Existen muchas calles en la ciudad que nadie se puede imaginar qué significan y puede que en la vida le des ningún tipo de importancia aunque vivas en una de ellas. Quizás el objetivo de los autores de este apartado de l’Estrella sea precisamente ese. Descubrir la importancia del nombre de esa calle en la que estamos cada día y cuyo nombre tiene una relevancia especial. Este podría ser el caso de la calle Ingeniero Moncunill (Enginyer Moncunill)
El enginyer Rossend Moncunill fue concejal, médico e ingeniero municipal. Formó parte en 1926 del jurado que aprobó las bases del concurso (ganado por Ramón Puig i Gairalt) para la confección del Plan del Ensanche y Saneamiento Interior de L’Hospitalet.
La calle Enginyer Moncunill transcurre entre la Avenida Masnou y la calle Torrent Gornal dentro del distrito de La Florida.
La calle Enginyer Moncunill tuvo a lo largo de su trazado diferentes equipamientos que le dieron vida, como fue el mercado municipal, inaugurado en 1959. Dos décadas más tarde, en 1976, se puso en marcha el Instituto de Formación Profesional Pedraforca, junto a la plaza de la Redentora, nombre de una antigua bóvila que se ubicaba en ese punto exacto.
La Redentora era una de las bóvilas (fábrica de ladrillos y cerámicas) más importantes de l’Hospitalet, de las muchas que existían en la ciudad. Como la mayoría, era una cooperativa, autogestionada por los propios trabajadores. Se inauguró en 1899 y tras una primera ubicación en la carretera, a la altura de Collblanc, en 1902 se construyó otra al lado y en 1918 consiguió el permiso para construir un horno donde se encuentra actualmente el Centro de Formación Profesional Pedraforca.
La cooperativa fue un centro clandestino de anarquistas durante el trienio bolchevique (1918-1920) y durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), según algunos testimonios .
En los tiempos de la II República, la cooperativa más importante del sector seguiría siendo “La Redentora” con sede social en la carretera de Sants, en el número 170. Las últimas noticias de este centro llegan hasta 1947.
En la calle Enginyer Moncunill, y sobre los años 70, se ubicó el Centro Social de La Florida, cuna de diversos dirigentes políticos y vecinales, motor del movimiento social del barrio y uno de los principales núcleos de cultura popular de la ciudad. Primero estuvo en el número 96, hasta 1977, y después se cambió al número 62.
El Centro Social de La Florida se creó en 1965 y combinó la lucha social y cultural en un medio urbano de condiciones precarias y con notables problemas de enraizamiento. Asumió funciones que las instituciones de la época no eran capaces de ofrecer: desde la actividad cultural y lúdica hasta la pura asistencia social, y todo ello con un trasfondo claro de oposición al régimen.
Conferencias, cine-fórum, teatro, excursiones, cursillos de catalán y escuela nocturna, se simultaneaban con encuentros ilegales de la incipiente oposición política y sindical. Esta entidad fue el contrapunto al concepto oficial de Centro Social, representado entonces por el Centro Médico Social de Campoamor, en la calle de este nombre cerca de Bellvitge, promovido por el entonces alcalde España Muntadas.
Desde el Centro Social de la Florida se impulsaron muchas de las grandes reivindicaciones vecinales. Será, durante los años más duros de la ausencia de democracia, cuando actuó en sustitución de la asociación de vecinos, al tiempo que se convirtió en una escuela de formación de mujeres y hombres, futuros dirigentes de la ciudad.
Los primeros indicios de la calle Enginyer Moncunill se dieron en el año 1945, en el expediente de urbanización de unos terrenos propiedad de Josefa Font. En la guía de 1948 ya aparece el trazado de la calle aunque originariamente, parece que solo llegaba hasta la avenida Miraflores.
Años más tarde, se prolongó hasta la avenida Manou, allá por los años 50. Esta calle se convirtió en una de las tres que cruzan el barrio entero. Las otras dos fueron las calles Pedraforca y de La Florida.
En 1988, con la catalanización de los nombres de las calles, pasó de llamarse Ingeniero Moncunill a Enginyer Moncunill.
Por Lluís Berbel y Jesús A. Vila