Está claro que la información le interesa a todo el mundo, pero cuando entramos en detalle no le interesa a casi nadie. Ni siquiera a los periodistas. Yo diría que, a una gran parte de los periodistas, lo que les interesa de la información es que les dé de comer. Y yo diría que al público en general, lo que le interesa de la información es que le distraiga o le provoque chismorreos. Ya no hablemos de los políticos. A los políticos, en general, y naturalmente siempre hay excepciones en todos los ámbitos porque no conozco ni a todo el mundo ni a todos los periodistas ni a todos los políticos, lo que les interesa de la información es que no les cause conflictos y especialmente que no les cause conflictos fortaleciendo el empoderamiento de los subalternos. Una prensa que da argumentos a los desfavorecidos es una prensa enemiga del poder y una prensa que se entromete más de la cuenta y que rasca donde se le antoja, es una prensa que disgusta a la clase política, por modesta que sea y del color que sea.
La clase política, en general, no acepta que le den lecciones y ni siquiera tolera a gusto que le den consejos. Cuando lo único que hace es informar de lo que pasa, reflexionar en voz alta y expresar opiniones, también es una prensa incómoda. La buena prensa, la prensa que le gusta a todo el mundo, es aquella prensa que pasa desapercibida, como si no existiera.
Hay muchos tipos de información, pero solo parece haber dos tipos de prensa: la privada y la pública. La pública, busca en exclusiva el beneficio de quien la dirige, no de quien la financia. La privada, todo lo contrario. Busca en exclusiva el beneficio de quien la financia y por eso no tiene inconveniente alguno en vender a quien la dirige. Esto es: pone a los periodistas y al periodismo, al servicio del que paga y, en demasiadas ocasiones el que paga es el poder público, la Administración. O sea, todos. O sea, todos, todos sin excepción, acabamos pagando cualquier prensa, la pública y la privada, por eso hay tan poca prensa incómoda, porque a una prensa la compra el poder y a la otra la vende su propietario. Y por eso es tan dramático el papel de la ciudadanía, que lo termina pagando todo y, desde luego, no controla nada. En medio, los profesionales, quieren vivir de su oficio. Y para vivir de su oficio, en la privada o en la pública, lo más aconsejable es no molestar. Por eso hay tan poco periodista incómodo.
Hay poca prensa incómoda y poco periodista incómodo y poca información que sea capaz de meter el dedo allí donde los dedos siempre molestan. Ahora, desde que a Pedro Sánchez lo sacrifican con mentiras contrastables, todo el esfuerzo está en descubrir y poner en la picota esa prensa que incomoda porque miente. Hasta ahora, esa otra prensa que incomodaba porque decía verdades, era duramente olvidada por todos, especialmente por el poder y sus adláteres, cuando no directamente proscrita. Es decir, condenada por el poder y la clase política en su conjunto.
Son mis opiniones, claro está. Producto de muchos años de moverme por este inframundo de la violencia silenciosa y la humillación constante que es el universo perruno de la prensa y de la información.
La percepción es general pero ahora viene a cuento por la noticia que leí ayer en L’Estaca sobre el engrasado reciente de los dos instrumentos colectivos de los medios de comunicación públicos de la ciudad y sobre la aparente resurrección de la radio muerta. Valga decir que, sobre la radio fiambre, la clase política local aprobó una moción para resucitarla en febrero de este año, con una intervención en el pleno del presidente de FIC, porque fue FIC quien llevaba tiempo enarbolando la bandera de ese medio local que el poder mató porque le salía poco rentable. Ni siquiera porque le resultaba molesto. En el mismo terreno, FIC hace tiempo que viene pidiendo un control exhaustivo de los medios de comunicación públicos, porque son medios financiados por todos y controlados solo por el poder. En su día pidió en solitario un Estatuto público elaborado desde la sociedad civil para que fuera refrendado por el poder local y desde los propios medios públicos se avisó de que ya existía un Reglamento orgánico que debía elaborar un Contrato-Programa, capaz de gestionar con garantías de neutralidad la línea editorial de los medios públicos. Unos días antes de caducar el mandato del anterior ayuntamiento, el pleno aprobó un Contrato-Programa que tiene vigencia hasta 2025, basándose en los instrumentos que el Reglamento orgánico aprobado ya hace diez años por el pleno, definía.
A los lectores, todo esto les sonará a guasa. Un reglamento, un contrato-programa, un director y dos consejos, uno ejecutivo y otro asesor, para garantizar neutralidad, pluralidad y eficacia. Los chicos de FIC ya hace tiempo que vienen diciendo que, para garantizar la neutralidad, la pluralidad y la eficacia quizás deberían ser imprescindibles un reglamento orgánico que no haga trampa, dos consejos que tengan poder de reflexión, debate y resolución, un Contrato-Programa que responda a los retos de la garantía pública de la información y un director que aplique, no que disponga, lo que la normativa indique. O nada de todo eso tan complicado. Un simple comité ciudadano rotativo, transversal, representativo y con capacidad ejecutiva.
Los chicos de FIC ya hace tiempo que vienen diciendo que el Reglamento que aprobó hace diez años el pleno es una filfa, que el Contrato-Programa del año 22 es un instrumento ad hoc que solo beneficia al status quo y que los consejos resultantes de su aplicación son puros decorados sin capacidad ejecutoria. Y que el director tiene que dirigir, basándose en lo que se decida, no decidir basándose en lo que ya dirige.
Y nadie, absolutamente nadie, los ha escuchado. Nadie ha escuchado a los únicos que se han molestado en desmenuzar los instrumentos que el poder utiliza para mediatizar la información que pagamos todos. Y eso solo puede tener una única explicación. Ya les va bien la información que se ofrece y les importa un pimiento que no la controle la sociedad civil: ya la controlan ellos. Todos ellos. Aunque la vean pocos ciudadanos, aunque la sigan los de siempre. Es útil para enviar notas de prensa y hacer declaraciones que justifican por lo menos la voluntad de quejarse o la voluntad de deslumbrar. Así, parece que todo el mundo hace algo. Aunque eso sirva para bien poco. Habrá que seguir insistiendo en una prensa que sirva para resolver los problemas y para potenciar la participación ciudadana y controlada por los que no se conforman con las apariencias.
Un ejemplo más de la distancia entre la clase política, de todos los colores, y la ciudadanía. Un acicate más para defender y afianzar este periodismo que no se deja subyugar, que sabe que trabaja en solitario, con todos los que se sientan en el Consistorio de espaldas, cuando no directamente en contra. Otra oportunidad para explicar a la gente de bien, que es imposible confiar hoy en las supuestas alternativas. Inexistentes. Dramáticamente inexistentes, aunque nos pese.