Conmemoremos reivindicando

Ahora resultará que el Ayuntamiento de esta ciudad va a celebrar una cosa insólita nada más comenzar el año. Parece que el 15 de diciembre del año del señor de 1925, el rey de España que quería mucho a l’Hospitalet, concedió a aquel pueblo de entonces algo más de 25.000 habitantes, el título de ciudad. Debía ser una cosa muy codiciada entonces porque no era lo mismo vivir en una aldea, en un lugar, en un poblado, en un pueblo o en una villa, que en una ciudad. Vivir en una ciudad debía dar más categoría y eso que según la Academia de la Lengua, una ciudad es solo un conjunto de edificios y calles, regidos por un ayuntamiento, cuya población densa y numerosa se dedica por lo común a actividades no agrícolas. Ahora se entiende bien por qué razón el antepenúltimo Borbón hasta el momento, concedió el título: porqué l’Hospitalet empezaba ya a tener unas cuantas docenas de calles, unos cuantos cientos de edificios, un ayuntamiento instalado en un inmueble un poco masónico, y ya no se podía dedicar en adelante a la cuestión agrícola, porque Barcelona se había llevado el campo, así, por las buenas, sin consultar a nadie como no fuera al rey que permitió tamaño robo y que luego, como compensación, quiso hacer creer a los perjudicados que les daba el título de ciudad porque eran importantes. Resulta curioso además que se diga que una ciudad tiene que tener una población densa y numerosa. Entonces l’Hospitalet no tenía una población densa y numerosa, pero se ve que el Borbón ya era un poco pitoniso porque supo adelantar lo que nos esperaba: más densos y numerosos, imposible.

Tiene guasa el invento porque, según otras definiciones de ciudad, más allá de su carácter urbano en contraposición con el carácter rural de casi todo lo demás, una ciudad es bastante más que una villa. Lo cual no deja de tener su chiste porque Madrid no tiene el título de ciudad, sino que se conforma con ser la Villa y Corte. Lo de Corte, porque allí se arropaban los que le bailaban el agua al Alfonso que firmaba las leyes y, desde Franco, porque allí los que mandan no se cortan nunca, hasta ahora mismo.

Pues bien, a esta cosa que le llaman conmemoración de ciudad y que parece tan rimbombante, le va a dedicar unos esfuerzos y los consiguientes dineros el ayuntamiento. Se va a celebrar el qué, pero deberían explicarnos el por qué y a lo mejor entonces ya no celebraríamos nada. E incluso si celebramos el qué, deberíamos enlazar el qué con el porqué, y ponerle contenido a la conmemoración. 

Si, ya sé que es un lío, pero me voy a explicar. El qué, es lo que vamos a celebrar: el centenario de un favor personal a un alcalde primoriverista y seguramente bastante obstinado, que se empeñó en que el sitio donde gobernaba tenía que tener un cierto rango porque a él, que le gustaban mucho los entorchados, no le satisfacía nada ser alcalde de un mísero pueblo. Y encima, si se lo argumentaron, tenía justificación: resultaba que a aquel pueblo le habían robado no hacía más que un lustro la mitad de su territorio para convertirlo en un negociete públicoprivado en el que el mismo monarca que ahora hacía el favor, había estampado oficialmente su firma. Con la ocurrencia mataba dos pajarillos de un tiro: ponía contento a don Giménez y hacía ver que compensaba a aquellos pobres miserables que se dejaron robar sin levantar siquiera la voz.

Y ahora sus sucesores lo quieren celebrar… Por cierto, es verdad que en el gobierno del dictador el vicepresidente y ministro de la Gobernación era un viejo conocido de los barceloneses y muy especialmente de los anarcosindicalistas de La Torrassa porque había hecho de las suyas con los llamados Sindicatos Libres y el Somatén, que organizaron la represión contra la CNT y el movimiento obrero en general. Era el viejo general Martínez Anido que fue gobernador civil de Barcelona en la época en que se inventó la Ley de Fugas para asesinar directamente a los detenidos y que después acabaría siendo el primer ministro de Orden Público con Franco, cuando ya sabemos lo que quería decir Orden Público con aquel sátrapa. Debajo de la concesión del título de ciudad estaba, pues, la firma de aquel miserable.

Para más inri, el decreto afirma que se le da el título de ciudad a la villa de Hospitalet de Llobregat “por el creciente desarrollo de su agricultura, industria y comercio, así como su constante adhesión a la Monarquía”. Hay que joderse: creciente desarrollo de su agricultura cuando la cercenaron por la mitad. En fin… El por què, pues, está claro. Alfonso firmó un decreto concediendo el título de ciudad, por guasa, y por todo lo anterior.

De manera que lo que habría que conmemorar es lo que va del por què al què. O sea, aprovechar para pedir que se restituya, aunque sea simbólicamente, lo enajenado. Simbólicamente claro, porque no vamos a pedir que se lleven el puerto hacia Badalona y las fábricas de la Zona Franca al Vallès, que no sé de qué vivirían los enchufadillos del Consorcio de la ZF y la Autoridad Portuaria. Pero sí que se podría pedir que desde la Feixa Llarga de Bellvitge, a través del carrer Quatre, se llegara al carrer de la Farola, después al carrer dels Faroners i la Ronda del Prat, hasta la pastilla de La Farola. Y que esta pastilla se despejara de quienes la ocupan (la empresa Lacisa y Servicios Flotantes Schwandt Marpol) y se convirtiera ese entorno en un espacio de dominio público junto al mar. Ya no me atrevo a pedir que se rehabilitara lo que hoy es una escollera para convertirlo en una playa, aunque sería bien posible. Habría suficiente con rescatar unos pocos metros públicos en nuestra costa perdida, para que los hospitalenses tuviéramos algo minúsculo que celebrar.

Si este pobre escribidor le ha puesto imaginación a la idea sobre el mapa, qué no podrían hacer los técnicos si existiera voluntad política. De modo que celebrar lo que sea es bonito, pero en lugar de celebrar un decreto ley, mejor poner todo el acento reivindicativo en el año cien para conseguir unos metritos de costa. Es más complicado que la tontería del titulito, pero puede mover muchísimas más voluntades. Triple Q, Jesusillos, a ver si somos valientes…