamente. Pero esas empresas de la ciudad que son las que verdaderamente se lucran con los eventos de la Fira, ¿son de los hospitalenses, o son grandes empresas de grupos radicados fundamentalmente en Barcelona y en el resto del mundo?. Y, por otra parte, el dinero público debería servir, por lo menos, para evitar la desaparición del patrimonio, fuera público o privado. ¿Cuántos cines se han convertido en edificios de pisos y se han perdido para la ciudad, por ejemplo? ¿Por qué el ayuntamiento no ha impedido esos derribos comprando los inmuebles, por ejemplo?

Si, por el contrario, de lo que se trataba es de ponerse estupenda con la gente del Consorcio ¿Por qué no pedirles de una puñetera vez la incorporación del ayuntamiento de l’Hospitalet a ese organismo, con todos los atributos del resto de corporaciones que lo forman? ¿Qué pasa, que eso no sería demostrar ingenio, sino genio? ¿Por qué no pedir desde dentro una revisión global del territorio del Consorcio y del Puerto de Barcelona para racionalizar las funciones, los espacios y las compensaciones por las servidumbres que se derivan de una utilización de los recursos y de los beneficios a favor sólo del sector empresarial? ¿A quien da miedo que se conozcan las previsiones de futuro que manejan a medias el Consorcio y el Puerto a espaldas de todos los demás, especialmente municipios y entidades sociales?

Si no se trataba ni de defender la triste historia hospitalense, ni las reivindicaciones de peso y de futuro sobre lo que nos arrebataron —la ignominia, amigos—, entonces es que se trataba de echar mano de un socorrido chascarrillo para compensar la ausencia de ideas. Porque eso si parece real. Más allá de ese binomio incandescente: “construir y destruir” —construir edificios de viviendas y destruir todo lo que no se pueda convertir en edificios de viviendas— que forma parte del ADN del PSC de la ciudad, no parece que hayan nuevas ideas. Casi mejor…

Escoles als parcs

15 de febrer 2020

Unanimitat del ple municipal sobre una moció presentada per la FAPAC i CCOO, a més de El Casalet, per la saturació de les escoles i els instituts de secundària. Trenta cinc centres públics de la ciutat, de primària i secundària, estan plens a vessar i gairebé la meitat de les aules superen les ràtios establertes per garantir la qualitat de l’ensenyament. Els mestres i professors estan sobrecarregats i una part de la culpa recau en una cosa que es diu “matrícula viva” i que correspon a l’atenció dels infants i joves que canvien de ciutat i als quals se’ls ha de donar cabuda a l’escola pública. Més dos mil alumnes han arribat aquest curs per aquesta via i els representants del sobreesforç —els sindicats— i de la cura de la qualitat —El Casalet—, han mostrat la seva preocupació i han amenaçat amb el conflicte.

A mi, si voleu que us digui la veritat, el que més m’ha estranyat és la unanimitat del Consistori: tothom sembla d’acord que no hi caben més nens a les escoles i que cal cercar solucions. I les solucions passen necessàriament per fer el contrari del que fan a les zones rurals: allà tanquen escoles, aquí se n’han d’obrir. Per fer-ho, calen dues condicions: que la Generalitat planifiqui nous centres escolars públics i que l’Ajuntament cerqui nous espais per construir o encabir les escoles. No es pot dir que la Generalitat estigui en les millors condicions per planificar res. Abans, perquè no tenia recursos financers. Ara, perquè continua sense tenir recursos financers però no sembla que tampoc en tingui dels altres: els recursos polítics necessaris per fer una bona gestió. A sobre, d’aqui a res anem a eleccions i no es previsible que abans del setembre que ve, estigui la planificació feta.

Pero encara és més difícil la situació municipal i per això m’estranya la reacció de l’equip de govern. Fer més escoles… però a on? Els signants de la protesta ja s’hi fan el càrrec: demanen que si no es troben terrenys per fer noves escoles es readaptin altres equipaments municipals per allotjar centres educatius. Com si això fos tan senzill. No ens oblidem que a l’Hospitalet encara funcionen centres amb molts barracons que reivindiquen de fa anys instal·laciones adequades. I que una escola no s’improvitza, per molt que aquí portem anys d’improvització. I així ens va.

Hi ha pocs equipaments municipals capaços d’allotjar una escola, tot i fent les obres que calguin. Els estandars s’hauran de respectar o al menys fer-ho veure. Però si hi ha pocs equipaments, encara hi ha menys terrenys lliures per ubicar-los. Això ho sap molt bé el Consistori que haurà de mirar amb lupa on lliurar terreny per noves escoles. Sobretot davant la tendència centrífuga de Barcelona, que expulsa especialment gent jove cap a la primera corona a causa del preu impossible dels lloguers i ja no diguem dels habitatges en propietat.

Però el problema no sembla acabar aquí. A l’Hospitalet, hores d’ara, s’estan construint milers de nous habitatges. Milers de nous veins que, quan els ocupin, necessitaran serveis, equipaments i potser una mica de verd de jardí per no asfixiar-se davant la contundent realitat de l’urbanisme aclaparador d’una ciutat que només fa que ocupar terreny lliure per construir. És possible que les grans promocions ja en marxa s’hagin fet amb la previsió imprescindible d’espai pels equipaments. ¿O potser no? Si és que si, allà on abans hi havia espai útil per encabir les escoles que ja falten, les escoles que s’han de construir hauran de servir pel nou veinat. Si és que no, ens trobarem com ja va passar als anys 70: amb la gent al carrer exigint escoles pels seus fills i l’ajuntament lamentant-se de no haver posat límits a l’edificació. Aleshores es van fer plans sistemàtics de noves construccions, però és que aleshores encara hi havia alguns espais lliures… Ara no n’hi han.

Ha d’estar molt segur el Consistori que podrà satisfer la demanda de terrenys o d’equipaments útils per les escoles que ja ens calen; si no no hauria votat a favor de la moció dels ensenyants. Pero… ¿podia fer una altra cosa davant la crua realitat?

Com ja va passar als anys 70, hi va haver ajuntaments que saturaven l’espai públic i ajuntaments posteriors que van haver de trobar solucions i lamentar el que ja molts havien avisat. Ja fa una pila d’anys que hi ha consistoris que saturen. De fet, les entitats de la moció ja han avisat que hi ha 2.000 alumnes més que fa només quatre anys. Dintre de quatre anys poden haver a la ciutat més de 20.000 habitants nous i per tant més de 5.000 nous alumnes (i tots aquells que vindran de fora com ara). I ja s’han queixat que fa més de 10 anys havien advertit que la pressió demogràfica requeria d’una planificació adequada que no s’ha fet. I no hi havia la pressió demogràfica que se suposa que hi haurà després que s’acabin els milers de pisos nous.

Només es pot entendre que l’actual Consistori hagi votat que sí a la moció perquè té la seguretat que el caos l’hauran d’afrontar uns altres. Això, o és que tenen una vareta màgica… o que pensen tirar d’enginy i ocupar els poquíssims parcs per fer escoles (de fet ja ho van intentar amb el poliesportiu de Santa Eulàlia).

Morir de hambre

La prensa combativa de los años 80.

15 de enero 2020

No tengo el gusto, pero me han dicho que es joven, colega y con tres istas a cuestas, que son bastantes: activista, feminista e indepe. No sé si yerro. En cualquier caso es lo que me han dicho y estos istas no son para avergonzarse. Habla con la presidenta del chiringuito que me deja escribir y le cuenta lo difícil que es opinar en Hospi y para Hospi, poniendo tu firma al final de los escritos. Le parece que es normal que el Candelas firme como el Candelas porque no se cree que Luis Candelas exista en realidad. Se asome al guguel y verá que hay un abogado famoso en Ronda, una de las cunas del bandolerismo patrio, que se llama exactamente como yo. Lo suyo sí que es pedigrí: llamarse Luis Candelas en Ronda y ser abogado de los imposibles, no como yo, que me llamo Luis Candelas por accidente y vivo sin vivir en mí, en esta ciudad que acoge, porque los nativos se empeñan en abandonarla pies para que os quiero.

Vivo sin vivir en mí, pero ya hace unos lustros. Para noticia de la colega joven y llena de ismos, existió una cosa en el año 82 del siglo pasado que tenía redacción propia en la calle Barcelona de Hospi y que se llamaba El Periódico del Llobregat. Salía cinco días a la semana, primero con bastantes páginas y luego con muy pocas, encartado en El Periódico mayor como consecuencia de la aparición súbita de la edición catalana de El País que consideró que instalar una redacción en Cataluña lo convertiría no solo en el mejor, sino en el más vendido períodico catalán. Los avispados mandamases del Periódico de entonces, que habían crecido de la mano de la información comarcal, con corresponsales en las principales ciudades catalanas, estaban sumidos en el canguelo y consideraron que lo único que podría parar el descenso de ventas previsible, era abrir tres periódicos metropolitanos en la corona barcelonesa. Tres periódicos comarcales dentro de El Periódico de Catalunya, uno de los cuales en una comarca (el Baix Llobregat) y en una ciudad (Hospi) que se habían distinguido entre los años 1971 y 1981 por mantener una información exhaustiva, crítica, regular, atrevida y encajada en el pálpito social, como no existía ni se había visto en el resto del país.

El País no consiguió los índices esperados y El Periódico mantuvo e incrementó ventas gracias a que, en la corona barcelonesa, especialmente en el Baix Llobregat y l’Hospitalet, la genta compraba El Periódico porque dentro estaba la información que le interesaba: la que ofrecía el casi diario que hacían en la calle Barcelona, cuatro pelagatos entusiastas y unos cuantos opinadores voluntaristas. No voy a explicar los misterios de aquel milagro. Solo diré que una de las columnistas era Berta Padró, alter ego de mi buen amigo Ignasi Riera, hoy más madrileño que yo mismo. Como que Riera tenía el vértigo de la política entre sus grasillas, la señora Padró dejó libre su columna y la directora de entones, la querida Maria Soldevila (y el querido Jaume Gras), contactó con el amigo Candelas que se dedicó a hacer una columna diaria todos los días del año incluidas vacaciones y días de guardar hasta que los sabios de El Periódico le dieron puerta al proyecto, consolidada ya la edición global.

Por aquellos días le hicieron al Candelas una entrevista en la radio porque el tipo no se dejaba ver. Y dijo la verdad: que era un pájaro con una sola pluma y muchas cabezas. Específicamente porque solo escribía uno, pero era la redacción en pleno la que sugería el tema del artículo diario. El Candelas fue el sucesor de la señora Padró que instaló el seudónimo. Y desde entonces, el Candelas ha escrito en El Llobregat que editó Disprensa, en el Nou Llobregat que editó Edicions Comarcals, SL, alguna cosa en la edición del Ciero que se hizo también por aquí y ya no recuerdo si en más sitios, hasta aterrizar en La Estrella. ¿Un millar de artículos? Podría ser. 

O sea que el Candelas reconoce que opinar en Hospi (y en el conjunto de la comarca) siempre ha sido difícil, pero no fue esto exactamente lo que le llevó a escribir con su nombre. Fue una risa, no fue un miedo. De hecho, hay unos cuantos colegas del Candelas que llevan firmando hace años con su nombre y apellidos y por eso sé que lo que intuye la colega es cierto del todo. En Hospi, en el Baix Llobregat, en el resto de Catalunya, probablemente en el conjunto del país, es muy difícil opinar con libertad y no sufrir las consecuencias. La diferencia con este pequeño territorio nuestro (comarca y ciudad) es que aqui el poder es un monopolio y la oposición también y si estás con ellos comes, pero si estás frente a ellos (no hace falta estar contra ellos) te matan de hambre. 

Así que, colega, joven y cargada de ismos, haces bien en ser discreta y lista, porque de los prudentes será el reino de los cielos. Algunos ya no estamos a tiempo porque renunciamos a la prudencia cuando todavía existían los sueños.

Por cierto, aquí no hay diferencias entre los poderes y las oposiciones. Para los opinadores libres todos se sienten adversarios. Y con honrosísimas excepciones, todos matan de hambre.

Todo gris

15 de enero 2020

Tiene su cosa que la primera ciudad europea por su densidad urbana sea la última ciudad de Catalunya, por encima de los 120.000 habitantes, a la hora de reciclar sus residuos. Estamos hablando de l’Hospitalet, claro.  De los 947 municipios que hay en Catalunya, tan sólo 34 reciclan por debajo del 25% de los residuos que generan. Entre esos 34 está l’Hospitalet y, de la corona metropolitana, solo le acompañan otros dos, Sant Adrià del Besós y Santa Coloma de Gramenet que todavía reciclan menos que nuestra ciudad, en torno al 21%, mientras que nosotros reciclamos algo menos del 25%. De esos 34 municipios, todos ellos menores demográficamente hablando, solo hay otros dos del Baix Llobregat, Abrera y Cervelló, que reciclan en torno al 23% de lo que generan, y únicamente 12, de esos 34 reciclan menos que l’Hospitalet en número de kilos por habitante y año. Menos, de los 98 kg/habitante y año que reciclamos aquí. La media de Catalunya está en el 41,7% y la media global de Kg por habitante y año en 218 Kg. L’Hospitalet roza la mitad de la media de Catalunya, que es tanto como decir que estamos en la cola de la cola. Barcelona, sin ir más lejos, recicla el 38% de lo que genera con un volumen de más de 185 Kg por habitante y año, el doble de lo que los hospitalenses introducen en los contenedores que corresponden.

Resultan descorazonadoras estas cifras si las comparamos con el 90% que recicla Matadepera o el 87% que reciclan Tavèrnoles, Breda o Argentona. Descorazonadoras porque si en Matadepera, Tavèrnoles, Breda o Argentona se llega a esos niveles, no es porque los ciudadanos de esos municipios sean más limpios o más conscientes —que seguramente también— sinó porque la responsabilidad cívica que es ese ingrediente que se da por supuesto pero que no es innato, y que tiene mucho que ver con el sentimiento de pertenencia y el apego al entorno, difiere muchísimo de unas realidades a otras.

No son comparables, claro, porque ni Matadepera, ni mucho menos Breda o Argentona y no digamos ya Tavèrnoles, tienen que ver nada con la realidad hospitalense. Especialmente porque no se encuentran pegadas a Barcelona, ni nadie se atrevió jamás a comerse casi la mitad de su término municipal sin apenas resistencia como ocurrió en l’Hospitalet justo hace ahora un siglo. Sobre todo, porque pese a que algunas de esas poblaciones tienen el doble del término municipal hospitalense (Matadepera o Argentona), su población apenas llega a los 400 habitantes por Km2, mientras que en l’Hospitalet superan los 21.000. Todo eso hace que la gente de Matadepera o de Argentona, por ejemplo, se sientan hijos de ese territorio, lo amen, lo cuiden y lo preserven, sentimientos de responsabilidad cívica que se extienden a sentir lo mismo por su comarca, por su país y, extendiéndonos a lo global, por su planeta. És evidente que los ayuntamientos de esas poblaciones han hecho campañas de reciclaje y han puesto los recursos y los medios. Han hecho seguimiento y alientan a un consumo responsable y a un uso adecuado de los residuos que se generan, pero trabajaban con muchas ventajas: las que se deducen del cuidado del entorno, de un urbanismo cabal con las necesidades y con los recursos.

La realidad hospitalense (y la de Sant Adrià y la de Santa Coloma) es muy distinta. Sobre las gravísimos perjuicios que ocasiona la consideración suburbial de un territorio, porque se encuentra aneja a una gran ciudad que tiende a expulsar sin orden ni concierto todo aquello que le molesta o le sobra, hay ciudades con más suerte que otras. Hay ciudades donde los naturales la sienten propia y donde los naturales se van yendo a medida que sus recursos se lo permiten. Ciudades donde ha habido resistencias y donde ha habido claudicación histórica. Ciudades donde los gobernantes han gobernado para mejorarlas y donde los gobernantes han gobernado para mejorarse, que son cosas bien distintas. Que eso ocurra en una legislatura, es grave. Que eso ocurra como tradición, es una condena.

Las consecuencias son que, en algunas ciudades, una ligera campaña de concienciación da resultados espectaculares. En esas otras ciudades, condenadas a la decrepitud histórica por sus condiciones y por sus gobernantes, las campañas suelen ser más lentas y menos contundentes, y los resultados menos elocuentes y satisfactorios. Hay muchos ejemplos de ello en el conjunto del país. Pero si encima no se hacen campañas, lo milagroso es que la ciudadanía consiga reciclar la cuarta parte de lo que genera. En ese sentido hay todavía vecinos de l’Hospitalet que sienten algo por su calle, que seguramente sienten algo por su barrio y que pueden llegar a sentir algo por su ciudad.

Pero no loolvidemos: la ciudad está llena de insensibles y despegados, gente que vive aquí pero que no se siente de ningún lugar, que le importa una mierda que la idem se coma el planeta, porque su realidad cotidiana, con solo asomarse a su propia calle, es gris. Gris como el talento de quienes debieran cambiarles la percepción. Gris como el futuro que les dibujan sus gobernantes.

Casbas, pioner del periodisme crític a la ciutat

20 de diciembre, 2019

El llibre Ones lliures, llavor de radiodifusió a l’Hospitalet, escrit per Francisco Javier Rodríguez, va néixer fa quasi 4 anys, quan la publicació comarcal El Llobregat, de la qual tinc l’honor de ser editor executiu, va nominar i la gent va votar online a Francesc Casbas per al premi corresponent a la categoria de Periodisme, anomenat “Aigües Cristal·lines”. Va ser a la II Gala dels Premis El Llobregat, celebrada a Sant Boi. A Can Masallera vaig conèixer els fills de Casbas i ens vam retrobar en Damià i en Narcís, i amb la Mery Casbas ens vam juramentar perquè la nostra meravellosa i accidentada experiència de fer ràdio a l’Hospitalet durant nou mesos, del 1979 al 1880, no quedés perduda en l’oblit. Francesc Casbas es mereixia aquest llibre d’homenatge com el veritable pioner de la radiodifusió a la nostra ciutat i com un dels imprescindibles a la història del periodisme local.

Casbas i Valero al pis de la Florida, emetent. Fotografia de Julián Crespo, un altre dels col·laboradors de l’emissora.

En periodisme són bàsiques dues coses: la passió i la perspectiva. L’emoció i l’entrega i, alhora, distanciar-te dels fets. Per això, per explicar la nostra irrupció com a ona lliure era vital trobar un periodista i historiador com a Francisco Javier, apassionat com nosaltres, però amb prou rigor històric i distanciament (va néixer deu anys després de la nostra aventura) com per redactar la crònica de l’accidentada història d’uns apassionats de la ràdio i de la ciutat de l’Hospitalet, que no només no van cobrar ni una pesseta, sinó que a més de temps i feina, van posar-hi diners de la seva, la nostra butxaca… amb l’única obsessió de FER CIUTAT, una cosa que llavors consideràvem molt necessària.

SER PROFETA A L’HOSPITALET

Jesús va dir a l’Evangeli que ningú no és profeta a la seva terra. I menys a l’Hospitalet, que és molt ingrata amb els seus fills. Ho dic per l’actriu Núria Espert, per Francesc Casbas, o per Enric Flores, pioner del GAT, Grup Acció Teatral. Cap dels tres han tingut el merescut reconeixement de la seva ciutat en vida, excepte l’Espert, que encara hi som a temps. Nosaltres, modestament, aportem aquest llibre com a homenatge dels seus companys del periodisme a la figura de Francesc Casbas, veritable pare de la radiodifusió contemporània a la ciutat.

I és que L’Hospitalet acostuma a rebutjar el talent local si gosa mantenir opinions pròpies. L’Hospitalet, perdó, els seus governants, s’estimen més importar talent de Barcelona abans que lidiar amb el talent crític local.

Al llibre s’explica que Francesc Casbas va anar a l’Ajuntament el setembre del 1979 buscant un periodista per explicar-li que havia muntat una emissora. Li van dir que a la quarta planta n’hi havia un. Era jo, que durant els primers mesos del primer Ajuntament democràtic vaig treballar en l’elaboració del primer butlletí municipal. Feia quatre anys que era corresponsal de diaris de Barcelona i uns quants més que estava implicat en el moviment veïnal al Centre Social La Florida, a l’Associació de Veïns de Sant Josep i al barri Centre. Com el meu amic Manolo Calderón, que va dirigir l’Aula de Cultura de Bellvitge, vaig apostar pel periodisme i no per llaurar-nos una carrera funcionarial rentable i estable a l’Ajuntament, on estava tot per fer, doncs per no tenir no tenia ni gabinet de premsa, ni butlletí, com he dit. L’únic que havia de fer per aconseguir una feina per a tota la vida, ben remunerada i amb un horari, era ser dòcil.

Però jo ja era una mosca collonera professional que portava i porto la contrària per principi. És a dir, m’agrada nedar contra corrent per esport intel·lectual. I crec que no cal afegir gaire més, tret que vaig néixer a Santa Eulàlia i ara visc a Torrelles de Llobregat. Però també he residit a Esplugues de Llobregat, a Barcelona i a Sant Just Desvern, al Walden 7, atret el seu dia per la utopia d’un barri vertical amb carrers amb noms de filòsofs. El meu dúplex era al carrer d’Albert Camus, de qui és la frase: “Dels resistents és l’última paraula”.

DELS RESISTENTS ÉS L’ÚLTIMA PARAULA

I això és el que sóc fonamentalment, un resistent. També em diuen romàntic, però un romàntic toca collons, recordin. En tota la meva vida no he deixat d’esforçar-me a favor de la informació i el coneixement del nostre entorn més immediat. He treballat per a mitjans de comunicació nacionals, estatals i internacionals. I la veritat, m’ha anat molt bé. Però sempre he mantingut un peu a la meva ciutat, la meva comarca, de manera que he estat un periodista ‘glocal’, perquè sempre he pensat que si no tens una presa de terra, com en els endolls, un peu al territori on vius, pots acabar intel·lectualment electrocutat.

Fill dels andalusos Isabel i José, que es van conèixer a l’Hospitalet i van treballar a la Sangonera de l’Hospitalet, la meva cultura és híbrida, feta de la suma de les meves experiències. També sóc fruit de les meves circumstàncies, com la majoria de vosaltres. En el meu cas, vaig haver de començar a treballar amb 14 anys, allà on podia, adaptant sempre la vida laboral al que exigien els estudis, i des d’aleshores sóc un estudiant nocturn. Mai ho vaig viure com una heroïcitat, però estic convençut que aquest esforç em va fer millor persona, més humil, més tenaç.

Amb 16 anys vaig crear la revista “Surco”, del Centre Social La Florida i amb 18 anys ja em guanyava la vida com a corresponsal de l’Hospitalet i el Baix Llobregat a diaris de Barcelona. Des de llavors, he rebut alguns premis periodístics nacionals i fins i tot europeus, però el que més m’afalaga ha estat el de reconeixement que em va entregar l’any passat el Centre d’Estudis Comarcal del Baix Llobregat, un guardó que porta el nom de la meva admirada Montserrat Roig i que premia una tasca periodística de més de 40 anys relacionada amb el periodisme comarcal.

Al llibre s’explica que el mateix dia que vaig conèixer a Francesc Casbas vaig caure rendit pel seu entusiasme i perquè també sentia com ell que el millor a la vida és ser útil als altres i generar concurrència. Llavors no creia que la creació d’una empresa o cooperativa era el vehicle idoni per organitzar-nos. Érem romàntics, confiats i pensàvem que tothom que s’apropava a nosaltres era amb el mateix esperit de servei als altres. Per això, la nostra forma d’organitzar-nos era assembleària i no havia ningú que manés per sobre dels altres.

UN GEGANT MUNICIPAL AMB PEUS DE FANG

Dos anys desprès de que ens robessin l’emissora dels estudis al parc de Can Buxeres —ostres se m’ha escapat un spoiler, ho sento, però ja està fet— doncs això, dos anys després que s’acabés la nostra experiència radiofònica altruista, l’Ajuntament va importar de Barcelona uns excel·lents professionals per muntar l’emissora municipal amb la intenció de competir amb la SER, la COPE, RNE, es a dir, les grans cadenes. L’amic Álex Sàlmon va ser el fitxatge com a cap de programes. Personalment, en aquell moment ja havia retornat a la premsa escrita després del parèntesi de la experiència radiofònica amb Casbas. Concretament, era cap de secció de l’edició diària del Periódico de Catalunya per l’Hospitalet i el Baix Llobregat, amb redacció al carrer Barcelona de l’Hospitalet.

Aquell equip de periodistes del Periódico del Llobregat, que amb esperit crític fèiem 16 pàgines diàries amb informació d’aquesta ciutat i del Baix, a partir de 1982 ens sorpreníem quan veiem la milionària inversió que l’Ajuntament feia per construir un gegant amb peus de fang. Ho veiem a diari per televisió a les rodes de premsa des de la Moncloa, quan el micròfon de Ràdio l’Hospitalet lluïa entre la resta de grans mitjans de comunicació nacionals. La política comunicativa a la ciutat no ha canviat gens: ara es tracta de fer propaganda massiva en paper ficada a la bústia de cada veí i potenciar la imatge pública de l’alcaldessa, que és també presidenta de la Diputació i del PSC. I tot fet que sigui crític que es produeixi a la ciutat, simplement es ignorat pels mitjans municipals d’informació.

PERIODISME CRÍTIC PER MOLTS ANYS

La història de la ràdio municipal, que la socialista Núria Marín va tancar al 2012, és una altra història encara per explicar. L’únic que vull dir per finalitzar, és un aclariment per als nous periodistes i universitaris que aterren als mitjans de comunicació d’aquesta ciutat, en especial pel col·lectiu de “Perifèrica”, que recentment, en la seva presentació d’una revista local digital amb el mateix nom, es van quedar tan “panchos” després de dir que gràcies a la seva arribada, per fi a l’Hospitalet hi hauria un periodisme crític.

Aconsello llegir el llibre “Ones Lliures” de l’amic Francisco Javier Rodríguez, i el que FIC va publicar l’any passat sobre el setmanari l’Estaca, o consultar la web quiesquialbaix.com (capítol comunicació) per ser una mica més rigorosos, doncs hi ha una llarga llista de periodistes d’aquesta ciutat que des de fa més de 50 anys han practicat i practiquen un periodisme independent, crític i moltes vegades censurat en l’Hospitalet. La llista és llarga. Alguns d’aquest periodistes són: Enric Company, Jesús Vila, Milagros Pérez, Manolo Calderón, Gerardo González, Esteve Lucerón, Lluís Berbel, Carmen Luque, Joan Massats, Francesc Perearnau, Maria José Malia, Manuel Segura, Carlos Vila, Xavier Arjalaguer, Marina Guarro, Mercè Conesa i Ana Pascual. Segur que em deixo algú. Citar-los és el meu modest homenatge al periodisme crític que s’afegeix al de l’amic Casbas.

Per Juan Carlos Valero

La ciudad sin oxígeno

15 diciembre 2019

Menos los que no tienen reparos en mostrarse todo lo reaccionarios que son, como los de Vox o algunos líderes mundiales estilo Trump que no se apuran cuando la ciencia les explica el punto de no retorno climático en el que estamos próximos a entrar, los que anecdóticamente se presentan como progresistas han encontrado en la cumbre de Madrid recientemente acabada, una buena excusa para hacer propaganda de su sensibilidad ambiental.

El activismo es el único que se lamenta profundamente de la inacción de las Administraciones, mientras las Administraciones lanzan consignas inícuas que apenas revierten la situación. Así, el fracaso sin paliativos de la COP25 de Madrid, se enmascara en las nuevas dosis de actuaciones y mensajes en pro del clima que, por lo general, no son más que pura retórica para consumo propio.

Parece que se olvida que la historia desde el siglo XX hasta aquí, en el ámbito ambiental, es la historia de dos catástrofes simultáneas que ha practicado la humanidad con total impunidad hasta llegar a los extremos presentes: un incremento acentuado y persistente de la emisión de gases, que es el argumento más socorrido (y real) y un proceso imparable de saturación urbana y destrucción del medio físico en las ciudades, mediante la impermeabilización del suelo a base de cemento y la reducción al mínimo de los espacios verdes y de las zonas arboladas. Esa doble servidumbre del capitalismo: el incremento de la contaminación por la industria y por la movilidad, y la persistente liquidación de los entornos naturales —especialmente en las zonas más densamente urbanizadas—, nos ha llevado al punto actual. Se diría que expuesto el problema y aclarado el diagnóstico, las Administraciones (la política) más progresistas, deberían actuar con la misma consistencia en ambos terrenos. Pues no es así. Parece que luchar contra el cambio climático se expresa únicamente poniendo coto a la proliferación de gases de los motores de combustión olvidándose de que la naturaleza es capaz de mitigar en parte esa carga gracias a la capacidad de absorver CO2 que presentan las plantas. Es decir: es imprescindible poner coto a la industria contaminante y a la movilidad de combustión, pero debiera ser igualmente apremiante actuar con responsabilidad en el otro ámbito: el de la recuperación del suelo urbano, el del incremento de la forestación en las ciudades. En definitiva: del mismo modo que se debe poner coto al crecimiento de la combustión, es imprescindible poner coto al crecimiento de la edificación. Tan importante para la calidad de vida de los ciudadanos es restringir la circulación, como disponer de más zonas verdes.

Ah! bien, pues no es esa la percepción que parecen tener los gobiernos municipales que están dispuestísimos a guerrear contra el vehículo de combustión pero que se hacen los ciegos ante la lacra de la saturación urbana y la deforestación: van a restringir todo lo que puedan la circulación, pero van a seguir facilitando la impermeabilización del suelo y olvidándose de las zonas verdes.

Como ejemplo, l’Hospitalet. En pocos días, como si quisieran mostrarnos lo sensibilizados que están por la crisis climática, han constituido la Taula per l’Emergència Climàtica, han puesto en marcha diversas actividades contra la contaminación atmosférica, el Consell de Nois i Noies trabajará sobre objetivos de desarrollo sostenible, han puesto en marcha una campaña de reciclaje de vidrio y aparatos electrónicos… pero siguen empeñados en las grandes operaciones urbanísticas de sobresaturación de la ciudad: miles de nuevas viviendas en decenas de nuevos edificios en los barrios de Sant Josep i el Centre, ya en marcha, y un montón de nuevos rascacielos en perspectiva.

¿A quien quieren engañar? Lo que les interesa de la crisis climática es la pura retórica propagandística y apostar por la minucia, sin prestar atención a lo que nos espera en el futuro próximo. Ahora van a poner tantos obstáculos como puedan a la circulació intraciudadana pero ¿alguien se imagina lo que será la ciudad cuando las miles de nuevas familias —con coche, no lo olvidemos— se instalen en las promociones previstas?

Y ya que estamos puestos: aprovechen las fiestas para irse a respirar aire puro lejos de la colmena. Quizás sea lo peor que se pueda decir de una ciudad: váyanse una temporada, lejos de donde viven habitualmente, para oxigenarse. Pero así está la cosa… que sean felices.

Dividir a los vecinos, otra indignidad del gobierno

15 de noviembre 2019

Escribo esto cuando todavía no se sabe el resultado de la consulta popular a los vecinos del distrito tercero para que decidan donde se debe construir el nuevo polideportivo. Hay dos opciones. Una, donde estuvo previsto siempre: en el solar de la calle Gasómetro y la otra en el parque de la Alhambra. Si ahora se plantea una consulta inédita para ubicar un equipamiento, es porque el consistorio socialista, de forma unilateral, propuso abandonar el proyecto de Gasómetro y ocupar algo más de 2.200 metros cuadrados del parque de la Alhambra y un vial. El cambio era debido a que los 17.000 metros cuadrados del nuevo equipamiento suponen un prejuicio para los vecinos de la zona adyacente a Gasómetro que verían como el nuevo equipamiento roza en demasía sus pisos tanto en distancia como en altura y se temen, con razón, que  consideren que los han engañado porque en el momento de la venta nadie les avisó de lo que estaba proyectado.

Falta información, y de eso se han venido quejando en los últimos meses las fuerzas de oposición a la mayoría de gobierno que son a la vez las fuerzas políticas que se oponen al cambio de ubicación. Parece que el proyecto de polideportivo, que será el mismo se haga en Gasómetro o en el parque de la Alhambra, tiene una planta de 4.300 metros cuadrados y, para que sume los 17.000 metros cuadrados previstos, cuatro plantas, quizás una subterránea y tres en altura, aunque precisamente en Gasómetro parece que existen dificultades para construir una planta subterránea. Para ello, el solar de Gasómetro, de algo más de 5.400 metros cuadrados dejaría libres algo más de 1.100 metros, o lo que es lo mismo, una zona perimetral de alrededor de 15 metros de distancia con los edificios existentes. Quince metros, con tres o cuatro alturas enfrente, ya se ve que supone un notable inconveniente para quienes compraron en la zona.

Como que el consistorio socialista se teme un gran cabreo de ese vecindario y como que la saturación urbana en el barrio resulta descomunal, no se les ocurrió mejor alternativa que proponer comerse 2.200 metros cuadrados de una zona verde y un vial adyacente para hacer el polideportivo y, a cambio, contentar a los vecinos de Gasómetro, convirtiendo el solar proyectado en una zona verde consolidada. Consolidada, hasta que sean necesarios nuevos equipamientos, claro.

De paso, desviaban el enojo de los vecinos de Gasómetro a los vecinos del resto del distrito en un enfrentamiento insólito que el consistorio socialista, lejos de evitar, indignamente promueve.

La irresponsabilidad del gobierno es mayúscula, por tanto, y no solo por el enfrentamiento entre vecinos. Lo es también por otros dos motivos que serían suficientes, en una sociedad avanzada y democráticamente solvente, para pedir la dimisión de los responsables de la planificación urbana y de la alcaldía, de paso. La primera, y descomunal, porque a ningún ejecutivo en su sano juicio político, se le puede ocurrir comerse un solo metro de zona verde en una ciudad con tamaños déficits de parques urbanos, para ubicar un equipamiento. La obligación de un gobierno mínimamente digno es planificar su espacio urbano para cubrir las expectativas de futuro de su población, máxime cuando fomenta una desorbitada política de nueva construcción de edificios que suponen enormes necesidades potenciales de prestación de servicios mediante equipamientos imprescindibles para garantizar la calidad de vida. La segunda, absolutamente incomprensible por el tamaño de la desfachatez urbanística, porque en la planificación de las manzanas adyacentes a Gasómetro se excedió el perímetro aconsejable de las nuevas promociones, a saber a cambio de qué. Desde luego se favoreció a las constructoras que tuvieron muchos más metros cuadrados de edificación de los que les correspondían atendiendo a las necesidades futuras.

Todo eso pasa en una ciudad que, durante la dictadura, destrozó su territorio a base de especulación sin freno y sin previsiones de equipamientos e infraestructuras y cuyo remedio parcial llegó gracias a un compendio de luchas sin fin y enormes sacrificios del vecindario para equilibrar demografía y necesidades. Conquistar el ayuntamiento significaba en 1979 poner al frente de la gestión municipal a la gente más sensible con el presente y el futuro de la ciudad. Ahora ya se ve que, desde hace demasiados años, vuelven a mandar en el gobierno de la ciudad quienes solo piensan en los ingresos fáciles: pan para hoy y hambre estremecedor para mañana, porque si en Santa Eulalia se ha de ocupar una zona verde para poner un equipamiento, no os digo nada lo que puede ocurrir entre el Centro, Sant Josep y Bellvitge cuando miles de nuevas familias se instalen en esas zonas en las que se está construyendo desenfrenadamente y donde ya no queda un metro cuadrado libre.

Habrá proceso participativo porque es la mejor manera que tiene el consistorio socialista de lavarse las manos en Santa Eulalia. La ciudadanía no debería aceptar el enfrentamiento entre vecinos por lo que el proceso participativo debería servir para pedir la dimisión de quienes no son dignos de representarnos.

Gentrificación acelerada

18 de octubre, 2019

L’Hospitalet se está transformando socialmente a pasos agigantados. Lo hace a lomos de la gentrificación, un concepto que nació en el mundo académico pero que ahora está en boga en los movimientos sociales. Esa palabreja proviene del inglés “gentry”, que significa alta burguesía o baja nobleza, según desde donde se mire. Cuando una ciudad experimenta un proceso de gentrificación supone un cambio de los habitantes tradicionales de los barrios, que se ven desplazados por otros de un nivel socioeconómico superior. Este proceso obedece a la intervención urbanística de permitir la construcción de edificios con gran número de viviendas nuevas o de rehabilitación en espacios urbanos en declive o deteriorados, lo que provoca un aumento de los alquileres de los pisos en la zona. El fenómeno finaliza con la expulsión de los menos pudientes que no pueden pagar esos precios y son reemplazados por aquellos que tienen más poder adquisitivo, es decir, los “gentry” mucho más desahogados económicamente.

La gentrificación nació en el centro de Barcelona por la fuerte demanda inmobiliaria que experimenta la capital, ya que todo el mundo, así, literalmente, quiere venir a vivir. Para muchos turistas, profesionales y estudiantes procedentes de todo el planeta, resulta aspiracional pasar una temporada de sus vidas o su existencia completa en Barcelona. Y como L’Hospitalet tiene la ventaja de estar pegada y goza de una tupida red de transportes públicos, la presión de la demanda se ha trasladado a nuestra ciudad.

L’Hospitalet Meeting Point

El proceso de gentrificación no es una interpretación mía. Estos días he visitado el salón inmobiliario Barcelona Meeting Point que se ha celebrado en el recinto ferial de Montjuïc. En los estands he podido apreciar que las promociones de viviendas de L’Hospitalet compiten en igualdad de número con las de Barcelona, de modo que en este asunto no somos la segunda ciudad de Cataluña, sino que disputamos el podio a la capital. Como periodista y como ciudadano, me interesé por todas y cada una de las promociones. Cuando les comentaba a los vendedores que para el tipo de barrio donde se encuentran, los precios de venta son muy caros (a partir de 400.000 euros las primeras plantas de pisos de tres habitaciones sin parking), todos coincidían en responder: “No se preocupe, porque a nuestra promoción vendrán mayoritariamente familias o inversores de Barcelona y los precios del alquiler de la zona subirán y, por lo tanto, también vendrá gente de su mismo nivel”. También hay edificios de alquiler, como en la carretera de Collblanc con el pomposo nombre de Porta Nord, a partir de 1.763 euros mensuales. A los vendedores no les hacía falta decir que los pobres desaparecerán del barrio, pero se les entiende perfectamente. Gentrificación en estado puro.

La alcaldesa socialista de l’Hospitalet está siguiendo a pie juntillas las directrices que en su día trazó su anterior jefe, Celestino Corbacho, en el sentido de elevar el estándar medio de una ciudad siempre acogedora, primero poblada por oleadas de trabajadores españoles procedentes del sur que fueron sustituidos en parte por otros ciudadanos que venían de todo el mundo, pero con el denominador común de su escasa renta. El cambio de estándar empezó por la plaza Europa y el Distrito Económico y ahora las construcciones de viviendas que impulsa el ayuntamiento socialista se reproducen por todos los solares que quedaban libres en la ciudad, sobre todo en los barrios del Centro (Remonta, avenida Carrilet, Rambla Marina), Sant Josep (antiguos terrenos de Cosmetoda), Santa Eulalia (más torres en Plaza Europa) y también en la carretera de Collblanc.

Recaudar más

Con esa hoja de ruta, el Ayuntamiento busca recaudar más, primero a las promotoras y constructoras a través de las licencias de obras y luego a los nuevos vecinos que pueden afrontar esas viviendas a precios mucho más elevados que la media de l’Hospitalet. Unos recién llegados que, necesariamente, tendrán niveles de renta superiores a los hospitalenses de toda la vida. Lo bueno para el Ayuntamiento es que la recaudación será ya vitalicia, porque a los nuevos vecinos también se les aplicarán anualmente impuestos muy superiores a la media, como los más de 1.500 euros de IBI que pagan de media los vecinos de plaza Europa.

Las más de 3.000 viviendas que se están construyendo ahora y las que están planificadas en L’Hospitalet y que se construirán en los próximos tres años aportarán inyecciones millonarias a las arcas municipales. ¿Qué se hará con ese dinero fresco? De momento, la política que practica nuestro ayuntamiento socialista es la gentrificación que comporta una llana y pura sustitución social.

Por Juan Carlos Valero

La ciudad saturada y sin historia

Can Trinxet: lo que pudo haber sido y se ha perdido.

15 de octubre 2019

En contra de lo que algunos han afirmado, la preocupación por la preservación del patrimonio histórico de l’Hospitalet no surgió a raíz de los desvelos por los últimos vestigios del Canal de la Infanta que quedaban y que se redescubrieron tras la cesión del cuartel de la Remonta a la ciudad. En realidad, las primeras inquietudes por recuperar y proteger el patrimonio histórico se produjeron muy tempranamente, justo cuando el primer ayuntamiento democrático, en torno a 1980, se planteó un catálago de edificios históricos que debían preservarse del desprecio en que había caído la historia de la ciudad. No existía entonces ni siquiera el Centre d’Estudis de l’Hospitalet que luego ha hecho una encomiable tarea de recuperación de la memoria a todos los niveles. Aquel primer toque de atención surgió del interés histórico de un conocido escritor de la ciudad, Joan Casas, ejerciente entonces de investigador documental, que supo sensibilizar a una parte del consistorio e involucrar en la reflexión a un conocido arquitecto entonces residente en la ciudad, Ferràn Navarro, y al periodista Jesús Vila, quienes se pusieron manos a la obra para redactar un compilatorio de alegaciones al pre-proyecto de Plan Especial de Protección y Conservación del Patrimonio Histórico de l’Hospitalet, que se estaba preparando, y del que más tarde surgiría, en 1983, un proyecto previo de Plan Especial de Protección del Patrimonio Arquitectónico, aprobado definitivamente por el Ayuntamiento pleno en 1987.

El Plan del 87, que no deja de ser un estudio voluntarioso de protección radical del patrimonio conservado en la ciudad hasta aquella fecha después de años de destrucción y de olvido, fue reelaborado en 1997 a través de un trabajo más técnico encabezado por un equipo de arquitectos y de historiadores que tenía la ventaja del rigor académico pero la desventaja evidente de su distancia con respecto a la ciudad.

Aquel PEPPA del 97 se aprobaba ya en el marco de un consistorio renovado, con un nuevo alcalde, Celestino Corbacho, que estaba predispuesto a innovar en el ámbito urbanístico, pero todavía algo alejado de sus ensoñaciones estratégicas de ciudad. Estaba todavía en puertas de pretender diseñar una nueva ciudad allí donde se podía —es decir, donde había espacio libre— olvidándose de la ciudad saturada y llena de conflictos y necesidades que heredaba. Estaba en el origen, la ciudad de dos velocidades que luego se ha consolidado con el desarrollo de la plaza Europa y adyacentes —pero no solo—, junto a la ciudad sobresaturada del norte, cada vez más vacía de los obreros de los 60 y más llena de los inmigrantes de los 90.

Aquel PEPPA del 97 que todavía conservaba una buena parte del espíritu reivindicativo del Plan de 1987, sería releído en el 2001 ya con los instrumentos del corbachismo urbano en plena vorágine. O sea, de las primeras cosas que diseñó Corbacho, la Agència de Desenvolupament Urbà (ADU), fue sin duda el motor del cambio, el surrealista instrumento de la revolución urbana, dispuesto a arramblar con todo aquello que estorbara para el diseño de la ciudad de relumbrón con la que Corbacho soñaba.

A la sazón, el PEPPA del 2001, lo dirige ya Antoni Nogués, el abogado urbanista que llenó l’Hospitalet de miles de nuevas viviendas, al frente del equipo técnico del ADU, que sigue ocupando y saturando todos los espacios libres que quedan en la ciudad. Ese mismo ADU que ha diseñado los miles de pisos que habrá en el antiguo solar de la Cosme Toda, en los miles de metros cuadrados que se han liberado para la edificación de edificios en la Avenida Carrilet, en los miles de metros cuadrados que se han proyectado para la construcción de bloques en la Rambla Marina, en los miles de metros cuadrados que ya se han ocupado en los antiguos terrenos libres del cuartel de la Remonta, el que ha dado permiso para construir a escasos metros de la vía del tren en la Avenida Josep Tarradellas, el que dio permisos para saturar la zona de Can Trinxet a lado y lado de la carretera de Santa Eulalia, es el mismo ADU que en el 2001 reelaboró el PEPPA y es el mismo ADU que está preparando el terreno para el nuevo PEPPA de la ciudad saturada y sin historia del siglo XXI.

Ya en el 2001, el PEPPA de Nogués, explicaba que había que ser realistas. Que los PEPPAS anteriores eran unos proyectos bienintencionados pero totalmente sobrepasados y caducos, porque de las 149 unidades de protección que fijaba —es decir de los 149 conjuntos catalogados a proteger— 100 se habían ido suspendiendo total o parcialmente desde 1987 y sólo quedaban vigentes 49. Es decir, si ya la historia hasta 1979 había sido bien triste en la ciudad porque sólo se habían previsto proteger 149 conjuntos de los miles de edificios levantados, desde que hay consistorios democráticos en la ciudad no solo no se ha avanzado en protección sino que se ha retrocedido considerablemente: hay muchos más edificios y mucho menos catálogo a preservar para el futuro.

Desde el 2001, aquellos 149 conjuntos se convirtieron en 111 que son los que existen ahora, de modo que desde 1987 se han perdido 38, casi tres objetos de protección por año. Si a ello se le añade la desidia —lo que queda de Can Trinxet, por ejemplo, da pena—, el desinterés por preservar —han sido los vecinos quienes más se han interesado por el Castell de Bellvís— y la falta de respeto por la historia —si el patrimonio molesta, simplemente se elimina— tenemos un panorama más bien desolador. Nada, sin embargo, que no conozcamos bien con esta ralea.

A la sazón, todavía duele recordar lo que costó negociar con los propietarios de Can Preciós para comprarles la masía cuyos antepasados tuvieron el pésimo olfato de construir justo donde décadas después los sabios urbanistas de la ciudad dibujaron la prolongación de la Rambla Marina para encontrar a la de Just Oliveres. Se compró la masía, una de las escasas que se mantenían todavía en pie y en buen estado en la zona de Marina —cuajada todavía a principios del siglo XX de múltiples ejemplos— y simplemente se arrasó para hacer un paseo. El desprecio de la historia sobre el diseño urbano. El desprecio de la historia para quienes jamás serán historia.

Y ojito al PEPPA siguiente…

Internalitzar el negoci, externalitzar el servei

15 d’octubre 2019

Les majories absolutes no acostumen a ser bones ni tan sols per les aparences formals. Tinc la impressió —i potser és equivocada— que en el darrer mandat l’Ajuntament s’esforçava una mica més per convèncer la ciutadania que governava pel bé comú. Ara ja, em temo molt, que es conforma simplement a fer-ho veure d’una manera retòrica. M’explicaré.

En el darrer ple municipal es va aprovar una modificació puntual del PGM (pla urbanístic) del barri Centre per convertir el que havia estat el cine Òpera, després un plató de TVE a Catalunya i finalment un centre okupa molt actiu fins que va ser precintat i abandonat, en un equipament semi hospitalari i assistencial geriàtric, de caràcter privat, que tindrà més de 3.000 metres quadrats i que ocuparà un gran complex d’una alçada de planta baixa i tres pisos. El que queda de l’Òpera, en molt mal estat i amb teulada d’uralita que ja ha caigut a trossos, estava catalogat com equipament i era de propietat privada, excepte una petita pastilla que tenia tipologia residencial i que ara, gràcies a la boníssima disposició municipal, quedarà compensada per una finca del davant on els mateixos promotors podran construir un edifici d’uns quinze habitatges nous. O sigui, doble negoci. Pisos al davant, i tots els metres garantits, en un sol solar, per equipament privat. Si, és veritat que uns quants d’aquests pisos del davant hauran de ser de protecció oficial i que el promotor es compromet a donar accés a una zona verda de mançana interior d’uns 760 metres quadrats, però ja es veu que tot plegat a qui beneficiarà exponencialment és a la nova propietària dels terrenys que, tractant-se com es tracta d’una empresa dedicada a la construcció d’equipaments geriàtrics, va comprar pactant prèviament amb l’ajuntament quin seria l’ús d’aquest espai.

Es tracta, com és palès, d’un fantàstic solar en una de les millors zones del barri Centre que podria haver estat perfectament adquirit pel municipi per convertir-lo en qualsevol equipament ciutadà o en un parc públic, situat en un lloc especialment densificat, sobretot després de la depredació especulativa que ha patit l’antiga caserna de la Remunta, a tocar d’aquest solar, i que ha vist ocupada una part considerable del seu sol lliure per centenars de pisos nous. Podria haver estat adquirit… quina innocència…

El mateix que ha passat al Centre, va passar fa ben poc amb un altre solar, també previst per equipaments, del carrer Ferran i Clua de Collblanc, on es farà una residència universitària de la Universitat Internacional de Catalunya, privada i elitista, vinculada al FERT (Opus Dei). I això mateix, fins i tot més punyent encara, s’ha produït també amb la cessió de terrenys municipals per 75 anys per fer una altra residència d’estudiants a Bellvitge, a tocar de l’Hospital, o amb els solars entregats alegrement al Circ du Soleil també en aquest districte. I no parlem ja de l’adquisició municipal d’una nau industrial posada en mans dels promotors de la Salamandra en compensació d’haver-los fet fora de l’espai que ocupaven i que ara forma part de la promoció d’habitatges de la Rambla Marina que farà milionaris a uns quants constructors.

És a dir, allà on hi ha un metre d’espai lliure es construeixen habitatges i allà on hi ha solars d’equipaments o antics edificis patrimonials útils per convertir-los en equipaments públics, es promouen equipaments privats. Tot, com és ben evident, en benefici del poble de l’Hospitalet i de la seva gent, que són els que voten.

I això, per no parlar del disbarat del nou poliesportiu de Santa Eulàlia que s’havia de fer a l’antic solar del carrer Gasòmetre. Pel que sembla, el projecte municipal que incloïa dues piscines, no hi cap, i la raó caldria buscar-la en els permisos atorgats als blocs de pisos que limiten el solar, que es van fer sobredimensionats per un error —un error?— del planejament. L’Ajuntament, en una proposta que semblaria d’una altra galàxia, va trobar de seguida una solució: canviar el lloc de l’emplaçament del poliesportiu. Si no hi cap al solar de Gasòmetre… què tal en terrenys del Parc de l’Alhambra? No hi ha consens entre el veïnat, és clar, i a l’Ajuntament se li ha ocorregut que la millor alternativa és que els veïns es barallin. Una consulta dirimirà si es perd un tros de parc o es perd una de les dues piscines. En qualsevol cas el que perden són sempre els mateixos…

I no estem parlant només de solars de propietat privada on la llei no permet construir pisos i on, per tant, es fàcil donar permís per fer equipaments privats. Una cosa encara més impactant si cap, succeeix amb els edificis patrimonials: edificis antics, sovint d’interès cultural i de propietat pública que podrien servir per donar servei a la ciutadania. L’Hospitalet no és precisament una població sobrada d’edificis de propietat municipal, més aviat al contrari. Ni tampoc d’un excés d’equipaments. Doncs bé, ja fa bastant, que amb l’excusa dels serveis a la població, es posen en mans privades edificis patrimonials que, com és evident, se n’aprofiten del que és de tots per cobrar-nos-ho dues vegades. No hi ha un sol cas. N’hi ha diversos. El primer, la cessió que es va fer al grup Planeta (Planeta Formación y Universidades) per 25 anys de l’edifici dels antics jutjats, gairebé 11.000 metres quadrats en diverses plantes, amb capacitat per més de 3.000 alumnes, a canvi de poc menys de 300 beques per estudiants de la ciutat. El segon, la cessió de l’antiga fàbrica modernista Godó i Trias per hostatjar el nou Centre Europeu de Desenvolupament i Promoció de la Medicina Tradicional Xinesa, que serà probablement un centre de referència, però que resultarà un equipament del tot aliè a les necessitats municipals. El tercer, l’aprovació definitiva del pla parcial que modifica l´ús de l’equipament de l’antiga fàbrica Albert Germans a docent, com a pas previ a la cessió a una altra universitat previsiblement privada.

Com es veu, ja fa temps que l’ajuntament gestiona sense trencar-se gaire el cap:  el més actiu que es pugui en la gestió del sol i el més passiu que se l’hi permeti en la gestió de les necessitats. A això se li diu internalitzar el negoci (planificar el territori, buscar compradors…) i externalitzar el servei (donar les màximes facilitats, oferir beneficis…). De fet, resultaria incomprensible per un ajuntament si no fos perquè l’experiència ens ensenya que no hi ha causes gratuïtes. Tant d’interès per allò que dona recursos, ingressos, beneficis, diguem-ho com es vulgui i tanta delegació per allò que comporta gestió, objectius, responsabilitat, progrés, estratègia, ens hauria d’indignar fins l’exasperació. Si no fos perquè estic convençut que l’exasperació ha desaparegut de l’adn hospitalenc.