“Toque de muerte” al deporte hospitalense

La alcaldesa de l’Hospitalet, Núria Marín, al lado de una portería de fútbol.

El tejido deportivo de la ciudad reclama al Govern 34,9 millones de euros de inyección económica a fondo perdido para garantizar su supervivencia, porque su cierre obligado y el toque de queda no se puede convertir en un “toque de muerte” para un sector que potencia la salud, es seguro y además integra y cohesiona.

31 de octubre, 2020

Las duras circunstancias de la pandemia están siendo devastadoras no solo para los sectores de la restauración, turismo, ocio nocturno y estética, sino también para el deporte. El cierre de la actividad y otras medidas adoptadas por el Govern, como el toque de queda a temprana hora, supone un “toque de muerte” para el 95% de los deportistas, que son amateurs, y que la mayoría entrena en las últimas franjas del día, después de trabajar. Afortunadamente, los profesionales de la CE Hospitalet, recién ascendidos a Segunda B, pueden seguir jugando y lo hacen divinamente, porque no solo han conseguido su ascenso a la tercera ocasión que han tenido, sino que también han empezado esta temporada conquistando la Copa Catalunya. El Hospi va bien, dentro de lo que cabe, y va ganando partidos, aunque el que tenía que haber jugado el día de Todos los Santos frente al Llagostera, ha tenido que ser aplazado por dos casos positivos de Covid-19 detectados en el equipo gerundense en las últimas horas.

Parece un chiste, pero hay que recordar que la mayoría del deporte se practica de forma segura, no solo por los protocolos que se dispusieron en la “represa” tras el primer confinamiento, sino porque se juega al aire libre o en pabellones con techos muy altos o locales suficientemente ventilados. También parece un chiste que tengamos que poner en valor el deporte y el ejercicio físico. Y no solo en el ámbito de la educación y los valores, sino también de ahorro sanitario que aporta, ya que los deportistas, no solo están en mejor forma física, sino que, de entrada, tienen un sistema respiratorio más potente y, por lo tanto, son más resilientes al Covid-19. 

Reclamamos el 3,49% de mil millones

Desde estas líneas reivindico los puestos de trabajo que proporciona un sector que supone el 2,1% del PIB catalán. Y entre sus virtudes, por ejemplo, que más del 32% de los empleos los ocupan menores 30 años y más del 47% del personal de las instalaciones públicas lo integran mujeres. Son dos argumentos que se suman en la defensa de la protección de este sector. Además, el deporte cohesiona nuestros barrios y toda la ciudad, integra y transmite valores, mientras las escasas subvenciones que reciben nuestros clubs y entidades son migajas, porque la parte del león lo generan ellos mismos con sus abonados, alquiler de instalaciones, patrocinios y publicidad, etcétera.

Afortunadamente, el tejido deportivo municipal es homogéneo, porque alrededor de cada instalación deportiva existe un proyecto social muy potente, apoyado en programas de integración, además de una especial dedicación a los escolares, a la tercera edad y, por supuesto, a la actividad física ciudadana. Un proyecto social que también se ve en peligro de extinción de no mediar urgentemente una inyección económica por parte del Govern. Las federaciones catalanas, empresas y clubs reclaman 1.000 millones a fondo perdido para garantizar su supervivencia, cantidad de la que 34,9 millones corresponderían a nuestra ciudad, puesto que aquí vivimos el 3,49% de la población de toda Cataluña.

En el ámbito fiscal, el mundo del deporte también reclama el IVA superreducido del 4% sobre los servicios deportivos, la supresión del IVA en inversiones en equipamientos deportivos y la deducción en el IRPF de las cuotas de instalaciones deportivas y de las licencias que pagan los usuarios como un incentivo. 

Y es que el mundo del deporte es muy importante. Cataluña agrupa a más de 700.000 federados, de los que cerca de 25.000 viven en nuestra ciudad, pero entre voluntarios y practicantes son más de tres millones de personas las que realizan actividad física, de las que unas cien mil pertenecen a nuestra comarca entre escolares y adultos. La comunidad autónoma contabiliza más de 8.000 empresas, de las que unas 270 están aquí, mientras que de los más de 12.000 clubs existentes en Cataluña, en nuestro territorio alcanzan los 400 entre todas las actividades, incluidas las de la AMPAS. No en vano, esas cifras reflejan la proporción de la población de 264.923 almas de l’Hospitalet lo que supone efectivamente el 3,49% de todos los catalanes.

Por Juan Carlos Valero

No hay futuro para los monstruos

27 de octubre, 2020

Asistido por mi gloriosa capa, pude contemplar el lunes desde la pantalla de mi viejo pc el debate sobre urbanismo y cochambre que los chicos de FIC —y para mi, que soy viejo, el masculino genérico los incluye a ellas, claro— prepararon para que supiéramos lo que los políticos locales piensan sobre unas cuantas cosas que les expusieron previamente: si estaban a favor o en contra de una moratoria de la construcción; si pensaban que hay que esponjar algunos barrios para disminuir el hacinamiento, dicho con palabras más dulces; si consideraban que el espacio libre de las vías del tren cuando lo soterren servirá para algo más que para hacer más pisos, y no se qué acerca del urbanismo táctico que no llegué a entender porque yo solo considero que el urbanismo, o es estratégico, o solo son arreglitos.

He de decir que me lo pasé bien porque a muchos de los que hablaron no los conocía de nada y me sirvió para conocerlos, y a otros los conocía bastante y también me entretuvieron. De lo mucho que se habló destacaría cuatro o cinco momentos. Dos de fuera del concilio y otros tres de dentro, pero hubo un montón de cosas señalables que los periodistas de esta casa seguro que sabrán resaltar adecuadamente. Empezando por el final, o casi, me gustaría hablar de dos intervenciones. Una del reñidor de FIC —no sé porque ese tipo pone cara de cabreo cada vez que asoma, con lo inocente que es en la distancia corta— que hizo tres o cuatro preguntas, unas cuantas al representante del PSC y otras a los de la oposición y que solo obtuvieron muy someras respuestas de los republicanos, del portavoz gubernamental y del PP. Vino a preguntar por el empeño del gobierno local en hacer millonarios a unos cuantos en detrimento de la ciudadanía propia, con otras palabras más rebuscadas, y por qué ni los correligionarios de los Comunes ni de los republicanos han movido un dedo en las instituciones superiores que acaban permitiendo los desastres constructivos en la ciudad más densa de Europa. Y me parece que también señaló a Ciudadanos y al PP por no llevar los asuntos macrourbanísticos de la ciudad al Parlament. Ya digo, los republicanos, que mandan en la Generalitat, dijeron que eso no iba con ellos que era cosa de los sociovergentes… y tan panchos. El PP, que eran pocos parlamentarios y que ya serán más en las próximas, y Ciudadanos y Comunes ni siquiera se dignaron en responder, probablemente porque no hay respuestas dignas a la pregunta insolente.

La otra intervención fue de Corbacho, el alcalde exiliado en el ayuntamiento vecino, que tomó la palabra por derecho propio porque fue el protagonista del diseño de la ciudad sur, pero se olvidó de la ciudad norte, o quizás no tuvo tiempo, o quizás fue a lo fácil. Lo peor de Corbacho no fue su protagonismo en “la ciudad con ínfulas” que proyectó sino, sobre todo, que cuando se marcho dejó a los diseñadores que actuaran por su cuenta sabiendo, porque lo tenía que saber, que los estrategas no tenían más estrategia que dejar hacer al mercado. Hizo una intervención fina, dando lecciones y repartiendo consejos, pero diciendo a la vez que no es nadie para dar consejos y que no tiene ninguna intención de aleccionar, lo que en lenguaje llano quiere decir que los que dejó en su lugar son un desastre para la ciudad y que está cabreado porque se impone que l’Hospitalet es la ciudad más densamente poblada de Europa, y él en parte es responsable de ello por acción o por omisión. Metió el dedo en el ojo convenientemente, como cuando afirmó que l’Hospitalet ha perdido habitantes desde los años 80 porque ahora en las hacinadas viviendas de La Florida y de Pubilla Casas vive menos gente que antes o cuando aseguró que pensar en convertir toda la zona industrial desindustrializada en nuevos bloques de pisos es una barbaridad…

De todos modos, la perla de la sesión, en mi opinión, fue el tratado de antipolítica que puso de manifiesto el segundo teniente de alcalde responsable del urbanismo patrio. Dijo muchas cosas y algunas de ellas respondiendo a simplificaciones diversas con su punto de razón, pero en otras fue tan transparente que se le veían las neuronas incómodas como cuando explicó que le parecía imposible que el PP estuviera a favor de la moratoria en la construcción. Solo le faltó decir que la moratoria en la construcción es una cosa de izquierdas y que por eso su gobierno está en contra.

Pero la defensa de la antipolítica no estaba ahí. Estaba en el argumento que utilizó en sus dos intervenciones aduciendo a las leyes y a sus reglamentos que permiten que un constructor con suelo, pueda construir en él lo que quiera. Básicamente, porque eso es falso. Primero, porque para construir en un pedazo de suelo es imprescindible que el Ayuntamiento haya hecho un plan que lo permita. Segundo, porque el Ayuntamiento primero y después el AMB y la Generalitat deben dar su autorización, y tercero, porque si nada de eso existe, un propietario de tierras sin expectativas de negocio se tiene que tragar su propiedad o vendérsela a quien se la compre por un justiprecio asequible. Los Ayuntamientos de progreso, que velan por su ciudadanía y que les tiembla la mano ante el futuro, han mejorado mucho sus ciudades a costa de redibujar los planos y comprar suelo en mejores condiciones, para dedicarlo a los servicios que la ciudadanía necesita: infraestructuras, equipamientos y zonas verdes. Eso, que suelen hacer los Ayuntamientos de progreso, se llama hacer política. Lo otro, que suelen hacer los Ayuntamientos sometidos al mercado, se llama defender la antipolítica. Es lo que está haciendo desde hace muchos años el Ayuntamiento de l’Hospitalet y quizás hubiera estado bien que alguien se lo dijera, así, llanamente, al señor Alcázar.

Por otra parte, el sambenito de la ciudad más densa de Europa ya no hay quien se lo quite a esta ciudad. Lo dice el Euroestat y no es posible desmentirlo con interpretaciones, y esto atenta contra la imagen de superciudad que se esfuerza por vendernos doña Marín. Es la ciudad más densa del Europa y lleva camino de convertirse en la ciudad más densa del mundo cuando se llenen, si se llenan, los más de 12.000 pisos que está construyendo el PSC local. Por eso, hablar de Pacto de Ciudad sin moratoria constructiva es impracticable, pero hablar de futuro sin esa moratoria imprescindible también lo es. Si el sueño de la razón produce monstruos y ahí estuvo Goya para certificarlo, no os digo nada lo que producen las ensoñaciones irracionales…

Coherència i parlar clar

Vista amplia de la ciudad de l’Hospitalet

26 d’octubre, 2020

Ara farà un any que un grup d’entitats del Baix Llobregat —caldria acabar d’una vegada amb la diferenciació gratuïta i interessada de l’Hospitalet fora de la seva comarca natural—, van posar-se d’acord per redactar un Manifest fundacional d’una macroentitat que amb la seva apel·lació ja resumia les intencions i el cataclisme: SOS Baix Llobregat i l’Hospitalet.

“La voracitat sense límits del capital especulatiu ha apostat de nou per la indústria de l’habitatge i Barcelona i el seu entorn en son un objectiu prioritari”, afirmava el Manifest i continuava: “Un sector, el de l´especulació immobiliària, on conflueixen empresaris autòctons sense escrúpols, aliats amb les elits locals i grans grups inversors internacionals, els anomenats fons voltor, que cerquen maximitzar els beneficis d’un tipus d’economia que vol grans rendiments en temps molt curt”.

El document s’esplaiava afirmant que hi havia projectes immobiliaris previstos a la majoria dels municipis de la comarca que sumarien desenes de milers d’habitatges i centenars d’hectàrees de nous polígons industrials, sota l’excusa de la pressió social de la gent que no té sostres assequibles, ignorant que les xifres oficials d’aquelles dates xifraven en més de 30.000 els habitatges buits al Baix Llobregat i que el que s’està construint i està projectat construir no està, ni estarà, a l’abast de la immensa majoria de la població. I hi afegia, per acabar, tres reclamacions concretes: una moratòria de dos anys, un procés participatiu ampli per decidir el model urbanístic i territorial, i una reorientació de l’urbanisme metropolità a partir del projecte de PDU que aleshores estava en exposició pública i sobre el qual s’obrien algunes expectatives de futur.

Ha passat un any i en aquest any han passat un parell de coses que incideixen notablement en el propòsit d’urgència que es defensava aleshores: no s’han aturat els projectes a cap municipi i la pandèmia ha posat de manifest que la densificació demogràfica no beneficia la limitació de la infecció sinó molt a l’inrevés, alhora que ha sacsejat lamentablement la capacitat econòmica de la majoria de la població, de manera especial dels habitants dels barris més precaritzats a molts municipis.

Ara fa un parell de dies que SOS Baix Llobregat i l’Hospitalet ha organitzat una jornada contra l’especulació urbanística a la qual s’hi han adherit unes quantes organitzacions més i ha reiterat allò que resultava més essencial ja abans de la pandèmia: una moratòria urgent de dos anys com a pas previ per decidir el model urbanístic. És a dir, aglutinar noves forces per seguir defensant el que semblava imprescindible: aturar els projectes i lluitar contra l’especulació.

No s’ha avançat gaire, però una qüestió que cada vegada sembla més essencial és parlar clar: aquí el que s’està produint és un fenomen especulatiu, emparat com sempre, pels poders públics, que beneficia, és clar, a empresaris autòctons sense escrúpols i grans grups inversors internacionals, de manera directa, i… als que donen els permisos, ves a saber com. El manifest i les informacions subsegüents ja apuntaven que la immensa majoria de projectes pertanyen a municipis governats pels socialistes del Baix Llobregat. Però els permisos no depenen en exclusiva d’ells. Molts d’aquests projectes, sinó tots, necessiten el vist i plau de l’AMB i del Departament de Territori de la Generalitat on, a banda del PSC, tenen una presència activa i decisiva tant els Comuns (AMB) com ERC (Generalitat). Els socialistes de la comarca, ben coherentment, no hi són pas a SOS Baix Llobregat i l’Hospitalet ni segurament se’ls espera, però en canvi sí que hi ha unes quantes organitzacions de base dels republicans i dels Comuns que han de viure, controvertidament, formar part dels antiespeculadors i alhora dels que donen permisos o es tapen els ulls davant dels permisos que demanen els altres. Caldrà finalment reclamar coherència perquè això només ho aturen dues coses: o la majoria social en contra del negoci immobiliari o el col·lapse pandèmic sobre el model de densificació.

Per curar-se en salut, l’Àrea de Desenvolupament de Polítiques Urbanístiques de l’AMB amb el Servei de Redacció del Pla Redactor del PDU (aquell que obria esperances), ja va fer una notòria aportació el passat mes de juliol en defensa de la ciutat densa i compacta en oposició a la dispersa i de baixa intensitat. Per cert, un dels arguments per defensar la ciutat densa és que, hores d’ara, ja no hi ha espai per un model diferent. El cinisme tècnic no coneix límits, però tant important com desenmascarar la coartada especulativa, és denunciar la tibiesa (la dels que, podent, no posen el crit al cel a l’AMB o a la Generalitat) sobre una depredació territorial que no sembla tenir aturador.

Senyora alcaldessa prendrem mal o la ruïna de l’edifici Molí

Tomàs-Maria Porta i Calsina

21 d’octubre, 2020

Senyora alcaldessa és possible que vostè passegi molt per L’Hospitalet i jo no hagi tingut la sort, ni el plaer de veure-la mai pel meu barri, el barri de Sant Josep. Perdoni, no és cert: vaig coincidir amb vostè en el darrer míting que va fer el PSC-PSOE al Casal. Va venir acompanyada dels seus regidors, als que va anar escampant per taules per tal que la ciutadania hi pogués parlar, ens va dirigir quatre paraules que, en essència, van venir a dir que els del seu equip de govern no eren rucs i que mai no s’especularia amb el solar del Cosme Toda. Li asseguro que va ser un míting que em va impressionar i li ho dic sense gens d’ironia.

En línies generals, jo no discuteixo la seva gestió al capdavant de l’Ajuntament. . Si sumem això al fet que fan uns mítings autènticament personalitzats no m’estranya que tinguin majoria absoluta. Una altra cosa és que no m’entri al cap que gent que s’autoanomena progressista estigui en contra de l’autodeterminació del seu poble, però això són figues d’un altre paner, perquè aquí parlem de la seva gestió a L’Hospitalet.

Crec que vostès s’equivocarien si pensessin que, com que tenen majoria absoluta, ho fan tot bé. Que no els hi cal millorar en cap sentit. I que no tenen per què escoltar la ciutadania. Li posaré un exemple del dia del míting. Li volia plantejar un problema urbanístic a un dels seus regidors i, molt amablement, em va dir que em trucaria passades les eleccions. Com que passades les eleccions no em trucava, vaig trucar jo a l’Ajuntament i la secretària em va dir que prenia nota i que ja em trucaria. Aquest senyor -que potser resulta que fins i tot és un bon regidor- no ha trobat encara el moment per trucar-me. Aquesta pràctica me l’he trobat diverses vegades amb diversos regidors del seu equip: fan veure que t’escolten i que s’interessen per allò que els hi expliques però a l’hora de la veritat envien el problema que els hi has explicat a les escombraries del seu ordinador o del seu mòbil. Sembla que el missatge sigui: per què ens hem de preocupar amb vostè ciutadà-formiga si ja hem guanyat les eleccions?

Un tema que jo considero important i que jo he traslladat, en la meva condició de Conseller Municipal del Districte del Centre, a un responsable municipal, és la situació ruïnosa i perillosíssima en què es troba l’Edifici del Molí, just a tocar de la Biblioteca Tecla Sala i on, entre altres institucions, hi ha el Centre d’Estudis de L’Hospitalet. Permeti’m que li faci la pregunta d’una manera directa: no li cau la cara de vergonya en pensar-hi? No li tremola la consciència en pensar que en qualsevol moment hi pot haver un accident greu? Si hi fos, no se’n sentiria responsable? Sé que va anar a demanar diners als seus companys de Madrid i que potser li van prometre que sí, però l’Edifici està com està i, per tant, suposo que els diners no han arribat.

Miri, jo sé que el seu càrrec és complex -i ara que, a més és presidenta de la Diputació encara més- i també sé que l’Ajuntament ha de fer front a moltes despeses i que el pressupost és limitat. Però vostè i jo sabem que si aquest edifici, en comptes de ser de titularitat pública fos de titularitat privada, l’Ajuntament ja s’hauria mogut i hauria obligat el seu propietari a fer les obres pertinents per tal d’arreglar-lo. I això no és inadmissible. No pot ser que aprofitin la seva posició privilegiada per posar en risc la integritat física dels ciutadans ometent els seus deures. Senyora alcaldessa, no miri cap a una altra banda i solucioni el problema: tots plegats podríem prendre mal!

Nadie contesta

1 de octubre, 2020

Están deprimidos y he de decir que hace muchísimo que no los veía así. Son mis colegas de FIC que acaban de resucitar este medio antiguo en el que me leeis y en lugar de estar animados, positivos, exultantes, los veo alicaídos, menguados, cochambrosos… Cuando me lo anunciaron les reñí como tan solo yo sé hacerlo: no sabéis donde os metéis pero yo me meto con vosotros, que coño, que sois la única resistencia en esta marabunta de rajados, resignados y desleidos en que se ha convertido la ciudadanía, y si no nos apuntamos nosotros que lo tenemos todo hecho, todo deshecho y todo por hacer al mismo tiempo, quien caramba se va a apuntar.

De eso vienen esas caras largas y esos ánimos de arrastrados vivientes, de que no se apunta ni dios, de que o la gente trabaja un huevo o se pasa el puto día viendo series y más series. Apuesto por lo segundo, claro, que antes se decía que nos adormilaban con el futbol, con una sola Liga, pero lo de ahora es mucho más tremendo con infinitas plataformas y centenares de series y centenares de canales y centenares de producciones y centenares de pasivos viendo a todos esos centenares de narcotizantes con la boca abierta para ir tragando…

Y me explicaban: hemos enviado estos días invitaciones personales a 25 personas con nombres y apellidos invitándolas a escribir artículos de opinión en este digital, para decir lo que quieran, cuando quieran y como quieran, y de esos 25 sólo nos han contestado cinco, cuatro para no aceptar. Ojo, entre esos 25 había 6 periodistas y otros 6 hombres de letras además de otra docena de gente activa en algunas entidades importantes de la ciudad. Veinte no se han dignado ni siquiera en agradecer el detalle, algo que ya viene siendo habitual en este mundo donde el que más o el que menos viene recibiendo un centenar de correos electrónicos al día, de los cuales el 90% van directamente a la papelera. El problema es que todo va a la papelera porque no se discrimina y los chicos de FIC se pensaban que se dirigían a gente que suele y sabe discriminar. Pues ya veis que no, inocentes. Es la prueba de que os habéis equivocado de personas. Gente que no contesta a los e-mails y mucho menos a los e-mails personales, es gente de la que no te puedes fiar, joder, que os lo tengo dicho.

Hace tiempo, se quejaban, enviamos correos al jefe de prensa del ayuntamiento, un tal Casinos, para que contestará no sé que y claro, no hubo respuesta. La semana pasada enviaron un correo invitando al primer teniente de alcalde para que participara en el debate del 29 de noviembre y claro, no hubo respuesta. Uno de los redactores de L’estaca intentó hablar con alguien de la oposición municipal para que les pasara una información que se planteó en el pleno del 23 de septiembre y, una semana más tarde, no ha habido respuesta.

Han puesto avisos pidiendo jóvenes colaboradores para escribir en l’estaca y, claro, no ha habido respuesta. Han puesto anuncios reclamando colaboradores para gestiones publicitarias y claro, no ha habido respuesta. Me dicen: es que no existimos. Es que hoy, si no estamos activos en una cosa que llaman tuiter, feisbuc o instagram no existimos para nadie. Son unos inventos para poner fotos, hacer chascarrillos o depositar dosis pequeñas de mala leche que, repetidos infinitamente por miles de fotografos aficionados, humoristas entusiastas y delincuentes potenciales, convierten esos instrumentos en metralla intelectual para perder el poco tiempo que tenemos. Me juego un duro, les respondo, que esos 20 que no han contestado a la invitación personal, el jefe de prensa, el primer teniente de alcalde o el opositor municipal que han hecho mutis por el foro, sí que han tenido tiempo para echar bilis en las redes, reirse de los flojos o pegar instantáneas innecesarios en eso que todo el mundo sigue, ve y comenta. Pues claro, vivimos en una hiperrealidad donde los viejos se inactivan para morirse de aburrimiento y los jóvenes se aburren para morirse de inactividad.

Me hacen gracia esos ágrafos conspiranóicos que hablan de los chips aletargadores que nos van a inocular con la vacuna del Covid. Ven lo difícil y no ven lo cotidiano: que nos tienen aletargados porque les han robado los sueños a los jóvenes para construir un futuro mejor y la esperanza a los viejos porque los jóvenes ya no sueñan. Todo está en crisis: las instituciones, la política, incluso las ideologías y hasta la lucha de clases. Pero el mundo sigue girando y pese a que parece que se mueve todo el mundo está donde estaba pese a las apariencias: unos arriba y otros abajo, unos decidiendo y otros siendo decididos, unos mandando y otros obedeciendo aunque sea sin querer, unos viviendo muy bien y otros viviendo muy mal. Pero nadie, o casi nadie está luchando para cambiar esto. Eructando en las redes sí, pero combatiendo, protestando efectivamente, organizando, activando, haciendo, bastantes pocos.

Uy me digo, para, para, Candelas que estos chavales de FIC te están contagiando el decaimiento. Horror. Los que estamos en decadencia ya no podemos decaer. Estamos curados de negatividad. Por eso nos embarcamos en naves catastróficas que señalan el único rumbo posible. Hacia los arrecifes, con el ánimo levantado y enarbolando la única bandera que vale la pena: la del futuro.

Por eso vale la pena contestar las cartas. Porque alguien se imaginó que estábamos vivos y habría que confirmarles que no se engañaron.

Juguetes rotos

El barrio de El Gornal en l’Hospitalet

29 de septiembre, 2020

Mi barrio es un barrio de amplias avenidas. Un barrio donde sales a la calle y puedes respirar sin mascarilla un cincuenta por ciento del tiempo, o con mascarilla en las tiendas, salvo en el ascensor cuando te tropiezas con la descerebrada del segundo y se enfrenta contigo porque tiene que meterse sí o sí aunque no se cumpla la distancia de seguridad, y la tienes que dejar fuera o salir tú porque te amenaza con denunciarte por violencia.

El Gornal nunca ha sido un barrio fácil. Pero es un barrio con sus enormes metros entre acera y acera, la labor social de mucha gente implicada y, aún con todos sus problemas, es un barrio diáfano, en el que hijos, padres, madres y abuelos campan con cierta alegría por sus espacios en estos tiempos de mascarillas, distancias e higienes. Siempre están los irresponsables, pero son menos peligrosos que en otros lugares.

Otra cosa es de puertas adentro. ¿De qué medios disponen muchas familias? Una gran cantidad van justas. Van justas de medios y de formación. Sus problemas son otros, no las redes, ni Internet, ni la cultura, ni la lectura. Sus problemas son de subsistencia. De puertas adentro estamos creando una infancia de juguetes rotos, de niños sin futuro.

Anoche estuve escuchando una bronca de muchos miembros de dos familias hasta las dos de la madrugada, sin distancias ni mascarillas, tres horas de gritos en la calle. El barrio del Gornal es quizás un problema menor mirando el plano de la ciudad.

La Florida, la Torrassa, el norte, calles estrechas, pisos compartidos por habitaciones. Se está creando una cicatriz social, pero no es el COVID.

El COVID es la lupa. Es un puñetero virus que se nos ha colado en casa, nos está matando y nos está restregando por la cara todo aquello que hemos abandonado y hemos renunciado a conservar desde la crisis del 2008 o antes.

No sé si es dejadez o estrategia, pero la Sanidad pública, llamémosla solidaria, ha sido la que a lo largo de la historia, nos ha ido sacando de pozos inmundos. La Educación pública, o solidaria, la que nos ha traído hasta aquí.

Por eso me preocupa la educación.

Conseguimos un ascensor social, con una educación pública, y poder aprovechar las capacidades de toda la población. Se creó una red universal. El espíritu crítico se hizo transversal. Lo he vivido en la universidad en la década de los  70 y 80 del pasado siglo. Todo eso hoy lo están tirando a la basura.

El virus es el virus. El resto se hace con dinero y no queremos caridad, queremos impuestos.

La educación no suele tener buen predicamento entre la clase dirigente, la sanidad tampoco. Sin educación es fácil adoctrinar. Llevamos miles de años en los que salvo pequeñas islas excepcionales, el sometimiento de la población se ha apoyado en la falta de formación.

Si no reaccionamos, dejaremos generaciones de juguetes rotos. Y a las malas los juguetes rotos no son simpáticos. Y Tienen sus razones.

Guillermo Martín Urquizu

GUILLERMO MARTÍN

Nací en Cáceres. Era 1958. Volví a Barcelona a los pocos meses. Dibujo y pinto desde los siete años. Dejé de escribir a los quince años gracias a un pésimo tutor que quiso apartarme de la biología. Aterricé en L’Hospitalet de Llobregat en 1983, después de conocer a una mujer que más tarde ha tenido el detalle de aguantarme hasta la fecha. Tras dejar la investigación, trabajé como técnico comercial en empresas del sector sanitario. Harto de la presión irracional por las cifras de ventas, cambié de sector. En 2011, la crisis me arrastró y he acabado trabajando, a ratos, para el ayuntamiento, recuperando mi vocación: la escritura, la pintura y  la ornitología.

Tres putas cosas

Fotografía de una probeta señalando un resultado de Covid-19 positivo

Puede que el título no sea correcto, pero es el que me sale. Sí, ya sé que soy dado al exabrupto y la blasfemia, lo mejor de nuestro idioma. Pero es que en esta pandemia, mientras la ciencia nos trae otras soluciones, solo son tres putas cosas: mascarilla, higiene y distancia de un par de metros. ¡Coño, sólo eso! Es probable que el problema lo tengamos nosotros, como especie. No sabemos comprender el problema. Tampoco parece que sepamos comprender el mundo ni el universo. Si no podemos gestionar tres elementos: mascarilla, higiene y distancia, ¿qué sabremos del cambio climático, de la evolución de las especies, del universo donde vivimos? Nada. No sabemos nada. Si no somos capaces de entender tres putas cosas en esta pandemia, no podremos comprender  el futuro de la Tierra ni a dónde vamos. Y, es verdad, a ese señor que en una calle estrecha va a su bola fumando y escupiendo sin mascarilla cuando se cruza contigo, no le dices nada. No te apetece que un gilipollas te agreda.

Guillermo Martín Urquizu

GUILLERMO MARTÍN

Nací en Cáceres. Era 1958. Volví a Barcelona a los pocos meses. Dibujo y pinto desde los siete años. Dejé de escribir a los quince años gracias a un pésimo tutor que quiso apartarme de la biología. Aterricé en L’Hospitalet de Llobregat en 1983, después de conocer a una mujer que más tarde ha tenido el detalle de aguantarme hasta la fecha. Tras dejar la investigación, trabajé como técnico comercial en empresas del sector sanitario. Harto de la presión irracional por las cifras de ventas, cambié de sector. En 2011, la crisis me arrastró y he acabado trabajando, a ratos, para el ayuntamiento, recuperando mi vocación: la escritura, la pintura y la ornitología.

Y ahora, encima, pedalable

Hospitalet está en el mismo centro de lo que ha venido en llamarse, con más bien poca originalidad, la segunda ola de la pandemia de coronavirus. Desde el inicio de este horror, más de 8.600 conciudadanos se han contagiado, y de los siete centros de atención primaria catalanes que más casos detectan, cinco son de mi querida ciudad. Esto no puede sorprender a nadie, pues en la ciudad con mayor densidad de población de Europa, superior a los veinte mil habitantes por kilómetro cuadrado, si hay algo realmente difícil es, obviamente, mantener las distancias…

La epidemia, pese al alud de pseudoinformación que sufrimos a través de los medios de comunicación, en muchos sentidos sigue siendo un misterio, la respuesta científica ha sido, de entrada, medieval: encerrarnos en casa, lo que ha demostrado una vez más que la todopoderosa ciencia, ese dios al que presuntamente todos debemos adorar sumisamente, no es ni tan poderosa ni tan omnisciente… Pero claro, si la respuesta de la ciencia ha sido lenta y confusa, la de nuestros “insignes” políticos, como suele ser habitual, ha ido mucho más allá de lo que cualquier mente medianamente sensata podía esperar. Así durante los meses que han pasado desde marzo hasta aquí, nuestros políticos nos han dicho que no habría más allá de algún contagio aislado, que lo de la mascarilla era absurdo y egoísta, que puedo correr sin mascarilla por la calle, pero no andar, que he de mantenerme siempre a 2 metros de todo el mundo salvo en el metro, el avión y en el ave, en cuyo caso sí puedo apretujarme sin problemas, porque al parecer en esos espacios el Espíritu Santo ejerce una protección especial sobre los seres humanos que hace innecesaria toda prevención. Pero eso sí, solo en el interior de los artefactos, pues la última vez que tomé un avión, hace unas dos semanas, los auxiliares de vuelo, sabedores de las limitaciones divinas, me obligaron a mantener las distancias en toda la cola de embarque, para ser enlatado después, cual sardina de Santoña, en el interior del repleto avión…

Pero queridos ciudadanos, no nos preocupemos, porque nuestro queridísimo gobierno municipal no es como el resto de políticos y ha dado con la tecla que resolverá de una vez el problema de las distancias en esta pequeña Calcuta, feliz expresión acuñada por el periodista y amigo Jesús Vila, en que nos ha tocado vivir: la nueva red básica pedalable (no sé si esta última palabra existe en realidad…). Magnífica idea que nos sitúa en primero línea de lo “moderno” y lo “fashion,” ¡claro que sí! Que la medida sea mínimamente eficaz o un absurdo total da absolutamente igual, lo importante es el postureo, aquí lo significativo es que Hospitalet sea “pedalable” (menudo horror de palabra), que podamos pintar minicarriles imposibles con alegres colores, eso es lo importante.

A estas alturas, espero que la mayoría de ustedes, queridos lectores, me estén calificando de reaccionario, es a lo que aspiro, pues nunca como ahora uno puede sentirse tan orgulloso de declararse antimoderno.    

Para los “modernos” dejo el diseño del Hospitalet “pedalable” (pero, ¿no les da risa la expresión?), porque por supuesto, en una ciudad en la que si todos sus ciudadanos decidimos salir a la calle en el mismo momento, literalmente no cabemos, efectivamente lo que se hace imprescindible son más carriles bici… Pues total, pese a que actualmente es ya prácticamente imposible circular por nuestra colapsada ciudad, por sus estrechas calles donde la gente vive hacinada y resulta absolutamente imposible aparcar, en Hospitalet se sigue construyendo de forma desenfrenada con la aquiescencia y el beneplácito de nuestro ayuntamiento, y cada palmo de tierra que queda libre se convierte, en pocos meses, no en un parque, sino en un nuevo edificio.

Así que, ¿por qué no? Añadamos a ese caos más ciclistas incívicos que con sus bicis de quince kilos impulsadas por la fuerza motriz de dos piernas se mezclarán alegremente con coches de más de una tonelada de peso y ciento cuarenta caballos de potencia, ¿qué puede salir mal?

Sí, ya sé que es reaccionario y poco moderno decir que con ridículos carriles bici no se lucha contra el coronavirus, que lo que deberían haber hecho todos los alcaldes democráticos de Hospitalet es oxigenar la ciudad, frenar la construcción y diseñar parques y zonas verdes, pues eso sí que estaría contribuyendo ahora, de forma efectiva, a la lucha contra el coronavirus. Pero yo solo soy un antimoderno que cree que Hospitalet no es Holanda, sino una ciudad mediterránea, ¡qué sabré yo comparado con los modernos!

Antonio Fornés

Antonio Fornés

Doctor en Filosofía y licenciado en Humanidades por la Universidad Ramon Llull de Barcelona. También se diplomó en Ciencias Religiosas y completó tres másters, entre ellos el de Edición de la Universidad Pompeu Fabra. Es autor del libro Viaje a la sabiduría, Reiníciate, Creo y Las preguntas son respuestas, Es colaborador de Radio Nacional de España y de distintos medios escritos.

Això ja no hi ha qui ho pari?

El projecte del PDU-Gran Via Llobregat

15 de septiembre 2020

El passat 3 de juliol, enmig de la voràgine del COVID i en ple període vacacional, el Departament de Territori i Sostenibilitat (SIC) de la Generalitat de Catalunya, per demostrar que el món no s’atura malgrat la pandèmia, va aprovar un dels plans més controvertits de l’àrea metropolitana: la perllongació del soterrament de la Gran Via fins al riu Llobregat que suposa la urbanització del darrer espai lliure de l’Hospitalet, el 8% del terme municipal, encara a dia d’avui —en la ciutat més saturada d’Europa— verge de ciment.

La notícia de l’aprovació s’ha venut com una operació per completar l’entrada a Barcelona per la Gran Via, articulant alhora la zona de l’Hospitalet que voreja el riu on, als anys 70, es van construir dos macro hospitals, el Duran y Reynalds i el de Bellvitge i que contempla l’únic espai encara agrícola, un infernal nus de comunicacions i sol per edificar al menys una dotzena llarga de gratacels i blocs diversos, en el que alguns s’han aventurat a qualificar com el nou Manhattan. Les obres costaran 115 milions d’euros i els hospitalencs diuen que guanyaran un gran parc on ara hi ha camps de carxofes i la possibilitat d’anar del Duran i Reynals a l’Hospital de Bellvitge a peu.

L’entrada a Barcelona per aquest punt resultarà encara més luxosa i acurada del que ara és. El districte financer de l’Hospitalet podrà ampliar-se amb nous gratacels i edficis singulars dedicats a hotels o a residències d’estudiants i si hi ha sort a alguna activitat universitària o biomèdica i l’Ajuntament podrà posar un cartell un cop passat el riu, que avisi al viatger que travessa un terme municipal que probablement no visitarà mai.

El mateix que va passar amb la Fira de Barcelona, que ha suposat una descàrrega d’infraestructures del recinte de Montjuic, al servei —exclusivament— dels que exposen a la Fira i visiten les instal·lacions.

Se suposa que el consistori d’un municipi té un únic doble objectiu: gestionar els recursos en benefici de la ciutadania i convertir l’espai públic en un lloc on els ciutadans puguin desenvolupar les seves necessitats i aconseguir els millors nivells de qualitat de vida. Qualsevol acció municipal tindria que tenir aquestes pretensions i no pas cap altra. En una ciutat malmesa per la història i les circumstàncies com és l’Hospitalet, qualsevol actuació sobre l’espai públic hauria de respondre a una estratègida de futur que passés per millorar les infraestructures, les dotacions i els serveis, en especial aquells que tenen a veure amb la qualitat ambiental i la satisfacció de les necessitats immediates.

Ja fa molts anys, però, que el consistori hospitalenc, sota el mandat de Corbacho i ara de Marín, ha dirigit les seves prioritats a somniar que l’Hospitalet és una gran ciutat que necessita allò que les grans ciutats tenen: espais econòmics de relleu i ara pols d’atracció extemporanis, com si es tractés d’una ciutat ben dibuixada, equilibrada interiorment i amb els recursos urbanístics intactes. És a dir, una ciutat, sense dèficits, amb els serveis i equipaments necessaris per la seva població, incloses les zones verdes imprescindibles per convertir la ciutat en un espai saludable i no pas en un rusc inhabitable, que és el que és, especialment de la via del tren que travessa el terme cap el nord.

Corbacho tenia un somni, que s’assemblava bastant al somni de Matias de España amb 30 anys entre mig: ser alcalde d’una ciutat potent. España volia una ciutat potent pel seu pes demogràfic i Corbacho una ciutat potent per la seva aparença econòmica. España va permetre l’especulació desorbitada i Corbacho va dissenyar el seu somni sobre un territori encara per fer. A tots dos se’ls recordarà per una megalomania inadecuada que lluny de beneficiar la ciutat, l’ha acabat de condemnar. Tots dos van ser uns alcaldes fallits però al menys Corbacho defensava alguna cosa semblant a una estratègia de ciutat: construir una meitat nova, sobre la inevitable base d’abandonar la meitat vella.

Núria Marín viu acomplexada per la manca d’estratègia. Com que no la té, ha deixat que els que sí la tenen vagin fent, a base de vendre teories de futur sense substància. A canvi, acabarà el seu mandat amb milers de noves famílies en llars edificades on fa quatre dies hi havia magatzems logístics en desús i fàbriques històriques que ella ha ajudat a requalificar, deixant pels seus successors la dramàtica evidència de la manca absoluta d’espais on instal·lar els equipaments i els serveis que necessitaran els nous veïns.

¿Per què ho fa? La veritat és que és una incògnita, perquè resulta excessiu imaginar que els seus somnis com alcaldessa només passen per acompanyar autoritats en les inauguracions firals o vendre fum sobre estratègies de futur sense fonament concret, com las que es deixen veure rere l’operació del biopol mèdic i les instal·lacions universitàries vora els hospitals públics. Més clares estan les intencions dels que dibuixen edificis sobre la cartografia municipal: beneficiar els promotors, els propietaris del sol, els traficants immobiliaris. De passada, entre llicències de construció i IBI’s, l’Ajuntament disposa de recursos inacabables per fer bullir l’olla (ara es gastaran uns quants milers d’euros de recursos nostres per arranjar una sala de plens que només fa 40 anys es va construir nova i s’ha remodelat diverses vegades).

D’aquí a un any començaran les obres de la nova Gran Via —ni l’Àrea Metropolitana de la Colau, ni la Generalitat de Torra han posat cap resistència a l’impopular projecte (de la qual cosa ens recordarem alguns hospitalencs)— i no acabo de veure a quin col·lectiu local beneficiarà el sotrac. Beneficiarà, segur, als propietaris d’una part del sol que inclou el projecte —Joan Laporta entre ells—, a uns quants promotores hotelers, qui sap si a algun concessionari d’automòbils i potser algun laboratori farmaceútic, a les multinacionals dels serveis geriàtrics i dels apartaments residencials per estudiants i a tots aquells que van en cotxe cap a Barcelona. També a l’alcaldessa, que ensenyarà les obres a qualsevol VIP que les vulgui veure des de la terrassa de l’Hesperia i segur, segur, a uns quants despatxos d’advocats, d’arquitectes i de constructors que no saben on s’aixeca L’Acollidora ni tenen cap interès per saber-ho.

Això ja no hi ha qui ho pari, com no siguin els veïns que ja han avançat que les màquines trepitjaran els seus carrers i no seran benvingudes…

Mucha retórica

Una instantánea de la presentación del Pacte de Ciutat

15 de septiembre 2020

Mentiría si os dijera que no me hace ilusión escribir por primera vez bajo esta cabecera que me trae añejos recuerdos. Me han explicado los líos internos que han llevado hasta aquí y les he dicho a algunos de los protagonistas que no tienen cura y eso que ya tienen una edad. Siguen embarcándose en proyectos con las velas arriadas y la caña partida y así no hay quien surque mares, como mucho pantanos. Empantanarse es lo que les va y llevan así toda la vida, así que lo que ahora se abre sitio a estacazos no sé yo el futuro que dibuja.

Pero me es igual. Les he dicho que cuenten conmigo porque la estaca tiene reminiscencias antiguas de cuando las cosas se solventaban con gestos y no solo con buenas palabras, con pacíficas aunque ruidosas concentraciones multitudinarias y no con cartas y firmas.  Y me he puesto a pensar qué debía decir en este primer encuentro con los nuevos lectores y he echado mano de lo que me han explicado algunos activos miembros de entidades diversas que llevan una temporada viéndose por televisión para contribuir a una cosa que las autoridades han llamado Pacte de Ciutat.

Me hablan de pacto de ciudad y no quepo en mí. Si hay que pactar es que hay trifulca, controversia, ladina oposición, cabreos en el sótano… pero no. El ayuntamiento ha llamado a un pacto de ciudad para reconstruir la ciudad después del coronavirus con la intención de consensuar un montón de medidas que ayuden a la nueva normalidad.

Jolín, me digo. Hemos de ir por partes. Reconstruir la ciudad. O sea que la ciudad necesita reconstruirse, ergo está bastante jodida. Después del coronovarius: o sea, no se sabe para cuando, porque esto del coronavirus acaba de empezar. Consensuar medidas. De manera que hay que poner de acuerdo a los proponientes y a los ejecutantes, por lo menos. Es decir, a la ciudadanía y a los munícipes. Y nueva normalidad. O sea vieja normalidad, una normalidad que sigue situando encima a unos cuantos y debajo al resto. Incluso aquí, en esta ciudad.

Me leí detenidamente el documento base y no hay nada que decir. Es magnífico. Llenísimo de bellos propósitos con esa retórica absurda que a la hora de la verdad sirve para… nada. Y me leí algunas de los centenares de propuestas que han enviado con la tradicional buena fe de las entidades, los activistas relajados que las representan. Y pregunté. Y me dijeron que una cosa son las propuestas y que otra cosa bien distinta son las medidas que se adoptarán puesto que son los técnicos municipales —ergo los políticos que les mandan— quienes van a decidir qué propuestas se aceptan y qué propuestas se deniegan. No porque sean propuestas sicalípticas sino porque son propuestas delicadas, complejas, delirantes, exageradas, inaceptables, inasumibles, irrealizables en suma. Propuestas que no tocan, como decía el mago del tres per cent.

¿Y las que sí tocan? Esas se harán casi todas. Casi todas las que se puedan. Casi todas las que se puedan vender. Casi todas las que se puedan vender a las multitudes. Casi todas las que se puedan vender a las multitudes que nos quieran votar. Para ello habrá un calendario con el que comprometerse ante la ciudadanía. Para ver como va la cosa. Para ver si las medidas se aplican y para ver por qué no se aplican cuando estaba previsto que se aplicaran. En noviembre será la primera cita revisionista y el pacto de ciudad durará hasta las próximas elecciones porque hay que mantener bien enhiestos los propósitos.

Que no pase como con el Consell de Ciutat y la promesa de participación activa que el reglamento municipal prometía. Que como pasa lo que pasa, no se acaba de reunir y no se participa. Tampoco es que se participe mucho en el Consell de Ciutat o en las Mesas Sectoriales previstas para escuchar al personal y poco más, porque, por lo que me han dicho los que asisten, en esos organismos se habla algo pero sobre todo se escucha mucho a los que suelen hablar que siempre son los que convocan, los que organizan y los que deciden.

Y pese a todo, las entidades insisten en que se debe convocar el Consell de Ciutat y las Mesas Sectoriales y mantenerlas en activo aunque se acabe el mandato reglamentario de los cuatro años porque entre que se toman posesiones, se nombran las mesas y las comisiones con sus representantes y se convocan, suelen pasar un montón de meses.

En fin, mucha retórica es lo que hay. Y mucha rimbombancia y mucho palabrerío. Para contribuir a que no decaiga, aquí esta el Candelas para lo que se tercie. Contad conmigo hospitalenses que en esta pluma hay cuerda para rato.