Ramon Breu ha sido profesor de historia y de educación en comunicación mediática. Actualmente es escritor y el coordinador de Cinescola, una página web que se dedica a crear materiales para escuelas e institutos. Es natal del barrio de Santa Eulàlia en l’Hospitalet, el cual fue uno de los escenarios principales para una de sus últimas novelas, “Volves negres”, ambientada en los años 60 del siglo XX.
¿Cómo ha sido combinar la profesión de escritor con la de profesor?
En los primeros años, el ámbito educativo me absorbía tanto que solo podía dedicarme a las aulas. Con el tiempo fui ganando experiencia y pude sacar algún libro, pero tenía un nexo muy claro con la actividad diaria de la escuela. Solo es a partir de estos últimos años que me he dedicado a la narrativa.
¿Se vive diferente la experiencia de escribir un libro con contenido educativo y literario?
La verdad es que las novelas y los cuentos que he escrito tienen mucho de didáctico. Durante 30 años he tratado de explicar historia valiéndome del cine, ya sea colocando imágenes o películas que podían hablar del holocausto o el siglo XIX y discutiendo sobre ellas con los alumnos. Siento que esa intención se ha trasladado a mi narrativa, porque tiene mucho de novela histórica, pero para sacar del olvido a temas memorísticos.
Volves negres ha sido una de tus últimas obras publicadas y está ambientada en el barrio de Santa Eulàlia. ¿Cómo surgió la idea?
En medio de la pandemia, pensé: ¿Por qué no hablar de Santa Eulàlia? Es un barrio muy olvidado, de paso, donde viven cerca de 40.000 personas y tiene una historia tan digna como la de otras localidades. Así que hablé de aquellas experiencias de cuando tenía 12 años, del peso de la dictadura, y de aquellas personas que habían muerto o que estaban fuera del país.
En el libro describes calles y paisajes que todavía son reconocibles y un entorno histórico bastante fiel a la época que representa. ¿Te basas más en acontecimientos reales o fiticios?
Hay una parte imaginativa, pero es poca, tal vez alrededor de un 10%. También es cierto que hay eventos que suceden más allá del 67 y 68, que son los años en los que se centró la novela. Decidí comprimirlos por razones literarias, artísticas. Pero son cosas que pasaron en Santa Eulàlia, antes o después, y en aquel contexto.
El título de la obra aparece durante ciertos pensamientos del protagonista y en otros escenarios que invitan a la reflexión. ¿Consideras que lo empleaste como un recurso narrativo?
Volves negres es la metáfora de aquellos años de plomo, grises, en un barrio obrero. Pero además, también se utilizan para cambiar de escenario. Creo que igual que el cine se vio influenciado por la literatura del siglo XIX en sus inicios, ahora pasa lo contrario. Hay muchos autores que al tener experiencia cinematográfica potente, el cine o la imagen audiovisual les influye mucho en la manera de escribir.
¿Siempre has tenido claro que Volves negres serían el título definitivo de esta historia?
No sé si siempre, pero desde muy pronto lo tuve claro. He llegado a la conclusión en mi corta experiencia literaria que el título es medio libro. Es fundamental para que el lector pueda llegar al él, aunque lo lleva a perder muchas veces, sobre todo en libros que no son súper venta.
El principio y el final del libro comparten una cierta similitud. ¿Era una trama circular lo que intentabas crear?
Sí, porque representa algo que no se ha acabado, y que solo lo hará con la vida de quien escribe. Los recuerdos y volver a dar la vuelta sobre ellos es una manera de contar las cosas. No tiene un principio y final, pero la manera de rememorar todo aquello sí que es bastante clásica.
Algunos de los temas más históricos que has tratado en la novela: mezclas de diálogos bilingües, la visión sobre la violencia de género en el pasado, pensamientos acerca de los campos de concentración nazis… ¿Hay alguno que realmente te apasiona más?
No sabría citar alguno de ellos. Yo entiendo que a alguien le pueda sorprender la mezcla entre catalán y castellano, pero era la realidad de entonces.Teníamos que hablar catalán a escondidas en el instituto, porque nos castigaban. Pero en la calle, en el patio o en casa… se hablaba el idioma con toda naturalidad. Y eso lo he querido reflejar porque era lo que pasaba entre los chicos a mi edad de aquella época. También he vivido el machismo con parientes míos que tenían este problema. Con el pasar de los años he podido racionalizar y recordar que lo que vivía con cierta naturalidad, era una cierta barbaridad. Mi abuela, a la que está dedicada el libro, me contó una anécdota. Sobre los años 40 en el Cine de Santa Eulàlia, después de la Guerra Civil y de que el régimen franquista dejara de estar al lado de Hitler, un día estaban viendo el Nodo y aparecieron imágenes de campos nazi. A una vecina del barrio le pareció reconocer que allí aparecía su hermano y, claro, empezó a gritar y tuvo un ataque de histeria terrible. Jamás se supo de él y tal vez era quien aparecía allí.
¿Cómo reaccionaba la gente de esta época ante los recuerdos de la guerra?
Todo en relación al holocausto, represión, asesinatos o fusilados se quería tapar. Cuando yo era pequeño y preguntaba por mi abuelo, me decían que murió y ya está. No querían que supiera más cosas. Seguramente lo hacían por razones bien intencionadas, pero nosotros también teníamos derecho a saber qué había pasado.
¿Consideras que otros de tus libros o de los que planeas sacar también van a tener un estilo biográfico?
El único es este y otro que está dedicado a la figura de Layret, quien hace 100 años que fue asesinado. Fue una búsqueda de este personaje y de su recuperación histórica, ya que con él se explica lo que pasaban en Barcelona y Cataluña durante una situación de pistolerismo. Luchó contra el apoliticismo de los anarquistas, y también contra los abusos de la patronal y de la monarquía, lo cual le costó la vida. Hay una capa enorme de olvido encima de él y el año pasado se cumplió el centenario de su muerte. Instituciones, partidos, entidades o el ayuntamiento no han hecho nada para reivindicarlo. Yo, humildemente, hice la novela I a cada casa hi haurà un mort: La mort de Francesc Layret para que la gente tuviera algún contacto con quien fue. La novela no explica nada nuevo sobre su persona, los datos los he ido cogiendo de mi biografía, pero ha conectado la información de una manera agradable, divulgativa, para que los jóvenes puedan conocer su importancia.
¿Qué es lo que más te motiva sobre la historia en general?
Hay mucha gente y políticos a los que no les interesa la historia, que no quieren mirar atrás, cuando realmente fijarse en el pasado y hablar con gente que lo vivió, nos puede dar muchas claves para mejorar nuestro presente y porvenir. Me parece terrible que se desprecie. Inclusive, en los planes de estudio la historia es cada vez menos importante y difícilmente podemos hacer un proyecto transformador del futuro si no aprendemos de lo que hemos vivido.
¿Cómo ha sido para ti trabajar como profesor de esta materia con adolescentes?
He tenido la suerte de que mis clases han sido de historia contemporánea. Valiéndome del cine, de recursos y explicándole a los alumnos que eso es algo que les atañe mucho porque es por lo que pasaron sus abuelos y bisabuelos, en general me he encontrado motivación, interés. Si ven que tú estás apasionado por esos temas y tal, les interesa, así que en general mi experiencia ha sido positiva.
¿En alguno de tus próximas obras también vas a hablar de los barrios de l’Hospitalet y Santa Eulàlia?
No, ya no. Hay una que trata sobre la huelga de Tranvías, que de cierta forma afectó a l’Hospitalet porque la gente de la zona se sumó a esta huelga, pero ya no habla concretamente de allí. Otras cosas que vamos a publicar son más al estilo de reconstruir sucesos de la época de la resistencia a la dictadura, etc. Intentar hacer memoria a través de la ficción y personajes que viven aquellos hechos. La mayoría de los hechos no los he vivido yo, algunos sí, pero he tenido que documentarme o hablar con gente que lo vivió.
¿Tus futuros proyectos van a estar centrados en temas históricos?
He escrito novelas negras, de formato detective, pero también situadas en los años 50, 60, en un pasado reciente y con un entorno marcado por el hecho histórico. Al fin y al cabo, no sé hacer otra cosa.
Por Gildenis Correia