Yo quiero ser inmortal

19 de enero, 2021

Sé que es complicado, pero mi objetivo es ser inmortal. Da igual la manera, con cuerpo físico o  solo una mente consciente, o bien una nube flotando entre galaxias que sea Yo. Da igual, quiero ser inmortal. ¿Por qué? Por cotilla. Unos lo llaman ego, otros, curiosidad. No. Es cotilleo puro. Quiero ser inmortal para saber cómo acaba todo esto. Como acaba el planeta y como acaba el universo.

Ya sabéis que no creo en dioses ni en diablos. Tenemos lo que tenemos y somos una anécdota en una singularidad. No hay nada antes del nacimiento ni después de la muerte, pero durante ese tránsito me gusta pensar que quizás mi Yo pueda ser inmortal y contemplar dónde va todo esto. Soy como la Eufemia de mi pueblo, un cotilla profesional, una vieja del visillo.

Guillermo Martín Urquizu

Mi responsabilidad ante lo que vemos

4 de enero, 2021

Terminó el 2020 pero no terminó el problema…

Hemos vivido un período intenso, novedoso, angustioso a nivel íntimo, familiar y a nivel general, como especie… acabamos una medida de nuestro tiempo, un año… pero no se acabó la pandemia.

En otras crisis de nuestra especie lo característico fue “el paso al acto” (liarnos a tiros y a cañonazos). En esta ocasión nos tuvimos que parar… quedarnos en nuestros refugios… las bombas no caían del cielo, las mortíferas balas no procedían de la trinchera enemiga… todo era fuego amigo… invisible, silencioso… te enterabas de su presencia cuando el virus ya llevaba varios días contigo… se había adueñado de partes de tu cuerpo para crecer…  

En el cielo había pájaros, el resto de animales paseaban despreocupados y exploraban  el territorio que ocupamos sin miramientos, las plantas florecieron como nunca, el aire estaba limpio para ellas y podían respirar mejor. Por el aire compartido con otros miembros de nuestra especie nos llegaba el mortífero enemigo… el covid-19.

Estamos viviendo una crisis importante, estamos en una gran encrucijada de la humanidad, pero ya que el covid nos ha parado… no nos paralicemos, no nos bloqueemos… pensemos… o vamos a seguir huyendo hacia adelante…

En mi opinión, merece la pena que pensemos…

El virus nos ataca con más violencia cuantos más años tenemos. Como sociedad admiramos la juventud y fantaseamos con ser eternamente jóvenes, y lo cierto es que envejecemos y como básicamente lo que hemos hecho con el progreso es poner años a la vida… nos recluimos, en el mejor de los casos. En la inmensa mayoría de ocasiones recluimos a la ancianidad en una especie de internados donde escondemos cómo se deterioran los cuerpos… también los nuestros. 

Antes de llegar ahí ¿no deberíamos poder pensar si queremos vivir esa experiencia en esas condiciones…? Nos llenamos la boca de palabras huecas, proyectando nuestra responsabilidad individual en la sociedad, en los políticos, etc…

Como si no fuese responsabilidad de cada uno de nosotros lo que pasa en la sociedad de la que formamos parte… Pertenecer a un grupo no nos resta ni un ápice de responsabilidad individual. Los gobiernos locales, autonómicos, nacionales… están formados por personas que representan a distintos grupos sociales… Nos quejamos del guirigay que hay entre los parlamentarios, como si la realidad no fuese un fiel reflejo de mi, de nosotros, de ti, de vosotros, de él, de ellos. Dejemos de hacer ruido, y ahora que el covid nos ha parado, aprovechemos para pensar.

¿Qué vamos a hacer frente a los retos que tenemos como sociedad, como humanidad?

¿Qué hacemos con nuestras basuras?

¿Cómo nos vamos a enfrentar al cambio climático?

¿Cómo le haremos frente a esta pandemia y a las que están por venir?

¿Cómo nos enfrentamos a nuestra ancianidad?

Insisto y concluyo. Lo que quiero decir con mi insistencia de que PENSEMOS, es que por una vez no salgamos despavoridos corriendo hacia nuestros repetidos errores. Pensemos en primera persona del singular. Qué es lo que yo debo hacer. Y tomar decisiones desde mi espacio de responsabilidad individual para cambiar mi forma de relación con mi entorno natural. El planeta, los recursos naturales, son el espacio vital de mi especie y el de otras muchas. ¿Qué tengo que hacer para poder convivir respetando las necesidades de todos…?

Estoy obligada, estamos obligados a posicionarnos sobre qué hacemos y cómo utilizamos los recursos naturales.

Qué hago, qué hacemos para revertir el cambio climático. 

Dónde sitúo, dónde situamos la declaración de derechos humanos en mis relaciones con el resto de seres humanos.

Cómo me organizo, cómo nos organizamos.

Quién me representa, quién nos representa.

Asumo la responsabilidad social de los actos sociales de quien me representa y en consecuencia asumo que están ahí, en el consistorio, en el Parlamento, en el gobierno porque yo, tó, él, nosotros, vosotros y ellos los pusimos. Y si nos abruman, nos avergüenzan… es responsabilidad mía, de mi grupo íntimo, de mi comunidad… mantenerlos o cambiarlos.

Pensemos, tomemos decisiones y hagámonos responsables de las consecuencias que derivan de ellas. No son solo los otros los que se equivocan y cometen errores. Yo también los cometo y además son los únicos que puedo y debo corregir. No puedo seguir dejando pasar mi vida viendo como los otros cometen fallos en las cosas que emprenden y yo tener mi vida, mi entorno hecho unos zorros…  ocupémonos de aquello que está a nuestro alcance. Ocupémonos de que lo que hacemos, sea como nosotros queremos que lo hagan los otros…

Buenas noches y buena suerte. 

Ana M. Rodríguez

Epidemias

11 de diciembre, 2020

Antes de la COVID-19 disfrutábamos de aquella antigua normalidad. No, no es cierto, antigua sí, pero normalidad ni por asomo. Ya estábamos enfangados en el cambio climático, la ultraderecha aprovechaba la mediocridad e ineficacia de los poderes públicos para medrar y aparecía una nueva epidemia. Sí, antes de la pandemia apareció una epidemia, no tan grave, ni mucho menos; infinitamente menor, pero a la que, al menos en L’Hospitalet, no se le han prestado los mecanismos necesarios para su regulación. La epidemia del patinete eléctrico.

Van por la calzada a toda velocidad, de repente se suben a la acera a la misma velocidad, da igual el ancho de la acera, tú, como peatón te apartas; el centro de cualquier superficie es su zona de confort. Ves patinetes portando personas de cualquier edad, solos, en parejas o con niños agarrados al mástil. He visto una madre con dos niños, he visto tres adolescentes, he visto un trabajador con una enorme caja de herramientas dando un ancho de casi un metro. Espero que todo esto se diluya como lágrimas en la lluvia.

Sé que la Guardia Urbana denuncia y multa cuando se lo ponen blanco y en botella, pero no hay manera de controlar una ciudad como esta. A mí, que salgo poco, me han estado a punto de atropellar dos veces por descuido o negligencia de los usuarios, una al doblar una esquina y encontrarme con un patinete a toda velocidad, otra al coincidir, en el mismo punto de una acera estrecha, mi paseo tranquilo con el cruce de dos patinetes en sentido contrario. Hace dos días hubo una tercera ocasión, esta, a mala leche. Un tipo de unos veinte años circulaba a toda velocidad por la calzada de la remodelada calzada de la calle Leonardo da Vinci, en ese tramo de unos doscientos metros solo estábamos él y yo. Al verme se subió a la acera y me enfiló mientras se reía. 

¿Cómo un vehículo que alcanza los treinta quilómetros por hora y es insonoro puede circular por la calzada, por la acera y por los carriles para bicicletas, por donde le dé la gana? ¿Puede un ciclomotor circular por todos esos sitios, o solo por la calzada? ¿Puedo circular con mi coche por la acera para evitar atascos? 

El 13 de enero de 2020 se publicó un artículo en el que se detallaba una prueba piloto de la Guardia Urbana para controlar a estos vehículos en Collblanc y la Torrassa, con el fin de informar y sancionar a aquellos usuarios de patinetes que circularan por las aceras y con un solo usuario. Estamos en diciembre de 2020. El patinete sigue igual.

Guillermo Martín Urquizu

Una pandèmia que afecta a tothom, però no a tothom per igual

Membres de l’Associació Educativa Itaca/ Font: @associacio.itaca (Facebook)

Lídia González, subdirectora de l’Associació Educativa Itaca

21 de novembre, 2020

Si la situació provocada per la covid fos una metàfora i ens trobéssim al mig del mar, la societat estaria ara mateix patint el cop de la segona onada (gegant) que està provocant que moltes persones, estiguin a la deriva, nedant a contracorrent o subjectes per un flotador fràgil… algunes d’aquestes persones aconseguiran mantenir-se dalt d’un vaixell que ja trontolla o arribaran a terra ferma amb molt d’esforç o trobaran un vaixell tripulat per algun familiar i/o amic o amiga.

Volem parlar d’aquestes persones però també d’aquelles famílies, les quals abans de començar aquesta situació de pandèmia, ja eren a la deriva, sense vaixell, ni bots, ni flotador ni vaixells d’amic als quals pujar. Si abans de tot això ja estaven en aquesta situació, quin és ara el seu dia a dia?

Són moltes les famílies en situació de precarietat al barri de Collblanc La Torrassa, aquestes famílies abans de la pandèmia ja es trobaven en situacions molt complexes; la seva situació d’irregularitat no els permet tenir contractes regularitzats, el seu dia a dia depèn de si aquell dia treballen o no, literalment treballar un dia o no fer-ho vol dir menjar o no menjar.

Durant el confinament totes aquestes famílies es van quedar amb zero ingressos, el que vol dir que havien de dependre dels bancs d’aliments, saturats on les llistes d’espera superaven el mes.

Aquestes mateixes famílies per la seva situació administrativa viuen, en moltes ocasions pagant el lloguer d’una habitació, en pisos sobre ocupats ja que no poden accedir a contractes de lloguer, o bé perquè no els poden pagar, o bé perquè ningú els hi vol fer el contracte. Aquesta situació, va comportar i comporta encara, l’expulsió d’aquestes persones dels pisos.

Els pisos sobre ocupats, comporten a més a més, situacions d’angoixa en relació amb la transmissió del virus, si un membre de la habitatge era positiu fàcilment i ràpidament s’estenia a la resta d’habitants.

Una altra de les problemàtiques, que es torna a repetir ara, és la cura de menors, quan una família, una mare que no té xarxa de suport ha d’anar a treballar, amb qui es queda el seu fill o filla?, que passa quan no pots escollir quedar-te a casa o fer teletreball? Moltes famílies no poden escollir i no tenen alternatives. Això torna a passar ara, quan els nens i nenes són confinats per positius en els seus grups bombolla.

L’angoixa d’aquestes famílies ha anat augmentant i encara no hi ha pausa, els deutes han anat augmentant i seguiran augmentant, perquè moltes economies familiars encara no s’han reactivat, i quan ho facin, si és que ho fan, els sous precaris moltes vegades no arriben ni per pagar el lloguer.

Un dels fets que més ens preocupa és la salut mental de les famílies, les persones adultes per una banda i els i les menors per l’altre. Fa molts mesos que són sotmesos a una incertesa, una ansietat que no minva, que no té treva, una ansietat que augmenta, a la vegada que augmenten els deutes, les problemàtiques i que disminueixen les oportunitats laborals. No hi ha consol ni lloc (família, amistats, administració…) a on aferrar-se.

Hem pogut observar al llarg d’aquests mesos com els nens i nenes, i sobretot els i les joves perdien aquesta part de relació tan important, la part del joc, del contacte de compartir…i no només estan perdent aquesta part social sinó que la part acadèmica està sent molt i molt complexa.

Sembla que la solució per poder seguir el ritme i el rendiment acadèmic passa per l’ús de dispositius electrònics, per fer classes a distància, però aquest fet, a part d’esborrar la part relacional (imprescindible per tantes coses, com per exemple el benestar emocional), deixa, de nou, una part de la població en un desequilibri d’equitat exagerat respecte l’altre part de la societat; no tots els infants disposen de dispositius per seguir les classes, o de connexió a internet. No totes les famílies tenen el privilegi de dominar les eines tecnològiques, o disposen del temps necessari per acompanyar en aquestes tasques als seus fills i filles, no totes les famílies tenen la sort de poder fer teletreball, d’entendre l’idioma o de disposar dels coneixements necessaris dels continguts de les assignatures.

On són tots els dispositius que es van prometre abans de l’estiu des de l’administració? Encara no han arribat… i ara ens trobem amb un dia a dia en el que constantment s’estan confinant grups bombolla, tothom sabia que a l’octubre hi hauria un rebrot, que això passaria, però ningú s’ha anticipat a cobrir aquesta necessitat, de fet ja ni se’n parla. 

La ironia de tot això, és que la majoria de famílies que es troben en aquestes situacions dures i complexes, són les mateixes persones que es dediquen a la cura de la resta de la societat, la majoria de feines que ocupen estan relacionades amb tasques de cura; cura de gent gran, neteges dels hospitals, centres educatius, cura de menors… Les mateixes persones que cuiden de la resta de la societat a la vegada són les mateixes que per la mateixa societat són excloses i literalment aïllades; queden fora de les prestacions econòmiques, se les expulsa dels habitatges… se’ls neguen els drets bàsics i la dignitat.

Volem fer constar, que moltes entitats com la nostra, socials i de base, en moltes ocasions arraigades als territoris, van haver de fer grans inversions durant el confinament, per poder, per exemple, subministrar aliments a famílies que literalment no en tenien, per poder assessorar en matèria de lleis, de prestacions, de normatives… per poder adquirir dispositius electrònics… les entitats del tercer sector han sostingut, més que mai i durant mesos el que l’administració no donava a l’abats per cobrir. Comencem a ressentir-nos econòmicament (i mentalment). Les ajudes que es plantegen per entitats que estem a la trinxera, als barris, són insuficients, és evident que les administracions no sempre són conscients del valor social i capital d’aquestes entitats, de la tasca que fem i de totes aquelles accions que permeten esponjar als serveis municipals que haurien de donar resposta a una quantitat tan gran de necessitats emergents de les famílies que els és inassolible.

No se’ns mira; dues setmanes més tard de començar la nostra activitat encara no disposaven de protocols específics contra la COVID, un servei que precisament concilia la vida familiar i laboral de famílies en situació precària, un servei que està contemplat dins una llei de serveis socials com és en aquest cas, el Centre Obert.

El mar encara no està en calma, ni tan sols podem saber quan sortirà el sol, els recursos socials i econòmics, s’acaben i la possibilitat de generar-ne de nous cada vegada sembla més una utopia. Les entitats que sovint ens convertim en petites illes al mig d’aquest mar negre, seguim treballant per oferir un petit espai on agafar aire, però aquestes illes cada vegada són més petites i els recursos cada vegada més escassos.

Que passarà quan tantes i tantes persones comencin a quedar-se sense habitatges?, sense recursos?, com i quines seran les conseqüències en uns mesos, en uns anys d’aquests nens, nenes i joves, que ja partien des d’uns quants esglaons per sota respecte a altres infants pel que fa a oportunitats, i ara, s’han situat encara molt més a baix?

Per desgràcia tot això no ha acabat, de fet només acaba de començar, i no anticipar-se al que vindrà sabent que arribarà, és una responsabilitat per part de totes aquelles entitats, administracions i governs que tenen la potestat de canviar les coses.

Per part nostre, com sempre hem fet i no deixarem de fer, seguirem donant el millor de nosaltres, com sabem també, que ho farà tot el teixit associatiu, perquè entenem així la nostra raó de ser, ens fem càrrec com a institucions però també com a ciutadans i ciutadanes, de la coresponsabilitat que tenim, per intentar fer d’aquest barri, aquesta societat i aquest món, un lloc més just amb menys desigualtats. 

Seguirem remant en aquest immens mar, amb o sense veles.

Senyora alcaldessa prendrem mal o la ruïna de l’edifici Molí

Tomàs-Maria Porta i Calsina

21 d’octubre, 2020

Senyora alcaldessa és possible que vostè passegi molt per L’Hospitalet i jo no hagi tingut la sort, ni el plaer de veure-la mai pel meu barri, el barri de Sant Josep. Perdoni, no és cert: vaig coincidir amb vostè en el darrer míting que va fer el PSC-PSOE al Casal. Va venir acompanyada dels seus regidors, als que va anar escampant per taules per tal que la ciutadania hi pogués parlar, ens va dirigir quatre paraules que, en essència, van venir a dir que els del seu equip de govern no eren rucs i que mai no s’especularia amb el solar del Cosme Toda. Li asseguro que va ser un míting que em va impressionar i li ho dic sense gens d’ironia.

En línies generals, jo no discuteixo la seva gestió al capdavant de l’Ajuntament. . Si sumem això al fet que fan uns mítings autènticament personalitzats no m’estranya que tinguin majoria absoluta. Una altra cosa és que no m’entri al cap que gent que s’autoanomena progressista estigui en contra de l’autodeterminació del seu poble, però això són figues d’un altre paner, perquè aquí parlem de la seva gestió a L’Hospitalet.

Crec que vostès s’equivocarien si pensessin que, com que tenen majoria absoluta, ho fan tot bé. Que no els hi cal millorar en cap sentit. I que no tenen per què escoltar la ciutadania. Li posaré un exemple del dia del míting. Li volia plantejar un problema urbanístic a un dels seus regidors i, molt amablement, em va dir que em trucaria passades les eleccions. Com que passades les eleccions no em trucava, vaig trucar jo a l’Ajuntament i la secretària em va dir que prenia nota i que ja em trucaria. Aquest senyor -que potser resulta que fins i tot és un bon regidor- no ha trobat encara el moment per trucar-me. Aquesta pràctica me l’he trobat diverses vegades amb diversos regidors del seu equip: fan veure que t’escolten i que s’interessen per allò que els hi expliques però a l’hora de la veritat envien el problema que els hi has explicat a les escombraries del seu ordinador o del seu mòbil. Sembla que el missatge sigui: per què ens hem de preocupar amb vostè ciutadà-formiga si ja hem guanyat les eleccions?

Un tema que jo considero important i que jo he traslladat, en la meva condició de Conseller Municipal del Districte del Centre, a un responsable municipal, és la situació ruïnosa i perillosíssima en què es troba l’Edifici del Molí, just a tocar de la Biblioteca Tecla Sala i on, entre altres institucions, hi ha el Centre d’Estudis de L’Hospitalet. Permeti’m que li faci la pregunta d’una manera directa: no li cau la cara de vergonya en pensar-hi? No li tremola la consciència en pensar que en qualsevol moment hi pot haver un accident greu? Si hi fos, no se’n sentiria responsable? Sé que va anar a demanar diners als seus companys de Madrid i que potser li van prometre que sí, però l’Edifici està com està i, per tant, suposo que els diners no han arribat.

Miri, jo sé que el seu càrrec és complex -i ara que, a més és presidenta de la Diputació encara més- i també sé que l’Ajuntament ha de fer front a moltes despeses i que el pressupost és limitat. Però vostè i jo sabem que si aquest edifici, en comptes de ser de titularitat pública fos de titularitat privada, l’Ajuntament ja s’hauria mogut i hauria obligat el seu propietari a fer les obres pertinents per tal d’arreglar-lo. I això no és inadmissible. No pot ser que aprofitin la seva posició privilegiada per posar en risc la integritat física dels ciutadans ometent els seus deures. Senyora alcaldessa, no miri cap a una altra banda i solucioni el problema: tots plegats podríem prendre mal!

Juguetes rotos

El barrio de El Gornal en l’Hospitalet

29 de septiembre, 2020

Mi barrio es un barrio de amplias avenidas. Un barrio donde sales a la calle y puedes respirar sin mascarilla un cincuenta por ciento del tiempo, o con mascarilla en las tiendas, salvo en el ascensor cuando te tropiezas con la descerebrada del segundo y se enfrenta contigo porque tiene que meterse sí o sí aunque no se cumpla la distancia de seguridad, y la tienes que dejar fuera o salir tú porque te amenaza con denunciarte por violencia.

El Gornal nunca ha sido un barrio fácil. Pero es un barrio con sus enormes metros entre acera y acera, la labor social de mucha gente implicada y, aún con todos sus problemas, es un barrio diáfano, en el que hijos, padres, madres y abuelos campan con cierta alegría por sus espacios en estos tiempos de mascarillas, distancias e higienes. Siempre están los irresponsables, pero son menos peligrosos que en otros lugares.

Otra cosa es de puertas adentro. ¿De qué medios disponen muchas familias? Una gran cantidad van justas. Van justas de medios y de formación. Sus problemas son otros, no las redes, ni Internet, ni la cultura, ni la lectura. Sus problemas son de subsistencia. De puertas adentro estamos creando una infancia de juguetes rotos, de niños sin futuro.

Anoche estuve escuchando una bronca de muchos miembros de dos familias hasta las dos de la madrugada, sin distancias ni mascarillas, tres horas de gritos en la calle. El barrio del Gornal es quizás un problema menor mirando el plano de la ciudad.

La Florida, la Torrassa, el norte, calles estrechas, pisos compartidos por habitaciones. Se está creando una cicatriz social, pero no es el COVID.

El COVID es la lupa. Es un puñetero virus que se nos ha colado en casa, nos está matando y nos está restregando por la cara todo aquello que hemos abandonado y hemos renunciado a conservar desde la crisis del 2008 o antes.

No sé si es dejadez o estrategia, pero la Sanidad pública, llamémosla solidaria, ha sido la que a lo largo de la historia, nos ha ido sacando de pozos inmundos. La Educación pública, o solidaria, la que nos ha traído hasta aquí.

Por eso me preocupa la educación.

Conseguimos un ascensor social, con una educación pública, y poder aprovechar las capacidades de toda la población. Se creó una red universal. El espíritu crítico se hizo transversal. Lo he vivido en la universidad en la década de los  70 y 80 del pasado siglo. Todo eso hoy lo están tirando a la basura.

El virus es el virus. El resto se hace con dinero y no queremos caridad, queremos impuestos.

La educación no suele tener buen predicamento entre la clase dirigente, la sanidad tampoco. Sin educación es fácil adoctrinar. Llevamos miles de años en los que salvo pequeñas islas excepcionales, el sometimiento de la población se ha apoyado en la falta de formación.

Si no reaccionamos, dejaremos generaciones de juguetes rotos. Y a las malas los juguetes rotos no son simpáticos. Y Tienen sus razones.

Guillermo Martín Urquizu

GUILLERMO MARTÍN

Nací en Cáceres. Era 1958. Volví a Barcelona a los pocos meses. Dibujo y pinto desde los siete años. Dejé de escribir a los quince años gracias a un pésimo tutor que quiso apartarme de la biología. Aterricé en L’Hospitalet de Llobregat en 1983, después de conocer a una mujer que más tarde ha tenido el detalle de aguantarme hasta la fecha. Tras dejar la investigación, trabajé como técnico comercial en empresas del sector sanitario. Harto de la presión irracional por las cifras de ventas, cambié de sector. En 2011, la crisis me arrastró y he acabado trabajando, a ratos, para el ayuntamiento, recuperando mi vocación: la escritura, la pintura y  la ornitología.

Tres putas cosas

Fotografía de una probeta señalando un resultado de Covid-19 positivo

Puede que el título no sea correcto, pero es el que me sale. Sí, ya sé que soy dado al exabrupto y la blasfemia, lo mejor de nuestro idioma. Pero es que en esta pandemia, mientras la ciencia nos trae otras soluciones, solo son tres putas cosas: mascarilla, higiene y distancia de un par de metros. ¡Coño, sólo eso! Es probable que el problema lo tengamos nosotros, como especie. No sabemos comprender el problema. Tampoco parece que sepamos comprender el mundo ni el universo. Si no podemos gestionar tres elementos: mascarilla, higiene y distancia, ¿qué sabremos del cambio climático, de la evolución de las especies, del universo donde vivimos? Nada. No sabemos nada. Si no somos capaces de entender tres putas cosas en esta pandemia, no podremos comprender  el futuro de la Tierra ni a dónde vamos. Y, es verdad, a ese señor que en una calle estrecha va a su bola fumando y escupiendo sin mascarilla cuando se cruza contigo, no le dices nada. No te apetece que un gilipollas te agreda.

Guillermo Martín Urquizu

GUILLERMO MARTÍN

Nací en Cáceres. Era 1958. Volví a Barcelona a los pocos meses. Dibujo y pinto desde los siete años. Dejé de escribir a los quince años gracias a un pésimo tutor que quiso apartarme de la biología. Aterricé en L’Hospitalet de Llobregat en 1983, después de conocer a una mujer que más tarde ha tenido el detalle de aguantarme hasta la fecha. Tras dejar la investigación, trabajé como técnico comercial en empresas del sector sanitario. Harto de la presión irracional por las cifras de ventas, cambié de sector. En 2011, la crisis me arrastró y he acabado trabajando, a ratos, para el ayuntamiento, recuperando mi vocación: la escritura, la pintura y la ornitología.

Y ahora, encima, pedalable

Hospitalet está en el mismo centro de lo que ha venido en llamarse, con más bien poca originalidad, la segunda ola de la pandemia de coronavirus. Desde el inicio de este horror, más de 8.600 conciudadanos se han contagiado, y de los siete centros de atención primaria catalanes que más casos detectan, cinco son de mi querida ciudad. Esto no puede sorprender a nadie, pues en la ciudad con mayor densidad de población de Europa, superior a los veinte mil habitantes por kilómetro cuadrado, si hay algo realmente difícil es, obviamente, mantener las distancias…

La epidemia, pese al alud de pseudoinformación que sufrimos a través de los medios de comunicación, en muchos sentidos sigue siendo un misterio, la respuesta científica ha sido, de entrada, medieval: encerrarnos en casa, lo que ha demostrado una vez más que la todopoderosa ciencia, ese dios al que presuntamente todos debemos adorar sumisamente, no es ni tan poderosa ni tan omnisciente… Pero claro, si la respuesta de la ciencia ha sido lenta y confusa, la de nuestros “insignes” políticos, como suele ser habitual, ha ido mucho más allá de lo que cualquier mente medianamente sensata podía esperar. Así durante los meses que han pasado desde marzo hasta aquí, nuestros políticos nos han dicho que no habría más allá de algún contagio aislado, que lo de la mascarilla era absurdo y egoísta, que puedo correr sin mascarilla por la calle, pero no andar, que he de mantenerme siempre a 2 metros de todo el mundo salvo en el metro, el avión y en el ave, en cuyo caso sí puedo apretujarme sin problemas, porque al parecer en esos espacios el Espíritu Santo ejerce una protección especial sobre los seres humanos que hace innecesaria toda prevención. Pero eso sí, solo en el interior de los artefactos, pues la última vez que tomé un avión, hace unas dos semanas, los auxiliares de vuelo, sabedores de las limitaciones divinas, me obligaron a mantener las distancias en toda la cola de embarque, para ser enlatado después, cual sardina de Santoña, en el interior del repleto avión…

Pero queridos ciudadanos, no nos preocupemos, porque nuestro queridísimo gobierno municipal no es como el resto de políticos y ha dado con la tecla que resolverá de una vez el problema de las distancias en esta pequeña Calcuta, feliz expresión acuñada por el periodista y amigo Jesús Vila, en que nos ha tocado vivir: la nueva red básica pedalable (no sé si esta última palabra existe en realidad…). Magnífica idea que nos sitúa en primero línea de lo “moderno” y lo “fashion,” ¡claro que sí! Que la medida sea mínimamente eficaz o un absurdo total da absolutamente igual, lo importante es el postureo, aquí lo significativo es que Hospitalet sea “pedalable” (menudo horror de palabra), que podamos pintar minicarriles imposibles con alegres colores, eso es lo importante.

A estas alturas, espero que la mayoría de ustedes, queridos lectores, me estén calificando de reaccionario, es a lo que aspiro, pues nunca como ahora uno puede sentirse tan orgulloso de declararse antimoderno.    

Para los “modernos” dejo el diseño del Hospitalet “pedalable” (pero, ¿no les da risa la expresión?), porque por supuesto, en una ciudad en la que si todos sus ciudadanos decidimos salir a la calle en el mismo momento, literalmente no cabemos, efectivamente lo que se hace imprescindible son más carriles bici… Pues total, pese a que actualmente es ya prácticamente imposible circular por nuestra colapsada ciudad, por sus estrechas calles donde la gente vive hacinada y resulta absolutamente imposible aparcar, en Hospitalet se sigue construyendo de forma desenfrenada con la aquiescencia y el beneplácito de nuestro ayuntamiento, y cada palmo de tierra que queda libre se convierte, en pocos meses, no en un parque, sino en un nuevo edificio.

Así que, ¿por qué no? Añadamos a ese caos más ciclistas incívicos que con sus bicis de quince kilos impulsadas por la fuerza motriz de dos piernas se mezclarán alegremente con coches de más de una tonelada de peso y ciento cuarenta caballos de potencia, ¿qué puede salir mal?

Sí, ya sé que es reaccionario y poco moderno decir que con ridículos carriles bici no se lucha contra el coronavirus, que lo que deberían haber hecho todos los alcaldes democráticos de Hospitalet es oxigenar la ciudad, frenar la construcción y diseñar parques y zonas verdes, pues eso sí que estaría contribuyendo ahora, de forma efectiva, a la lucha contra el coronavirus. Pero yo solo soy un antimoderno que cree que Hospitalet no es Holanda, sino una ciudad mediterránea, ¡qué sabré yo comparado con los modernos!

Antonio Fornés

Antonio Fornés

Doctor en Filosofía y licenciado en Humanidades por la Universidad Ramon Llull de Barcelona. También se diplomó en Ciencias Religiosas y completó tres másters, entre ellos el de Edición de la Universidad Pompeu Fabra. Es autor del libro Viaje a la sabiduría, Reiníciate, Creo y Las preguntas son respuestas, Es colaborador de Radio Nacional de España y de distintos medios escritos.