Asfixia y chulería

Ha empezado la ensalada de petición de dimisiones y la primera en la frente ha ido dirigida a Jeshusillos por lo bien que lleva lo de su concejalía de seguridad y la cosa esa de la guardia urbana que amenaza con llevarse por delante la normalidad civil y hasta la entente cordiale entre sindicalistas.

Lo de la Guardia Urbana no tiene nombre porque lo vienen arrastrando desde el 2020 cuando los agentes ya denunciaron la insuficiente plantilla para lo que la ciudad requería; la necesidad de unos salarios más dignos, teniendo en cuenta que ya entonces estaban por debajo de la media de ciudades de más de 50.000 habitantes en Catalunya, y las imprescindibles mejoras técnicas y de instalaciones profesionales. La segunda ciudad de Catalunya —solo por el número de habitantes, claro— no tiene, a día de hoy, un cuartel propio de su policía local, una policía con salarios dignos y los avances técnicos adecuados para su trabajo —tienen que poner multas, por ejemplo, con papel de calco—. Además, les pagan las horas extras y las retribuciones complementarias cuando a Recursos Humanos les da la gana y, hará un par de años se impugnó el nombramiento del superintendente —un cargo que ni siquiera tenía entonces la guardia urbana de Barcelona— por supuestas irregularidades en su elección —a cosas así en mi barrio las llaman enchufismo— y hasta la Oficina Antifraude tuvo que proteger al cabo denunciante como “informante protegido” y todavía hoy el tema está en los tribunales.

Pues bien, con este escenario, las autoridades se quejan de que el abstencionismo en el cuerpo sea del 35%, un 15% por encima de la media catalana, y para impulsarles las ganas, les acaban de dictar un decreto —con carácter indefinido— para que el jefe llame cuando le parezca a aquellos guardias que tienen el descanso correspondiente para cubrir las necesidades del servicio. O sea, ante el desaliento en el cuerpo, las ganas de irse o de coger un poco de fiebre de la plantilla —con una media cercana a los 50 años porque nadie quiere venir a sufrir a l’Hospitalet—, el susodicho Jeshusillos hace lo que mejor sabe hacer este gobierno: crearse problemas nuevos. Poner la testosterona sobre la mesa y retar al más valiente para ver quien tiene la vara de mando más larga, si Triple Q y los suyos, o los agentes con pistolilla.

Después de meses de “hay que negociar, si” sin reunirse más que con su sombra, don Jeshusillos descubrió que el 6 de septiembre empezaba la fiesta de Bellvitge y hacían falta patrullas en las calles. No las hubo, claro, y tuvo que echar mano de la Generalitat para que le prestaran unos Mossos. El presidentilla debe de estar hasta el flequillo de esta tropa y eso que dicen que fue él quien apostó por un joven con el pelo en punta, capaz de ponerse camisetas esotéricas, para conducir una ciudad caótica.

Que la realidad se impone como una losa, empiezan a descubrirlo poco a poco. La asfixia ya es notable, pero están acostumbrados a respirar el aire contaminado de una ciudad sobresaturada y hacen ver que siguen teniendo unos pulmones de oro. Pero a veces el aire se acaba, incluso el contaminado, y uno tiene dos salidas: dejar que corra el tiempo hasta mayo del 27, presentando una defensa férrea que no pueda agujerear ni la delantera del Barça —y esto siempre tiene el riesgo de que te la cuelen en el minuto final— o bien suplicando un respiro, que para el caso es reconocer que no puedes con la tarea y necesitas menos presión. La primera salida es arriesgada. La segunda, inteligente. De modo que no hay opción. Este gobierno solo puede elegir la primera.

Decía que la realidad se impone como una losa y si no, repasar lo que ocurrió en el Consell de Districte de Collblanc el martes por la tarde. Por la tarde y por la noche, porque los vecinos no se marcharon de allí hasta que los 7 u 8 concejales que asistieron, no se percataran minuciosamente de que tienen la ciudad patas arriba y a los vecinos más tiesos que nunca.

La sensación final es que los vecinos son conscientes de lo que tienen delante. Cada día más conflicto y cada día más ineficacia, negligencia y soberbia. Pues nada, a sufrir, que son dos días.

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