Senyora alcaldessa prendrem mal o la ruïna de l’edifici Molí

Tomàs-Maria Porta i Calsina

21 d’octubre, 2020

Senyora alcaldessa és possible que vostè passegi molt per L’Hospitalet i jo no hagi tingut la sort, ni el plaer de veure-la mai pel meu barri, el barri de Sant Josep. Perdoni, no és cert: vaig coincidir amb vostè en el darrer míting que va fer el PSC-PSOE al Casal. Va venir acompanyada dels seus regidors, als que va anar escampant per taules per tal que la ciutadania hi pogués parlar, ens va dirigir quatre paraules que, en essència, van venir a dir que els del seu equip de govern no eren rucs i que mai no s’especularia amb el solar del Cosme Toda. Li asseguro que va ser un míting que em va impressionar i li ho dic sense gens d’ironia.

En línies generals, jo no discuteixo la seva gestió al capdavant de l’Ajuntament. . Si sumem això al fet que fan uns mítings autènticament personalitzats no m’estranya que tinguin majoria absoluta. Una altra cosa és que no m’entri al cap que gent que s’autoanomena progressista estigui en contra de l’autodeterminació del seu poble, però això són figues d’un altre paner, perquè aquí parlem de la seva gestió a L’Hospitalet.

Crec que vostès s’equivocarien si pensessin que, com que tenen majoria absoluta, ho fan tot bé. Que no els hi cal millorar en cap sentit. I que no tenen per què escoltar la ciutadania. Li posaré un exemple del dia del míting. Li volia plantejar un problema urbanístic a un dels seus regidors i, molt amablement, em va dir que em trucaria passades les eleccions. Com que passades les eleccions no em trucava, vaig trucar jo a l’Ajuntament i la secretària em va dir que prenia nota i que ja em trucaria. Aquest senyor -que potser resulta que fins i tot és un bon regidor- no ha trobat encara el moment per trucar-me. Aquesta pràctica me l’he trobat diverses vegades amb diversos regidors del seu equip: fan veure que t’escolten i que s’interessen per allò que els hi expliques però a l’hora de la veritat envien el problema que els hi has explicat a les escombraries del seu ordinador o del seu mòbil. Sembla que el missatge sigui: per què ens hem de preocupar amb vostè ciutadà-formiga si ja hem guanyat les eleccions?

Un tema que jo considero important i que jo he traslladat, en la meva condició de Conseller Municipal del Districte del Centre, a un responsable municipal, és la situació ruïnosa i perillosíssima en què es troba l’Edifici del Molí, just a tocar de la Biblioteca Tecla Sala i on, entre altres institucions, hi ha el Centre d’Estudis de L’Hospitalet. Permeti’m que li faci la pregunta d’una manera directa: no li cau la cara de vergonya en pensar-hi? No li tremola la consciència en pensar que en qualsevol moment hi pot haver un accident greu? Si hi fos, no se’n sentiria responsable? Sé que va anar a demanar diners als seus companys de Madrid i que potser li van prometre que sí, però l’Edifici està com està i, per tant, suposo que els diners no han arribat.

Miri, jo sé que el seu càrrec és complex -i ara que, a més és presidenta de la Diputació encara més- i també sé que l’Ajuntament ha de fer front a moltes despeses i que el pressupost és limitat. Però vostè i jo sabem que si aquest edifici, en comptes de ser de titularitat pública fos de titularitat privada, l’Ajuntament ja s’hauria mogut i hauria obligat el seu propietari a fer les obres pertinents per tal d’arreglar-lo. I això no és inadmissible. No pot ser que aprofitin la seva posició privilegiada per posar en risc la integritat física dels ciutadans ometent els seus deures. Senyora alcaldessa, no miri cap a una altra banda i solucioni el problema: tots plegats podríem prendre mal!

Juguetes rotos

El barrio de El Gornal en l’Hospitalet

29 de septiembre, 2020

Mi barrio es un barrio de amplias avenidas. Un barrio donde sales a la calle y puedes respirar sin mascarilla un cincuenta por ciento del tiempo, o con mascarilla en las tiendas, salvo en el ascensor cuando te tropiezas con la descerebrada del segundo y se enfrenta contigo porque tiene que meterse sí o sí aunque no se cumpla la distancia de seguridad, y la tienes que dejar fuera o salir tú porque te amenaza con denunciarte por violencia.

El Gornal nunca ha sido un barrio fácil. Pero es un barrio con sus enormes metros entre acera y acera, la labor social de mucha gente implicada y, aún con todos sus problemas, es un barrio diáfano, en el que hijos, padres, madres y abuelos campan con cierta alegría por sus espacios en estos tiempos de mascarillas, distancias e higienes. Siempre están los irresponsables, pero son menos peligrosos que en otros lugares.

Otra cosa es de puertas adentro. ¿De qué medios disponen muchas familias? Una gran cantidad van justas. Van justas de medios y de formación. Sus problemas son otros, no las redes, ni Internet, ni la cultura, ni la lectura. Sus problemas son de subsistencia. De puertas adentro estamos creando una infancia de juguetes rotos, de niños sin futuro.

Anoche estuve escuchando una bronca de muchos miembros de dos familias hasta las dos de la madrugada, sin distancias ni mascarillas, tres horas de gritos en la calle. El barrio del Gornal es quizás un problema menor mirando el plano de la ciudad.

La Florida, la Torrassa, el norte, calles estrechas, pisos compartidos por habitaciones. Se está creando una cicatriz social, pero no es el COVID.

El COVID es la lupa. Es un puñetero virus que se nos ha colado en casa, nos está matando y nos está restregando por la cara todo aquello que hemos abandonado y hemos renunciado a conservar desde la crisis del 2008 o antes.

No sé si es dejadez o estrategia, pero la Sanidad pública, llamémosla solidaria, ha sido la que a lo largo de la historia, nos ha ido sacando de pozos inmundos. La Educación pública, o solidaria, la que nos ha traído hasta aquí.

Por eso me preocupa la educación.

Conseguimos un ascensor social, con una educación pública, y poder aprovechar las capacidades de toda la población. Se creó una red universal. El espíritu crítico se hizo transversal. Lo he vivido en la universidad en la década de los  70 y 80 del pasado siglo. Todo eso hoy lo están tirando a la basura.

El virus es el virus. El resto se hace con dinero y no queremos caridad, queremos impuestos.

La educación no suele tener buen predicamento entre la clase dirigente, la sanidad tampoco. Sin educación es fácil adoctrinar. Llevamos miles de años en los que salvo pequeñas islas excepcionales, el sometimiento de la población se ha apoyado en la falta de formación.

Si no reaccionamos, dejaremos generaciones de juguetes rotos. Y a las malas los juguetes rotos no son simpáticos. Y Tienen sus razones.

Guillermo Martín Urquizu

GUILLERMO MARTÍN

Nací en Cáceres. Era 1958. Volví a Barcelona a los pocos meses. Dibujo y pinto desde los siete años. Dejé de escribir a los quince años gracias a un pésimo tutor que quiso apartarme de la biología. Aterricé en L’Hospitalet de Llobregat en 1983, después de conocer a una mujer que más tarde ha tenido el detalle de aguantarme hasta la fecha. Tras dejar la investigación, trabajé como técnico comercial en empresas del sector sanitario. Harto de la presión irracional por las cifras de ventas, cambié de sector. En 2011, la crisis me arrastró y he acabado trabajando, a ratos, para el ayuntamiento, recuperando mi vocación: la escritura, la pintura y  la ornitología.

Tres putas cosas

Fotografía de una probeta señalando un resultado de Covid-19 positivo

Puede que el título no sea correcto, pero es el que me sale. Sí, ya sé que soy dado al exabrupto y la blasfemia, lo mejor de nuestro idioma. Pero es que en esta pandemia, mientras la ciencia nos trae otras soluciones, solo son tres putas cosas: mascarilla, higiene y distancia de un par de metros. ¡Coño, sólo eso! Es probable que el problema lo tengamos nosotros, como especie. No sabemos comprender el problema. Tampoco parece que sepamos comprender el mundo ni el universo. Si no podemos gestionar tres elementos: mascarilla, higiene y distancia, ¿qué sabremos del cambio climático, de la evolución de las especies, del universo donde vivimos? Nada. No sabemos nada. Si no somos capaces de entender tres putas cosas en esta pandemia, no podremos comprender  el futuro de la Tierra ni a dónde vamos. Y, es verdad, a ese señor que en una calle estrecha va a su bola fumando y escupiendo sin mascarilla cuando se cruza contigo, no le dices nada. No te apetece que un gilipollas te agreda.

Guillermo Martín Urquizu

GUILLERMO MARTÍN

Nací en Cáceres. Era 1958. Volví a Barcelona a los pocos meses. Dibujo y pinto desde los siete años. Dejé de escribir a los quince años gracias a un pésimo tutor que quiso apartarme de la biología. Aterricé en L’Hospitalet de Llobregat en 1983, después de conocer a una mujer que más tarde ha tenido el detalle de aguantarme hasta la fecha. Tras dejar la investigación, trabajé como técnico comercial en empresas del sector sanitario. Harto de la presión irracional por las cifras de ventas, cambié de sector. En 2011, la crisis me arrastró y he acabado trabajando, a ratos, para el ayuntamiento, recuperando mi vocación: la escritura, la pintura y la ornitología.

Y ahora, encima, pedalable

Hospitalet está en el mismo centro de lo que ha venido en llamarse, con más bien poca originalidad, la segunda ola de la pandemia de coronavirus. Desde el inicio de este horror, más de 8.600 conciudadanos se han contagiado, y de los siete centros de atención primaria catalanes que más casos detectan, cinco son de mi querida ciudad. Esto no puede sorprender a nadie, pues en la ciudad con mayor densidad de población de Europa, superior a los veinte mil habitantes por kilómetro cuadrado, si hay algo realmente difícil es, obviamente, mantener las distancias…

La epidemia, pese al alud de pseudoinformación que sufrimos a través de los medios de comunicación, en muchos sentidos sigue siendo un misterio, la respuesta científica ha sido, de entrada, medieval: encerrarnos en casa, lo que ha demostrado una vez más que la todopoderosa ciencia, ese dios al que presuntamente todos debemos adorar sumisamente, no es ni tan poderosa ni tan omnisciente… Pero claro, si la respuesta de la ciencia ha sido lenta y confusa, la de nuestros “insignes” políticos, como suele ser habitual, ha ido mucho más allá de lo que cualquier mente medianamente sensata podía esperar. Así durante los meses que han pasado desde marzo hasta aquí, nuestros políticos nos han dicho que no habría más allá de algún contagio aislado, que lo de la mascarilla era absurdo y egoísta, que puedo correr sin mascarilla por la calle, pero no andar, que he de mantenerme siempre a 2 metros de todo el mundo salvo en el metro, el avión y en el ave, en cuyo caso sí puedo apretujarme sin problemas, porque al parecer en esos espacios el Espíritu Santo ejerce una protección especial sobre los seres humanos que hace innecesaria toda prevención. Pero eso sí, solo en el interior de los artefactos, pues la última vez que tomé un avión, hace unas dos semanas, los auxiliares de vuelo, sabedores de las limitaciones divinas, me obligaron a mantener las distancias en toda la cola de embarque, para ser enlatado después, cual sardina de Santoña, en el interior del repleto avión…

Pero queridos ciudadanos, no nos preocupemos, porque nuestro queridísimo gobierno municipal no es como el resto de políticos y ha dado con la tecla que resolverá de una vez el problema de las distancias en esta pequeña Calcuta, feliz expresión acuñada por el periodista y amigo Jesús Vila, en que nos ha tocado vivir: la nueva red básica pedalable (no sé si esta última palabra existe en realidad…). Magnífica idea que nos sitúa en primero línea de lo “moderno” y lo “fashion,” ¡claro que sí! Que la medida sea mínimamente eficaz o un absurdo total da absolutamente igual, lo importante es el postureo, aquí lo significativo es que Hospitalet sea “pedalable” (menudo horror de palabra), que podamos pintar minicarriles imposibles con alegres colores, eso es lo importante.

A estas alturas, espero que la mayoría de ustedes, queridos lectores, me estén calificando de reaccionario, es a lo que aspiro, pues nunca como ahora uno puede sentirse tan orgulloso de declararse antimoderno.    

Para los “modernos” dejo el diseño del Hospitalet “pedalable” (pero, ¿no les da risa la expresión?), porque por supuesto, en una ciudad en la que si todos sus ciudadanos decidimos salir a la calle en el mismo momento, literalmente no cabemos, efectivamente lo que se hace imprescindible son más carriles bici… Pues total, pese a que actualmente es ya prácticamente imposible circular por nuestra colapsada ciudad, por sus estrechas calles donde la gente vive hacinada y resulta absolutamente imposible aparcar, en Hospitalet se sigue construyendo de forma desenfrenada con la aquiescencia y el beneplácito de nuestro ayuntamiento, y cada palmo de tierra que queda libre se convierte, en pocos meses, no en un parque, sino en un nuevo edificio.

Así que, ¿por qué no? Añadamos a ese caos más ciclistas incívicos que con sus bicis de quince kilos impulsadas por la fuerza motriz de dos piernas se mezclarán alegremente con coches de más de una tonelada de peso y ciento cuarenta caballos de potencia, ¿qué puede salir mal?

Sí, ya sé que es reaccionario y poco moderno decir que con ridículos carriles bici no se lucha contra el coronavirus, que lo que deberían haber hecho todos los alcaldes democráticos de Hospitalet es oxigenar la ciudad, frenar la construcción y diseñar parques y zonas verdes, pues eso sí que estaría contribuyendo ahora, de forma efectiva, a la lucha contra el coronavirus. Pero yo solo soy un antimoderno que cree que Hospitalet no es Holanda, sino una ciudad mediterránea, ¡qué sabré yo comparado con los modernos!

Antonio Fornés

Antonio Fornés

Doctor en Filosofía y licenciado en Humanidades por la Universidad Ramon Llull de Barcelona. También se diplomó en Ciencias Religiosas y completó tres másters, entre ellos el de Edición de la Universidad Pompeu Fabra. Es autor del libro Viaje a la sabiduría, Reiníciate, Creo y Las preguntas son respuestas, Es colaborador de Radio Nacional de España y de distintos medios escritos.