CARLOS GALVE (activista i peixater)
“Solo el pueblo salva al pueblo”. Ese lema es precioso, es solidaridad, es esperanza, es humanidad y también se utiliza para la perversión. Las noches de insomnio me mantienen expectante y escucho la radio, como hacía mi abuelo y mi padre. Emiten que “solo el pueblo salva al pueblo”.
Emisoras claramente interesadas escupen opiniones. Suceden en el mismo instante que cientos o miles de seres aún no han recibido ni la más mínima ayuda. El drama humano tiene una dimensión dantesca; imagino, por lo que dicen y por las imágenes, que el colapso es absoluto.
En plena fase de trauma por el choque impactante de la catástrofe, aparecen desde los confortables despachos, emisoras o sillones la vieja lucha de la España de las Autonomías. Editoriales que satanizan al contrincante político. Nadie sabe cómo va a acabar este mal sueño hecho realidad y ya están jugando o bien a campañas electorales o bien a abrir paso al fascismo emergente que no para de acusar a la política de su inoperancia.
Doscientos catorce muertos y 1.900 desaparecidos son cifras escalofriantes. Ni les preocupa. La magnitud de la tragedia explica la insoportable levedad del ser. Dos títulos de novela que definen perfectamente lo que están viviendo en Valencia. No hay problema; en vez de ayudar a dar ideas de cómo minimizar el dolor de nuestros vecinos valencianos, repetimos los mismos argumentos de cuando la pandemia del COVID 19. Y tú más.
“Españolito que vienes al mundo te guarde dios una de las dos Españas ha de helarte el corazón”. Lejos de ofender. Opino que de nuevo aparece lo más hermoso del ser humano: la solidaridad de las miles de personas que están ayudando a sus vecinos afectados en esa insoportable fragilidad del ser.
También opino que se me hace insoportable la mezquindad de las opiniones desde la confortabilidad de no tener ni la más mínima responsabilidad para criticar a los responsables políticos. Y remarcó: de todos los signos, en un tiempo donde el caos es casi apocalíptico.
Nunca había oído tantos expertos en meteorología. Nunca habría imaginado que ante semejante desastre hubiera tanta gente también experta para saber qué hacer.
En 1962 hubo alrededor de 900 muertos, la mayoría de emigrantes andaluces que fueron arrastrados en las cuencas de la riera del Vallés. Recuerdo que me impactó porque mi escuela de Rubí quedó muy afectada, y recuerdo a Joaquín Soler Serrano desde Radio Barcelona llamando también a la solidaridad. Ese es mi recuerdo. Solo unos pocos escribieron sobre la barbaridad de dejar construir junto a las rieras. Después de ayudar.
Los tiempos han cambiado. 62 años parecen mucho, pero es un instante. La ciencia ha evolucionado, las voces de la democracia pueden hablar, pero la Naturaleza es inflexible y sorprende a todos de nuevo. Las opiniones son respetables, siempre y cuando no nos lleven a lo que pasaba hace 62 años en que nadie opinaba en voz alta.
La ciencia es positiva: ayuda a poder prever. Lo que no prevé la ciencia y nunca preverá es que los que accionan la previsión somos los humanos. De momento.