El que pueda hacer que haga

Cuando no hay proyecto, la improvisación es obligada, pero cuando la improvisación es el proyecto, poco hay que decir. No hay problema, reivindicación, necesidad, conflicto o queja que no se solucione por parte de quien se esperan soluciones, con una retahíla de promesas, con un florido ramillete de ensoñaciones. Eso no soluciona nada, obviamente, pero sirve para ganar tiempo. Porque ganar tiempo permite ir viviendo de lo que hay, mientras todo se deteriora y hace que la gente acabe pensando que esto que existe es un desastre y que mejor será lo nuevo desconocido, que lo viejo que ya sabemos de qué va.

En ciudades como esta, a 20 meses de las próximas municipales, lo que puede ocurrir es un enigma completo. Dicen, los que analizan estas realidades que, en las sociedades más desiguales, lo que más crece es el mensaje antisistema que considera que un líder fuerte con un partido intransigente es el que mejor resuelve los problemas, aunque eso incluya comerse los derechos y martillear los deberes. A los más pobres, a los más vulnerables, a los más desiguales, parecen importarles una higa algunos conceptos gastados como la democracia, la izquierda o el progreso. Porque con eso que llaman democracia, con esos que se dicen de izquierdas, con aquellos que promulgan el progreso, su realidad no hace más que empeorar. Por eso nadie sabe lo que va a pasar en ciudades como esta, pero lo que sí parece evidente es que ya nadie es capaz de asegurar que el futuro que viene, vaya a ser como el pasado que se está yendo.

En esta ciudad de obreros temerosos, incluso en los momentos de más intensidad reivindicativa, tenía que ganar aquella izquierda que daba menos temor. Y así fue. Pero después de diez lustros, nada es seguro ya, porque aquellos obreros temerosos engendraron hijos acomodados que fueron dejando espacio a recién llegados que viven bastante peor que sus padres y que ya no se pueden creer las promesas que les envían los que siguen mandando.

Insisto en que resulta bastante insoportable el mensaje vacuo permanente. Los que mandan no saben decir otra cosa que “estamos en ello” y “lo vamos a arreglar” y así llevan años porque con palabras no se arregla nada y estar en ello requiere justamente lo que no hay: capacidad de gestión y proyecto. Pero si esto es dramático porque viene del poder, tan lacerante o más, es lo que viene de la oposición: “esto es un desastre” y “hacemos lo que podemos” resulta tan estéril, como “estamos en ello” y “lo vamos a arreglar”. Unos y otros mensajes resultan igualmente desmoralizantes y la ciudadanía ya está dando sobradas muestras de desapego. La autoorganización es costosa, lenta y desconcertante en ocasiones, pero solo la autoorganización va a poder mover las estructuras si es que poder mover las estructuras es el futuro. Porque bien podría ser que el futuro fuera que el que se mueva no salga en la foto.

Dicho lo cual, habría que insistir también aquí que “el que pueda hacer que haga” porque esto no se sostiene y alguien debiera tomar alguna iniciativa. Por ejemplo: habría que llenar los plenos a rebosar todos los meses para que se viera que la ciudadanía está implicada en el funcionamiento de la ciudad (los funcionarios, los docentes de las escuelas en conflicto, los trabajadores del transporte…). Habría que convocar reiteradas manifestaciones frente a la Casa Consistorial cada vez que se produce un deshaucio, un robo, una molestia vecinal del tipo que sea en el parque de Las Planas, en La Farga o en Famadas. Habría que boicotear cualquier acontecimiento ciudadano donde esté presente el gobierno y sus acólitos. Habría que participar activamente, preguntando y requiriendo información donde está estipulada la presencia pública organizada, en los Consells de Districte, en el Consell de Ciutat, en las taules de todo tipo. Y se debiera articular un organismo unitario de coordinación dispuesto a impulsar la protesta y la reflexión, a partes iguales.

Ya está. Lo dicho. El que pueda hacer que haga. Y el que no quiera hacer, que no moleste.

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