La calle Aprestadora

La calle Aprestadora

Corresponde al distrito tercero, barrio de Santa Eulalia y toma el nombre de una antigua fábrica textil, concretamente de blanqueo y apresto de algodón conocida como “La Aprestadora Española”. Esta fábrica fue una de las primeras de l’Hospitalet (fundada en 1853 por un miembro de la familia Bonaplata, saga de grandes industriales barceloneses) y la más importante de toda la ciudad hasta su cierre en 1868. Con ella se introdujo en l’Hospitalet la máquina de vapor. Se dedicaba al acabado final de las fibras de algodón, primero mediante blanqueo con peróxidos y más tarde con el apresto final mediante el almidonado de los tejidos.

En aquellos años la fábrica estaba situada en una zona rural rodeada de campos. Para los trabajadores fabriles, tener su casa cerca de la factoría era fundamental por dos razones principales, porque no existían medios de transporte regulares y porque los horarios eran intempestivos, con jornadas muy largas que se iniciaban al despuntar el sol y terminaban cuando oscurecía. De ese modo, los patronos favorecían y los ayuntamientos toleraban, la autoconstrucción de viviendas en los aledaños de las empresas. Así es como nació la calle Aprestadora en Santa Eulalia sobre la base de las pequeñas construcciones de viviendas de planta baja de los primeros obreros de La Aprestadora. Las primeras casas debieron aparecer a principios de la década de los sesenta del siglo XIX y hacia 1890, cuando ya la empresa había cerrado, se completó el tramo inicial hasta la Riera Blanca.

En la década de los años 20 del siglo pasado, la calle ya iba de la Riera Blanca hasta la fábrica Godó y Trias conocida popularmente como les Sangoneres (sanguijuelas en castellano) por estar instalada en una zona de terrenos pantanosos donde se recogían estos anélidos muy utilizados entonces para hacer sangrías sanitarias. A partir de 1928 la calle se bifurcó en dos segmentos, al norte en la calle Sangoneras y al sur en la calle Can Trías, que después han tenido desarrollos autónomos. Desde el año 1948 la calle mantiene su trazado actual llegando desde el límite con Barcelona cerca de la parroquia de Sant Isidre hasta la vía del tren que limita el polígono Gornal. Mantuvo el trazado y se fue poblando a lo largo de esas décadas pero su urbanización definitiva se corresponde con los años 80 del siglo XX. En 1988, en el pleno municipal de octubre, se procedió a la catalanización del nomenclátor y desde entonces es oficialmente el carrer de l’Aprestadora.

Por Lluís Berbel y Jesús A. Vila

La calle Martí Julià

La calle Martí Julià

Entre las pocas calles que, en l’Hospitalet, recuperaron el nombre que se había puesto durante la II República, hay una dedicada a un médico psiquiatra y político que se encuentra en la barriada de Collblanc. Se trata de la calle Martí i Julià que durante todo el período de la dictadura del general Franco homenajeaba a un militar golpista, el primero que pocos meses después de proclamada la República ya se alzó contra la legalidad vigente: el general José Sanjurjo. Parecía evidente que la calle del general Sanjurjo había de ser una de las primeras, junto con la del Generalísimo y General Mola que pronto cambiaran de nombre. Y así se hizo el 9 de mayo de 1979, cuando uno de los primeros plenos municipales de la democracia devolvió el nombre de la calle a quien la ostentó entre el 30 de abril de 1931 y hasta el 17 de noviembre de 1939.

La calle Martí i Julià, que nace en la carretera de Collblanc y va a morir a la Ronda de la Vía, en La Torrassa, atravesando el barrio de norte a sur, recuerda a Domènec Martí Julià médico psiquiatra y político catalanista, de tendencia socialista. Nacido en Barcelona en 1861 y muerto también en Barcelona en 1917, fue, entre 1903 y 1906 y más tarde entre 1914 y 1916, presidente de la Unió Catalanista, organización conservadora independentista que Martí Julià orientó hacia un socialismo conciliador en sus últimos años. Como psiquiatra, Doménec Martí fue director del Frenopático de Les Corts y presidió la Societat de Psiquiatria i Neurologia de Catalunya, introduciendo innovaciones que fueron muy elogiadas en la época. Cuando se instituyó la República, el consistorio republicano de l’Hospitalet le puso el nombre de esta calle (pleno municipal del 30 de abril de 1931) que existía desde el año 1902, cuando se abrió y parceló sobre terrenos de Climent Mas (el propietario del cual recibió el nombre la calle Mas) y de los hermanos Marcel y Pere Romaní Torrella, propietarios barceloneses.

A primeros del siglo XX, sobre esos terrenos entonces sin urbanizar, se abrieron 10 calles a medida que se iban parcelando y vendiendo. Parece que el primer tramo construido fue el que existía entre las calles Holanda y Ronda de la Torrassa, abriéndose posteriormente hasta la calle Goya en 1905. En el trazado de la calle, en su confluencia con Holanda se ven, todavía hoy, las irregularidades del trazado en virtud de las autoconstrucciones y las delimitaciones de las propiedades vendidas. Hacia 1907, la calle crece por el sur hasta la Ronda de la Vía y en la década de 1920 por el Norte, hasta la carretera de Collblanc. Un edificio en Marti Julià con Campalans que conserva la fecha de su construcción da testimonio de esos años: 1926. Hacia 1928 la calle se termina con el dibujo actualmente existente.

Desde que se fue abriendo la calle y hasta el advenimiento de la República —como sucede con muchas de las calles de Collblanc y La Torrassa trazadas sobre propiedades de terratenientes barceloneses—, adquiere el nombre de los propietarios, en este caso con una salvedad curiosa. La calle se llama Romanins, haciendo referencia plural a los hermanos Romaní.

Otra curiosidad que tiene mucho que ver con sus orígenes. Pocos vecinos de la zona ignorarán la existencia en esta calle, hasta no hace mucho, del popular cine Romero, llamado así por la castellanización del apelativo Romaní, nombre de los propietarios de los terrenos. El cine Romero, en el corazón de La Torrassa, tenía mucha historia entre sus paredes —cerró en 1974— porque fue testigo de muchos actos y mítines sindicales y obreros.  Entre sus muros se oyó, entre muchas otras, las voces de Federica Montseny en 1934 y de los anarquistas Buenaventura Durruti y Francisco Ascaso  en 1936.

Por Lluís Berbel y Jesús A. Vila

La calle Roselles

La calle Roselles

Ningún nomenclátor —dícese del catálogo de nombres de las calles de una ciudad— es perfecto. En L’Hospitalet tampoco. Dicen, quienes lo han estudiado en detalle —El Centre d’Estudis de L’Hospitalet básicamente—, que hay 27 repeticiones. Hoy vamos a hablar de una de ellas.

Se trata de una calle que desemboca en la Plaza del Ayuntamiento y que nace tres travesías más allá, cerca de la Plaza Virgen de Montserrat popularmente conocida en el barri Centre como Plaça del Bacallà. Algún día explicaremos por qué. Roselles, rotulada en catalán, existe desde el 6 de octubre de 1988 cuando el ayuntamiento en pleno aprobó el nomenclátor oficial de la ciudad en catalán. Hasta esa fecha, con una única salvedad —la del plano oficial de la ciudad que editó el Ayuntamiento en 1970, que la rotulaba curiosamente en catalán— la calle se llamaba Rosellas, que en castellano americanizado apenas quiere significar unas aves, unos hongos o lo que es peor, unas polillas. Nada que ver con la idea del nombre original que en catalán significa exactamente esa flor roja de los trigales que en castellano llamamos amapola. Por lo que parece, al final de esa calle, cuando se abrió, habían campos y en primavera se teñían de rojo. La gente al citarla indicaba esa ubicación: “ a prop del carrer de les roselles…”, aunque en realidad ese fue un nombre popular, no su nombre oficial que tomó realmente en septiembre de 1939.

Cuando esa calle se abrió, el 4 de enero de 1879, tomó el nombre de la casa que hacía esquina con el nuevo trazado y la plaza del Ayuntamiento: Can Perutxo, ubicada sobre el número 40, en aquellos años, de la calle Mayor. Fueron los herederos de Josep Mestres i Riera quienes pidieron permiso municipal para parcelar su propiedad y abrir un pasaje de 34 palmos de anchura “por donde deberán transitar libremente a todas horas, personas, carros y carruajes”. En realidad se trataba de la primera calle que enlazaba la Vila Vella con la Marina, esto es, la zona urbana con los campos del sur. Y representó, en este sentido, el primer intento de ensanche, sobre el lado mar del trazado urbano del núcleo antiguo, aunque el que efectivamente se consolidó llegaría después, en 1883 con la apertura de las calles Rossend Arús, Príncep de Bergara, Sant Roc, Provença i Josep M. de Sagarra. Un poco antes, en 1867, ya se había abierto el carrer Nou de l’Església, en el lado montaña.

La calle se llamó oficialmente Pasaje Perutxo hasta junio del año 36 cuando el portavoz del Casal de ERC del distrito 1 de Barcelona, Pere Pié, pidió por carta al consistorio hospitalense cambiar el nombre del pasaje Perutxo por carrer Francesc Layret. Jaume Mateu, concejal de Foment del gobierno municipal republicano asumió la propuesta y elevó a la Comisión de Gobierno el cambio de nombre en julio del 36, un poco antes de la sublevación militar. Ya en plena guerra, el 2 de septiembre de ese mismo año, la calle Perutxo desaparecía y tomaba el nombre del abogado laboralista Francesc Layret, defensor de los obreros y asesinado en 1920 en Barcelona por miembros del Sindicato Libre a sueldo de la patronal.

Recién acabada la guerra y hasta finales de mayo, una de las primeras medidas del consistorio franquista consiste en cambiar todos los nombres de las calles que “atenten contra el Régimen Nacional Sindicalista y el Gobierno del Movimiento Nacional” cambiados en su día por los Ayuntamientos de la República “y marxistas”.

Hasta noviembre del 39 no se cambia Francesc Layret por Rosellas, esta vez no por el anterior nombre oficial, probablemente porque Perutxo tenía una grafia catalana y porque debían ignorar de queiken se trataba específicamente y ante la duda… El trabajo de meditar sobre los nombres recayó sobre la Falange local que propuso dos alternativas para esa calle Rosellas o Capitán Hernando Prats —finalmente nombre adscrito a una calle de Santa Eulalia.

Cuando bien entrada la democracia se modificó y se oficializó el nomenclátor en catalán, la calle Roselles recuperó la grafía correcta y Francesc Layret su calle en Collblanc. Pero en Pubilla Casas, como consecuencia del diseño de Puig Gairalt en 1925 que diseñó para esa zona un ensanche de ciudad jardín, muchas de las calles abiertas tomaron nombres de flores y Amapolas fue una de ellas. Hoy, la calle Amapolas sigue existiendo y es una de las pocas rotuladas en castellano en el nomenclátor hospitalense para no darse de bruces con la calle Roselles del Centro.

Esa calle Amapolas, nacida en 1948 y desde 1960 sin salida, tiene un pedacito de historia porque en el entresuelo del número 28 se fundó en los años 70 la Asociación de Vecinos de Pubilla Casas, La Florida y Can Vidalet, que se llamaba así incluso después de aparecer la de La Florida y que se fundó con el nombre de los tres barrios vecinos —Can Vidalet siempre perteneció a Esplugues, aunque algunos vecinos siempre han reivindicado su incorporación a l’Hospitalet— por temor a que el gobierno civil franquista restringiera los permisos para nuevas asociaciones de vecinos.

Por lo que corresponde a la calle Roselles, cabe señalar que en uno de sus bajos nació la Llibreria Perutxo —existente hoy todavía en la Rambla Just Oliveras— que tomó el nombre precisamente del primer rótulo de esa calle y mantiene todavía un pequeño núcleo de viviendas catalogadas, las casas del 7 al 11, del 23 al 25 y del 29 al 33, muestra del tipo de residencia original de planta y piso.

Por Lluís Berbel y Jesús A. Vila

La calle Pau Sans

Retrato de medio cuerpo de Pau Sans i Guitart. (1836-1900). Extraído del Archivo Municipal de l’Hospitalet.

Pese a que durante la época de Franco muchas calles de l’Hospitalet cambiaron su nombre, especialmente aquellas de honda significación democrática o catalanista, hubo una, dedicada a un personaje nacido en la ciudad, que se mantuvo, si bien se castellanizó el nombre. Nos estamos refiriendo a la calle de Pau Sans, en el distrito de Sant Josep, entre Prat de la Riba i Avinguda Carrilet. Entre 1939 y 1988, la calle Pau Sans se llamó oficialmente Pablo Sans, pese a que Pau Sans i Guitart  fue un político catalanista de reconocida entidad.

Nacido en l’Hospitalet en 1836 y muerto en Barcelona al albor del siglo (1901) fue ingeniero industrial especializado en redes ferroviarias y a la vez político y poeta. Pudo estudiar gracias a la relativa estabilidad familiar puesto que su padre regía una taberna en la calle Mayor, donde vivió con sus padres y hermanos hasta el fallecimiento del padre, hacia 1850-55. La madre, era originaria de Sant Feliu y él era el mayor de ocho hermanos. Convertido en ingeniero, residió un tiempo en Zaragoza como técnico de la compañía de los Ferrocarriles de Zaragoza a Pamplona y Barcelona y más tarde se convirtió en ingeniero-jefe de movimiento de la Compañía de Francia, donde tuvo que abandonar el cargo en un conflicto obrero por dar la razón a los maquinistas que tenía bajo sus órdenes. Fue el primer director de La Tracción Ferroviaria Ilustrada, revista de contenido obrerista en defensa de los intereses de los ferroviarios y ya con cincuenta años fue nombrado ingeniero municipal de la ciudad en un momento de considerable flujo de nuevas instalaciones industriales. Vinculadas con esta temática del ferrocarril fueron sus primeras obras: La locomotora en acción (1868) para uso de maquinistes y fogoneros, Guia de maquinistas y fogoneros de ferrocarriles (1888), Preguntas y respuestas relativas á la conducción y conservación de las locomotoras (?), Colección de problemas de aritmética con aplicación a la industria (1887), y Detalles elementales de la construcción y funciones de la locomotora (?). También escribió la memòria económica El porvenir industrial de Zaragoza (1885) y multitud de artículos técnicos en revistes especializadas del sector hasta 1896.

Vinculado estrechamente a l’Hospitalet durante toda su vida, participó activamente en la fundación del Casino de l’Harmonia (1866) entidad de configuración progresista muy activa durante el sexenio revolucionario (1868-1874) y dio clases de aritmética y geografía en el Ateneu Obrer por lo menos durante los años 1886 y 1887.

Además de ingeniero y escritor de libros técnicos destacó por su numerosa producción poética, en muy buena parte inédita y compilada en el fondo a su nombre, del Arxiu Municipal. Algunos poemas fueron publicados en La Renaixença, donde fue redactor desde 1866, firmados como Pau de Provençana (1882) y otros en La Il·lustració Catalana (1866). Varios de esos poemas (Festa Major, Enyorament…) están dedicados a la ciudad, y hay otros como Un trist record, 1714 (1885) a la efeméride del 11 de septiembre de 1714. Escribió entre 1854 y 1895 también relatos y diversas piezas teatrales, una de las cuales, Lo dia del cop (1889), fue estrenada en dos de las entidades más vigorosas de la ciudad, el Casino de l’Harmonia y el Casino del Centre. En la Fiesta Mayor de 1890, la Societat Coral La Campestre estrenó una de sus canciones más conocidas, La locomotora, con música de Antón Vaqué.

Su prestigio literario le llevó a formar parte del Jurado (como secretario y mantenedor) de los Juegos Florales de Barcelona de los años 1887 y 1888 junto a personalidades de las letras como Jacint Verdaguer, Àngel Guimerà o Marcelino Menéndez y Pelayo.

Como político fue el primer presidente de la Lliga de Catalunya (1887) y más tarde de la Unió Catalanista. Fue el primer firmante del “mensaje” a la Reina Regente en mayo de 1888 hecho por la Lliga  y que se considera, por su dimensión histórica y por el listado de reivindicaciones, uno de los textos fundacionales del catalanismo político, a la vez que participó activamente como representante de l’Hospitalet en la elaboración del documento de Les Bases de Manresa (1892).

Esta activa participación supondría uno de sus últimos actos públicos. A partir de 1894, los achaques de la vejez y sus penalidades familiares (en pocos años mueren un hijo de 13 años, una hija de 19 y su mujer), le mantienen recluido hasta que fallece en octubre de 1901.

Curiosamente, habrá que esperar hasta 1923, unos meses antes del golpe de Estado de Primo de Rivera, para que l’Hospitalet le dedique una calle. Es en junio de 1923 y la decisión incluye la autorización bilingüe del rótulo, aunque en la Guía Oficial de 1928-1929, la calle Pau Sans se encuentra rotulada en catalán. Se mantiene como carrer Pau Sans hasta 1939, en que se castellaniza el nombre sin que, curiosamente, desaparezca del nomenclátor. Se ve que pesó mucho más el carácter local del personaje que su trayectoria pública. Por una vez se impuso el sentido común. En octubre de 1988 se oficializó el nombre que mantiene en la actualidad.

Por Luis Berbel y Jesús A.Vila