Carlos Galve Farré (activista i peixater)
Es una obra de arte. Cuantas más veces visualizo está película, más me estremece. Antoni Benaiges, el maestro, es el paradigma y la explicación de por qué merece la pena, a pesar de todo, creer en los humanos como animales evolucionados.
Han pasado cerca de noventa años y de nuevo, no solo en nuestro país si no en la Europa civilizada, la occidental, la que disfruta del estado del bienestar, vuelve como una ola, la sinrazón, el miedo y la barbarie. Simplificando, da la impresión que en España vuelve el ciclo del dominio mayoritario, aunque sea por poca diferencia electoral, del fascismo anti social que considera el salvase quien pueda como escarmiento a los débiles y destaca las miserias y las debilidades humanas más primarias.
Occidente indiscutiblemente, en aspectos generales, ha evolucionado. La esclavitud tiene una característica más sofisticada. Los humanos creemos que somos dueños de nuestras decisiones y el concepto de libertad aparece esencialmente en la fantasía de creer que dominamos más nuestras decisiones y nuestros consumos.
Seguramente habrá tantas descripciones del concepto libertad como individuos dispuestos a opinar.
Las escenas en la película, del cura del pueblo cuestionando la ausencia del crucifijo en la clase de los niños de Brañuelos, se repiten. La Conferencia Episcopal es aquel cura de nuestros días, que propone avanzar elecciones en la mitad de la legislatura sin ningún pudor y a cara descubierta. Vuelven a tener la autoridad que creíamos habían perdido. La iglesia en España es un signo de que el retroceso está servido.
Nunca había desaparecido, el fascismo estaba aletargado enmascarado en formaciones políticas de distintos rangos.
La bestia antidemocrática, el mal sueño de las dos Españas, renace. La ignorancia, el sinsentido y el culto a la incultura vuelven a tener fuerza en sectores de momento minoritarios. Hay jóvenes que desconocen, no solo la historia reciente de nuestro país, sino que rechazan el pensamiento, la cultura y la información, del presente. Se burlan de la democracia y niegan lo que un día mi padre me dijo: “nunca aprendí tanto como en la época de la Republica”. Esas palabras las vinculo a la pasión de Antoni Benaiges por hacer un mundo mejor en el lejano pueblo de Burgos. El título de la obra describe por si sola el mensaje: “El maestro que prometió el mar”, me recuerda otra obra para mí muy especial. La insoportable levedad del ser, de Milán Kundera. Los títulos de las obras, a veces describen perfectamente, no solo el contenido, sino también el objetivo, la intención de la obra.
La estupidez de los valores pequeño burgueses de la fase pre-nazi alemana planean de nuevo por la Europa Ilustrada. Molesta el diferente, se mezcla la crítica despótica hacia el inmigrante y vuelve el miedo como justificación para el estigma de la seguridad. La música alta, una barbacoa y un atraco, es lo mismo para gentes que hace no mucho tiempo llegaron de otros lugares para buscarse la vida.
La memoria es insoportablemente frágil. Los humanos repetimos los ciclos del caos para quizás avanzar unos milímetros.