L’Hospitalet es una ciudad paradójica, supongo que otras también, pero hablo de la que vivo. L’Estaca publicó la semana pasada una noticia sobre un colegio, que además es instituto, el Pere Lliscart, donde se van a realizar unas obras para construir un edificio junto al existente para ubicar a unos alumnos que en la actualidad están en unos barracones.
La noticia en sí es rocambolesca porque se van a hacer las obras del nuevo edificio mientras se siguen dando clases en el centro existente que tiene casi 50 años de historia: muchas conmemoraciones tiene este año l’Hospitalet. Los padres ya han puesto el grito en el cielo, y con razón, de por qué se van a hacer unas obras, de las cuales se enteraron hace cuatro días, mientras que van a seguir funcionando las aulas en el otro centro.
Unas obras, por más que se quiera evitar según qué escenarios, que generan mucho polvo y ruidos. Hay muchos niños en esta escuela y algunos de ellos tienen algunas patologías que no son compatibles ni con el polvo ni con el ruido. ¿Las Administraciones no han considerado esta posibilidad? ¿No hay otra solución más que esta? Un posible traslado a otros centros, la realización de las obras en otro momento… esta situación está claro que no ha sido suficientemente estudiada. Pero quien al final han de pagar los platos rotos son los alumnos y los padres y también los profesores ya que han de trabajar en condiciones totalmente adversas a la tranquilidad que se necesita tanto para la impartición de clases como respecto de la atención del alumnado.
La comunidad educativa de l’Hospitalet ya denunció en su día la emergencia educativa en la ciudad: fundamentalmente faltan colegios y sitios donde construirlos, que afectan básicamente a algo tan esencial como las ratios en las aulas y la reducción de medios para impartir las clases.
Pero es curioso, que si uno se da una vuelta por la ciudad, se observa que la construcción no cesa. E incluso se proyectan grandes acumulaciones de edificios como los del Biopol de Gran Via donde se prevé la construcción de numerosos bloques y torres de 8 y 25 pisos.
Y ahora también, toda la pastilla de Can Rigalt que, con la excusa que va en esa sector el complejo del futuro Hospital Clínico, se quiere reorganizar la zona para, además de construir ese centro sanitario tan importante para toda Catalunya, levantar más de 1.000 viviendas en l’Hospitalet.
Y estas dos noticias, la primera y esta última, van relacionadas. ¿Por què? Pues sencillamente porque mientras el nuevo edificio del colegio Pere Lliscart se va a comer la mitad del patio existente, justamente 500 metros más allá existen terrenos, en los alrededores de Can Rigalt, donde se van a construir más de 1000 viviendas.
La prioridad de esta ciudad debería ser no construir más, sino adecuar los equipamientos (zonas verdes, colegios, centros sanitarios) a la población actual. Y eso no se está haciendo. Y un ejemplo es el de la escuela Pere Lliscart. Mientras se va a perder medio patio, 500 metros más allá hay terreno suficiente para construir 1.000 viviendas nuevas.
Todo es un sin sentido. Habría que darse cuenta del desorden que reina en l’Hospitalet desde hace mucho tiempo y que parece que nadie quiera verlo. Y, para acabarlo de rematar, la construcción del nuevo Hospital Clínico se va a comer el proyecto del nuevo Hospital General de l’Hospitalet tan necesario para la población norte de la ciudad. ¿Sabrá negociar el ayuntamiento y dar una salida para que en el futuro Hospital Clínico se habilite una zona para atender a la población de esos barrios y reformar el Hospital existente?
Preguntas que alguien debería responder.