Senyora alcaldessa prendrem mal o la ruïna de l’edifici Molí

Tomàs-Maria Porta i Calsina

21 d’octubre, 2020

Senyora alcaldessa és possible que vostè passegi molt per L’Hospitalet i jo no hagi tingut la sort, ni el plaer de veure-la mai pel meu barri, el barri de Sant Josep. Perdoni, no és cert: vaig coincidir amb vostè en el darrer míting que va fer el PSC-PSOE al Casal. Va venir acompanyada dels seus regidors, als que va anar escampant per taules per tal que la ciutadania hi pogués parlar, ens va dirigir quatre paraules que, en essència, van venir a dir que els del seu equip de govern no eren rucs i que mai no s’especularia amb el solar del Cosme Toda. Li asseguro que va ser un míting que em va impressionar i li ho dic sense gens d’ironia.

En línies generals, jo no discuteixo la seva gestió al capdavant de l’Ajuntament. . Si sumem això al fet que fan uns mítings autènticament personalitzats no m’estranya que tinguin majoria absoluta. Una altra cosa és que no m’entri al cap que gent que s’autoanomena progressista estigui en contra de l’autodeterminació del seu poble, però això són figues d’un altre paner, perquè aquí parlem de la seva gestió a L’Hospitalet.

Crec que vostès s’equivocarien si pensessin que, com que tenen majoria absoluta, ho fan tot bé. Que no els hi cal millorar en cap sentit. I que no tenen per què escoltar la ciutadania. Li posaré un exemple del dia del míting. Li volia plantejar un problema urbanístic a un dels seus regidors i, molt amablement, em va dir que em trucaria passades les eleccions. Com que passades les eleccions no em trucava, vaig trucar jo a l’Ajuntament i la secretària em va dir que prenia nota i que ja em trucaria. Aquest senyor -que potser resulta que fins i tot és un bon regidor- no ha trobat encara el moment per trucar-me. Aquesta pràctica me l’he trobat diverses vegades amb diversos regidors del seu equip: fan veure que t’escolten i que s’interessen per allò que els hi expliques però a l’hora de la veritat envien el problema que els hi has explicat a les escombraries del seu ordinador o del seu mòbil. Sembla que el missatge sigui: per què ens hem de preocupar amb vostè ciutadà-formiga si ja hem guanyat les eleccions?

Un tema que jo considero important i que jo he traslladat, en la meva condició de Conseller Municipal del Districte del Centre, a un responsable municipal, és la situació ruïnosa i perillosíssima en què es troba l’Edifici del Molí, just a tocar de la Biblioteca Tecla Sala i on, entre altres institucions, hi ha el Centre d’Estudis de L’Hospitalet. Permeti’m que li faci la pregunta d’una manera directa: no li cau la cara de vergonya en pensar-hi? No li tremola la consciència en pensar que en qualsevol moment hi pot haver un accident greu? Si hi fos, no se’n sentiria responsable? Sé que va anar a demanar diners als seus companys de Madrid i que potser li van prometre que sí, però l’Edifici està com està i, per tant, suposo que els diners no han arribat.

Miri, jo sé que el seu càrrec és complex -i ara que, a més és presidenta de la Diputació encara més- i també sé que l’Ajuntament ha de fer front a moltes despeses i que el pressupost és limitat. Però vostè i jo sabem que si aquest edifici, en comptes de ser de titularitat pública fos de titularitat privada, l’Ajuntament ja s’hauria mogut i hauria obligat el seu propietari a fer les obres pertinents per tal d’arreglar-lo. I això no és inadmissible. No pot ser que aprofitin la seva posició privilegiada per posar en risc la integritat física dels ciutadans ometent els seus deures. Senyora alcaldessa, no miri cap a una altra banda i solucioni el problema: tots plegats podríem prendre mal!

Nadie contesta

1 de octubre, 2020

Están deprimidos y he de decir que hace muchísimo que no los veía así. Son mis colegas de FIC que acaban de resucitar este medio antiguo en el que me leeis y en lugar de estar animados, positivos, exultantes, los veo alicaídos, menguados, cochambrosos… Cuando me lo anunciaron les reñí como tan solo yo sé hacerlo: no sabéis donde os metéis pero yo me meto con vosotros, que coño, que sois la única resistencia en esta marabunta de rajados, resignados y desleidos en que se ha convertido la ciudadanía, y si no nos apuntamos nosotros que lo tenemos todo hecho, todo deshecho y todo por hacer al mismo tiempo, quien caramba se va a apuntar.

De eso vienen esas caras largas y esos ánimos de arrastrados vivientes, de que no se apunta ni dios, de que o la gente trabaja un huevo o se pasa el puto día viendo series y más series. Apuesto por lo segundo, claro, que antes se decía que nos adormilaban con el futbol, con una sola Liga, pero lo de ahora es mucho más tremendo con infinitas plataformas y centenares de series y centenares de canales y centenares de producciones y centenares de pasivos viendo a todos esos centenares de narcotizantes con la boca abierta para ir tragando…

Y me explicaban: hemos enviado estos días invitaciones personales a 25 personas con nombres y apellidos invitándolas a escribir artículos de opinión en este digital, para decir lo que quieran, cuando quieran y como quieran, y de esos 25 sólo nos han contestado cinco, cuatro para no aceptar. Ojo, entre esos 25 había 6 periodistas y otros 6 hombres de letras además de otra docena de gente activa en algunas entidades importantes de la ciudad. Veinte no se han dignado ni siquiera en agradecer el detalle, algo que ya viene siendo habitual en este mundo donde el que más o el que menos viene recibiendo un centenar de correos electrónicos al día, de los cuales el 90% van directamente a la papelera. El problema es que todo va a la papelera porque no se discrimina y los chicos de FIC se pensaban que se dirigían a gente que suele y sabe discriminar. Pues ya veis que no, inocentes. Es la prueba de que os habéis equivocado de personas. Gente que no contesta a los e-mails y mucho menos a los e-mails personales, es gente de la que no te puedes fiar, joder, que os lo tengo dicho.

Hace tiempo, se quejaban, enviamos correos al jefe de prensa del ayuntamiento, un tal Casinos, para que contestará no sé que y claro, no hubo respuesta. La semana pasada enviaron un correo invitando al primer teniente de alcalde para que participara en el debate del 29 de noviembre y claro, no hubo respuesta. Uno de los redactores de L’estaca intentó hablar con alguien de la oposición municipal para que les pasara una información que se planteó en el pleno del 23 de septiembre y, una semana más tarde, no ha habido respuesta.

Han puesto avisos pidiendo jóvenes colaboradores para escribir en l’estaca y, claro, no ha habido respuesta. Han puesto anuncios reclamando colaboradores para gestiones publicitarias y claro, no ha habido respuesta. Me dicen: es que no existimos. Es que hoy, si no estamos activos en una cosa que llaman tuiter, feisbuc o instagram no existimos para nadie. Son unos inventos para poner fotos, hacer chascarrillos o depositar dosis pequeñas de mala leche que, repetidos infinitamente por miles de fotografos aficionados, humoristas entusiastas y delincuentes potenciales, convierten esos instrumentos en metralla intelectual para perder el poco tiempo que tenemos. Me juego un duro, les respondo, que esos 20 que no han contestado a la invitación personal, el jefe de prensa, el primer teniente de alcalde o el opositor municipal que han hecho mutis por el foro, sí que han tenido tiempo para echar bilis en las redes, reirse de los flojos o pegar instantáneas innecesarios en eso que todo el mundo sigue, ve y comenta. Pues claro, vivimos en una hiperrealidad donde los viejos se inactivan para morirse de aburrimiento y los jóvenes se aburren para morirse de inactividad.

Me hacen gracia esos ágrafos conspiranóicos que hablan de los chips aletargadores que nos van a inocular con la vacuna del Covid. Ven lo difícil y no ven lo cotidiano: que nos tienen aletargados porque les han robado los sueños a los jóvenes para construir un futuro mejor y la esperanza a los viejos porque los jóvenes ya no sueñan. Todo está en crisis: las instituciones, la política, incluso las ideologías y hasta la lucha de clases. Pero el mundo sigue girando y pese a que parece que se mueve todo el mundo está donde estaba pese a las apariencias: unos arriba y otros abajo, unos decidiendo y otros siendo decididos, unos mandando y otros obedeciendo aunque sea sin querer, unos viviendo muy bien y otros viviendo muy mal. Pero nadie, o casi nadie está luchando para cambiar esto. Eructando en las redes sí, pero combatiendo, protestando efectivamente, organizando, activando, haciendo, bastantes pocos.

Uy me digo, para, para, Candelas que estos chavales de FIC te están contagiando el decaimiento. Horror. Los que estamos en decadencia ya no podemos decaer. Estamos curados de negatividad. Por eso nos embarcamos en naves catastróficas que señalan el único rumbo posible. Hacia los arrecifes, con el ánimo levantado y enarbolando la única bandera que vale la pena: la del futuro.

Por eso vale la pena contestar las cartas. Porque alguien se imaginó que estábamos vivos y habría que confirmarles que no se engañaron.

Juguetes rotos

El barrio de El Gornal en l’Hospitalet

29 de septiembre, 2020

Mi barrio es un barrio de amplias avenidas. Un barrio donde sales a la calle y puedes respirar sin mascarilla un cincuenta por ciento del tiempo, o con mascarilla en las tiendas, salvo en el ascensor cuando te tropiezas con la descerebrada del segundo y se enfrenta contigo porque tiene que meterse sí o sí aunque no se cumpla la distancia de seguridad, y la tienes que dejar fuera o salir tú porque te amenaza con denunciarte por violencia.

El Gornal nunca ha sido un barrio fácil. Pero es un barrio con sus enormes metros entre acera y acera, la labor social de mucha gente implicada y, aún con todos sus problemas, es un barrio diáfano, en el que hijos, padres, madres y abuelos campan con cierta alegría por sus espacios en estos tiempos de mascarillas, distancias e higienes. Siempre están los irresponsables, pero son menos peligrosos que en otros lugares.

Otra cosa es de puertas adentro. ¿De qué medios disponen muchas familias? Una gran cantidad van justas. Van justas de medios y de formación. Sus problemas son otros, no las redes, ni Internet, ni la cultura, ni la lectura. Sus problemas son de subsistencia. De puertas adentro estamos creando una infancia de juguetes rotos, de niños sin futuro.

Anoche estuve escuchando una bronca de muchos miembros de dos familias hasta las dos de la madrugada, sin distancias ni mascarillas, tres horas de gritos en la calle. El barrio del Gornal es quizás un problema menor mirando el plano de la ciudad.

La Florida, la Torrassa, el norte, calles estrechas, pisos compartidos por habitaciones. Se está creando una cicatriz social, pero no es el COVID.

El COVID es la lupa. Es un puñetero virus que se nos ha colado en casa, nos está matando y nos está restregando por la cara todo aquello que hemos abandonado y hemos renunciado a conservar desde la crisis del 2008 o antes.

No sé si es dejadez o estrategia, pero la Sanidad pública, llamémosla solidaria, ha sido la que a lo largo de la historia, nos ha ido sacando de pozos inmundos. La Educación pública, o solidaria, la que nos ha traído hasta aquí.

Por eso me preocupa la educación.

Conseguimos un ascensor social, con una educación pública, y poder aprovechar las capacidades de toda la población. Se creó una red universal. El espíritu crítico se hizo transversal. Lo he vivido en la universidad en la década de los  70 y 80 del pasado siglo. Todo eso hoy lo están tirando a la basura.

El virus es el virus. El resto se hace con dinero y no queremos caridad, queremos impuestos.

La educación no suele tener buen predicamento entre la clase dirigente, la sanidad tampoco. Sin educación es fácil adoctrinar. Llevamos miles de años en los que salvo pequeñas islas excepcionales, el sometimiento de la población se ha apoyado en la falta de formación.

Si no reaccionamos, dejaremos generaciones de juguetes rotos. Y a las malas los juguetes rotos no son simpáticos. Y Tienen sus razones.

Guillermo Martín Urquizu

GUILLERMO MARTÍN

Nací en Cáceres. Era 1958. Volví a Barcelona a los pocos meses. Dibujo y pinto desde los siete años. Dejé de escribir a los quince años gracias a un pésimo tutor que quiso apartarme de la biología. Aterricé en L’Hospitalet de Llobregat en 1983, después de conocer a una mujer que más tarde ha tenido el detalle de aguantarme hasta la fecha. Tras dejar la investigación, trabajé como técnico comercial en empresas del sector sanitario. Harto de la presión irracional por las cifras de ventas, cambié de sector. En 2011, la crisis me arrastró y he acabado trabajando, a ratos, para el ayuntamiento, recuperando mi vocación: la escritura, la pintura y  la ornitología.

Tres putas cosas

Fotografía de una probeta señalando un resultado de Covid-19 positivo

Puede que el título no sea correcto, pero es el que me sale. Sí, ya sé que soy dado al exabrupto y la blasfemia, lo mejor de nuestro idioma. Pero es que en esta pandemia, mientras la ciencia nos trae otras soluciones, solo son tres putas cosas: mascarilla, higiene y distancia de un par de metros. ¡Coño, sólo eso! Es probable que el problema lo tengamos nosotros, como especie. No sabemos comprender el problema. Tampoco parece que sepamos comprender el mundo ni el universo. Si no podemos gestionar tres elementos: mascarilla, higiene y distancia, ¿qué sabremos del cambio climático, de la evolución de las especies, del universo donde vivimos? Nada. No sabemos nada. Si no somos capaces de entender tres putas cosas en esta pandemia, no podremos comprender  el futuro de la Tierra ni a dónde vamos. Y, es verdad, a ese señor que en una calle estrecha va a su bola fumando y escupiendo sin mascarilla cuando se cruza contigo, no le dices nada. No te apetece que un gilipollas te agreda.

Guillermo Martín Urquizu

GUILLERMO MARTÍN

Nací en Cáceres. Era 1958. Volví a Barcelona a los pocos meses. Dibujo y pinto desde los siete años. Dejé de escribir a los quince años gracias a un pésimo tutor que quiso apartarme de la biología. Aterricé en L’Hospitalet de Llobregat en 1983, después de conocer a una mujer que más tarde ha tenido el detalle de aguantarme hasta la fecha. Tras dejar la investigación, trabajé como técnico comercial en empresas del sector sanitario. Harto de la presión irracional por las cifras de ventas, cambié de sector. En 2011, la crisis me arrastró y he acabado trabajando, a ratos, para el ayuntamiento, recuperando mi vocación: la escritura, la pintura y la ornitología.

Y ahora, encima, pedalable

Hospitalet está en el mismo centro de lo que ha venido en llamarse, con más bien poca originalidad, la segunda ola de la pandemia de coronavirus. Desde el inicio de este horror, más de 8.600 conciudadanos se han contagiado, y de los siete centros de atención primaria catalanes que más casos detectan, cinco son de mi querida ciudad. Esto no puede sorprender a nadie, pues en la ciudad con mayor densidad de población de Europa, superior a los veinte mil habitantes por kilómetro cuadrado, si hay algo realmente difícil es, obviamente, mantener las distancias…

La epidemia, pese al alud de pseudoinformación que sufrimos a través de los medios de comunicación, en muchos sentidos sigue siendo un misterio, la respuesta científica ha sido, de entrada, medieval: encerrarnos en casa, lo que ha demostrado una vez más que la todopoderosa ciencia, ese dios al que presuntamente todos debemos adorar sumisamente, no es ni tan poderosa ni tan omnisciente… Pero claro, si la respuesta de la ciencia ha sido lenta y confusa, la de nuestros “insignes” políticos, como suele ser habitual, ha ido mucho más allá de lo que cualquier mente medianamente sensata podía esperar. Así durante los meses que han pasado desde marzo hasta aquí, nuestros políticos nos han dicho que no habría más allá de algún contagio aislado, que lo de la mascarilla era absurdo y egoísta, que puedo correr sin mascarilla por la calle, pero no andar, que he de mantenerme siempre a 2 metros de todo el mundo salvo en el metro, el avión y en el ave, en cuyo caso sí puedo apretujarme sin problemas, porque al parecer en esos espacios el Espíritu Santo ejerce una protección especial sobre los seres humanos que hace innecesaria toda prevención. Pero eso sí, solo en el interior de los artefactos, pues la última vez que tomé un avión, hace unas dos semanas, los auxiliares de vuelo, sabedores de las limitaciones divinas, me obligaron a mantener las distancias en toda la cola de embarque, para ser enlatado después, cual sardina de Santoña, en el interior del repleto avión…

Pero queridos ciudadanos, no nos preocupemos, porque nuestro queridísimo gobierno municipal no es como el resto de políticos y ha dado con la tecla que resolverá de una vez el problema de las distancias en esta pequeña Calcuta, feliz expresión acuñada por el periodista y amigo Jesús Vila, en que nos ha tocado vivir: la nueva red básica pedalable (no sé si esta última palabra existe en realidad…). Magnífica idea que nos sitúa en primero línea de lo “moderno” y lo “fashion,” ¡claro que sí! Que la medida sea mínimamente eficaz o un absurdo total da absolutamente igual, lo importante es el postureo, aquí lo significativo es que Hospitalet sea “pedalable” (menudo horror de palabra), que podamos pintar minicarriles imposibles con alegres colores, eso es lo importante.

A estas alturas, espero que la mayoría de ustedes, queridos lectores, me estén calificando de reaccionario, es a lo que aspiro, pues nunca como ahora uno puede sentirse tan orgulloso de declararse antimoderno.    

Para los “modernos” dejo el diseño del Hospitalet “pedalable” (pero, ¿no les da risa la expresión?), porque por supuesto, en una ciudad en la que si todos sus ciudadanos decidimos salir a la calle en el mismo momento, literalmente no cabemos, efectivamente lo que se hace imprescindible son más carriles bici… Pues total, pese a que actualmente es ya prácticamente imposible circular por nuestra colapsada ciudad, por sus estrechas calles donde la gente vive hacinada y resulta absolutamente imposible aparcar, en Hospitalet se sigue construyendo de forma desenfrenada con la aquiescencia y el beneplácito de nuestro ayuntamiento, y cada palmo de tierra que queda libre se convierte, en pocos meses, no en un parque, sino en un nuevo edificio.

Así que, ¿por qué no? Añadamos a ese caos más ciclistas incívicos que con sus bicis de quince kilos impulsadas por la fuerza motriz de dos piernas se mezclarán alegremente con coches de más de una tonelada de peso y ciento cuarenta caballos de potencia, ¿qué puede salir mal?

Sí, ya sé que es reaccionario y poco moderno decir que con ridículos carriles bici no se lucha contra el coronavirus, que lo que deberían haber hecho todos los alcaldes democráticos de Hospitalet es oxigenar la ciudad, frenar la construcción y diseñar parques y zonas verdes, pues eso sí que estaría contribuyendo ahora, de forma efectiva, a la lucha contra el coronavirus. Pero yo solo soy un antimoderno que cree que Hospitalet no es Holanda, sino una ciudad mediterránea, ¡qué sabré yo comparado con los modernos!

Antonio Fornés

Antonio Fornés

Doctor en Filosofía y licenciado en Humanidades por la Universidad Ramon Llull de Barcelona. También se diplomó en Ciencias Religiosas y completó tres másters, entre ellos el de Edición de la Universidad Pompeu Fabra. Es autor del libro Viaje a la sabiduría, Reiníciate, Creo y Las preguntas son respuestas, Es colaborador de Radio Nacional de España y de distintos medios escritos.

Això ja no hi ha qui ho pari?

El projecte del PDU-Gran Via Llobregat

15 de septiembre 2020

El passat 3 de juliol, enmig de la voràgine del COVID i en ple període vacacional, el Departament de Territori i Sostenibilitat (SIC) de la Generalitat de Catalunya, per demostrar que el món no s’atura malgrat la pandèmia, va aprovar un dels plans més controvertits de l’àrea metropolitana: la perllongació del soterrament de la Gran Via fins al riu Llobregat que suposa la urbanització del darrer espai lliure de l’Hospitalet, el 8% del terme municipal, encara a dia d’avui —en la ciutat més saturada d’Europa— verge de ciment.

La notícia de l’aprovació s’ha venut com una operació per completar l’entrada a Barcelona per la Gran Via, articulant alhora la zona de l’Hospitalet que voreja el riu on, als anys 70, es van construir dos macro hospitals, el Duran y Reynalds i el de Bellvitge i que contempla l’únic espai encara agrícola, un infernal nus de comunicacions i sol per edificar al menys una dotzena llarga de gratacels i blocs diversos, en el que alguns s’han aventurat a qualificar com el nou Manhattan. Les obres costaran 115 milions d’euros i els hospitalencs diuen que guanyaran un gran parc on ara hi ha camps de carxofes i la possibilitat d’anar del Duran i Reynals a l’Hospital de Bellvitge a peu.

L’entrada a Barcelona per aquest punt resultarà encara més luxosa i acurada del que ara és. El districte financer de l’Hospitalet podrà ampliar-se amb nous gratacels i edficis singulars dedicats a hotels o a residències d’estudiants i si hi ha sort a alguna activitat universitària o biomèdica i l’Ajuntament podrà posar un cartell un cop passat el riu, que avisi al viatger que travessa un terme municipal que probablement no visitarà mai.

El mateix que va passar amb la Fira de Barcelona, que ha suposat una descàrrega d’infraestructures del recinte de Montjuic, al servei —exclusivament— dels que exposen a la Fira i visiten les instal·lacions.

Se suposa que el consistori d’un municipi té un únic doble objectiu: gestionar els recursos en benefici de la ciutadania i convertir l’espai públic en un lloc on els ciutadans puguin desenvolupar les seves necessitats i aconseguir els millors nivells de qualitat de vida. Qualsevol acció municipal tindria que tenir aquestes pretensions i no pas cap altra. En una ciutat malmesa per la història i les circumstàncies com és l’Hospitalet, qualsevol actuació sobre l’espai públic hauria de respondre a una estratègida de futur que passés per millorar les infraestructures, les dotacions i els serveis, en especial aquells que tenen a veure amb la qualitat ambiental i la satisfacció de les necessitats immediates.

Ja fa molts anys, però, que el consistori hospitalenc, sota el mandat de Corbacho i ara de Marín, ha dirigit les seves prioritats a somniar que l’Hospitalet és una gran ciutat que necessita allò que les grans ciutats tenen: espais econòmics de relleu i ara pols d’atracció extemporanis, com si es tractés d’una ciutat ben dibuixada, equilibrada interiorment i amb els recursos urbanístics intactes. És a dir, una ciutat, sense dèficits, amb els serveis i equipaments necessaris per la seva població, incloses les zones verdes imprescindibles per convertir la ciutat en un espai saludable i no pas en un rusc inhabitable, que és el que és, especialment de la via del tren que travessa el terme cap el nord.

Corbacho tenia un somni, que s’assemblava bastant al somni de Matias de España amb 30 anys entre mig: ser alcalde d’una ciutat potent. España volia una ciutat potent pel seu pes demogràfic i Corbacho una ciutat potent per la seva aparença econòmica. España va permetre l’especulació desorbitada i Corbacho va dissenyar el seu somni sobre un territori encara per fer. A tots dos se’ls recordarà per una megalomania inadecuada que lluny de beneficiar la ciutat, l’ha acabat de condemnar. Tots dos van ser uns alcaldes fallits però al menys Corbacho defensava alguna cosa semblant a una estratègia de ciutat: construir una meitat nova, sobre la inevitable base d’abandonar la meitat vella.

Núria Marín viu acomplexada per la manca d’estratègia. Com que no la té, ha deixat que els que sí la tenen vagin fent, a base de vendre teories de futur sense substància. A canvi, acabarà el seu mandat amb milers de noves famílies en llars edificades on fa quatre dies hi havia magatzems logístics en desús i fàbriques històriques que ella ha ajudat a requalificar, deixant pels seus successors la dramàtica evidència de la manca absoluta d’espais on instal·lar els equipaments i els serveis que necessitaran els nous veïns.

¿Per què ho fa? La veritat és que és una incògnita, perquè resulta excessiu imaginar que els seus somnis com alcaldessa només passen per acompanyar autoritats en les inauguracions firals o vendre fum sobre estratègies de futur sense fonament concret, com las que es deixen veure rere l’operació del biopol mèdic i les instal·lacions universitàries vora els hospitals públics. Més clares estan les intencions dels que dibuixen edificis sobre la cartografia municipal: beneficiar els promotors, els propietaris del sol, els traficants immobiliaris. De passada, entre llicències de construció i IBI’s, l’Ajuntament disposa de recursos inacabables per fer bullir l’olla (ara es gastaran uns quants milers d’euros de recursos nostres per arranjar una sala de plens que només fa 40 anys es va construir nova i s’ha remodelat diverses vegades).

D’aquí a un any començaran les obres de la nova Gran Via —ni l’Àrea Metropolitana de la Colau, ni la Generalitat de Torra han posat cap resistència a l’impopular projecte (de la qual cosa ens recordarem alguns hospitalencs)— i no acabo de veure a quin col·lectiu local beneficiarà el sotrac. Beneficiarà, segur, als propietaris d’una part del sol que inclou el projecte —Joan Laporta entre ells—, a uns quants promotores hotelers, qui sap si a algun concessionari d’automòbils i potser algun laboratori farmaceútic, a les multinacionals dels serveis geriàtrics i dels apartaments residencials per estudiants i a tots aquells que van en cotxe cap a Barcelona. També a l’alcaldessa, que ensenyarà les obres a qualsevol VIP que les vulgui veure des de la terrassa de l’Hesperia i segur, segur, a uns quants despatxos d’advocats, d’arquitectes i de constructors que no saben on s’aixeca L’Acollidora ni tenen cap interès per saber-ho.

Això ja no hi ha qui ho pari, com no siguin els veïns que ja han avançat que les màquines trepitjaran els seus carrers i no seran benvingudes…

Mucha retórica

Una instantánea de la presentación del Pacte de Ciutat

15 de septiembre 2020

Mentiría si os dijera que no me hace ilusión escribir por primera vez bajo esta cabecera que me trae añejos recuerdos. Me han explicado los líos internos que han llevado hasta aquí y les he dicho a algunos de los protagonistas que no tienen cura y eso que ya tienen una edad. Siguen embarcándose en proyectos con las velas arriadas y la caña partida y así no hay quien surque mares, como mucho pantanos. Empantanarse es lo que les va y llevan así toda la vida, así que lo que ahora se abre sitio a estacazos no sé yo el futuro que dibuja.

Pero me es igual. Les he dicho que cuenten conmigo porque la estaca tiene reminiscencias antiguas de cuando las cosas se solventaban con gestos y no solo con buenas palabras, con pacíficas aunque ruidosas concentraciones multitudinarias y no con cartas y firmas.  Y me he puesto a pensar qué debía decir en este primer encuentro con los nuevos lectores y he echado mano de lo que me han explicado algunos activos miembros de entidades diversas que llevan una temporada viéndose por televisión para contribuir a una cosa que las autoridades han llamado Pacte de Ciutat.

Me hablan de pacto de ciudad y no quepo en mí. Si hay que pactar es que hay trifulca, controversia, ladina oposición, cabreos en el sótano… pero no. El ayuntamiento ha llamado a un pacto de ciudad para reconstruir la ciudad después del coronavirus con la intención de consensuar un montón de medidas que ayuden a la nueva normalidad.

Jolín, me digo. Hemos de ir por partes. Reconstruir la ciudad. O sea que la ciudad necesita reconstruirse, ergo está bastante jodida. Después del coronovarius: o sea, no se sabe para cuando, porque esto del coronavirus acaba de empezar. Consensuar medidas. De manera que hay que poner de acuerdo a los proponientes y a los ejecutantes, por lo menos. Es decir, a la ciudadanía y a los munícipes. Y nueva normalidad. O sea vieja normalidad, una normalidad que sigue situando encima a unos cuantos y debajo al resto. Incluso aquí, en esta ciudad.

Me leí detenidamente el documento base y no hay nada que decir. Es magnífico. Llenísimo de bellos propósitos con esa retórica absurda que a la hora de la verdad sirve para… nada. Y me leí algunas de los centenares de propuestas que han enviado con la tradicional buena fe de las entidades, los activistas relajados que las representan. Y pregunté. Y me dijeron que una cosa son las propuestas y que otra cosa bien distinta son las medidas que se adoptarán puesto que son los técnicos municipales —ergo los políticos que les mandan— quienes van a decidir qué propuestas se aceptan y qué propuestas se deniegan. No porque sean propuestas sicalípticas sino porque son propuestas delicadas, complejas, delirantes, exageradas, inaceptables, inasumibles, irrealizables en suma. Propuestas que no tocan, como decía el mago del tres per cent.

¿Y las que sí tocan? Esas se harán casi todas. Casi todas las que se puedan. Casi todas las que se puedan vender. Casi todas las que se puedan vender a las multitudes. Casi todas las que se puedan vender a las multitudes que nos quieran votar. Para ello habrá un calendario con el que comprometerse ante la ciudadanía. Para ver como va la cosa. Para ver si las medidas se aplican y para ver por qué no se aplican cuando estaba previsto que se aplicaran. En noviembre será la primera cita revisionista y el pacto de ciudad durará hasta las próximas elecciones porque hay que mantener bien enhiestos los propósitos.

Que no pase como con el Consell de Ciutat y la promesa de participación activa que el reglamento municipal prometía. Que como pasa lo que pasa, no se acaba de reunir y no se participa. Tampoco es que se participe mucho en el Consell de Ciutat o en las Mesas Sectoriales previstas para escuchar al personal y poco más, porque, por lo que me han dicho los que asisten, en esos organismos se habla algo pero sobre todo se escucha mucho a los que suelen hablar que siempre son los que convocan, los que organizan y los que deciden.

Y pese a todo, las entidades insisten en que se debe convocar el Consell de Ciutat y las Mesas Sectoriales y mantenerlas en activo aunque se acabe el mandato reglamentario de los cuatro años porque entre que se toman posesiones, se nombran las mesas y las comisiones con sus representantes y se convocan, suelen pasar un montón de meses.

En fin, mucha retórica es lo que hay. Y mucha rimbombancia y mucho palabrerío. Para contribuir a que no decaiga, aquí esta el Candelas para lo que se tercie. Contad conmigo hospitalenses que en esta pluma hay cuerda para rato.

L’Hospitalet como Nueva York

Ejemplo hacinamiento y de urbanismo absurdo en l’Hospitalet difundido recientemente por redes sociales. La fotografía es del Passatge Sant Ramon Nonat, en Collblanc

15 de septiembre, 2020

El título que encabeza estas líneas no es una “boutade”. Tampoco hace referencia al “skyline” cosmopolita de la plaza Europa, que es el nombre de esta sección. Al margen de que ambas ciudades compartan el dudoso récord de tener similares curvas de contagios de Covid-19, sus alcaldes atraviesan momentos de zozobra. Bill de Blasio está preocupado porque muchos neoyorkinos que teletrabajan han optado por mudarse fuera de la gran metrópoli en busca de viviendas más amplias y ventiladas. También muchos hospitalenses se van a vivir a otras poblaciones, principalmente del Baix Llobregat, que gozan de mejor calidad de vida, aunque estén a mayor distancia del centro. En ambas ciudades se huye del insalubre hacinamiento urbano.

El 90% de los rascacielos de Manhattan seguían vacíos a principios de septiembre porque las grandes corporaciones se han dado cuenta de que sus empleados son más productivos desde casa. Los saqueos en las protestas de origen racial también han influido en la gran evasión de neoyorkinos ante el aumento de la inseguridad. Dos de las consecuencias de esta migración inversa es que la vida en la ciudad de ciudades ha empeorado y los precios del alquiler y venta se han desplomado. En l’Hospitalet también han bajado los precios de la vivienda y no porque el Parlament de Catalunya haya aprobado una ley que aspire a limitarlos. Cuesta vender porque la segunda ciudad de Cataluña ha recuperado la mala prensa de antaño por las mismas razones que Nueva York: el coronavirus ha aumentado la percepción de inseguridad ciudadana en idéntica proporción a la caída de la salud pública.

L’Hospitalet está sufriendo de forma notable las consecuencias de la crisis económica derivada de la pandemia, ya que buena parte de su población trabajaba en el sector servicios. Por ejemplo, en la quincena de hoteles que se han levantado en la ciudad. El desplome del turismo, de las ferias y los congresos, ha frenado en seco las expectativas de los trabajadores de estas actividades, como también ha ocurrido en Broadway, cerrado porque los espectáculos de la Meca del teatro mundial no pueden sobrevivir a media capacidad, sin llenar, como ocurre en los hoteles de nuestra ciudad y a las docenas de empresas auxiliares del mundo ferial que están sin actividad.

La pregunta tanto para Nueva York como para l’Hospitalet es: ¿qué pasa después de la pandemia? Dadas las características demográficas y sociales y la elevada incertidumbre, nadie tiene la respuesta y eso es muy malo para ambas ciudades. Porque si los locales comerciales cierran e igualmente hay muchas viviendas en venta porque los hospitalenses huyen en busca de mejores condiciones de vida, ¿qué pasa? Pues la realidad es que no pasa nada. Y esa es la mala noticia. En el peor de los casos, a la crisis económica le puede relevar una espiral deflacionaria, donde se gasta menos dinero en la ciudad y nadie se mueve. Otra posible respuesta es: si los precios bajan, la demanda aumentará. Pero eso, de momento, no ocurre en las viviendas nuevas que por millares se construyen en l’Hospitalet, porque las promotoras tienen necesidad de vender sin bajar indefinidamente los precios, de modo que solo aguantarán los que puedan. Y los ciudadanos que procedían de Barcelona en busca de mejores precios, ahora también buscan un entorno más saludable. La pandemia ha colocado ante el espejo de la salubridad que no haber evitado que la densidad de la población se disparara puede comportar el suicidio de una ciudad que aspire a ser sana.

Por Juan Carlos Valero.

La sospita

15 de juliol 2020

He llegit aquests dies —com tothom que s’interessa per l’Hospitalet o a qui les picabaralles polítiques simplement li provoquen un irresistible morbo— la majoria de les informacions de premsa sobre les detencions i acusacions dels regidors del Consell Esportiu i un escrit que ha circulat per les xarxes i que a mi m’ha arribat molt colaterlament signat pel Jaume Graells i que dono per fiable, malgrat que avui en dia res que no sigui trasmés directament per l’interessat pot considerar-se original i autèntic. Vaig llegir també fa uns dies l’escrit de l’amic Candelas en aquest mateix digital que parlava de guerra bruta quan encara se sabia molt poc de l’afer i he de dir que, contrariament al que sostenia el senyor de la Capa, a mi si que m’importa molt el fons de la qüestió. La corrupció municipal és una xacra i en un ajuntament que fa 41 anys que governen els mateixos, el poder acaba convertint-se en un actiu patrimonial i tot allò que depèn d’ell, en una propietat indiscutida dels que manen. La qüestió més flagrant és el pressupost, els diners que aportem els ciutadans i que s’hauria de tractar escrupulosament. El problema és històric. Des de l’any 1979, els consistoris decideixen els sous que es posen sense cap recança ni vergonya, i sense  cap limitació legal; a quines empreses encarreguen les feines burlant la legislació que obliga a la lliure concurrència d’ofertes i a quines entitats subvencionen i a quines no i amb quines quantitats d’acord amb un criteri que sempre té a veure amb les fidelitats i el clientelisme. I no només són aquests els vicis de considerar el pressupost com una eina arbitrària al servei dels interessos dels que manen. Hi ha evidències sobrades del mal ús dels diners públics, des de funcionaris als quals fa anys que se’ls manté castigats i sense donar-los cap feina però pagant-los el sou —en general sous alts perquè es tracta de gent que coneix la casa i els seus vicis ocults i a la qul es vol mantenir allunyada però a la que és impossible acomiadar— fins a la despesa publicitària en mitjans de comunicació que tracten bé el poder, o subscripcions diverses i despeses sumptuàries sense cap control. Els antics cossos nacionals, secretaris, tresorers i interventors que s’havien creat per garantir la bona administració dels recursos, fa temps que han anat perdent les seves capacitats de frenar les arbitrarietats per convertir-se bàsicament en reguladors legislatius, funcionaris especialitzats en posar entrebancs burocràtics per dissimular la seva incapacitat material per evitar el frau. Una filfa orgànica com, en un altre nivell, ho és el Tribunal de Cuentas que ni és tribunal, ni compta res amb el temps prudencial perquè els seus efectes comptables serveixin per evitar impunitats i fraus.

Per tant, a mi la corrupció m’interessa i em temo que també al Candelas encara que, com ell, consideri que un poder absolut de 41 anys genera tants vicis amagats que acaben convertint-se en futeses habituals, que si pels detentadors del poder han perdut qualsevol importància a base de repetir-se amb total impunitat, pels simples administrats corre el perill de convertir-se en una cosa inherent als càrrecs polítics, quan és del tot injustificable. En aquest sentit, seria absolutament lloable el gest de manifesta honestedad del regidor Graells, fet públic en un comunicat del 13 de juny, si no fos perquè resulta increible.

M’explicaré. El regidor Graells no és nou a l’Ajuntament. Porta uns quants mandats i no és precisament un d’aquests regidors inexperts o d’un nivell intel·lectual diem-ne justet. Ha estat professor d’institut i cap dels serveis territorials d’Educació del Baix Llobregat-Anoia i director general d’educació bàsica i batxillerat del Departament d’Educació, conferenciant, a banda de tinent d’alcalde, portaveu socialista, membre de l’executiva local del PSC i sindicalista actiu. Podria ser creible que durant tants anys de vida municipal activa no hagués detectat cap indici de corrupció —la premsa almenys no n’ha obtingut proves evidents, especialment perquè un régim municipal de 40 anys obtura totes les fisures per on podrien escapar-se filtracions— però és fer-nos combregar amb rodes de molí, pensar que tampoc fins el moment de l’actual denúncia no ha detectat un sol bri de corruptela. Unes línies més amunt n’he expressat una de domini públic: hi ha funcionaris als quals, des de fa molts anys, se’ls hi paga un sou per no fer res —per que no molestin o per que es desesperin, o per totes dues coses alhora—, qüestió que representa clarament una mala utilització dels recursos públics, probablement més greu encara que la que Graells acaba de denunciar al Consell Esportiu, perquè representa més diners i perquè és una pràctica habitual al menys, que jo en tingui coneixement, des de mitjans dels anys vuitanta.

Que Graells hagi esclatat ara, amb tant de soroll, ha d’obeir, per tant, a alguna causa que vagi més enllà de la proclamada honestedat. A no ser que l’espurna d’honestedat salti per generació espontània i de manera sopresiva. Descartat el rampell d’honestedat, ha d’haver alguna causa i, pel que s’ha vist en el comunicat de Graells, clarament inconfessable. I és veritat que cercar la causa i posar el focus en el denunciant no hauria de ser la preocupació de ningú, si no fos perquè la causa explica per què s’oculten les corrupteles sistemàticament i per què resulta excepcional una denúncia com l’efectuada. Així que no queda altra remei que parlar de la causa i del denunciant, perquè la causa provoca l’excepció (denunciadora) que confirma la regla (del silenci sepulcral pel que fa a les corrupteles).

En el mateix comunicat, Graells afirma que la causa no té res a veure amb la dinàmica política local. A hores d’ara segur que no, perquè qualsevol opció de futur en la seva carrera política ha quedat radicalment escapçada, qüestió aquesta que pot haver influit notablement en la seva valentia entre cometes. Graells abandona la política sense haver estat mai el relleu previsible a l’alcaldia: ell que donava el perfil, no ara, sinó ja fa bastants anys. Cansat de no ser opció i de veure com s’han obert opcions potencialment menors, sembla haver decidit fer-se a un costat. Probablement ho hagués fet silenciosament al final de la legislatura però ha d’haver aparegut alguna afrenta per un atreviment insospitat fa quatre dies.

“Visto lo visto”, jo m’inclino més per l’afrenta, pel cansament i per la decepció, que no pas pel rampell d’honestedat. Podria equivocar-me, naturalment. Però avalen les meves sospites les informacions aparegudes a la premsa sobre l’augment de sou que havia demanat la seva actual parella, treballadora amb responsabilitats al Consell Esportiu, sense resultats aparents i una dada curiosa que el mateix Graells explica en la seva nota del 13 de juny. Per demostrar que no hi ha cap batalla amb el primer secretari Cristian Alcázar i directe aspirant a l’alcaldia, afirma que li va comunicar enmig del procés de primàries “que deixava de participar activament en la campanya i que em mantindria completament al marge en tot el procés”. I no s’està, a continuació, de donar-li un cop de puny al seu rampell d’honestedat quan comenta que “no vaig utilitzar cap informació de pressumptes irregularitats i es van fer les primàries amb total normalitat”.

El comportament esperable a causa de la “sòlida cultura ética del PSC” que Graells esmenta, hauria estat justament tot el contrari: exposar els dubtes sobre el comportament moral de qui aspirava a dirigir el primer partit del municipi pels propers anys i exigir la màxima transparència sobre la qüestió en sospita, abans de permetre que els socialistes votessin a la persona equivocada. S’interpretès com s’interpretès el seu gest.

Això hagués estat el resultat d’una sòlida cultura ética si no fos perquè aquesta cultura és pura retòrica, pura aparença, com és evident. O sigui: està molt bé que, per fi, hagi arribat alguna cosa térbola sobre les activitats polítiques dels socialistes hospitalencs als mitjans de comunicació i als jutjats. Està molt bé que algú denunciï i que algú investigui i que qui denunciï no sigui objecte de cap protagonisme negatiu. Està molt bé que calgui esperar al veredicte judicial abans de condemnar. Però resulta inevitable la sospita amb majúscules. Perquè la sospita s’inspira en massa anys de silencis, en corrupteles flagrants i evidents, en un exercici monopolístic i patrimonial del poder i en una xarxa clientelar que fa inevitable la impunitat.

Guerra sucia

Los protagonistas del conflicto.

15 de junio 2020

Coño, me dije, si solo han pasado cien días. Y en efecto, solo cien días que deben esconder cien maniobras para que parezca que no ha habido ninguna. Cien días es el margen que en política se da al rival sin tocarle las bolas o lo que sea, pero al que se va avisando para que sienta el aliento en el cogote. Al día 101 le estalla el pastel en los dedos. Veamos: el 22 de febrero hay primarias en el PSC de l’Hospitalet. El primer secretario tenía que ser el primer teniente de alcalde que tiene que ser el primer presidente de Consistorio cuando la Marín sea ministra o embajadora. Es una ley no escrita pero asumida. Corbacho puso a la Marín y la Marín al Belver y el Belver podría haber puesto a su yerno dándole tiempo a que le saliera alguna cana y a perder algo de barriga y ganar algo de flexibilidad, pero no, el yerno le salió impaciente y se le subió a la chepa. Y el 10 de marzo ganó las primarias y se puso a la cola el primero. Entre aquel 22 de febrero y este 10 de junio van 100 días, más o menos. Contarlos, porfa.

¿Que importancia tiene este 10 de junio en relación con aquel 22 de febrero?. Pues que este 10 de junio pasa una cosa que hacía décadas que no pasaba en Hospi. Desde la clamorosa pelea entre otro aspirante impaciente y el dueño del cortijo. El combate del siglo. En una esquina, Iñaki el golfillo, el fajador de Bellvitge. En la otra, Celestino el hábil, el tieso de Extremadura. Ganó el hábil, claro está, y eso que la trupe del golfillo trabajó a fondo el desgaste del adversario, con escándalos en prensa y todo eso…

Pues bien, el 10 de junio se desató en Hospi la cólera de los dioses y la policía detuvo a un director de instrumento y a dos concejales vinculados. Uno de ellos, uno de ellos, vale la pena repetir, el primer secretario del PSC local, el que se anticipó a su turno. A mi lo que hay detrás de la noticia me trae al pairo. Ahora resultará que en 40 años de poder absoluto no ha habido corrupciones, corruptelas y engaños miles. Lo que no ha habido, ha sido guerra sucia, guerra interna, y si no hay guerra no hay denuncias, no hay filtraciones, no hay exaltados que se cabrean porque temen que les acusen de prevariaciones, de estafillas o de estafilococos. La señora Marín ha salido enseguida a decir que esto no puede ser. Que se va a investigar a fondo. El señor Belver está desaparecido en combate sin enseñar mucho las manos no se vaya a descubrir que las tiene desolladas de tanto frotárselas y el señor Alcázar anda desconcertado porque a estas alturas no debe de entender nada o, bien al contrario, lo debe de entender todo. Lo que desconcierta todavía más.

Pero hay que fijarse en los detalles. El miércoles la policía detiene al director del Consell Esportiu, el jueves a Alcázar (y Pedrín) y el viernes sale el señor Graells para revelar que ha sido él el denunciante. Pero bueno… ¿quién le pidió al señor Graells que hiciera pública su traición? Y sobre todo ¿por qué? Y, además, ¿por qué el señor Graells escuda algo tan gravísimo como denunciar a un colegui, en su inmaculada honradez, cuando es evidente que eso no se estila, que los trapitos siempre, siempre, entre políticos afines se suelen lavar en casa, en silencio y sin puñales. A no ser que haya alguien que considere que es la hora de los puñales y que está muy feo que los jovencitos se salten el escalafón.

Graells ha sido la pieza perfecta porque es el concejal de Deportes, porque es el vicepresidente de esa entidad rara y porque su señora actual parece que llevaba la gestión económica del ente, lo cual ya es chocante. Pero todavía resulta mas chocante que reconozca que denunció la sospecha a la alcaldesa el 4 de febrero —con el proceso de primarias en su salsa— y que la alcaldesa le pidiera al presidente del Consell d’Esports (uno de los dos detenidos el jueves) una auditoría, sin siquiera apartarlo cautelarmente del cargo. Como que pasaron dos semanas sin que se hiciera nada, dice Graells, volvió a insistir ante la alcaldesa. Y ya estábamos en la semana de elección del primer secretario del PSC local. Pese a que la denuncia lo implica, no ocurre nada y Alcázar es elegido, aunque Graells —que dice que estaba dispuesto a apoyarle— opta por apartarse en el último momento.

Mientras tanto, se encarga la auditoria externa el 10 de marzo, más de un mes después de la primera denuncia a la alcaldesa —con bastante tiempo para maquillajes y camuflajes— y todo queda en el aire por la pandemia. Pese a que no hay datos externos, Graells no se espera porque en el Consell no se toman medidas y ni corto ni perezoso se va a la policía porque sus sospechas se ven reforzadas cuando recibe la documentación que se envía al auditor. Graells lleva 37 años en el PSC y no está dispuesto a que le acusen de prevaricación a su edad y, por supuesto, él no tiene nada que ver con la batalla interna. Le dijo a Alcázar en su día que estaba muy decepcionado y se mantuvo al margen en la elección. O sea: cuando recibe los papeles que el auditor debe estudiar a partir del 10 de marzo se reafirma en que ha habido caudales distraidos en beneficio de alguien. Y eso que tiene muy cerca a la persona que parece que lleva la gestión económica del organismo. Pero desde el 10 de marzo hasta el 10 de junio no hay la primera detención, 90 días más tarde. Si que tardan las denuncias… Y además, desde el 22 de febrero hasta el 10 de marzo hay un par de semanas largas durante las cuales todo el mundo felicita al flamante nuevo primer secretario pese a las sospechas de Graells, necesariamente de la alcaldesa y bien posiblemente, por lo menos, del primer teniente de alcalde Fran Belver.

Se diría que alguien ha estado cocinando a fuego lento para que al señor Alcázar se le derritan las mantecas. Y de paso, para que todo vuelva a su cauce.

En la época del combate del siglo entre el niño de Bellvitge y el león de Extremadura, salió el sonado caso del fraude en la recaudación de la Diputación, donde entonces trabajaba la señora Corbacho. Aquello hizo renquear un poco al púgil de acero inoxidable, pero se rehizo enseguida con un crochet letal en forma de denuncia de corrupción porque la prensa no es como la judicatura: aquí hacemos bromas pero los jueces carecen de sentido del humor. Graells que hacía de árbitro se ha subido al ring y el señor Belver aplaude desde la primera fila, bien calentito en el regazo de la alcaldesa, mientras Alcázar parece resoplar desde el suelo. Podría salvarle probablemente algún escupitajo insolente de última hora. Recuerde, señor Alcázar, la prensa se nutre muy a menudo de salivazos… Estamos aquí para lo que se tercie.